Dark Chat

lunes, 25 de octubre de 2010

Te Presento A Mi Amante

Capitulo 10: Celos

Edward POV

Me estacione frente a la casa de Bella y tome su mano entre las mías, aun traía el brazalete que le había dado como regalo de cumpleaños.

—Veo que te gusto mi regalo.

—Me encanto —levanto su vista y me encontré con esos ojos castaños que tanto me gustaban— gracias por pasar la tarde con nosotros.

—Es un placer —sonreí de lado, lo había hecho con mucho gusto.

—Yo pensé que la llegada de…

—Shhh —la calle poniendo uno de mis dedos sobre sus suaves labios, no quería que la mencionara, en cierta parte quería hacer de cuenta que ella no existía. Me acerque más a Bella hasta que nuestros labios se juntaron, había deseado hacerlo toda la tarde, y la única oportunidad que tuve había sido un momento tan pequeño que no me bastaba. Nunca me bastaba, quería besar siempre sus deliciosos labios. Profundizamos el beso y me abrazo mientras jugaba con mi cabello. Entonces vino un golpe sobre la ventanilla que hizo que nos separáramos de inmediato. Baje la ventanilla y para poder ver quien había tocado.

—No espere encontrarme con esto.

—Jasper yo te puedo explicar —dijo Bella mientras abría la puerta para bajar del auto.

—Eso espero —dijo el rubio con voz molesta— ¡¿Cómo puedes estarte besando con Edward?

—Jasper no grites —baje del auto, antes que Bella, era yo quien tenia que dar la cara.

—Lo siento, no imagine que ustedes… —se disculpo Alice— si lo hubiera sabido me hubiera esperado hasta mañana para traerle a Bella sus cosas.

—No es tu culpa Alice —respondió Bella— Jasper ¿podemos entrar a la casa y hablar?

—Esta bien —su voz se había suavizado un poco.

Bella tomo mi mano y me condujo hasta el interior de su casa, seguidos por Alice y Jasper. Caminamos en completo silencio, hasta sentarnos en la cómoda sala, Bella y yo juntos y frente a nosotros mi hermana y Jasper.

— ¿Y bien? —pregunto con impaciencia.

—Jasper lo que viste entre Bella y yo… —tome la iniciativa, pero me sentía nervioso, tenia que encontrar las palabras adecuadas— Bella y yo nos queremos.

—Edward… tu estas casado…

—No por mucho tiempo, en cuanto Tanya se vaya de nuevo interpondré una demanda de divorcio, quiero estar con Bella.

— ¿Y si no lo hace? ¿Qué pasa si no se vuelve a ir? —inquirió el rubio.

—La pondré de todas formas, he pensado mucho las cosas, Alice tenia razón en todo —la mire y le di una sonrisa de arrepentimiento— tal vez Tanya me quiera un poco, pero no es nada comparado en como quiere mi dinero y si tengo que dárselo todo para poder ser libre y estar con Isabella se lo daré.

—Y mientras tanto… Bella… ¿serás la…?

Bella bajo la mirada ante la pregunta inconclusa de Jasper, cuando la levanto sus ojos estaban llenos de lagrimas y sentí un hueco en el estomago. Ella no se merecía ser la otra, yo no merecía tal sacrificio.

—No me importa —dijo con voz firme a pesar de las lagrimas que luchaban por salir— Jasper no puedo vivir sin Edward, yo se que esta mal, que Tanya sea como sea no se merece esto pero… no puedo. Edward se alejo de mi un mes, no me hablaba, no me veía, solo se dirigía a mi en clase y muy poco y no sabes como me dolía el corazón. Hoy que se que el me quiere como yo a el menos podría estar lejos de el y no me importa si para eso tengo que ser la amante.

La palabra salio de sus labios con tanta naturalidad, como si estuviera hablando del marcador de un juego de béisbol.

—Se que tal vez te sonara ridículo —prosiguió Bella— ¿cómo en tan poco tiempo puedo quererlo tanto?

— ¿O como yo pude cambiar de parecer cuando decía amar a mi esposa? —continué— pero con ese poco tiempo puedo asegurarte que Bella es ahora mi vida.

La vi a los ojos los cuales brillaban y no a causa de las lágrimas, brillaban de amor y me sentía orgulloso y feliz de ser el hombre que causara ese brillo. Me perdí en sus ojos unos segundos o quizás minutos, no lo se, pero los hubiera visto toda la noche de no ser por que Jasper llamo la atención aclarándose la garganta.

—No es ridículo —su voz era un susurro suave— creo que a mi me paso lo mismo, conocí a una mujer hace poco y hoy se que si el día de mañana sus ojos verdes no me miran, no habrá razón para levantarme.

Levanto la mirada hacia mi hermana quien le sonreía encantada con sus palabras, tomo la pequeña y delicada mano de Alice y la acaricio con suavidad y delicadeza entre las suyas. Quise decir algo pero Bella me apretó la mano, la vi y me sonrió con complicidad y yo hice lo mismo.

—Bella… ¿has pensado que hubiera pasado si en vez de haber sido yo… hubiera sido Emmett? Supongo que no lo sabes.

El rostro de Bella empalideció más de lo normal y esta vez yo apreté su mano.

—El no lo puede saber, ni el ni Charlie, Jasper por favor…

—No tienes que pedirlo —Jasper sonrió— solo tengan cuidado, este pueblo es algo pequeño y nunca falta un pequeño descuido para que los chismes empiecen y Edward espero que todo lo que has dicho sea verdad… quiero a Bella como a una hermana y créeme… entre Emmett y yo podemos hacer que te arrepientas si la haces sufrir.

—Si eso pasa lo tendré bien merecido —mire a Bella tomando su rostro entre mis manos y dándole un beso en los labios— esta belleza no merece que nadie la haga sufrir.

El sonrojo no se hizo esperar y tampoco esa costumbre de morderse el labio inferior, la volví a besar y ahora fui yo quien al terminar el beso, mordí suavemente su labio lo cual hizo que se sonrojara aun más.

