Dark Chat

martes, 21 de diciembre de 2010

Mascara De Odio

Chicas hermosas por fiss dejen sus comentarios al final les mando mil besitos a todas



Cap 19

Edward Cullen

Abril


Habían pasado dos meses desde que aquella conversación tuvo lugar en el despacho de mi empresa, la última vez que había visto a Isabella Swan, cuando la había destruido por que ella me había destruido a mí, en mi concepto ella se lo merecía más.


Había intentado hacer mi vida de una manera en la que no pudiera dejar que ella se filtrara en mis pensamientos. Había decidido mantenerme el tiempo que fuera necesario ocupado en mis cosas, intentando ligar con mujeres, dejándome ver con ellas y llevando la clase de vida que llevaba antes de que ella hubiera intervenido.


Lo primero había funcionado hasta cierto grado, ya que, aun en medio de las importantes juntas, mi mente me hacia jugadas sucias bombardeándome de imágenes, de recuerdos, de sucesos que no debería tener tan claros ni tan precisos, y ninguno debía tener que ver con ella, con su sonrisa triste ni con sus ojos llenos de dolor en el momento en que la mande a volar.


A lo segundo había descubierto con soberano enfado que, sin saber cómo, había perdido mi toque. Era vergonzoso para un hombre de mi categoría admitir que se había convertido en un mariquita por que podía ligar con las mujeres pero no podía llevárselas a la cama, porque en el mismo momento en que cruzaba alguna puerta con cualquiera de las desconocidas de las que me rodeaba algo le pasaba a mi cuerpo y no podía mandar sobre él, no podía conseguir una mísera erección. Parecía un quinceañero enamorado de una foto que le había despertado la libido, porque con un solo pensamiento sobre Isabella Swan que se cruzara en mi cabeza, especialmente esos que tenían que ver con los recuerdos de cuando yacía junto a ella, bastaba para hacerme sudar y desear estar metido profundamente en su cuerpo.


Respecto a mi vida, aparte de ese humillante paréntesis, había vuelto casi a la normalidad, viajaba, conocía contratos, hacia negocios y en relativa me iba bien. Mis cuentas subían y superficialmente parecía ser un tipo normal.


Pero la prueba de que no era tan normal como aparentaba ser yacía en las noches, particularmente en mis sueños.


Todas las noches la mente se me plagaba de sueños macabros, sueños de ella y míos juntos, como lo que nunca llegaríamos a ser y los sueños de cementerios y sangre se habían incrementando en los últimos meses, nunca me había considerado un as de la astrología y la interpretación de los sueños, pero algo muy en el fondo de mi conciencia me decía que esos sueños no eran para nada normales y que muy fácilmente podían estar relacionados con la situación actual de ella, pero no podía ni debía importarme. En ocasiones creía que me enloquecía y cuando despertaba maldecía a mi cabeza porque lo único en lo que podía pensar era en que estaba haciendo la traidora en ese momento y sudaba frio… y la echaba de menos como un niño a su madre….como un amante a su amante.


Quería seguir adelante…debía hacerlo. Sonaba como a descubrimiento personal y debía hacerlo por mí mismo. Aunque una parte de mi se negara.


Mayo.


Y allí estaba, a primera hora de la mañana del último día de mayo firmando el contrato por el que tanto había luchado y sufrido, el que me permitiría por fin llevar mi ambicioso proyecto a cabo.


Hubiera deseado que se tratara de James el abogado que tenía a mi lado, pero no había vuelto a recibir noticias de él desde que le comunique que finalmente me había deshecho de Isabella como se había acordado en un principio. Aun recordaba la conversación que habíamos tenido desde entonces.


- Esta hecho- le dije aproximadamente una hora después de haber mandando a Isabella al diablo. Pareció entender de qué se trataba enseguida, parecía estarlo esperando, y no parecía nada contento.


- en ese caso creo que mis servicios no son más requeridos.- dijo con voz lúgubre


- ¿qué demonios quieres decir?- le pregunté desconcertado por su humor.


- que renuncio señor. No seré mas su abogado. – me respondió el, tan seca y cortantemente como una puñalada.


No sabía de dónde venía tanta moral si el mismo había sido el que me había contactado con ella pero nunca lo entendería de todas maneras y tampoco quería hacer el esfuerzo de hacerlo por qué no tenía tiempo para estupideces. La única respuesta inmediata que había recibido de el después de la ominosa llamada había sido su carta de renuncia con recomendación del abogado que ahora se sentaba a mi lado, Garrett Sinclair. Había resultado ser un sustituto eficaz, pero había extrañado a James como un crio, porque precisamente desde que era crio lo conocía, ahora me dejaba por el ligerísimo error que había cometido.


Aun tenía la completa convicción de que me había dejado engatusar por esa mujer que se hacía pasar por inocente. Durante las noches miraba las fotos tratando de ver en ellas lo que no se mostraba, lo que afanosamente buscaba y no encontraba, una explicación. Me sentía como un novio celoso y no tenía derecho ni obligación de sentirme así, yo no era de ella y ella tampoco era mía aunque en un principio hubiera sido así.


Ya habían pasado tres meses desde que la había visto por última vez, mi vida no había sido precisamente un idilio, por todo lo que relataba anteriormente y por todo lo que mi trabajo exigía de mí para la realización del nuevo proyecto.


Ahora que toda la preparación llegaba a su fin me descubría menos que triste, me descubría solo, porque no tenía a nadie con quien celebrar este nuevo triunfo en mi carrera, me daba cuenta de que echaba de menos James y la echaba de menos a ella, porque aunque en el fondo no quisiera aceptarlo hubiera dado uno de mis ojos porque ella estuviera ahí, mirándome con la admiración con la que siempre solía mirarme con la….adoración con la que solía mirarme…


Ya estaba comenzando a divagar nuevamente hacia terrenos que mejor no quería pisar, y erigía mi barrera otra vez diciéndome a mi mismo que la única persona a la que necesitaba, era a mí mismo, depender de los demás hacia débiles a las personas.


Termine de copiar mi firma en todos los papeles que importaban. El asesor los consulto y los comparo hasta que finalmente todo quedo claro.


Salí sin despedirme ni de Garrett ni del asesor, me sentía ahogado en mi propio veneno de soledad de manera inevitable. Definitivamente había terminado por volverme un idiota.


Subí al auto y pedí a Laurent que me llevara a uno de los bares cercanos. Si las mujeres no me ayudaban a quitarme esta sensación de desasosiego el alcohol, que curiosamente no había probado desde el día en que me case, bien podía valer.


Lauren se estaciono frente a un pub discreto en donde baje, le pedí que no me esperara y que se marchara a la casa, pidió que lo llamara en caso de necesitarlo, no sabía si lo iba a hacer pero asentí para que se marchara de una vez.


Luego entre allí.


Había poca gente, nadie a quien conociera pero no importaba mucho, necesitaba desesperadamente relajarme y el sitio parecía ser el ideal, pulcramente iluminado, silencioso y discreto.


Me senté en una de las mesas oscuras y uno de los camareros atendió a mi orden de whisky cargado. Cuando llego me lo bebí hasta la mitad llenándome de recuerdos de la última vez que había bebido whisky y lo que esto había provocado en mi actitud, el casi delito que había cometido después.


Pero no me importaba llenarme de alcohol, mis reacciones, si me emborrachaba, podían ser relacionadas con mi estado de ánimo que debía ser alegre por haber firmado el contrato, aunque en el fondo nada de esa alegría fuera cierta.


Cuando me di un poco la vuelta para acomodarme en la silla mire hacia la puerta y cuál no sería mi sorpresa al ver al perro que había atormentado mis visiones con Isabella Swan, y no iba solo.


El estomago me salto cuando quise ver a la chica a su lado porque pensaba que podía tratarse de ella, pero no era ella en absoluto, se trataba de otra chica diferente, era de cabellos oscuros y de piel mestiza, bastante atractiva, pero como muchas otras desde hace tres meses, no lo suficientemente bonita para tentarme.


Los mire fijamente mientras entraban y se ubicaban en una mesa, él la miraba con adoración y ella no se quedaba atrás.


O sea que el muy hijo de su madre había usado a Isabella y cuando se había aburrido de ella simplemente la había cambiado por otra, era un maldito perro.


Y yo no tenía por qué sentir que quería proteger a Isabella de alguien como él cuando ella había acudido a sus encuentros con mucha voluntad.


Vigile cada uno de sus movimientos orando ateamente para que la mujer se retirara por unos momentos para aclarar cuentas con él. No debía tener instintos de protección pero la tenia así como los celos infernales que me atenazaban la garganta.


Finalmente mi oportunidad llego cuando ella se levanto seguramente para ir a los lavabos.


Me puse de pie de mi mesa bebiéndome rápidamente el último trago del whisky, camine por entre las mesas y cuando estaba distraído me senté lentamente en la silla que ella acababa de abandonar, contuve el impulso de estamparle un puñetazo en la cara de una manera que me pareció digna de medalla, esta vez, por lo menos, tenía la intención de hablar, no podía permitirme el hecho de convertirme en un animal cada vez que algo relacionado con ella me afectara.


El se volvió en ese momento y se quedo mirándome fijamente.


-Usted…- murmuro, se veía serio pero algo me decía que se sentía tensionado.


- yo…- le respondí estúpidamente mientras ideaba la mejor manera de abordarlo.


Entonces el hizo la cosa más extraña al sonreírme un poco lo cual me caldeo la sangre. – Justamente estaba intentando contactar con Bella…acabe de regresar de viaje- el amargo sabor de los celos siguió empañándome la lengua al oírle mencionar su nombre de manera tan amorosa, la mordí tratando de no comenzar a llamarlo hijo de perra sin mayor contemplación, entre otros insultos menos inocentes, como un infiel guarro.


- Ella ya no se encuentra conmigo – le dije cruzando ambos brazos sobre el pecho, seguramente él no sabía que la había botado como la vil basura que era. Su sonrisa desapareció de inmediato con lo que me sentí sumamente complacido.


- pero, es su esposa…- dijo lentamente como analizando el significado de mis palabras.


-no, no es mi esposa - estalle sin poder evitarlo, aplacando el tono de mi voz pero sin poder evitar que cada frase se cargara en el veneno de mi ira. - es la vil zorra que se acostó con usted estando casada conmigo.


- oiga, espere un momento... – dijo el levantando la mano – ¿de qué demonios está hablando? – era un buen actor, debía admitirlo, la expresión de perplejidad en su rostro bien podía pasar por verdadera, pero yo conocía demasiado bien a las personas que fingían, y había conocido a excelentes intérpretes también.


- nos separamos desde hace tres meses por que descubrí que se estaba viendo con usted a mis espaldas.- seguí contándole aunque en realidad el debía estar al tanto ya que, si ella se había quedado en la calle por mi causa, la primera persona a la que, lógicamente, acudiría seria a su amante


- ¿pero... de qué habla? - Volvía a hacerse el desentendido- yo no…- y pareció quedarse sin palabras.


-ahora lo va a negar…- seguí yo riéndome socarronamente.


- usted debería escuchar primero-dijo el levantando la voz un poco más, finalmente sacaba sus verdaderos orígenes.


- no necesite escuchar nada, ella quiso explicármelo, pero tuve en mis manos la evidencia de sus encuentros…- seguía replicando involuntariamente, toda mi mente gritaba que me fuera por mi camino y siguiera intentando recuperar mi vida.


- cállese- dijo el inclinándose sobre la mesa hacia mí, casi poniéndose de pie – usted no sabe nada….


- la verdad no me interesa saberlo, solamente quería comprobar el hecho de que cambio muy rápidamente de moza, claro, las habilidades de Isabella no deben ser nada al lado de las de esa…mujer con la que vino…- no bien termine de decirle la frase cuando sentí que me daba un puñetazo que, al tomarme desprevenido, provoco que me callera de la silla y me llevara por delante el mantel de la mesa de el rompiendo el adorno que la coronaba y haciendo algo de desaguisado. Debía darle crédito al perro ya que alcanzo a dolerme un poco.


-¿qué fue lo que le hizo?- pregunto él con tal angustia en la voz que me pregunte amargadamente si el maldito estaría enamorado de ella y probando la variedad. Reí ante mi propia estupidez, nuevamente, y me puse lentamente de pie mientras los demás visitantes del pub miraban el estropicio que habíamos armado y los meseros comenzaban a acercarse.