—Esto hay que celebrarlo —grito Alice saltando del sofá.

—Será mejor que nos vayamos Alice —me puse de pie— mi papá debe estar preocupado por su coche.

—Además Emmett no debe tardar en llegar —suspiro Bella.

—Si es que llega —susurro Alice.

— ¿Cómo? —pregunto Bella.

—Ay Bella a veces eres tan inocente —sonrió mi hermana— noche, Emmett, Rosalie, en un mismo lugar.

—Si, entonces creo que es hora de irnos —dijo Jasper— Emmett no le tocara ni un pelo a mi hermana.

—Hablando de eso, luego quiero yo una explicación respecto a esas miraditas que se dan —dije fingiendo más celos de los que en realidad sentía.

—Ash, hermanos mayores, para lo único que sirven es para molestar, Bella dile algo.

—Oh vamos Alice, estoy segura que tu solita puedes con el.

—Es cierto, pero tú también lo dominas, juntas podemos hacer con el lo que queramos.

—Hey, aun estoy aquí —me queje y ambas estallaron en risas.

Alice fue hasta el auto y bajo varias bolsas con las compras de Bella, luego ella y Jasper se despidieron. Yo me quede unos segundos más dentro de la casa abrazando a Bella, no quería irme pero tendría que hacerlo. Escuchamos el jeep de Emmett estacionarse y nos separamos. Me despedí de ambos y regrese a casa.

Como suponía Carlisle estaba en el porche esperando que mi hermana regresara sana y salva con su coche en una pieza. Cenamos en familia y subí a mi recamara antes que Tanya, me desvestí y entre en la cama olvidándome de todo.

Bella POV

Odio los lunes. Pero hoy lo amaba después de pasar el domingo encerrada en mi cuarto haciendo tareas y sin salir más que a comer, claro y estaba el hecho de que hoy vería a mi sexy profesor de literatura por el cual yo estaba loca. Sonreí ante mi pensamiento y baje las escaleras de dos en dos sorprendiéndome de no tropezar ni caer. Pero claro mi buena suerte no duro mucho, al salir de la casa resbale con el piso húmedo y caí sobre mi trasero provocando que Emmett se burlara de mí.

Llegamos unos minutos antes de que la clase comenzara y el solo hecho de ver el Volvo estacionado hizo que mi corazón empezara a latir como desquiciado. Esta vez no espere que Emmett me ayudara a bajar del jeep, yo solita salte y entre rápidamente al campus yendo directo a mi salón.

—Buenos días —salude a Angela.

—Buenos —me miro como si tuviera seis ojos— ¿estas bien?

—De maravilla ¿por qué lo preguntas?

— ¿No te diste cuenta? Bella esta nevando, a ti no te gusta la nieve, odias los lunes y hoy tenemos examen de psicología.

— ¿Esta nevando? No lo note y para el examen estudia bastante y además amo los lunes —mi voz sonaba bastante entusiasmada y mi corazón volvió a latir con fuerza cuando escuche a Edward detrás de mi, llamar la atención para comenzar la clase.

Empezó a entregar los exámenes que habíamos hecho el viernes pasado.

—Newton —llamo Edward con su voz un poco molesta, Mike se levanto y fue hasta el escritorio— Newton dígame la verdad ¿copio usted en el examen?

—Claro que no —Mike sonrió con arrogancia.

—Para la próxima vez hágalo, tiene una F —Edward le extendió el examen y toda la clase rió— Swan.

Camine hasta el y me extendió el examen con una B en color rojo, al tomarlo roce su mano haciendo que chispas de electricidad recorrieran mi cuerpo. El no me dirigió la mirada, seguía viendo el siguiente examen, sin embargo esa sonrisa torcida y sexy apareció en su rostro.

Regrese a mi lugar e intente concentrarme en la clase, tenia que hacerlo a pesar de que Edward fuera mi maestro, ya que no permitiría que me regalara calificación y estoy segura el no lo haría.

Al finalizar la clase hice un poco de tiempo recogiendo mis cosas para estar aunque fuera un minuto a solas con Edward pero para variar Mike se acerco a mi con esa sonrisa tímida y nerviosa que usaba cuando me invitaba a algún lado. Y no me equivoque.

— ¡Bella!

— Hola Mike —tome mis cosas más rápido, ahora lo que quería era salir de ahí.

—Bueno, es que… ¿tienes… tienes con quien ir al baile de halloween?

—Mike falta más de un mes…

—Lo se, pero quería preguntártelo antes que nadie, eres una de las chicas más hermosas de la universidad y seguro mucho te invitaran.

— ¿Y viniste a apartarme? —pregunte alzando una ceja, mientras mire a Edward por encima del hombro de Mike, parecía estar haciendo un enorme hoyo en la cabeza de Mike solo con la mirada.

—No, bueno no… solo quiero saber ¿si irías conmigo?

—Lo siento Mike, no voy a ir, tu sabes que yo no bailo y que nunca he ido a ningún baile, ni a la graduación así que no, además será de disfraces no pienso hacer el ridículo yendo de Gatubela o algo así —me estremecí al pensarlo.

—Si cambias de parecer infórmame —dijo Mike dando la media vuelta para salir dejándonos solo a Edward y a mi.

—Serás el primero en saberlo —mi respuesta hizo que Edward gruñera por lo bajo pero Mike ya no lo pudo escuchar.

Le sonreí y camine hasta el manteniendo la debida distancia.

—No cambiaras de opinión ¿verdad? —pregunto con voz ronca.

—No, en serio jamás me metería dentro de un disfraz.

—Eso es malo, estoy seguro de que podrías ser una sexy vampiresa —sonrió de lado y me sorprendió al inclinarse y besar mi cuello para después morderlo suavemente. Me guiño un ojo y abrió la puerta para salir del salón.

Hiperventilando me dirigí a mi siguiente clase, algo que no paso desapercibido para Jasper y menos para Alice que era tan perceptiva.

— ¿Cómo estuvo la clase anterior? —pregunto Alice con picardía en la voz.