- solo lo que se merecía…- refunfuñe como un viejito gruñón.


- Dios mío, pero... ¿qué es lo que ha hecho?- volvió a preguntarme pasándose las manos por el rostro y generando nuevamente esa angustia que me escaldaba.


En ese momento volvió la mujerzuela y se llevo las manos a la boca cuando miro la escena que se revelaba.


- Jacob… que?-le pregunto acercándose un poco mas


- Leah… - le dijo el dándose la vuelta y tomándola de los hombros.


- que sucede, Jacob?- e


- toma el móvil que deje en el hotel, quiero que llames al café parís y preguntes si conocen el paradero de Isabella Swan. - dijo dándome la espalda rápidamente no tuve mucho tiempo para preguntarme por que podía creer que ella había vuelto a ese sitio. – está bien, yo pagare todo esto-dijo él volviéndose a los meseros


- ¿le paso algo a ella?- le pregunto a quien llamo Leah sin un solo asomo de celos lo cual sirvió para sorprenderme bastante, y preguntarme si estaban hablando de la misma persona.


- haz lo que te pido, algo no está bien – murmuro el dándole un beso en los labios.


- lo hare, nos vemos más adelante – dijo ella dio media vuelta y salió caminando rápidamente.


No podía entender como era que la mujer podía conocer de Isabella si era la amante nueva del camarero, ni mucho menos debía sentir esos celos que me estaban comiendo el alma, que no creía poseer, a trozos.


- espero por su bien que no le haya pasado nada – gruño como un perro. Volví a sonreír inconscientemente, ahora que estaba listo bien podía mostrarle quien podía ganar en una pelea.


- yo no espero nada - le dije escupiendo la sangre que me había sacado al romperme el labio-


- usted…no tiene idea de que es lo que me une a Isabella Swan.- volvió a hablar, encarándome, parecía dispuesto a muchas cosas.


- ni quiero saberlo, con lo que se es más que suficiente - me iba a dar la vuelta cuando el soltó la frase que me hizo quedarme helado.


- pero es que yo no soy amante de Bella, es solo mi amiga de la infancia. – la angustia seguía pringando su voz, el tono se percibía muy por encima de la rabia que mostraba.


Me di la vuelta lentamente cuando algo amargo comenzó a recorrerme todo el cuerpo…seguramente no…


- tengo las fotos- dije despreciativamente recordando ese karma de papel fotografía.


- su mujer es un ángel del cielo, Cullen – dijo el mirándome tan fijamente que me sentí brevemente intimidado – ¿cree de verdad que alguien tan puro como ella lo engañaría si cada vez que nos encontrábamos no hacía otra cosa más que hablar de usted? De cuanto lo quería… de cuanto la quería…Yo nunca…- se cayó y se paso una mano por el pelo, parecía ser un gesto nervioso – yo la conocí en el orfanato donde vivimos, ella y yo… yo la vi crecer a la sombra del maltrato, la adore en silencio porque sabía que ella nunca podría ser para mi… la volví a encontrar hace poco y finalmente pude confesarle la verdad, pero ella, Dios la bendiga, me dijo que aunque ella no pudiera amarme, había una mujer en el mundo que podía hacerlo, y que mas me valía ir a buscarla… eso era lo que pasaba en nuestros encuentros, ella me contaba de su felicidad y me alentaba a buscar la mía…- luego se cayó, pero ya estaba todo dicho, de repente esa explicación fue la única posible al hecho de que en las fotos aunque se vieran cercanos nunca estaban besándose ni tocándose, solo abrazándose – Donde esta ella? – siguió hablándome pero yo ya no podía escucharlo, ni mucho menos responder a su pregunta, porque confiaba en su palabra, porque cualquier otro podría usarla información para regodearse de haberme quitado la mujer, cuando nuestros encuentros no habían sido precisamente amistosos.


El desconcierto debía reflejarse en mi rostro así como lo sentía dentro de mí, lo amargo había pasado a tornarse oscuro y la vida me estaba dando la vuelta desordenándolo todo.


-no lo sé- dije un segundo antes de darme la vuelta y salir caminando rápidamente del pub, comencé a buscar un taxi mientras tomaba el teléfono y llamaba a James. El era la única persona que me podía ayudar.


- Buenos Dias- contesto lúgubremente su voz al teléfono


- James….- dije agitadamente deteniendo un taxi para que me llevara a casa desde donde podría analizar bien lo que acababa de pasar.


- Señor… ¿en qué puedo servirle?- no parecía complacido de hacer esa oferta, especialmente a mí, pero no lo culpaba, no podía hacerlo. Tenía que verificar la veracidad de lo que el perro había dicho –


- necesito una copia del informe que hiciste de Isabella Swan hace meses. Con fotógrafos, con todo.


- creo recordarle que no trabajo más para usted.- dijo el despacio


- James, necesito encontrar una evidencia, si no me ayudas probablemente habré cometido el peor error de toda mi existencia- deje salir comenzando a sentirme súbitamente desesperado. El se quedo unos momentos en silencio,


- ¿algo más?-


- información…. Necesito localizarla y saber…donde esta…- confesé mis deseos profundos de una manera demasiado "profunda" cualquiera que me escuchara creería que mi desesperación en la voz podía tratarse de…no…eso no.


- le enviare el primer informe al correo, el otro deberá esperar por lo menos hasta dentro de unos días, intentare contactar con los mismos puntos que hace seis meses.


- hazlo, pero rápido – exigí antes de pedirle al taxi que había parado que me llevara a toda velocidad a la casa.


Cuando llegue allí entre corriendo directamente al despacho y abrí el correo nada mas encender el monitor, como James había prometido el informe se encontraba ahí. Solo en esta oportunidad lo analice palabra por palabra dándome cuenta de que el nombre de Jacob Black se hallaba en la misma lista de curso que Isabella Swan y que había una foto de todo el curso, aunque se veía en blanco y negro se notaba la extensa estatura y los rasgos fuertes del camarero.


Ese fue el primer bofetón con la realidad de lo que estaba pasando ahí. Mire a los demás tratando de localizarla a ella y poder beberme su imagine de niña ingenua cuando entre las caras sucias vi una que hizo que el estomago volviera a encogérseme.


En uno de las esquinas y en compañía de otra cara despreciable reconocí esa cara que creía haber visto y de quien había recibido la sucia y mentirosa evidencia de un engaño que, ahora me daba cuenta, no existía. No sabía cómo podía relacionarlos pero en esa fotografía se encontraba el fotógrafo del magazine, Ben Chenney.


"Por favor que no sea lo que estoy pensando". Toda la verdad empezaba a resplandecer cuando parecía ser demasiado tarde. Comencé a buscar las informaciones de eventos adversos en la hoja de vida el orfanato encontrando el evento de acceso carnal violento y los nombres de los implicados. Mike Newton, Isabella Swan… y Ben Chenney.


Maldito sea. Maldito sea. Maldito sea


Quería gritar, quería llorar y quería…


Caí sin fuerzas en la silla cuando el macabro plan del siniestro violador quedo ligeramente claro, seguramente quería dañarla porque no había logrado violentarla y la mejor manera fue arruinando lo que tenia conmigo. Debía haberme guiado más por mi instinto, pero nuevamente los celos me habían cegado y nuevamente había hecho algo de lo que me arrepentiría profundamente.


Aun no tenía muy claro que era verdad o mentira, pero sabía que con la ayuda de James lo iba a averiguar.


Termine de leer el informe pero era lo suficientemente claro para dejarme las emociones en blanco, cuando termine de lo único de lo que ardía en deseos de hacer era de salir a buscarla yo mismo, pero tenía que ser a través de James que la localizaría, así al menos me daría tiempo para elaborar un plan de acción.


Sabía que había cometido una gran equivocación pero al menos aun podía hacer algo para enmendar una misera aprte de mi error, empezando por llamar a la policía y acusar de fraude y robo de intereses al fotógrafo del magazine.


Cuando corte la línea con los investigadores privados algo de mi tensión se había ido, pero había algo mas, algo que volvió a presionarme el pecho como si tuviera una bota invisible en el, jamás había sentido una sensación de premonición tan semejante, esa que me decía que algo demasiado grave había pasado con ella en esos meses en que la deje.


Ahora intentaba recordar cada palabra cada frase que le había soltado y había descubierto que, cegado por los celos, no había podido ver la verdad en sus expresiones y exclamos.


En sus ojos que nunca me habían mentido.


¿Que debía hacer ahora?


La cabeza había comenzado a dolerme por lo que decidí subir a dormir un poco antes de continuar con esto, aunque debía hacerlo yo deje que James la localizara, pero era más fácil para ella ver a James que verme a mí.


Sin poder evitarlo mis pies me llevaron a la habitación en donde ella vivió y en la que no había entrado ni pensado desde hacía tres meses.


La cama estaba hecha, las cortinas corridas, y su olor había desaparecido completamente. Me habia sentando en el colchón comenzando a dudar de mi criterio como persona, y empezando a creer en el de animal.


¿Hasta donde podía haber llegado para lastimarla?, quería hablar con el perro otra vez, que volviera a decirme lo que me había dicho para confirmar mis más temibles sospechas.


Mire hacia abajo y vi que en el piso de abajo dela labrada mesa de noche había un cuaderno…por la ligera capa de polvo que tenia encima parecía que Victoria tampoco lo había visto.


Mi mano se alargo hacia este cuando súbitamente lo reconocí, se trataba del regalo falso que le había hecho, el cuaderno/diario que James había comprado para ella, como si fuera su hija, en mi nombre.


Sentía que lo estaba profanando al siquiera tocarlo, pero gano mi necesidad de estar cerca de ella al menos de esa manera.


Lo abrí sin más en una fecha al azar.


25/06/2007


¡Oh dios mío! Las manos me tiemblan al escribir en estas páginas que han sido un claro testigo de todo lo que ha pasado desde que eligieron ser mías. Al mirar hacia atrás me cuesta trabajo reconocer el camino que he recorrido y el que no quiero volver a pisar, porque ahora una nueva puerta se va a abrir para mí. Mañana, después de arduos y difíciles días, voy a casarme. Yo, casada. ¿Quien pudiera decirlo?, ¿quien pudiera creerme? Lo harías tú, Emmerald? ¿O tu, Jessica? Si, han sido unos días duros desde el momento en que acepte casarme con Edward. Recibí la visita de Madame René y ella me tomo las medidas de el vestido de novia, luego me mostro un catalogo donde, bajo su experta tutoría, seleccionamos un precioso vestido que parecía de princesa y que me hizo caso soñar, claro que habrá que ver cómo queda hecho a las entabladas medidas de mi cuerpo. Muchas personas entraron y salieron de la casa en ese tiempo, la mayoría de las cuales tenía un aspecto elegante y como de organizadores de eventos, asumí que tenían que ver con la boda. Boda. Cielo santo. Aun me cuesta creerlo, solo faltan unas horas cuando hace poco eran días, semanas. Soy muy feliz, porque el destino que antes se había ensañado conmigo me muestra una cara amable, lejos de los desastres de mi pasado. Una que no conocía, una a la que no estaba acostumbrada después de todo aquello que viví en el orfanato, la diferencia entre eso y esto era como la que había entre el cielo y el infierno.


Mi orfanato….aquel sitio donde viví los peores días de mi vida, allí donde experimente el terror de las mentiras y la fuerza masculina. Alii donde por muchos días y momentos quise estar muerta. Intento no recordar nada de eso ahora porque no quiero que nada se interponga en mi felicidad, pareciera como si incluso llovieran flores, y amo a mi futuro esposo, por encima de todas las cosas. Tiene dinero, si, pero nada de eso importa, con gusto me iría a vivir con él a una porqueriza si me lo pidiera. Amo su personalidad sagaz y su mirada felina, especialmente cuando me mira a mí, amo su porte y la inteligencia que brota por cada uno de los poros de su piel, amo sus breves momentos de vulnerabilidad y el descontrol de sus instintos cuando está conmigo. Y amo, adoro, el hecho de significar algo para él. Incluso puedo verme como la madre de sus hijos, envejeciendo a su lado…Dios, no permitas que nada arruine esto, por favor.


Lo cerré por un momento experimentando tal sensación de culpa como jamás me había pasado.


Parecía una fantasía sacada de un cuento de hadas en donde la cenicienta ha salido de su desgraciado mundo inferior para ser feliz al lado del príncipe. Ese príncipe que no era yo…El príncipe no podía destruir fantasías y al recordar repentinamente todo lo que le había dicho me daba cuenta de que cuando decía que había destruido a Isabella Swan, realmente lo había hecho.


Volví a abrir el cuaderno percatándome de que las manos habían comenzado a temblarme.


15/12/2007


Nuestra luna de miel duro quince días, al contrario de lo que el señor James me había dicho, el había manifestado que era 3 días y que después Edward se reintegraría al trabajo. Durante ese tiempo se ha dedicado a amar mi cuerpo de una manera sobrenatural, todas las noches, todos los días sobre cualquier superficie.


Finalmente me entregue a el por completo dándole todo de mi aunque no esperaba devoluciones, el devolvía mis atenciones con el simple y casi incierto hecho de desearme.


Mis dudas han estado aclarándose una tras otra conforme los días pasan. Es como si después de nuestra luna de miel Edward hubiera decidido empeñarse en hacerme feliz, todo lo feliz que no he sido desde que nací.


A veces no se encuentra en casa, a veces regresa agotado, pero no pasan dos noches seguidas sin que sienta su cuerpo junto al mío.


Después de la segunda vez que estuvimos juntos el comenzó a protegerse. No le pregunte las razones, ya bastante tiene con aguantarme todo el día.


Con la ayuda de Victoria he llegado a convertirme en el ama de casa que, tal vez en muchas ocasiones, desee ser. Ella me ayudo a convertirme en la merecedora de el apellido Cullen y ahora me ayuda en todo, menos en el jardín.


El jardín, por orden expresa de Edward, está a cargo de mí.


Cada día lo quiero más. Es como si nunca me fuera a cansar de él, como si nunca pudiera dejar de amarlo. Como si él fuera mi aliciente para vivir.


No tocamos el tema de la muerte nuevamente, parece ser que pensar en eso le altera demasiado y me hace preguntarme que tipo de muerte tuvieron sus padres para que reaccione así ante la palabra.


Todavía me pregunto si algún día llegara a amarme, aun me desea y eso es algo, pero esta profunda tristeza que en ocasiones me alcana…se que tiene que ver con esto…. Con el simple hecho de que nunca me ha dicho que me ama. "


Volví a cerrar el cuaderno ante su inocente expresión de los sentimientos y ante la poca autoestima que revelaban sus palabras, nunca me había percatado de cuan bajo era su amor a sí misma y como inconscientemente la había alentado a que se odiara mas. Si, el dolor de cabeza había desaparecido, pero estaba siendo sustituido por la más espantosa sensación de culpa, desolación, desesperanza, cosas que nunca había sentido antes y que, tal como mi soledad, mis celos y todo lo demás, comenzó a devorarme interiormente.


Abrí el cuaderno nuevamente


09/01/2008


He hecho un nuevo amigo, aunque me siento como si estuviera traicionando a Edward por no decírselo, pero me da miedo, miedo de que vuelva a ser el mismo demonio sin alma que fue el día de nuestra noche de bodas, no estoy preparada y creo que nunca lo estaré para afrontar esa parte de su naturaleza volátil.


Jacob… he entablado una amistad, la primera amistad sincera, después de Edward, con una persona del sexo opuesto, me ha contado que sus sentimientos son sinceros pero que entiende que yo ame a otro por lo que le he agradecido, no tendría sentido arruinar mi vida por algo que considero imposible como lo es el hecho de llegarme a enamorar de él.


Sigue repitiéndome una y otra vez que me ama pero él no me conoce y dudo mucho que yo sea de gran ayuda a la hora de que alguien se enamore.


Aun así me ha contado anécdotas de su vida y hay muchas demasiado graciosas.


También ha llorado sobre mi hombro y lo he consolado mientras me cuenta sus penas, las que casi igualan a las mías.


He estado sumamente tentada de contarle a Edward acerca del lo que me vincula con el pero temo que no lo entienda.


De todas maneras Jacob no se quedara mucho. Me ha contado que se va a ir de viaje al exterior. Espero que encuentre la fortuna que ha estado buscando y que encuentre a alguien que corresponda sus sentimientos…"


Las nauseas, el marero y ahora los vómitos han estado haciendo mella en mi estado de salud, Edward ha insistido en que vea a un medico El día de año nuevo, sin más, arroje el contenido de mi estomago en el baño como si me hubiera intoxicado con algo a pesar de haber comido solo una rebanada de pan fresco.


Veré al medico la próxima semana.


Aunque…algo ha cambiado en mi situación en esta casa…es como si…de repente el ambiente no fuera el mismo.


Sé que James, con quien tampoco he podido volver a hablar, me dijo que Edward debía estar al frente de su trabajo pero…ahora casi no estamos juntos y se la pasa enfrascado en su empresa.


Siento miedo de que tal vez haya descubierto que me veo con Jacob y que lo haya interpretado mal, solamente lo estoy ayudando a que se olvide de mi además sería demasiado pedir que estuviera vigilándome cuando no soy ni digna de eso.


También he notado la indiferencia de Victoria hace unos días, es como si hubiera hablado con alguien y de repente toda la amistad que parecía derramar sobre mi se hubiera evaporado totalmente, eso me dolió, pero no puedo reprochárselo, siempre he tenido ese algo que me distancia de la gente, si no es al principio de conocernos, después. Esperaba que tuviera el mismo efecto en Jacob y el totalmente opuesto en Edward.


Me siento mal en este momento pero no molestare a Victoria con algún analgésico, parece que se fuera a romper cada vez que le hablo.


Nuevamente me empiezo a sentir sola…algo no está bien y no puedo saber que es…. "


Algo cristalino cayó sobre la letra a de la última palabra.


Algo con lo que no había contado cuando, en medio de la lectura, fue clara para mí una sola cosa.


Unas horas antes me habria negado completamente a esa posibilidad pero ahora no, no cuando leía cada una de estas palabras escritas con más sentimiento que un poema, con mas emociones en cada palabra de las que alguna vez deje seguir y sentir en mi vida.


Sentía los ojos cansados y húmedos no podía ver de dónde salía la humedad…


¿De mi?


Un momento…


Me pase la mano por la cara descubriendo en último momento que estaba llorando….llorando como un niño.


Como un niño que ha cometido una travesura, solo que esta travesura se me había salido de las manos.


El infierno comenzó a desatarse sobre mí de manera dramática.


Allí frente a mis ojos, o más bien en mi misma casa había estado la evidencia que las fotos no podían mostrar, la que busque inútilmente sin saber que la tenía a tres pasos.


¿Yo….me había enamorado de esta mujer? ¿Era eso posible?


Dos días después.


Durante ese tiempo no pude salir de la habitación, durante dos días leí cada anotación y cada palabra me comenzó a marcar como un hierro a una vaca, leía las líneas, las releía encontrando en ellas la esencia de la mujer que perdí, me encontraba a mi descrito en cada página, pero no como era realmente sino como ella había creído que era, yo no podía considerarme ni "perfecto" y mucho menos "buena persona". No podía pasar una hoja del diario en donde mi nombre no estuviera escrito, ahora caía en cuenta de que no solamente me adoraba con su mirada sino también con sus palabras.


No recibí llamadas, no comí, no bebí, solo estaba esperando que llegara James con la información para que me sacara del sopor y me ayudara a encontrarla para pedirle….


¿Que podía pedírsele a alguien a quien apuñalaste en el mismo corazón, en el corazón que no lo merecía, en la vida que no lo merecía?


Alguien toco a la puerta.


- ¿qué? – la voz me sonó acartonada


- el señor James se encuentra esperándolo en el despacho. – murmuro la voz de Laurent, esas eran las palabras mágicas que había esperando escuchar mientras me perdía en el dialogo interno de Bella Swan. Mi Bella…


Realmente había sido mía, todo el tiempo…


Me lave la cara en el baño de la habitación, no podía hacer nada por mi camisa arrugada ni mis pantalones en peor estado.


Camine hacia el despacho y abrí la puerta.


Cuando crucé mi mirada con James supe que algo no estaba bien.


El rostro de él se veía pálido, casi demacrado como si de alguna manera estuviera sufriendo por algo.


Una fuerte punzada de miedo cruzo por mi espina dorsal, frente a el estaban sus conocidas carpetas investigativas. No hablo, no me saludo, tan solo miro mi estado como si de alguna manera lo comprendiera, pero la expresión lúgubre de su rostro me decía otra cosa.


Antes de sentarme me serví un vaso de whisky y lo deje sobre la mesa.


Sin hablarle tampoco me senté en mi silla y alargue la mano a la carpeta contenedora.


Comencé a leer.


Sujeto: Isabela Marie Swan


NT: 18


Normativa investigación: Fines de búsqueda.


La susodicha persona mencionada en el inicio del documento fue sometida a investigación encontrando hallazgos significativos referentes a su estado de salud trabajo, y domicilio actual.


Domicilio: calle quinta, sector rosal.


Dirección sitio laboral: Calle Central, esquina sureste, casa número 16 establecimiento café parís.


Así que había vuelto allí, encontrarla seria más fácil de lo que creía, que me perdonara se iba a convertir en el mayor de mis propósitos.


Porque en este momento, después de estos días no había dinero que valiera, ni contrato que fuera justificado, es cierto que antes de que todo empezara, que me diera cuenta de lo que creía que era la verdad, había pensado en prolongar mi matrimonio con ella, y en esos dos días había encontrado la razón, y la razón era tan sencilla como enigmática, como nunca había podido imaginarlo, pero con lo que me sentía a gusto y pleno, con gusto habría dado todo lo que poseía por retroceder el tiempo y guardarme cada palabra que le dije, y todo por el simple hecho de que quería que ella continuara siendo mi mujer. Mía. Solo mía.


La dueña de mi corazón, el que finalmente había dejado de estar en estado congelado. Por la que iba a luchar hasta morir.


La mujer de la que me había enamorado.


Pero ahora debía informarme de ella, así tendría un punto de referencia por el cual beneficiarme para finalmente convencerla de que, al menos ahora, mis sentimientos era sinceros.


Estado de salud:


Postoperatorio inmediato de cesare iterativa de urgencia por amenaza de parto prematuro.


Parto prematuro… ¿Parto….?


Levante la cara de inmediato para fijarme en James que sostenía un bolígrafo en sus manos y lo apretaba como si quisiera partirlo.


- ¿que…es esto? – pude preguntar sin atreverme a hacer ninguna conjetura pero sin poder detener el rápido trabajo que estaba haciendo mi cerebro.


- siga leyendo – pidió el con voz tensa.


Mis ojos siguieron su orden leyendo el informe completo de su estado de salud, con el corazón palpitándome dolorosamente en el pecho y mis ojos siguiendo ávidamente cada línea de ese… informe.


Paciente con diagnósticos previos de embarazo de 28 semanas con alto riesgo obstétrico por presentación gemelar de la gestación, quien presenta Ruptura Prematura de Membranas espontanea e ingresa a la institución en estado de inconsciencia, con alto riesgo de muerte fetal por Oligoamnios (para las que no saben se trata de ausencia de liquido amniótico en el saco placentario) y quien es ingresada de urgencias a cesárea por muerte fetal del gemelo 1 y alto riesgo de infección neonatal del gemelo 2. Resultados de cesárea materna en regulares condiciones de salud con muerte fetal de gemelo 1 de sexo femenino, y alto riesgo de muerte por infección pulmonar al gemelo 2, sexo masculino. Sin maduración pulmonar previa.


Muerte neonatal del gemelo 2 después de 72 horas de vida.


La página continuaba a lo que parecían ser los registros de nacido vivo y defunción de ambos bebes. No había fotografías


La palabra apenas tuvo tiempo de colarse por mi mente antes de que el vaso en donde estaba el whisky se estrellara contra la pared.


- no puede ser…- repetía una y otra vez mi boca mientras mi cerebro apenas podía asimilar toda la información que estaba recibiendo, lance la carpeta contra el escritorio y me puse de pie revolviéndome el cabello mientras todo dentro de mí se revolvía de la misma manera – esto no puede ser…- volvía a repetir mientras los hechos se filtraban en mi cabeza dándome cuenta de que si podía ser, porque yo la había tomado sin protección y la había dejado embarazada desde la primera vez que estuve con ella, el día que abuse de su cuerpo, el día que tome su inocencia y la convertí en mía.


El día en que…concebí a dos hijos.