—Fatal, ese maestro es… —sexy, guapo y divino— un inquisidor y además Mike me invito al baile de halloween.

—Oh, ¿aceptaste?

—Claro que no, yo no voy a esos bailes.

—Que bueno —sonrió Alice con doble intención— por que daré una fiesta en mi casa y obviamente será mejor que cualquier cosa que organice la escuela.

—Gracias Alice pero no iré.

—Si, claro que iras —su sonrisa me indicaba que si no iba por las buenas, lo haría por las malas.

—Esta bien Alice pero no me pondré ningún disfraz ridículo —advertí.

—Por favor, será temática todos iremos de vampiros será muy divertido por favor.

— ¿Tu hermano ya sabia de tu divertida fiesta temática?

—Se lo dije esta mañana ¿por qué?

—Por nada, lo pensare Alice… lo pensare.

Nada. Eso era lo que tenía que pensar, sabia perfectamente que Alice seria capaz de perseguirme por todo Forks para vestirme con ese ridículo disfraz. Mis clases casi acababan, pero me vi obligada por Rosalie para saltarme la última, ya que le había prometido ir a la ridícula práctica de porristas. No sabia como es que conociendo mis pocas habilidades para los deportes y ese tipo de cosas, aun así insistía en que fuera porrista.

Me asuste al ver la ropa que Rosalie me había dado. Era una falda azul con tablones blancos, demasiada corta para mi gusto. La blusa de manga larga totalmente azul y con dos líneas blancas en cada brazo. Además de unas botas blancas con tacón cuadrado. Me arrastro literalmente al vestidor e hizo que me vistiera con ese diminuto conjunto.

—Esto no es necesario —me queje— no soy parte del equipo.

Ni lo seré.

—Si, harás una prueba y que mejor que hacerla con el vestuario para ver si serás capaz de girar sin que se te levante la falda y enseñes de mas

—No seré capaz de dar dos pasos con estas botas.

—Bella por favor pon de tu parte —Rose se sentó junto a mi— soy capitana de un grupo de porristas plásticas y sin cerebro que no me hacen caso y que cada segundo hacen complot para sacarme.

— ¿Y me quieres dentro para que yo si te haga caso?

—No —rió animadamente— te quiero conmigo para que te demuestres que si puedes hacerlo además eres la hermana de Emmett y más coraje les dará cuando vean que hagan lo que hagan el no me quitara ese rango.

—Esta bien pero prométeme algo

—Lo que quieras —juro que los ojos le brillaron.

—Que a la primera caída quedo fuera.

—Eso no es problema, no te caerás Alice me lo dijo —la confianza que emitía su voz me asusto, yo sabia que Alice decía ver cosas pero parecía que era muy en serio— a menos que tu lo hagas a propósito.

Me dio unas palmaditas en mi pierna casi totalmente desnuda, suspire y salimos directo al gimnasio donde ya estaba todo el equipo junto con mi hermano y sentadas en las gradas estaban Lauren, Jessica, Victoria y otras chicas las cuales no reconocí. Al verlas a todas vestidas de la misma manera que yo me hizo apenarme por haberme atrevido a ponerme esa ropa, sin embrago Rosalie me dio un codazo y con la mirada me apuntaba al grupo de chicos que se suponía deberían estar entrenando.

Sentí que la cara me ardió cuando la sangre se acumulo en mis mejillas, todos los chicos miraban en mi dirección, incluso Emmett aunque este ultimo tenia una mueca de espanto y enojo al verme así, los demás sonreían y se secretaban, incluso escuche varios chiflidos. Voltee con la esperanza de ver a Rose a mi lado y comprobar que era a ella a quien veían, pero ella ya se encontraba en las gradas junto a las demás chicas. Mordí mi labio y camine lo más rápido que mi equilibrio y las botas me lo permitieron y sorprendida por no tropezar ni una sola vez, llegue a esconderme detrás de Rosalie.

Hicimos varios ejercicios aunque estoy segura solo habían sido de calentamiento ya que para mi gusto estuvieron muy fáciles y después nos sentamos a descansar y ver un partido de practica. Entonces lo vi atravesando las puertas del gimnasio con toda su elegancia y porte. Quise salir corriendo de ahí antes que el lo hiciera al ver mis delgadas piernas pálidas y sin chiste pero Lauren me lo impidió.

— ¿A dónde vas? —su fría mano sostenía la mía.

—A cambiarme, ya casi termina la hora y…

—Pero aun no, quedan 20 minutos, no te aproveches de que el entrenador es tu hermano para irte cuando te plazca —la envidia bailaba en sus ojos azules.

Iba a sentarme de nuevo cuando Rosalie intervino.

—Bella si ya quieres irte a cambiar hazlo, aun no eres parte del grupo y si Emmett te dice algo yo me encargo.

Le sonreí y baje las gradas esquivando la mirada de Edward el cual no nos había visto, conversaba con Emmett, por sus movimientos seguramente del juego. Entre al vestidor y busque mi ropa, cuando la encontré y me disponía a quitarme la falda sentí unas manos posarse sobre mi cintura y unos labios suaves presionar la piel de mi cuello. Me sobresalte y estuve a punto de gritar…

—Soy yo —susurro su voz aterciopelada en mi oreja.

— ¿Cómo entraste aquí? Si te ven…

—Shh, nadie me vio entrar, lo hice por la puerta trasera y la que da al gimnasio esta cerrada con llave —alzo la mano y vi un juego de llaves— ser maestro a veces tiene ciertas ventajas.

Me dio la vuelta y presiono sus labios contra los míos, empezó a besarme con urgencia mientras me apretaba más a su cuerpo, me puso contra la pared y cuando jadeé por aire se separo para besar mi cuello.

—No soporte la mirada que esos estudiantes te dirigían —dijo contra mi piel— pero es tu culpa por verte extremadamente apetecible.

— ¿Los… los viste? ¿Cuánto tiempo llevabas ahí?

—El suficiente para hacerme hervir de coraje —me miro a los ojos y note que no mentía— eres mi perdición, ¿piensas hacerme rabiar así todos los días? En la mañana Newton y ahorita todos esos.

—Si eso hará que me beses como lo acabas de hacer… tendré que considerarlo —mordí mi labio y me sonroje.

—No es necesario, solo pídelo —y lo volvió a hacer, me beso con más intensidad, sentí su lengua jugar con la mía y rodee su cuello para hundir mis dedos entre su cabello, sus manos estaban en mi cintura y poco a poco una se deslizaba sobre mi pierna, alzándola a la altura de sus cintura y gemí, esto pareció hacerlo reaccionar y lentamente se separo.

—Lo siento es que…

—Esta bien, no tienes por que sentirlo —baje la mirada incapaz de pedirle que continuara, una parte de mi me decía que estaba mal, que el solo hecho de estar aquí sola con el estaba mal, y lo que yo deseaba era aun peor; pero había otra parte de mi corazón y de mi cuerpo que me gritaba por que continuáramos. Mi corazón empezó a normalizar sus latidos y Edward se acerco de nuevo a mí y sin saberlo volvió a intensificarlos con un beso más dulce y lento que el anterior.

—Será mejor que me vaya, no tarda en acabar la hora, te quiero.

—Yo también te quiero —le di un beso rápido y se dirigió a la puerta trasera.

—Quita el seguro a la puerta —sus ojos no se despegaban de mi cuerpo y esto hacia que mi sonrojo no disminuyera— te ves… preciosa…

Aun hiperventilaba mientras torpemente me cambiaba de ropa, aun sentía el roce de su mano sobre mi pierna y miles de mariposas inundaban mi estomago. Unos minutos después aparecieron las demás porristas, tome mis cosas y me dirigí al estacionamiento. Me recargue en el jeep esperando a mi hermano pero antes de que el llegara un auto se estaciono en al lugar vació entre el Volvo de Edward y el Jeep. La puerta se abrió y vi a Tanya bajarse del auto. Inconscientemente mis ojos se llenaron de lagrimas, me dio coraje verla ahí. Fue esta mí y como si me conociera de toda la vida me saludo con un beso en la mejilla.

—Hola —me sonrió— ¿si me recuerdas?

—Ahhh — ¿cómo olvidar a la esposa de mi 'novio'?— si, usted es la esposa del profesor Cullen ¿cierto?

—Si, pero no me hables de usted me haces sentir vieja —realmente la sonrisa que salía de sus labios se notaba sincera, no era tan pedante como Alice la hacia ver— ¿has visto a mi marido?

Claro, acabamos de tener una sesión de besos en el vestidor del gimnasio. No, no podía decirle eso.

—No desde esta mañana, lo siento.

—Lo esperare aquí, ¿cuál es tu nombre?

—Isabella, pero me puedes decir Bella.

—Que lindo nombre —por más que buscaba una señal de hipocresía en sus ojos lo único que encontré fue amabilidad y entonces… me sentí peor, desvió su mirada de la mía— ahí viene mi amor.

Mire en la misma dirección que ella y lo vi caminando junto a Alice, sonriendo aun sin percatarse de la presencia de Tanya. Cuando lo hizo note que su piel lucia más pálida de lo normal y con la sorpresa reflejada en sus ojos.

—Ta… —se claro la garganta— Tanya ¿qué haces aquí?

—Vine a secuestrar a mi marido, quiero pasar la tarde contigo y toda la noche —cuando remarco la palabra toda no supe que hacer, si salir corriendo o tomarla por el cabello y arrastrarla por todo el estacionamiento.

—Genial —resoplo Alice— Edward me habías prometido estudiar algebra.

La mirada que Edward le dio a Alice me hizo saber que no era cierto.

—Cuñada eso puede esperar, además no creo que para hacer esos dibujitos que haces necesites estudiar algebra.

—Me llamo Alice y aunque sean dibujitos al menos estudio algo, no estoy esperanzada a vivir siempre de lo que me de mi marido rico —gruño Alice.

Tanya no dijo nada más, entonces sentí que alguien tocaba mi hombro y gire para ver a un chico guapo, rubio y de ojos azules, creía haberlo visto en el equipo de Emmett.

—Hola —me sonrió— tu eres Isabella ¿verdad?

—Bella

—Bueno Bella, soy James, te vi en el gimnasio y deja decirte me dejaste sin palabras.

—Ah… —no encontré nada más coherente que decir.

—Me gustaría invitarte a tomar algo ¿qué dices?

Abrí los ojos por la sorpresa e instintivamente voltee a ver a Edward quien lo asesinaba con la mirada, detrás de el vi un borrón oscuro dar saltitos y aplaudir, asomo la cabeza por encima del hombro de Edward y asintió. Entonces como algo mecánico mire a James.

—Claro, vamos —un gruñido vino detrás de mí y después unas palabras cargadas de resentimiento.

—Ella no ira contigo a ningún lado.




















































































































































































































































































































sábado, 23 de octubre de 2010

Phonography

Cap. 6 No me digas que no


No me importaba esperarla a dos cuadras de su departamento, tampoco me importaba que hubiera revistas llenas de fotografías de ella junto a él pretendiendo ser la pareja perfecta. No mientras su corazón y su alma me pertenecieran, el podría tener la formalidad y el reconocimiento, yo la tendría a ella.

Saqué el seguro mientras la veía correr hasta mi auto. Mientras entraba encendí el contacto y apenas cerró la puerta y nos besamos aceleré para sacarla de allí. Tomé la autopista sin rumbo. Nos perdimos por unos caminos hacia las afuera de la ciudad, no tenía idea de donde ir pero tenía claro que debía ser lejos, lo más lejos posible. Durante todo el trayecto jugo con mi entrepierna, disfrutando al máximo las expresiones que daba producto de lo desesperado que me traía. Lo hizo hasta que no aguante más y estacioné el auto en una pequeña saliente que divisé entre unos cerros, no había nadie ni nada más que ella y yo.

— Te eche de menos —exclamó besándome con pasión. Sujete de su cintura atrayéndola hacía mí, se sentó en mi regazo, mientras sus finas y diminutas manos se posicionaban en mi barbilla.