- La señora…Cullen – comenzó James no muy seguro de cómo llamarla, pero después de todo esto ella era mía.


Ella era solo mía y tenía que recuperarla antes de que fuera demasiado tarde.


– se fugo del hospital antes de ayer. – termino James la frase. La que fue como un interruptor dentro de mi cabeza, el que vaciaba los recuerdos de ella que siempre tenía tan presentes. Esos recuerdos de las conversaciones en los meses previos a su destrucción.


Las imágenes dentro de mí se oscurecieron, y solo pude escuchar lo que gritaba en mi cabeza


"¿de qué hablas?"


"creo que cuando no hay más razones para permanecer en este mundo la vida simplemente debería dejar de existir"


"no comprendo"


"si no tuviera razones para vivir yo misma terminaría con mi vida"


"estas hablando de matarte"


"si, es la manera más fácil de acabar con el sufrimiento"


Todo fue horriblemente claro en ese momento mucho más que como lo fue antes.


Acababa de darme cuenta de que si no la encontraba ella se iba a morir, y lo sabía porque ella me lo había dicho y lo estaba recordando, porque ella inconscientemente sabía que algo iba a pasar más adelante. E


Ella me había dicho en una oportunidad que yo era su única razón para estar viva. Había vivido por sus hijos, por nuestros hijos, ambos habían muerto, ahora no había razones para vivir.


Sin detenerme pensar en lo que había salí del despacho gritando a James.


- ¡AVISA AL HOSPITAL QUE UNA PACIENTE VA EN CAMINO, ES POSIBLE QUE SE ENCUENTRE EN GRAVE ESTADO DE SALUD!-


- Pero señor…- murmuro James poniéndose de pie y siguiéndome desconcertado con la mirada.


-¡HAZ LO QUE TE DIGO, SE POR QUE LO HAGO, LLAMA AL HOSPITAL AHORA MISMO!


No me quede esperando a ver si cumplía mi orden


Baje los escalones que me comunicaban al exterior, a donde el auto estaba estacionado. Laurent estaba detrás de mí.


Sin decirle mas entre al auto y lo encendí pisando el acelerador a fondo.


Ahora entendía las preguntas en mi cabeza "¿Por qué me mataste?".


La vida me estaba avisando que, sin saberlo, me había convertido en un asesino.


Sortee todos los baches que se me atravesaron incluyendo dos o tres autos que se pararon en mi camino,


La desesperación se apodero de mi al pensar en lo que le diría cuando llegara a su apartamento, que excusa sacaría ante el hecho de vigilarla para saber si estaba bien, desde el momento en que había leído el informe me había dado cuenta de que ella nunca me perdonaría, pero aun así no podía prohibirme que velara por ella. Que velara por lo que quedaba de ella.


Gire a velocidad de vértigo la esquina de la calle que conducía a su apartamento, salí del auto y entre casi llevándome por delante a la mujer que parecía ser la dueña-


-óigame! –casi grito ella cuando la tropecé y casi tumbe al suelo - ¿A dónde demonios cree que va? -


No tenía tiempo para responder y menos si se le ocurría llamar a la policía, el pálpito dentro de mi pecho me decía que de alguna bizarra manera estaba haciendo lo correcto.


Subí de dos en dos los escalones, pues no tenía tiempo de que el ascensor lo hiciera, pero no podía pensar en sentirme cansado, no en ese momento.


Aporree la puerta en cuando la tuve frente a mí, sin importarme los gritos de indignación de la mujer a la que había atropellado, ella no era importante en esto, solo Bella lo era.


El cerrojo de la puerta se hizo añicos cuando le di una patada.


- ¡BELLA!- Llame apenas cruce el umbral de su casa, tan acogedora como antes, como solo ella era capaz de hacerlo. No había respuesta, pero al estar cerrada desde dentro la puerta solo podía indicar que ella estaba ahí. – ¡BELLA!- Volví a llamar notando la desesperación en mi propia voz, como si perdiera a la posesión mas preciada que tenia, y así era.


Ahora, ella se había convertido en todo para mí.


Subí las escaleras rápidamente hasta el dormitorio, este estaba abierto, pero la puerta del baño estaba cerrada, se escuchara el agua correr lentamente, pero ningún otro sonido que pudiera indicarme que ella estaba ahí,


- ¡BELLA!- Volví a llamar comenzando a aporrear la puerta ahora. La mujer gritaba detrás de mi mientras tenía un teléfono inalámbrico y comenzaba a llamara a la policía – DIGALES QUE MANDEN UNA AMBULANCIA, ELLA NO ESTA BIEN-. Le grite antes de que la puerta también callera bajo mis azotes.


Entre en el organizado baño inmediatamente y e dirigí directamente hacia la ducha, eche la cortina a un lado y me quede de piedra cuando la vi.


Finalmente la había encontrado, había encontrado lo que quedaba de ella, lo que yo había dejado de ella.


El agua estaba teñida de su sangre, la que escapaba de sus muñecas, sus ojos estaban cerrados y tenía el cutis ceniciento, trate de gritar su nombre pero la voz no me respondía, solo respondía mi instinto, el que me dijo que hacer sin siquiera ponerme a pensar.


Metí las manos debajo de ella y la saque del agua que tiño mi camisa blanca y arrugada de rojo. Alcance a vislumbrar un matiz de su delgada muñeca derecha antes de echarme la al cuello para descubrir la horrible cortada que había allí de la cual manaba sangre oscura y cada vez en menor cantidad, agradecí al cielo por mi instinto y por decirme inconscientemente que era lo que iba a pasar con ella si no me daba prisa.


Un camisón cubría su cuerpo pero este tambien estaba manchado de sangre y la piel aunque estuviera en aguda tibia estaba fría y amoratada.


Con ella entre mis brazos pase a lado de la mujer mientras ella seguía dando explicaciones a la policía pero no tenía tiempo de esperar una ambulancia, con todo el cuidado que `pude senté el cuerpo inerte de ella en la parte trasera de mi coche y la acomode de manera que no resbalara. La mire buscando algún signo de vida en ella pero todo parecía indicar que la vida hacía mucho tiempo no tenia cabida en su rostro.


"¿Que he hecho?"Me subí al auto y volví a arrancarlo a toda velocidad en dirección al hospital, me volé varios semáforos mientras la contemplaba una y otra vez a través del espejo retrovisor.


"Por favor no te mueras" le rogaba en mi mente mientras esperaba por una lucidez que nunca más iba a llegar.


Frene rudamente en el pavimento del hospital quienes estaban afuera listos para recibirla, bendije a James antes de que ella fuera arrancada de mis brazos después de que la bajara del auto y fuera puesta en la camilla de ruedas y direccionada hacia el hospital. Yo corría detrás de ellos escuchando a medias lo que decían.


- Shock hipovolemico, perforación de arteria radial izquierda y derecha, hipotermia. Desaturacion, paro cardiorespiratorio.


Un brazo me detuvo n el momento en que seguía a la ambulancia hacia la sala de reanimación, pelee con ese brazo pero era evidente que estaba ahí para hacer exactamente eso, detenerme. Me volví para ver al guardia de seguridad el hospital.


- SUELTEME!- le rugí al tiempo que casi saltaba encima de él, pero él estaba lo suficientemente bien entrenado para este tipo de situación.


- si no se calma voy a tener que pedirle que se vaya. – dijo con la voz sorprendentemente calmada para esta situación.


Me estaba invitando cortésmente a irme o hacer caso.


Completamente enceguecido por la ira que me comía el alma conmigo mismo mire hacia la puerta donde había desaparecido, aun a través de ella se podían ver ligeros retazos de lo que pasaba dentro, solo se veía rojo y blanco, su sangre y las sabanas donde estaba acostada.


El aire abandono mis pulmones en forma de grito, de aullido, no parecía el sonido que hiciera un humano y cada nota salió de mi garganta desgarrándomela en dolor. Todo había acontecido tan rápido, y aun así, cada segundo que pasaba parecía demorarse minutos, horas, di dos pasos hacia atrás antes de caer de rodillas y seguir gritando en medio de la sala de urgencias de ese Hospital que conocía bien. El Hospital Estatal, allí donde ella había estado hacia días, aquí donde habían nacido mis hijos, los que ella me iba a dar, y de los que debería haber conocido desde el día en que le pedí que visitara al médico.


En ese momento escuche que los pasos tronaban detrás de mí pero no pude levantarme a ver de quien se trataba. Solo cuando sentí que alguien me levantaba del cuello de la camisa pude ver que se trataba de Jacob y no hice nada cuando el rugido provino de él y fui estampado con un puño contra la pared, seguido de otro en el estomago.


Me deje hacer todo la paliza que quiso conmigo, porque me merecía eso y mucho mas, ojala me destruyera y pasara por la mitad de lo que Bella había pasado. Si ella moría… yo moría también. Era así de sencillo. Así de egoísta como siempre.


- ¡no, Jacob! –dijo la mujer que el había llamado Leah de quien reconocí la voz.


El se detuvo como su la voz de ella fuera la varita mágica, caí en mis rodillas otra vez lleno de golpes y sangre mientras el celador se acercaba nuevamente y se llevaba a Jacob a rastras.


Volví a escuchar pasos nuevamente y vi que una mujercita pequeña se había acercado a mí, tenía los ojos rojos y llorosos y parecía odiarme con la mirada y parecía a la vez querer ayudarme con las manos. La mujercita se volvió hacia el celador que volvía en ese momento y le dijo.


- podría por favor facilitarme gasas y alcohol.


El hombre miro mi estado pero no me importaba cual era su veredicto, lo único que no podía hacer era sacarme de aquí, por que así tuviera que soldar mis uñas y dedos al piso, no me iba a mover de aquí hasta que no supiera que sería de ella.


Cerré los ojos evocándola, sin poder evitarlo comparándola como era antes a como la había visto hacia unos minutos. La vida se había extinguido de su rostro y su cuerpo, era solo un despojo de lo que había sido antes, era la consecuencia de mis espantosos actos. Ahí tenía mi recompensa por haberme dado cuenta de que la amaba. Perderla.


Las preguntas sobre que iba a hacer, que iba a pasar conmigo seguían rondando mi cabeza. Sentí algo fresco y ardoroso en mi ceja izquierda y cuando abrí los ojos me di cuenta de que la mujercita ya tenía el alcohol y me estaba limpiando la cara.


Ni siquiera esto merecía y no la conocía a ella, pero ella, aparentemente si sabía quien era yo.


- ¿quién es usted? - le pregunte por en medio de mi labio repartido.


- Alice…- dijo ella sencillamente con la voz tomada del llano – una amiga de Bella…-


- ¿del orfanato?- le pregunte aunque no recordaba haber visto su foto en el álbum del cursillo.


-no… del Café Paris…-


Aplico un poco de fuerza sobre mi herida y me ardió hasta el cogote pero contuve la palabrota, esta mujer parecía ser tan decente como Bella.


Otra vez pasos, esta vez de hombre, aunque no se trataba de Jacob. Era un tipo rubio y alto quien diviso a Alice y se acerco a nosotros. Me miro por unos momentos antes de volverse a ella.


- vine en cuanto me avisaste, ¿qué fue lo que paso? –


- no lo sabemos, la mujer de la pensión llamo a la policía y luego a el café parís a informar que un loco se había llevado el cadáver de Bella…oh Jasper…creo que ella intento suicidarse… - las lagrimas brotaron de los ojos de Alice. Soltó los algodones con los que me estaba limpiando y se aferro a él para consolarse.


Me sentía como el verdadero intruso que era. Quería llorar y acompañarla pero yo era el artífice de esto, así que no merecía ningún consuelo. Antes de poder detenerme hable.


- ¿que…que paso con los bebes?-


Alice demoro un poco en calmarse, se soltó de Jasper y se volvió a mí.


- ¿tú eres…el padre de los niños verdad? -


No sabía que tanto había hablado Bella de mi con ella, tal vez sabia mi nombre, o tal vez, como el sentido de pregunta de su frase revelaba, estaba suponiendo quien era yo.


- si – estaba completamente seguro de eso, no podía dudar de la inocencia de mi pobre mujercita.


Antes de preverlo, ahora con la cara limpia, al menos de sangre, sentí un amargo y lleno de odio bofetón de la mano de Alice.


- Alice… por favor – le dijo a quien había llamado Jasper, le detuvo la mano cuando trato de pegarme nuevamente, otro golpe que merecía de sobra.