— El vuelo se atrasó —explique hipnotizado por su mirada, lo único que fui capaz de hacer, fue correr un mechón de cabello de su rostro.

Al verme hacer aquello, se incorporó y se lo sujeto en una coleta. Sus labios se torcieron en una sonrisa sugerente y su mirada de niña traviesa me cautivo. Amaba a la mujer frente a mí en toda la extensión que esa palabra podía significar. Jamás me había sentido así por nadie y me agradaba la sensación de necesidad que despertaba.

Yo también había echado de menos su cuerpo tibio, sus labios tersos, suaves y dulces como la mejor miel que hubiera probado en años. Me encantaba ese cereza desteñido tan característico de su boca que luego de besarla se transformaba en uno furioso.

Deslice la palma de mi mano por su cuello mientras ella aún luchaba con su frondoso cabello para sujetarlo correctamente, no aguante a que tuviera hecho el moño de manera correcta y la recargue contra el manubrio con apuro.

Obviamente y como era de esperarse ella se dejó, abrí lentamente y sin quitarle la vista de encima, los infames botones de su blusa hasta conseguir que quedará completamente abierta para mí. Recorrí con la yema de mis dedos su piel desnuda, deslice uno de mis dedos por entre sus pechos mientras ella terminaba de arreglarse el pelo, sentí como su cuerpo se estremeció cuando llegue hasta el punto donde la copa de los corpiños se une. En sus labios se dibujó una amplia sonrisa picarona.

Acercó su rostro al mío y me beso, su húmeda lengua entreabrió mis labios y obvio la deje pasar gustoso. Correspondí al beso introduciendo la mía en su boca, embriagándome de aquel sabor tan delicado. Sentí a lo lejos como sus dedos, tembloroso y un tanto desesperados, luchaban por quitarme la polera que traía puesta.

El sol estaba poniéndose y había una ráfaga de viento tibio que golpeaba el automóvil, ese suave vaivén del viento también permitía que la copa de los árboles cediera en aquel juego con fuerza esparciendo una que otra hoja en nosotros. Cuando las advertí, molestas, en nuestros rostros me convencí que no había sido la mejor idea haber comprado un auto descapotable.

Intensifique el beso debido a que dos semanas sin ella habían sido demasiado calvario para soportar un segundo más sin ella. Odiaba no tener aún una residencia fija, bueno específicamente odiaba no tener un lugar junto a ella.

Con el beso creo que le demostré no solo mi urgencia por amarla, sino que la urgencia que sentía por que ella me amará a mí. Tiré de su blusa desnudando sus hombros y me acerque a besarlos. Mientras lo hacía puse mis manos en su espalda para desabotonar el corpiño y liberarla de aquella infame pero sexy prenda de vestir.

Para cuando liberé sus hermosos y bien definidos pechos, ella ya tenía sus manos en el botón de mis pantalones, estaba mordiéndose el labio inferior de esa manera tan provocativa que me encantaba. Desabotonó y bajo el cierre con tanta urgencia como la mía, el fulgor demostrado por ambos a este punto era demasiado.

Sus labios tibios besaron mi cuello y comenzaron a jugar mojando la piel bajo mi oído mientras se alzaba para que yo hiciera, lo correspondiente, para quitar su falda. Se sujeto al manubrio, como una experta, para que pudiera tirar de su ropa interior, el objetivo era más que obvió. Me sonreí, recorrí su pelvis hasta legar a sus caderas y deslicé la prenda pasándola por las rodillas hasta quitarla por completo.

Para hacer más espacio corrí el asiento hacía atrás, todo lo que me permitiera la realidad de mi automóvil, no pude evitar, mientras acomodaba el asiento, deslizaba mis dedos por su entrepierna hasta llegar a esa parte tan intima que ya sentía como mía, la acaricie, cuando Bella jadeo mirando al cielo, sonreí.

Me miró con esos ojos castaños exquisitos y me beso con lujuria mordiendo mi labio inferior en el proceso.

Me encantaba la forma tan necesitada de besarme, me agradaba sentir que, para ella, yo también era una necesidad, una insaciable, una imprescindible, una que no podía negar. Así que disfrute de aquel beso fogoso que me dio incorporando a ese encuentro mi propia fogosidad.

Se acomodo un poco separando su rostro del mío mientras luchaba por quitar mis pantalones, claro que solo lo necesario. Al lograr su objetivo sus ojos brillaron al igual que sus mejillas, que se tiñeron de un rosáceo exquisito. Aún tomada al manubrio giró su cuerpo regalándome una sonrisa inocente pero cargada de deseo, cuando estuvo de espaldas a mí entendí su propósito y la seguí. Ambos emitimos un gemido audible cuando me sentí en su interior. Enterré mi rostro contra su espalda mientras ella comenzaba a moverse lentamente.

Sentir la tibieza de su ser era la sensación más divina y fantástica que podía haber sentido alguna vez, y era increíble que no importará cuanto lo hiciéramos, yo seguía sin tener suficiente de aquel placer que su cuerpo me proporcionaba. A este punto Bella era como una droga, una de la cual no quería rehabilitación, una por la cual mataría.

El movimiento de sus caderas eran lentos y profundos al principio, tenía sus manos sujetadas al manubrio frente a ella. Las recorrí acariciándolas mientras sentía la fricción de ese movimiento endemoniadamente satisfactorio.

Corrí su pelo a un costado y bese la parte de atrás de su cuello desnudo deslizando mi lengua hasta la base, mi intensión era hacer tan placentera su experiencia como la mía. Sentí que estaba lográndolo cuando su cuerpo se comenzó a estremecer, sus jadeos se hicieron más constantes, más audibles, había perdido el control y lo comprobé más aún al sentir como ella aceleró sus movimientos ayudándose de sus manos.