- sabes que se lo merece, Jasper, él la abandono a su suerte, lo sé, una mujer embarazada y sola solo pudo ser abandonada por quien la dejo en ese estado…. ¡es un maldito!- Ella trato de abalanzarse sobre mí, no le puse mucho cuidado a su reacción, su amor por Bella la hacía reaccionar con sentido e protección y yo no iba a evitar que me aruñara o lo que quisiera hacerme cuando sabia que lo merecía y no podía odiarla siquiera por el simple hecho de que quería a Bella, parecía quererla como a una hermana.


Jasper se llevo a Alice mientras ella lloraba por su amiga. Mi interior lloraba por Bella pero, mis lágrimas, las que habían brotado de mis ojos al leer el diario, ahora parecían estar atascadas en mi pecho terminando de presionar dolorosamente.


- familiar de Isabella Swan? - pregunto una voz taciturna saliendo de la sala a donde había ingresado. Se trataba de un medico que me resultaba familiar, portaba una bata verdosa cubierta casi en su totalidad de sangre. Sangre de ella.


- soy yo –me acerque inmediatamente, agradeciendo mentalmente por el hecho de encontrarme solo en ese momento- soy su esposo


- Soy…- cuando el médico me miro de frente pareció reconocerme y a mi pesar también lo reconocí… se trataba del mismo medico general que me había atendido cuando tuve el accidente de coche.


- Emmet Brandon…. – dije recordando su nombre,


-Se…Señor Cullen? – pregunto el nuevamente soltando mi mano, la que había levantado para estrechar.


- así es… un poco golpeado –


- debería ver que alguien lo chequeara…-comenzó el…-


- no, no necesito nada….- inhale profundamente cuando lo mire a los ojos. – ¿cómo esta ella?


El se quedo en silencio mirándome, como si evaluara la posibilidad de decirme o no.


- en muy malas condiciones generales – suspiro negando con la cabeza – aparte de sus cortes casi insuturables, tiene un alto riesgo de daño neurológico severo, por haber estado minutos sumergida bajo agua, hemos intentado drenar lo que más hemos podido de sus pulmones. Además de eso está siendo transfundida de emergencia y…no sabemos cuáles serán las repercusiones…si he de serle sincero, las esperanzas de vida son mínimas.


No podía pedirle mas, había sido más claro que el agua. Ella se estaba muriendo, estaba agonizando en medio de su corta vida.


- cada corte pareció hecho con bastante precisión, supo exactamente donde cortar para que la sangre se drenara más rápido. Sus cortes están suturados, pero debemos tener un tiempo mínimo de espera para saber si la transfusión será eficaz.


- cuanto…- pude hablar- ¿cuánto debo esperar para….saber si vivirá?- ¿cómo podía llegar a dolerme tanto esa simple pregunta? –


- ¿Honestamente…? – me pregunto apesadumbrando con lo que me dio la mitad de la respuesta –


- Si…


- Todo está en manos de ella…-


En manos de ella, cuando ella misma había intentando matarse…. Si no creía que había razones para quedarse…ella se iría. Cruzaría la línea, y me dejaría aquí, solo y sin ella. Sin nada.


-¿puedo verla? - así no me escuchara le iba a decir en la cara y en el oído que me había arrancado el corazón de el pecho y se lo había llevado con ella desde el mismo momento en que la bese por primera vez.


- están terminando de proceder con las suturas y los catéteres…yo le avisare…


Dio media vuelta sin decirme nada más, aunque no necesitaba que me dijera algo más.


Claridad… ahora la tenia…ahora tenía claro que si Isabella Swan llegaba a morir, no demoraría demasiado tiempo en seguirla.


Y si llegaba a vivir….si llegaba a vivir haría que cada día de su vida fuera el más feliz, con o sin mí.


Era la única promesa que podía hacerle. Era lo único a lo que podía aferrarme para no caer en el abismo de la locura, desesperación y dolor en el que se había convertido lo que solía llamar vida.





lunes, 20 de diciembre de 2010

Te Presento A Mi Amante

Capitulo 18: Testigos

Bella POV

Desperté unas horas después. Sentía la cabeza pesada y enorme, quería volver a dormir hasta que todo esto terminara, obviamente era imposible. Parpadeé un par de veces para adaptarme a la oscuridad, intentando ver donde me encontraba, pero el olor a alcohol y a ambiente esterilizado me hizo notar que aun seguía en el hospital. Suspiré recordando lo que Alice me había dicho antes de dejarme llevar por la inconsciencia e inmediatamente puse mis manos sobre mi vientre.

Aun no había nada, al menos no notable, porque ahí estaba mi hijo. Eso sonaba raro. Mi hijo. Mío y de Edward, sonreí ante este pensamiento, un niño de ojos verdes, con el rostro de Edward abrazándome y diciéndome mamá, mientras Edward a mi lado me abrazaba. Para ser una persona que a sus diecinueve años jamás había soñado con ser mamá, fue una imagen que me gusto demasiado. Siempre había pensado que las mujeres que cambiaban en cuanto sabían que estaban embarazadas exageraban. ¿Cómo podían alegrarse ante una futura criatura que cambiaría su vida para siempre? Y ahora me ilusionaba ese cambio.

Era joven, si. No había terminado siquiera el primer año universitario, el padre de mi hijo estaba casado, el mío estaba decepcionado de mi actitud. Pero aun así me hacía ilusión dar a luz a este bebé en nueve meses.

Luego la felicidad fue reemplazada por nervios y miedo, tenía ese citatorio para el lunes próximo y hoy era viernes, casi sábado. El estomago se me revolvió y tuve ganas de llorar. Esto no sería fácil, Tanya sería más difícil de lo que pensaba, y no conforme con eso pensaba hacernos pagar a Edward y a mí por lo que le habíamos hecho. Esto no iba a salir bien, de ninguna manera.

Escuché un fuerte ronquido salir de un costado de mi cama, me senté sobresaltada y vi la enorme figura de Emmett recostado en el sofá, quise despertarlo y preguntarle tantas cosas, ¿se lo había dicho a mi papá? ¿Qué opinaba él de mi embarazo? ¿Dónde estaba Alice y Esme? Pero no lo hice, mejor me recosté de nuevo y comencé a soñar con un mundo donde no existiera Tanya, donde yo jamás hubiera sido la otra y donde Charlie paseaba a su nieto en la patrulla.

Por la mañana me despertó el sol que entraba por la ventana. Hoy seria de esos pocos días soleados en Forks. Me senté, cansada de estar en esa cama, mi hermano ya no estaba en la habitación, me encontraba sola. Aunque no fue mucho tiempo, de inmediato llegaron Alice y mi hermano con la alta médica en la mano.

— Supongo que ya puedo irme de aquí.

— Supones bien hermanita — Emmett dejo una pequeña maleta sobre mi cama— te trajimos ropa para que te vistas y nos vayamos.

— Ya todo está listo — continuó Alice — yo misma empaqué tus cosas, hablé esta mañana con Edward, ya están arreglando todo con el abogado de papá.

— Alice, ¿le dijiste de mi…?

— Oh no — negó con la cabeza — eso tendrás que decírselo tú, pero si te pido que lo hagas pronto, me muero de ganas de ir de compras, vas a necesitar muchas cosas, ropa para los nueves meses, y después el bebé necesitara pañales, comida, ropa, yo organizaré tu baby shower, será en grande. Espero que sea niña, así podre comprarle diversidad de vestidos, imagínate la infinidad de combinaciones que podemos hacer de zapatitos y vestidos, si es hombre también puedo hacer muchas combinaciones pero no tantas como con una niña, y ya que crezca le enseñaré a maquillarse, espero que no herede esa desprecio tuyo por la moda, aunque claro me tendrá a mí para no dejar que eso suceda…

— Por Dios Emmett — le supliqué a mi hermano — presiona el botón de apagado.

— Oye — protesto Alice — solo te estoy previniendo, no quiero que interfieras en mis planes con el bebé.

— Lo siento Alice pero el bebé por lo pronto esta dentro de mí y ahí se quedara nueve meses.

— Ocho y una semana — me contestó — ay me muero por que nazca.

— ¿Sabes que es un bebé y no un muñeco? — mi tono era un poco molesto. Aunque no podía molestarme con Alice, pero a veces su excesivo entusiasmo me daba dolor de cabeza.

— Si, lo sé, pero los bebes también necesitan ropa…

Afortunadamente Esme entró y detuvo un poco el berrinche que estaba a punto de hacer su hija.

— ¿Cómo te sientes Bella? — su tono cariñoso hizo que me relajara un poco.

— Bien, en serio fue una exageración tenerme aquí toda la noche.

— Emmett deberías esperar afuera a que tu hermana se arregle — sugirió Esme — además Rosalie y Jasper están en el auto.

— ¿Jasper? — a Alice le brillaron los ojos — hace tanto que no lo veo.

— Lo viste ayer en la noche — le dijo mi hermano mientras iba detrás de ella, que ya había salido disparada a ver a su amado.

Esme sonrió, y me ayudó a vestirme, el estomago me gruñó pidiéndome comida, la sopa sin sabor y la gelatina que más bien parecía agua que me había dado de cenar el hospital no le hicieron justicia a los huevos con tocino que se me antojaban.

— ¿Jasper y Rosalie también vendrán?

— No, solo vivieron a despedirse de ti.

— ¿Ya saben del embarazo?

— Si, quise detener a Alice, pero cuando se dio cuenta que no podría decírselo a su hermano, salió corriendo a ver a Jasper y a Rose.

— Está bien, al único a quien quiero decírselo yo es a Edward.

— Comprendo — me sonrió y comenzó a cepillarme el cabello — pero Bella no veras a Edward hasta el lunes, en el juzgado.

— ¿Por qué? — mi voz sonó más alta de lo que hubiera deseado.

— No sabemos lo que Tanya esté planeando, o que pruebas vaya a presentar, no podemos arriesgarnos, tú y él negaran todo, nosotros los apoyaremos y si ustedes se ven…

No continuó, y deseé que no lo hiciera, estaba ilusionada, quería llegar a Nueva York y lanzarme a sus brazos, pero no pensé en las consecuencias que eso tendría. Tanya era lista, probablemente tendría ya uno o, porque no, varios detectives con una cámara siguiéndonos a Edward y a mí. Parecía exagerado, pero podía ser cierto. Ella no se detendría hasta sacarle el último centavo a Edward. Bufé cuando me di cuenta que alguna vez, cuando todo esto había empezado, yo me había sentido mal por ella.

— Tú y Emmett se quedaran en un hotel — continuó Esme.

— ¿Cuánto tiempo se llevara el juicio?

— No lo sé, depende de cómo se den las cosas, quien vaya a atestiguar, si las cosas se complican o si todo sale bien, todo dependerá de lo que pase el lunes.

Sentí una lagrima correr por mi rostro y los brazos de Esme rodeándome, depositó un beso en mi frente.

— No llores, recuerda que ahora todo lo que tú sientas lo sentirá tu bebé, y aunque esto termine mal para Edward, ambos van a estar juntos.

Asentí. Saber que Edward y yo después de todo esto que íbamos a pasar estaríamos juntos me daba más fuerzas, aunque todo lo que estaba por venir me asustaba. Suspiré, limpié las lágrimas de mi rostro y me deje guiar por Esme hasta el estacionamiento, donde Jasper y Rosalie me abrazaron, felicitándome por mi maternidad.

Aun me costaba trabajo hacerme a la idea de que sería madre, pero poco a poco caía en la cuenta de que así seria.

— ¿Estás bien? — preguntó Rosalie — quiero decir, con la idea del embarazo.

— Claro que si — sonreí — aunque al principio me desmayé, ahora estoy consciente y feliz.

— Te vamos a extrañar — me dijo Jasper.

— Y yo a ustedes, pero confió en que regresaremos pronto.

— Ojala que así sea — contestó Rose — bueno Jasper será mejor que nos vayamos. Adiós Emmett.

— Hasta luego Rose — mi hermano sonrió y la abrazo, para después darse un beso en los labios. Parecía que me había perdido de algo mientras me tenían recluida en ese hospital. Jasper y Alice se dedicaban miradas y palabras cariñosas y Esme nos esperaba dentro del auto.

Cada uno se despidió de su cada cual y tras despedirme de Jasper y Rose, subí al auto para ir rumbo a Seattle y después a Nueva York, donde tenía una cita con el destino.

Edward POV

— ¿Cómo que está en el hospital? — pregunté exaltado a mi hermana por el celular.

— Tuvo una pequeña baja de azúcar por el citatorio — respondió.

— Claro, el maldito citatorio — dije entre dientes — pero ¿ya está bien?

— Si Edward, deja de ser tan dramático y cuéntame que paso.

— Tenía entendido que tu todo lo sabían — mi sarcasmo era fruto de mi mal humor.

— Edward Cullen no juegues conmigo — Alice no soportaba que se le ocultaran las cosas — a veces no veo las cosas relacionadas con las arpías, no estoy relacionada con ellas.

— Será mejor que mañana les cuente en persona, y por favor Alice cuida a Bella, dile a mi mamá que la amo y a Bella… que la extraño y espero verla y abrazarla mañana.

— Y besarla — rió como tonta del otro lado de la línea — pero ni creas que me dejaras así ¿Qué hizo Tanya? ¿Por qué se te adelanto?

— Hasta mañana Alice.

— No te atrevas a colgarme o… — fue todo lo que escuché al cortar la comunicación.

— ¿Se exaltó? — pregunto Carlisle.

— Ya conoces a tu hija — sonreí, me hacia bien hablar con mi hermana, aunque era insoportable, la adoraba — a Bella le llegó el citatorio.

— No te preocupes, mañana vendrá mi abogado, vamos a solucionar esto, y si Tanya quiere dinero se lo daremos, así serás libre y podrás estar con quien tú quieras.

— Tenemos tan poco tiempo — me senté en el sofá, cansado de esta situación.

— Es poco tiempo, si, pero igual podremos hacer algo y saldremos de esta, no está bien que yo lo diga, pero nos libraremos de ella, por fin.

— A ti y a Esme les agradaba — le recordé.

— Sí, pero ahora no, y Bella es más de mi agrado, incluso sin que Tanya hubiera sacado las uñas.

Ambos nos reímos aliviando un poco la tensión de la situación, pasamos la noche casi en vela conversando y planeando la situación con el juicio del lunes. Me dormí cerca de las tres de la mañana, y desperté a las siete pensando en Bella, esperaba que ya hubiera salido del hospital y que pronto llegaran a Nueva York.

A las nueve en punto llego el abogado de Carlisle, y minutos después Félix, quien dolido por la pérdida de un hijo que aunque no conocía le hacía ilusión tener, estaba dispuesto a declarar.

— Hijo, te presento a Jason Jenks, mi abogado — nos presento mi padre.

— Mucho gusto — respondí.

— Igualmente Edward, tu padre me puso al tanto de tu situación legal, ayer apenas pude pasar por el juzgado y lamento decirte que tu esposa se te adelanto por mucho.

— Sí, soy un estúpido — dije entre dientes.

— Bien, necesito saberlo todo, los citatorios para los testigos de Tanya ya han sido enviados.

— Si, lo sé — lo recordaba bien porque mi ¿novia? Bueno el amor de mi vida había ido a parar al hospital por culpa de eso — ¿Citatorios? ¿Cuántos?

— Bueno, Tanya ha llamado a la señorita Lauren Mallory, a Jessica Stanley, a la madre de la señorita Stanley, Isabella Swan y Charlie Swan.

— ¿Charlie? — dijo mi padre antes de que yo pudiera reaccionar ante este ultimo nombre.

— Si ¿hay algún problema?

Si, y no solo uno, bastantes problemas. Charlie sabia de mi relación con su hija, mis planes eran mentir, decir que entre Bella y yo no había nada, ella haría lo mismo, negarlo pero… ¿su padre haría lo mismo?

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domingo, 19 de diciembre de 2010

Esposa de un Jeque

Capítulo 12

Unas tres semanas más tarde volvieron al in vierno de Seattle. Bella echaba de menos el sol del desierto de Edward. Su esposo, ade más, parecía sentirse cómodo con el estilo de vida de Kadar. Y, si era sincera consigo misma, a ella también le gustaba.

Gran parte de ello era debido a Edward. Había sido muy atento y había querido compartir todos los aspec tos de su vida de jeque con ella. Habían visitado todos los asentamientos de su región, se había enterado de que la única biblioteca disponible estaba en el palacio y había descubierto que se entendía muy bien con la gente con la que tenían contacto.

Era gente cálida y abierta, dispuesta a dar la bienve nida a la esposa del jeque. Lo único que les reclama ban era que Edward volviera a su pueblo.

Un tío por parte de su padre atendía los asuntos po líticos en nombre de Edward, pero su gente quería que el jeque de Kadar volviera a su hogar de manera per manente.

Ella no comprendía por qué él no quería ni hablar de ello.

¿Sería tan cruel el rey Aro como para esperar que Edward renunciara a su tierra natal para ocuparse de ne gocios en el extranjero?

No le parecía muy propio del hombre al que había frecuentado en su segunda visita.

Edward condujo desde el aeropuerto en su Jaguar.

-Tendremos que organizar una visita a tus padres ahora que hemos vuelto a Seattle.

Bella se dio cuenta de que él jamás llamaba ho gar a Seattle.

Ella se reprimió un suspiro. Tendría que enfrentarse a su padre algún día, pensó.

-¿Sabe mi madre lo del pacto entre mi padre y tu tío?

-Tu padre ha pensado que no lo comprendería.

Se alegró de que no lo supiera su madre. Le hubiera dolido más saber que su madre también la había ven dido.

-Llamaré a mamá y arreglaré una visita para dentro de unos días.

-Tu padre tiene previsto viajar a Kadar dentro de dos semanas para reconocer los lugares para la explo tación.

Al parecer, su padre no perdía el tiempo, pensó ella.

-Entonces, tendremos que esperar a que vuelva para verlo -dijo Bella.

Con suerte, tardaría varias semanas en hallar los lu gares para la explotación. Para entonces, ella tendría sus emociones bajo control y podría verlo sin rencor.

-¿Por qué no los visitamos antes de que se vaya? Seguramente podemos organizado.

Ella suspiró.

-No estoy segura de querer organizarlo -dijo Bella.

-Creí que te habías reconciliado con nuestro matri monio.

-Y lo he hecho -lo miró.

-Entonces, ¿por qué no quieres ver a tu padre?

-Porque me traicionó.

-Del mismo modo que has pensado que yo te trai cioné.

-Sí.

No le gustaba aquello. Todo había ido estupenda mente hasta que había aparecido el tema de su padre.

-Y no puedes perdonar.

Bella se quedó callada.

Lo había perdonado a Edward porque había sido ne cesario para curar la herida de su matrimonio. Pero no se lo había dicho a él. Había pensado que él lo había interpretado así al ver que ella había permanecido a su lado.

Pero, al parecer, no había sido así.

-Te he perdonado a ti.

-¿Y a tu padre? Él quiere lo mejor para ti.

-Él transformó mi matrimonio en un acuerdo de ne gocios.

-Lo he visto pocas veces, pero da la impresión de que es un hombre que cree que sabe mejor que nadie cómo deben hacerse las cosas.

Era una imagen bastante acertada de su padre. Su manera de acercarse a los negocios y a la vida.

-¿Bella?

¿Qué podía decir? No podía lamentarse de tener a Edward en su vida. Había sufrido por él, pero final mente había renacido la esperanza. Tal vez un día su matrimonio podría estar basado en el amor, no en un negocio.

-Llamaré a mamá para quedar con ellos. Quiero ver a Alice también.

-Tu hermana y tú estáis muy unidas.

-Siempre he podido contar con ella.

-Eso es bueno. Rosalie es muy importante para mí, pero después del intento de golpe, nos criamos separa dos. No estamos muy unidos.

Siempre se sorprendía cuando Edward le contaba algo así tan íntimo. Escondía sus sentimientos casi todo el tiempo, excepto en la cama. Entonces, su pa sión era como un volcán.

-¿Y tus primos?

Edward había sido criado con ellos. ¿Habrían ocu pado el lugar de hermanos?

-Desde pequeño me asignaron el papel de diplomá tico, y por ello fui educado en el extranjero desde los doce años.

-Debes de haberte sentido solo muchas veces, ale jado de tu familia, destinado a estar fuera en muchos sentidos.

-Ya no estoy solo. Estando contigo, estoy muy den tro.

Ella se puso colorada por el comentario erótico.

A la vez se le llenaron los ojos de lágrimas.

Había estado muy sensible las últimas semanas y no podía evitar preguntarse si tendría algo que ver el que tuviera dos semanas de retraso. ¿Habrían tenido resultado los esfuerzos de Edward?

-Y que lo digas... -lo miró lascivamente.

—Compórtate, esposa mía —se rió él y le tomó la mano.

-Creí que me estaba comportando, esposo mío.

-Estamos totalmente reconciliados, ¿no?

-Sí.

Edward se quedó en silencio. Luego preguntó:

-¿Ya no piensas en el divorcio?

-No. Te lo he dicho, que estaba comprometida con nuestro matrimonio.

-¿Ya no me consideras un ser despreciable?

-No.

-Entonces, ¿por qué no has vuelto a declararme tu amor desde el día siguiente a nuestra boda?

Bella se puso tensa.

-Tú no te casaste conmigo por amor.

—¿Y niega eso tu amor por mí?

¿Y qué le importaba eso a él?

Bella quitó la mano de la de Edward y miró por la ventana. El cielo estaba gris y el asfalto, mojado.

-¿Qué es lo que quieres que te diga?

—Quiero que me digas que me amas.

Sabía que él tenía el deber de llegar a amarla. Pero ella no quería su deber. Quería que sintiera las mismas emociones que ella tenía dentro.

Al ver que Bella no contestaba, le acarició la mejilla.

-¿Es tan difícil, pequeña gatita?

-No estoy segura de que éste sea el lugar indicado para esta charla.

Con el rabillo del ojo, lo vio volver a poner la mano en el volante..

-Tal vez tengas razón.

Ella lamentaba que todo el entendimiento que ha bían compartido durante aquellas semanas se estrope ase.

¿Cómo podía explicarle que decirle que lo amaba la hacía sentirse vulnerable?

¿Que el no decírselo la protegía contra su indiferen cia?

Pero él no era indiferente.

Quería oír sus palabras de amor. ¿Sería posible que empezara a amarla? ¿Se sentiría tan vulnerable como ella porque no le había dicho que lo amaba desde que se había enterado de las verdaderas razones de su ma trimonio?

Tal vez, no expresando sus sentimientos no daba lu gar a que él expresara los suyos, o al menos a permitir que los suyos crecieran.

Ella lo miró.

-Yo te amo -dijo con voz tenue, casi un suspiro.

Pero él la oyó.

Edward apretó el volante.

-Tienes razón. Éste no es el lugar para declaracio nes como ésta -respondió Edward.

Ella se sintió herida por el rechazo de Edward a sus palabras.

-¿Por qué? -preguntó.

-Porque ahora quiero hacerte el amor con pasión y faltan todavía quince minutos para llegar a casa.

Bella llamó a la oficina de su padre al día si guiente. Tenían que hablar. Pero Charlie Swan ha bía volado a Sudamérica por negocios y no volvería hasta después de varios días. Bella arregló un en cuentro para verlo antes de que abandonase el país nuevamente. Esta vez a la provincia de Kadar, en Jawhar.

El día antes del encuentro con su padre, Bella estaba en el salón del piso que compartía con Edward, echada en el sofá, con un libro de Astronomía en el re gazo.'Miró una foto de un telescopio muy similar al que Edward le había regalado por su boda en Kadar, y recordó aquellos días.

Edward había pasado los primeros diez años de su infancia en aquel palacio. Se lo imaginó de pequeño, aprendiendo a montar en camello, tomándole el pelo a su hermana pequeña, como lo hacen los niños, tre pando al regazo de su madre cuando estaba cansado.

Bella se tocó suavemente el vientre y se ima ginó lo mismo pero con su hijo. Sólo que le costaba imaginarlos en Seattle. El palacio de Kadar había sido un hogar para ellos, un hogar grande, pero un hogar.

El ático en el que vivían no era lo mismo.

En el palacio estaba presente la tradición, la fami lia, y las responsabilidades políticas, una forma de vida completamente diferente a la que su niño conoce ría en Seattle.

-Hola, pequeña gatita. ¿Has tenido un buen día en la biblioteca?