Hasta ahora no le había visto ni descubierto la utilidad a ese pequeño instrumento que lejos de ser un estorbo estaba convirtiéndose en un arma peligrosamente últil. Nuestras respiraciones se hicieron erráticas en cuestión de segundos. Mientras la sentía moverse, aproveche y deslice mis manos por sus pechos acariciándolos, su piel estaba ahora completamente sudorosa producto del esfuerzo.

Se soltó y puso sus manos sobre las mías guiándome en ese juego tan perverso de acariciarla, diciéndome donde y como hacerlo. De pronto sentí como ella llevó hasta sus labios, una de mis manos, la dejo allí y los entre abrió, sentir su hálito tibio en la yema de mis dedos húmedos con su saliva acrecentó mi excitación. Acaricie sus labios mientras escuchaba esos gemidos que me trastornaba. Ella besaba mis dedos de vez en cuando.

La fricción de nuestros cuerpos se hizo más intensa provocando que, el moño hecho en su cabello, comenzará a soltarse a medida que su cuerpo se movía contra el mío más rápido. Me acerque a su oído y susurré su nombre mientras ponía mis manos en sus caderas para incrementar la rapidez y frecuencia de sus embestidas, cuando por fin sentí que juntos alcanzaríamos el cielo, Bella se recargo contra el manubrio contrayéndose.

— Te amo, te amo, te amo —repitió una y otra vez con su voz distorsionada mientras colapsaba.

Tenía la respiración agiotadísima y difícilmente podría haberle articulado una respuesta coherente, atiné solo a recargarme contra su espalda besando sus hombros mientras luchaba por bajar mi corazón de la garganta. Giró su cabeza aún recargada contra mi pecho de espaldas y puso una mano en mi rostro mientras me besaba.

— Bienvenido a casa —murmuro divertida mientras se levantaba para cambiar de posición.

Me miró con deseo y me ordeno el pelo. Me reí besándola nuevamente en los labios.

— Estas provocando que desee irme otra vez—advertí y ella me miró sorprendida.

— Entonces creo que tendrás que comprarte un auto que tenga asientos trasero —contestó besando la punta de mi nariz.

Siempre había pensando que las despedidas eran innecesarias y absurdas pero al tenerla a ella me parecían macabras. Mi corazón se tiño de oscuridad penas constate nuestra triste realidad, ella le pertenecía a otro, yo solo la tenía prestada y eso estaba carcomiendo mi alma. Estacione en el mismo lugar de siempre, el mismo lugar que utilizaba cada vez debía volver a la triste realidad de dejarla a la vuelta a su departamento. Eran dos cuadras de distancia, dos cuadras de un callejón sin salida, dos cuadras entre él y yo. En realidad, ella trataba de evitar que "él" pudiera verla bajar de un auto desconocido y ahorrarse la explicación de ¿Por qué? De mi presencia cuando ya no había motivo para estar juntos.

— ¿Nos veremos mañana? —pregunté con el corazón en la mano y jamás me creí en esta situación, yo era el "otro". Giró su rostro hacía mí, su mirada no era difícil de leer, no abría un "mañana". Enfurecí.

— Eeeee, la verdad, quede de acompañar a Jacob a… —explicó con dulzura una que no estaba muy dispuesto a escuchar, así que la interrumpí, a veces desearía que ella mintiera en vez de ser tan honesta.

— Bella… por favor… no… —susurré en reproche.

En realidad era melancolía más que regaño, yo mejor que nadie, sabía que ella ya tenía una historia, el problema es que yo quería que su historia fuera conmigo no con él. Arrugué el entrecejo, me lleve mis dedos allí y suspiré en un intento de calmar los celos. En realidad buscaba el momento, o mejor dicho las palabras justas y precisas para decirle que era demasiado tortuoso saber que ella y su "novio" aún estaban juntos. El hecho de que ambos compartieran departamento y no solo eso, sino la cama era algo que no sabía si podría seguir soportando. Al hacerme la imagen mental de aquel "compartir" era cuando deseaba fervientemente que mintiera, que me dijera que saldría con alguien, prefería una mentira creíble para poder en parte, amenguar la ira que me hacía sentir aquella situación.

— No me ha tocado si eso es lo que piensas —se escudó deslizando sus dedos por mi barbilla, trató de tomar mi rostro pero lo quité de sus manos, dirigí entonces mi mirada por primera vez hacía ella.

— ¿Entonces por qué sigues con él? ¿Por qué simplemente no terminas esa relación inexistente? —cuestioné desesperado por encontrar la lógica a que ella me tuviera como amante cuando podría tenerme como un todo.

— Porque no puedo —exhaló complicada y seria — es difícil —concluyó.

Y entonces me di por vencido, exhalé todo el aire que tenía en los pulmones rompiendo con el sonido que esto produjo el silencio que se había formado y sus palabras me recordaban en parte lo que yo había aceptado desde el primer minuto en que me había involucrado con ella: yo había elegido convertirme en su amante, ahora no tenía nada que exigir ni menos reclamar.

En ese minuto comprendí entonces a todas las mujeres del planeta que se transforman en la amante del marido despechado, se siente demasiado terrible tener que dejar ir, noche tras noche a la persona que se ama a los brazos del "otro". Es demasiado difícil permanecer en las sombras dando todo y recibiendo apenas nada.

Se reduce a complacer y luego traer a las puertas de aquel hogar que le pertenece a "él". Es demasiado pedir, me carcomía el orgullo pensar que yo podría ser él. ¿Por qué Bella tenía que haber tenido novio?, me pregunté y maldije el día en que se conocieron ambos.

No solo eso sino que maldije todo el pasado de ellos dos como pareja y me maldije a mí y a mi corazón estúpido por haberme enamorado de un imposible, me había enamorado a tal punto, que era incapaz de romper el círculo, no podía dejarla porque la amaba, la amaba con locura.

Aún así y a pesar que siempre repetía la misma historia cuando conversábamos de "la relación" que ambos llevaban y aunque Bella me juraba que entre ellos dos no pasaba de nada, desde que nos habíamos involucrado al menos, yo también era hombre y ese "no pasa nada" me era difícil de creer y digerir ¿Cuánto tiempo podría negársele?, era una pregunta que francamente y muy en el fondo no quería responder.