Bella había estado tan ensimismada en sus pen samientos, que no lo había oído llegar.

Sorprendida, alzó la vista y sonrió:

-Hola. Ha sido un día maravilloso. Ven, siéntate conmigo. Te lo contaré todo.

Edward se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata antes de tirarla en una silla. Luego se desabrochó los dos últimos botones de la camisa. Se le veía el vello del pecho.

Edward extendió la mano y le dijo, pasando el dedo por la uve que dejaba al descubierto.

-Eres un hombre muy sexy, Edward.

-Me alegra que digas eso -contestó él, mirándola con deseo.

Edward la besó. Siempre que pasaban más de cinco minutos separados, la saludaba de ese modo.

Los labios de Edward tenían algo que la hacían ren dirse a su tacto.

Diez minutos más tarde, ella estaba echada encima de su regazo, con los botones de su suéter abiertos y con el sujetador desprendido.

Edward le acarició el pecho.

-Volver a casa para tener una bienvenida así, com pensa cualquier cosa.

-¿Y qué compenso yo, el tráfico de Seattle? -pre guntó Bella, con deseo.

Él se rió y la abrazó fuertemente.

Ella se echó atrás para ver sus ojos:

-Tengo noticias -declaró.

-No dudes en decírmelas.

Bella sonrió. Le encantaba cuando hablaba como un jeque.

-El lunes sólo trabajo media jornada en la biblio teca, así que si tienes que viajar por negocios, puedo ir contigo.

-Son muy buenas noticias.

-Supuse que te gustaría.

Bella se acurrucó en su regazo y agregó:

-Hay más.

-¿Por qué no esperas para contármelo?

Ella agitó la cabeza.

-Quiero decírtelo ahora.

Él rodeó su cadera.

-Entonces, dímelo antes de que te viole aquí, en el sofá.

-Hay una razón para que trabaje sólo media jornada.

-¿Cuál?

—Has conseguido lo que querías.

-No te he pedido que trabajes menos horas.

-No voy a trabajar media jornada porque tú lo quie ras. He acortado mi horario para adaptarlo a un cambio que habrá en la familia -Bella lo besó-. Voy a te ner un hijo tuyo.

Edward la miró, petrificado. Luego cambió aquel gesto por una gran alegría.

—Gracias —susurró y la besó.

Era la mayor muestra de afecto que ella le había visto nunca. Luego empezó a hablar en árabe, acari ciando su vientre, besando sus labios.

Agarró uno de sus pechos y dijo:

-Mi bebé va a succionar leche de aquí.

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas.

-Sí.

Edward le dio un beso suave en uno de los pezones y luego en el otro. Se puso encima de ella.

Al rato ya estaban sin ropa. Él le pagó tributo a sus pechos nuevamente, luego la cubrió de besos por toda la cara, y desde allí se deslizó lentamente hasta el om bligo.

-Mi hijo se alimenta y se protege en la tibieza de tu cuerpo.

Bella entrelazó sus dedos al pelo de Edward. A sus ojos asomaron unas lágrimas de amor, de alegría.

Edward descansó su boca en los rizos rubios de su pubis. Cuando su lengua separó los pétalos de su femi neidad y buscó el punto justo de su placer, ella se ar queó de goce.

-¡ Edward!

Edward le separó los muslos y siguió haciéndole el amor con la boca hasta que ella se convulsionó de pla cer. Luego la poseyó con un empuje profundo y seguro.

-Este placer ha sido el origen de la vida entre noso tros.

-¡Oh, Edward, cariño! Amor mío...

Edward la besó y ella no pudo decirle más palabras de amor. Pero su corazón siguió diciéndoselas en su interior.

Hicieron el amor con ritmo pausado, decidido, de sesperado.

Después, Edward se desmoronó encima de ella. Bella le acarició la espalda con ternura.

-Te amo -le dijo.

Edward alzó la cabeza. La miró seriamente.

-No dejes de amarme, te lo ruego -dijo.

-Nunca te dejaré de amar -le prometió-. Siempre te amaré.

-Entonces, todo vale la pena, alhaja mía. Porque el regalo de tu amor y el regalo de nuestro hijo hace que cualquier sacrificio valga la pena.

-¿Qué sacrificio?

Edward no le contestó.

La besó nuevamente y la conversación se esfumó bajo el fuego de su pasión.

Bella se vistió para el encuentro con su padre.

No había tenido una conversación con él desde ha cía años.

Su padre estaba hablando por teléfono cuando entró Bella. Al verla, se puso pálido. Dijo algo por el auricular y luego colgó.

-Bella.

Ahora que estaba allí, ella no sabía cómo empezar.

-¿Quieres una taza de té? ¿Algún refresco? -le ofreció Charlie.

Bella negó con la cabeza.

-No. Quiero hablar contigo.

-Acerca de tu matrimonio -afirmó Charlie Swan

-¿Cómo lo sabes?

Su padre se echó hacia atrás en su sillón de ejecu tivo.

- Edward me llamó desde Jawhar para decirme que tú estabas enterada del trato de las excavaciones.

-¿No es exactamente el tipo de trato que sueles ha cer, no? En lugar de pagar por el privilegio de excavar en Jawhar, pagaste con tu hija, como un comerciante de la Edad Media, ¿verdad?

Los ojos de su padre la miraron con reproche.

-No fue así.

Bella se sentó frente a su escritorio y se cruzó de piernas, tratando de aparentar un aire de seguridad que no sentía.

-¿Por qué no me lo dijiste?

—Sabes que tu madre y yo hemos estado preocupa dos por tu falta de vida social. Cuando apareció este negocio del rey Aro, yo vi un modo de matar dos pá jaros de un tiro. No hice nada para hacerte daño.

Bella se puso de pie y se inclinó encima de su escritorio.

—¿Que no has hecho nada para hacerme daño? ¿Cómo crees que me sentí cuando descubrí que el hombre al que amaba no me amaba? ¿Que se había ca sado como parte de un acuerdo comercial? ¡Eso duele! ¡Y mucho!

Su padre se hundió nuevamente en el sillón, pero no dijo nada.

-Déjame que te diga una cosa. Descubrí que mi pa dre y mi marido me habían mentido. Yo sabía que no era tan importante para ti como Alice, ¡pero nunca pensé que me veías como moneda de cambio!

Charlie se pasó la mano por la cara.

—No eres moneda de cambio para mí. No te vendí como esclava en un país del Tercer Mundo, Bella. Te casé con un socio.

-Sin decírmelo

-¡Diablos, no! No te lo dije. Habrías salido co rriendo.

-Entonces le dijiste a Edward cómo arreglar un en cuentro casual.

-Me pareció la mejor manera de que le dieras una oportunidad. Mira, Bella. El tratamiento de láser te quitó las cicatrices de la cara. Pero eso no fue sufi ciente. Tu madre y yo pensamos que una vez que las cicatrices no se te notasen, todo iría bien. Que empeza rías a salir como tu hermana, y que un día te casarías. Tendrías una vida.

Bella desvió la mirada. No quería ver los ojos de pena de su padre.

-Pero no fue así. Tú no confías en la gente, sobre todo en los hombres. ¡Diablos! Tal vez eso sea culpa mía. Yo hacía como que no pasaba nada porque no po día solucionar tu problema. Y tú te sentías rechazada por ello. Me equivoqué. Pero ahora ya no puedo hacer nada para enmendarlo. Tal vez te diera miedo ser re chazada otra vez. No lo sé, pero hasta que apareció Edward, tú no demostrabas tus emociones.

-Yo confiaba en Edward.

-Tú te enamoraste de él. No le eches la culpa a él del trato, Bella. El tipo de trato que hicimos es muy común en su cultura.

-Me lo he figurado. El hecho de que yo haya sido un medio para un fin no me quita valor ante sus ojos.

-Bueno, en cuanto a eso, supongo que sabrás que no habrá necesidad de visados permanentes.

-¿A qué te refieres?

-¿No te lo ha dicho Edward? El servicio secreto de su tío tendió una trampa a los disidentes. Están en la cárcel, esperando el juicio.

¿Por qué no le había dicho nada Edward?

—¿Cuándo ha sucedido esto?

-Ayer.

Ella recordó la pasión en el beso de Edward, la men ción de un cierto sacrificio, y el dolor en sus ojos al principio, cuando ella le había dicho que estaba emba razada.

-Me tengo que ir -dijo Bella y se puso de pie.

Quería tener tiempo para pensar.

-¿Estás bien? -su padre le puso la mano en el hom bro.

-Estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo?

-Lo siento, Bella. Si pudiera cambiar el curso de los acontecimientos, lo cambiaría.

Y ella lo creía.

Quince minutos más tarde, mientras entraba en el ático, se preguntaba por el verdadero significado de las confesiones de su padre para la relación entre Edward

y ella. No podía olvidar aquel momento de dolor en el gesto de Edward. ¿Lamentaría haberse casado con ella, ahora que no le supondría ningún beneficio personal?

La luz del contestador telefónico llamó su atención cuando dejó su bolso encima de la mesa. No estaba en condiciones de escuchar el mensaje. Demasiados pen samientos inundaban su mente. Prefería no agregar uno más.

Se sentó y recordó distintos momentos con Edward. Las imágenes fueron pasando una a una.

Recordó la primera vez que Edward y ella habían compartido la pasión. No habían hecho el amor, a pe sar de que él lo había deseado desesperadamente.

La siguiente imagen fue la reacción de Edward cuando ella había planteado el divorcio. Se había puesto furioso. Y había hecho todo lo posible por ha cerla cambiar de opinión.

Luego recordó su vida con él. Feliz. Satisfecha. Contentos el uno con el otro. Sexualmente insaciables. En armonía.

No comprendía el motivo de la mirada de tristeza de Edward, pero estaba segura de que no estaba relacio nada con la idea de que él se sintiera obligado a cargar con ella. El hecho de que no le hubiera dicho que ha bían apresado a los rebeldes indicaba que ese aspecto era incidental en su relación con ella.

Se puso de pie y presionó el botón del contestador telefónico.

Se quedó helada al oír la voz del rey de Jawhar. Pero aún más cuando lo oyó pedirle que fuera ella quien lo llamase y no Edward.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Phonography

Cap.12 Demasiado enamorada de ti


Sí pensaba que él había sido el único que había tenido que contenerse estaba equivocado las ganas me mataban y saber que no podía hacerlo había sido peor, sumado a las hormonas, los cambios de animo que parecían latigazos era como el síndrome premenstrual acumulado y sobredimensionado en mala pero para mi suerte y la de él todo había acabado ya.

Abrí mis ojos y estaba pegado a mi cuerpo con su mano rodeando mi cintura y apretando mi vientre que había vuelto a ser plano otra vez. Y como había cambiado mi vida, parecía que tenía un reloj automático afinado desgarradoramente puntual, eran exactamente las cinco de la madrugada y yo tan lucida como si fueran las once del día, lo que me sorprendía hace exactamente nueve meses antes las sabanas no me abandonaban hasta pasadas la una de la tarde. Me giré para quedar frente a su rostro tratando de no despertarlo y lo contemple brevemente porque había alguien que reclamaría mi presencia en cuestión de segundos. Apague el monitor para bebes sobre la mesa de noche y camine hasta la pieza de nuestro hijo que estaba a continuación de la nuestra.

Aunque los primeros días no habían sido del todo buenos ni para él ni para mí, esto de ser madre era más complicado de lo que me había imaginado, ahora extrañamente las cosas funcionaban como de maravilla casi con la precisión de un reloj suizo. No podía negar que el cambio había sido del cielo a la tierra, de andar preocupada de otras cosas que tenían que ver conmigo misma a estar preocupada por otra personita era la sensación más intimidante pero a la vez la más sobrecogedora de toda esta experiencia.

Contemplar las facciones de mi pequeño hijo durmiendo pacíficamente me hacía olvidar tantas cosas que había pasado mientra estaba embarazada incluyendo algunas que en circunstancias normales no las hubiera dejado pasar. Aún estaba intrigada de cómo Edward había sobrevivido tantos meses sin sexo y al principio me martirice pensando en que me había engañado ahora simplemente era incapaz de poder tener un sentimiento de rencor o sospecha con el padre de mi pequeño milagro.

Lo saque de la cuna y era un rito hermoso, aún no entendía como algunas mujeres reniegan tanto de amamantar a sus hijos cuando es la conexión más pura y perfecta que alguien pueda alguna vez establecer. Estuve así al menos una hora contemplando a mi pequeño hijo, acariciando su piel suave y sus finos y rubios cabellos.

Miré el amanecer desde el ventanal sosteniéndolo entre mis brazos y cuando apuntaron los primeros y tímidos rayos de sol me decidí a volverlo a la cuna. Hoy sería un largo y maratónico día, no solo para él sino para mí.

Entre devuelta a nuestra habitación y Edward aún dormía, iban a ser las siete de la mañana. Su rostro tranquilo y pacifico se contrastaban con la ansiedad que había notado antes, lo que me hizo volver a cuestionarme algo que había decidido esconder en lo más oculto de mi corazón, trate de ahogar las sospechas corriendo un mechón de su rostro — él no hubiera sido capaz —me dije a mi misma, yo también había sufrido el stress de mis hormonas maternales cuyos efectos habían magnificado mis deseos libidinosos durante la época del embarazo, el Dr. Mason sin querer durante esos meses se había transformado en mi enemigo publico numero uno.

Me acerque lentamente a su cuello y aún se sentía la esencia de su perfume impregnado en sus poros. Lo que me despertó el deseo por sentirlo de una manera más intima; sin poder controlarme roce mis labios contra su piel para suavemente despertarlo mientras lo besaba.

Me tomó desprevenida su respuesta, estaba casi completamente lucido y dejándose llevar, esto debía ser efecto de algo — tal vez un sueño mojado —aventuré riéndome. Me sujeto contra su cuerpo y me aprisiono con sus brazos creando una prisión exquisitamente tentadora.

— ¿Qué es lo tan divertido? —me preguntó abriendo sus ojos, esa mirada cautivante de niño inocente me dejo sin habla. Otra vez estaba perdida en aquel mar esmeralda tan basto y condenadamente sexy. Lo besé nuevamente mientras me subía completamente a la cama, me senté ahorcajadas y acomodé mi pelo detrás de la oreja.

— Esta durmiendo profundamente —exclamé cambiando de tema, enarque una ceja sugerente y sus ojos se iluminaron. Con suerte tendríamos tal vez tres horas sin que se despertara y reclamará atención nuevamente. Los minutos eran escasos ahora así que sin perder tiempo me tumbo contra la cama y enterró sus labios en mi cuello besándome hasta la base de este.

Sentí sus manos deslizarse por mi cintura avanzando hacía mis pechos, cerré los ojos ante sus caricias y como había echado de menos que sus manos recorrieran mi piel. Abrí mis ojos acercándome a su rostro para besarlo y transmitirle todo ese amor tan grande que estaba sintiendo en ese momento. Jugué con sus cabellos mientras nos besábamos, sus labios tersos y húmedos se movían hábilmente en el interior de mi boca, deslice lentamente mis manos por su cuello acariciándolo mientras el beso se volvía desenfrenado a tal extremo que me dejo sin aire.

De pronto mi respiración se hizo más rápida y errática en ese minuto sentí sus dedos recorrer mi espalda con una precisión macabra apretando aquellas partes que me volvían loca, estaba logrando excitarme en cuestión de segundos. Mi temperatura comenzó a elevarse y por primera vez desde hacía un mes y medio estaba volviendo a ser la mujer y no la madre. Con sus caricias estaba logrando que mi mente dejara de estar fija en la aprehensión que me había inundado desde que ese pequeño ser había nacido, ya no tenía la ansiedad por saber si estaba respirando, si estaba despierto o si tenía frió. Literalmente estaba pérdida en sus caricias, absorta en su cuerpo y en las sensaciones que estaba logrando hacerme sentir.

Sentí que suavemente se alzo de la cama y puso su cuerpo sobre el mío, mis piernas se abrieron automáticamente para calzar perfectamente como dos piezas hechas para esto. Sus labios tibios bajaron por mi hombro dando pequeños besos hasta trazar un camino por entre mis pechos para llegar al comienzo de mi estomago. De allí sentir la punta de su lengua acariciar la piel expuesta de mi vientre y detenerse sensualmente en mis caderas. La tibieza de su halito contra mi piel me hizo estremecerme, eran pequeños choques de corrientes cuando Edward exhalaba su respiración tibia donde recién había dejado húmedo que me hacía contraerme. Una sonrisa que no pude evitar se dibujo en mi cara al sentirlo tirar de la parte inferior de mi pijama luchando por sacarlo y dejarme desnuda sobre la sabanas.

Se cernió nuevamente sobre mí y comencé a acariciar su espalda mientras sentía como me acariciaba mis pechos desnudos mientras jugaba con el lóbulo de mi oreja lamiéndolo levemente. Comencé a jadear al sentir su cuerpo ardiente sobre el mío, quería sentirlo en mi interior, su piel estaba ardiente lo que me excitó como nunca antes.

Casi como una invitación apreté mis piernas alrededor de su cintura y ayudada por las manos tironee de su pantalón para que su masculinidad se liberara. Cuando finalmente entro en mi cuerpo apreté sus abrazos ante el dolor placentero que estaba sintiendo y que tanto había extrañado. Mientras lo sentía entrar y salir deslice mis dedos por su espalda acariciándolo y él coloco sus manos apoyadas en la cama para ayudarse mientras sus movimientos se hacían más rápidos pero exquisitamente celestiales. Tal vez por mi deseo contenido o por las hormonas que aún estaba alteradas llegue primero al orgasmo pero fue exquisito mirar las facciones de su rostro mientras me besaba con fuerza conteniendo el gemido cuando finalmente lo hizo él.

— Te amo Bella —susurró entre cortado mientras yo aún trataba de controlar mi ritmo cardiaco comprobando que nunca me cansaría de hacer el amor con él.

Cuando llegamos no había tantos periodistas pero me intimidó que hubiera tantos fotógrafos a la salida de la clínica donde había llevado a nuestro hijo a control. Tape su rostro y lo que menos quería era una fotografía de él como portada en alguna revista. Para mi suerte la madre de Edward me había acompañado, y sujeto la puerta mientras emprendíamos el rumbo devuelta al vehiculo y agradecí que ella estuviera hoy aquí sino creo que no hubiera podido lidiar con toda la parafernalia que estaba produciéndose frente a mí. Los flashes no dejaron de esperarse y todos gritaban cosas sin sentido poniéndome nerviosa. Desde que se había sabido que estaba embarazada y que él era el padre las cosas se habían salido un poco de control y el acoso se había magnificado notablemente pero nunca me había imaginado que a este extremo. Estaba a punto de llegar al vehiculo cuando uno de los periodistas me ataco directamente con una pregunta que me dejo helada.

— ¿Piensas perdonarlo? —y me voltee a mirarlo confundida. ¿A quién?, me pregunte aun observándonos anonadada.

— Disculpa no te entiendo —le contesté y no se por qué un presentimiento me embargó.

— ¿Te pregunté si piensas perdonar su infidelidad? —agrego y el aliento se me escapó por los labios — infidelidad —era la palabra que se repetía una y otra vez en mi mente. La madre de Edward me trajo de regreso a la tierra cuando me sujeto de un brazo para sacarme de encima al periodista.

— Vamos cariño no le hagas caso —exclamó pero el periodista insistió

— Parece que el destino te esta devolviendo la mano —agrego divertido y me paso una revista.

Era una secuencia de fotografías que partían con él bajando de su auto en un estacionamiento, entrando a un hotel y subiendo en el ascensor, hasta cuando había salido despidiéndose en el estacionamiento de una muchacha a la que estaba besando. Mis ojos se abrieron como plato cuando en la fotografía siguiente se enfocaba muy claramente de quién se trataba.

— ¿es tu asistente no? —preguntó aguijón y yo alce mi vista.

En ese minuto la madre de Edward se interpuso y me quito al niño de los brazos poniéndolo en la silla y luego me hizo entrar al automóvil, yo aún seguía en shock con la revista en la mano. El ruido de la puerta al cerrarse me hizo entender que esto estaba pasando realmente y no era un mal sueño. Yo aún tenía la vista perdida en las fotografías y ahora todo encajaba.

Las contantes salidas de Ángela y las coincidentes desapariciones de él sumado a su repentino cambio de humor y aparente felicidad.

— Yo no lo críe así —comento su madre furiosa y después de eso todo el trayecto fue en silencio. Leí el reportaje completo y se me apretó el estomago cuando me di cuenta que ese engaño no había sido solo una vez sino que se había mantenido durante el tiempo ¿Todavía me engañaría?, fue la pregunta que no pude no hacerme recordando que habíamos tenido relaciones intimas por la mañana. Me baje del automóvil pensando en como iba a enfrentarla a ella que de seguro estaba en la casa.

— Edward me va a oír —murmuró su madre tomando el celular apenas miró las fotografías de la revista. La verdad no quería entrar ni siquiera quería pensar, tampoco sabía como reaccionar técnicamente él no había cometido un pecado, nuestros lazos no eran legales sino más bien afectivos y si estábamos juntos era porque ambos queríamos.

¿En que minuto dejo de querer?, me pregunté y al mirar a mi hijo dormido en mis brazos me di cuenta que estaba conmigo por una responsabilidad más que por un sentimiento.

Entre a la casa por inercia y subí las escaleras lentamente mientras sentía que en parte mi corazón se estaba congelando. Con él había sido distinto todo había partido como un juego, uno excitante y divertido que había cambiado radicalmente a una metida de patas con consecuencias que respiraban. Pero no había sido yo la que había dicho "te amo" en primer lugar pensé tratando de buscarle una justificación. Sentí unos pasos presurosos y mi corazón se acelero ante la posibilidad que fuera él, cuando sentí que se abrió la puerta enterré mi rostro contra mi hijo y era demasiado enfrentarlo ¿tenía moral para reclamar algo que yo misma había hecho con él en su oportunidad?

— Bella yo… —balbuceo nerviosa y cuando me di cuenta que era ella. Mi corazón se calmo.

— No quiero —le dije interrumpiéndola —saber cuándo, ni cómo, ni los por qué, no me interesan —le dije fríamente mientras me volteaba a mirarla. Bajo su vista avergonzada.

— No tengo moral para reprochar nada porque yo también lo hice en su oportunidad pero no significa que permita que te burles de mí en mi propia casa. Nuestra relación laboral se termino al igual que la necesidad de tener tus servicios al menos por mi parte —exclame decidida y sentía una doble pena en realidad le había tomado cariño y confianza. — Te haré llegar el resto de tus honorarios. Buenos días Ángela —finalice dándole la espalda. En ese minuto la puerta se volvió a abrir y supe de quién se trataba por el comentario que no se reservo.

— Eres una desvergonzada —le gritó la madre de Edward y aunque yo ahora era la victima ese mismo comentario podría haberse aplicado cuando yo engañe a Jacob. — ¿Qué esperas una invitación para largarte de esta casa? Ya hiciste bastante daño, ¡fuera!. —agrego tomándola por el brazo para hacerla salir. Quise detenerla pero el orgullo pico más fuerte y finalmente no intervine.

Agradecí que al menos estuviera ella para encargarse de eso, porque la verdad aún estaba sorprendida y dudosa. Ensimismada en mis pensamientos de cómo enfrentarlo a él sentí a lo lejos que mi celular vibró y el estomago se me apretó de la ansiedad, no sabía si acercarme para contestarlo temiendo que fuera él finalmente me decidí y respiré poco aliviada cuando noté que era mi madre — ya lo sabe todo el mundo —reflexione y no era agradable que medio país se enterara de mis problemas afectivos.

— Espero que ahora si lo pongan en su lugar, él no te merece a ti ni a mi nieto —exclamó y parecía incluso más enojada que yo.

— Madre no necesito el sermón —le previne y trate de mantener la perspectiva. Ella estaba preocupada por mí y dolida porque me hubieran estado viendo la cara en mi propia casa.

— ¿Calma? ¿Estas drogada o qué? ¿Esta en la portada de una revista saliendo de un hotel con alguien que no eres tú y tu me pides calma? —grito aún más histérica y yo suspiré.

— Voy en este preciso momento para allá. Tú no te quedarás en esa casa ni un minuto más —anunció decidida. Me reí al constatar que mi madre siempre estaría allí cuando la necesitará pero en realidad no podía huir tenía que enfrentarlo. Y al mirar la fotografía que estaba, de nosotros, en la mesa de noche supe exactamente lo que le diría.

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