— Es tarde —concedí al final quitando la mirada de su rostro apenado y encendí el contacto de mi vehiculo. Mientras más pronto terminará con el macabro ritual de la despedida más pronto podría irme de allí lejos, a la seguridad de hogar, donde dejaría de lado mis instintos asesinos porque en el preciso momento que ella cruzará la puerta del auto y la viera alejarse se me llenaría la mente de ideas perversas en la cuales, Jacob moría y no de la mejor manera.

— Pronto empezarán las grabaciones de la película, estaremos solos tú y yo, por favor no te enojes —me pidió acercando su rostro al mío con la intensión de besarme. Esquive lo mejor que pude sin hacerla sentir miserable, tampoco era la idea de terminar un día maravilloso discutiendo pero dolía. Me dolía compartirla.

— ¿Qué sucederá después? —le pregunté cuando logró que mi rostro encarará su mirada de chocolate entristecida.

— Edward es complicado sobre todo y principalmente porque tu no vives aquí —me respondió nerviosa.

— Viviría contigo si tú lo quisieras —rebatí y ella bajo su mirada.

— Tiempo, es todo lo que te pido, no puedo llegar y dejarlo, Jacob no se lo merece —arguyó entre dientes

— Paciencia es una virtud que desgraciadamente no tengo Bella —respondí y ella giró su vista al frente.

No nos despedimos, simplemente se bajó del auto y no esperé a que ella caminara hasta cruzar la calle como solía hacerlo, esa noche quería irme lo más pronto posible, traté de no hacerme a la imagen mental pero fue inevitable, de pronto en el fondo como un dibujo deslucido estaban él y ella, apreté la vista y pisé el acelerador, no recuerdo como giré el vehiculo ni como salí de aquel callejón, simplemente sentí la brisa que se colaba por la ventana entreabierta y en un suspiro ahogado ya estaba enfrentando un semáforo en rojo, apreté el freno y el auto rechinó.

Entre a mi departamento y miré el contestador tenía diecisiete mensajes pero no quería escuchar ninguno. Me senté frente a la televisión y la encendí, cambie de canal en canal sin mucho resultado en menos de cinco minutos, estaba en eso cuando apareció "ella" en las noticias del espectáculo de un canal farandulero pero claro, como una verdad presagiada, no apareció sola, estaban ellos dos, ambos con ese rostro de enamorados eternos que me revolvió el estomago.

—¡Ella es mía! —grite mientras tiraba el control remoto a un lado.

¿Pero que estaba haciendo?, reflexioné apenas sentí el crujir del pequeño aparatito todo desarmado en el piso de la sala de estar. Tenía claro desde el comienzo de esta aventura que ella tenía un pasado, que ella tenía a alguien y que yo había comenzado como lo que era: alguien que se había metido a su vida una noche cualquiera sin tener derecho a nada más que a una caricia furtiva, a un beso a escondidas, a una noche de lujuria sin atadura, en resumidas sin derecho a nada más que un encuentro casual.

¿Quién me aseguraba que ella no lo amaba? ¿Acaso no se pueden amar a dos personas a la vez? ¿Desde cuando tengo que pedirle fidelidad a quien engaña?, pensé mientras salía a fumar un cigarro a la terraza.

Eran las tres de la madrugada, no corría ni una pizca de viento aún y yo aun con los ojos más abiertos como si fuera medio día. Me recargue contra la baranda mirando al cielo mientras contemplaba absorto las figuras que el humo, caprichoso formaba en el aire.

Bajé la vista sin querer y mi mirada dio de lleno hacía el ventanal de mi habitación, la terraza unía la sala de estar con el dormitorio principal, no pude evitar que me inundarán los recuerdos al mirar hacía mi cama, retrocedí hacía un par de tardes atrás, retrocedí hasta llegar al recuerdo más patente que tenía y que era con ella en esa cama, me consumió la lujuria al imaginarme su rostro, sus facciones, sus gemidos ¡Dios!, grité ahogado apagando el cigarro a medio fumar.

Su olor estaba impregnado en el ambiente o al menos eso me parecía, porque juraba que ella estaba allí, ese tinte dulzón de su perfume, ese olor a fresias de su cabello me estaban persiguiendo. Luche por no llamarla pero finalmente me venció la curiosidad, quería cerciorarme que ella no estaba mintiéndome respecto a ese "no ha pasado nada entre nosotros". Disque su número y los bip me parecieron eternos hasta que finalmente me contesto, en un principio, deseaba que me hubiera contestado con la voz adormilada pero me sorprendió sobremanera lo agitada que se encontraba, incluso paso saliva para hacerla más clara y firme. Bella no estaba durmiendo, abrí mis ojos aún en shock por como la había escuchado.

— ¿Bueno? —insistió tratando de controlar su respiración.

Entonces me encegueció la rabia que en cuestión de segundos consumió mi corazón.

— ¡No que no te tocaba! —grité consumido por la ira y sin esperar explicación alguna — Cinco minutos Bella, en la puerta de tu edificio y será mejor que estés allí para cuando llegue sino Jacob va a recibir una visita de media noche —amenacé colgando el celular.

Me vestí con lo primero que encontré, ni siquiera me saque el pijama, simplemente me puse el primer pantalón que encontré y la polera que había dejado en el suelo de mi habitación y salí. Baje raudo las escaleras de servicio, esperar al ascensor me pareció darle demasiada ventaja, tenía un objetivo y era llegar hasta ella en el menor tiempo posible. Otra vez hice rechinar los neumáticos en la salida del estacionamiento, un auto venía entrando y cedí el paso, simplemente pase primero provocando la detención brusca del otro conductor, no me importó.

Ellos no me verían la cara, no esta vez, no iba a permitir que ella fuera de otro que no fuera yo. Me pase más de cinco semáforos rojos hasta que di con el edificio, como era de esperar y en parte de manera tranquilizadora la divisé, ella estaba afuera mirando bastante preocupada por no decir desesperada a todos lados.

Vestía un buzo y una cazadora que apretaba fieramente contra su cuerpo por lo que deduje que hacía frió, yo en cambio, sentía un calor inmenso y era producto de la rabia que sentía. Apenas me advirtió se acercó hacía mí pero fui más rápido y me bajé antes que ella pudiera llegar hasta el auto.

— ¡Esto se termino, o le dices tu a él o se lo digo yo! —demandé como un verdadero loco consumido por la indignación que me provocaba la situación.

Bella me miró en pánico, se interpuso en mi caminar decidido impidiendo en parte que pudiera dar alcance a la puerta de su edificio. Estaba decidido a subir hasta el maldito departamento y gritarle todo a su cara. ¡Ahora te quiero ver Jake!, pensé disfrutando anticipadamente de la expresión que él me daría al enterarse que su adorada Bella lo engañaba.

— No… por favor… Edward… cálmate, por lo que más quieras… te lo ruego, entre él y yo no paso nada… —trató de convencer pero esta vez no iba a ceder tan rápido.

— ¿Nada? —inquirí irónico — entonces por qué contestaste como si estuvieras teniendo sexo con él —espeté furioso.

Sus delicadas manos se ciñeron con fuera a la solapa de mi chaqueta, en un intento por alejarme de mi objetivo, su mirada estaba vidriosa, Bella estaba realmente asustada, apenas logró coordinar ideas y con la voz temblorosa finalmente habló.

— Al menos déjame explicarte que sucedió —pidió en un susurró

— No quiero más mentiras, se acabó, mi paciencia se agotó —respondí tomando sus manos para quitarlas pero ella se aferró incluso más.

— Cuando llamaste me encontraba lejos del celular, me había levantado al baño, no es lo que piensas, Jacob está durmiendo. Sí contesté agitada fue porque corrí para contestarlo antes que él se despertará y lo hiciera, eso fue todo —aclaró desesperada.

— ¿Por quién me tomas?, no soy estúpido —grité nublado por la ira que me provocaban sus excusas de mentira.

— Te estoy diciendo la verdad —insistió alarmada por mi grito despechado. En un minuto de sensatez noté que estábamos haciendo una escena a vista y paciencia de todo quién quisiera vernos, de hecho, el conserje de su edificio se había levantado de su asiento y se había acercado, un tanto curioso pero también alarmado, hacía la mampara de vidrio, estaba atento a salir en cualquier momento – Edward… te lo suplicó, todos se darán cuenta —conminó alejándonos de allí unos cuantos pasos.

—¿Y qué? –exclamé sin importarme aquello.

No me importaba en lo absoluto que todo el mundo se enterará de lo nuestro, es más, quería fervientemente que todos, incluido él lo supiera. Me apoyé contra mi auto.

Desesperado esa era la palabra que podía describirme mejor en aquel momento. Estaba completamente e irracionalmente desesperado por Bella.

Hubo unos minutos de tenso silencio entre ambos, las recriminaciones se habían terminado al menos por ahora, se me contrajo el corazón al advertir su rostro marchito por los nervios, aquellos ojos marrones estaban vidriosos y clavados en mí. Su expresión era demasiado tortuosa, jamás la había visto así. Entonces me percaté de otra cosa, su cuerpo completo estaba temblando, fue allí cuando recién dimensioné mi arrebato de celos. Esto estaba saliéndose de las proporciones.

— Por favor —me pidió entre dientes acercándose pero esquive su cuerpo soltándome de sus manos.

Nos quedamos mirando por un breve segundo, uno donde el tiempo se detiene y parece que fueran siglos, su mirada era tan trasparente como la mía, tenía miedo, miedo a perderme por que yo no le creyera su verdad. Fue entonces cuando me reí nervioso, estaba siendo totalmente irracional con la escena recién montada.

Incliné mi cuerpo un poco, dispuesto para acercarme cuando Bella, de la nada, se llevó una mano al estomago, abrió sus ojos sorprendida y todo su cuerpo se inclinó perdiendo el equilibrio. En un acto reflejo logré alcanzarla y la sujete entre mis brazos. Alce mi rostro con mi mano, esté había perdido completamente el color.

— ¿Te sientes bien? —le pregunté preocupado.

Era increíble como podía pasar de estar furioso con ella a estar preocupado por su bienestar. Solo ella era la causante de aquellos cambios de humor tan repentinos, en verdad, me sentía como su marioneta personal.

— Estoy bien —confirmó en un balbuceo escuálido, no obstante aquello, la observe por unos momentos aforrándola aún a mí.

— ¿Segura? —cuestioné de vuelva dándole un pequeño vistazo de insistencia al cual rehuyó — No te ves bien, estas demasiado pálida —hice notar pero ella se separó un poco de mí.

— Estoy bien, es normal… no es nada —insistió

— ¿Normal? —y mi incredulidad se dibujó en mi rostro, ¿normal es que la gente casi se desmaye?, rebatí en mi pensamiento.

— Estoy próxima a mis días… tu me entiendes —explicó finalmente, claro que, yo no pude evitar mantener mi sospecha.

Tenía dos hermanas y jamás las había visto así en los días previos a que tuvieran su período. Era ridículo pensar que una mujer se iba a desmayar por algo que era biológicamente normal. Debía pasarle algo y me sentí culpable, tal vez, los nervios la habían traicionado.

— ¿Te pasa siempre? —cuestioné sujetando sus manos que estaban más frías de lo habitual.

— A veces —respondió un poco aturdida.

Al parecer aún tenía la sensación de vacío puesto que no lucho por separarse de mi agarré al contrario, incluso me dio la impresión que contaba con que la estuviera sujetando. De pronto sus ojos se desviaron hacía los míos, y se incorporó aforrándose a mi cuello, me abrazó y enterró su rostro en mi hombro — te lo juro mi amor, entre Jacob y yo no ha pasado nada, desde hace mucho, te lo suplicó no hagas esto, hablaré con él pero dame un poco de tiempo —murmuró

Entre muchos de sus talentos, Bella poseía este, poder cambiar de tema tan drásticamente que te dejaba sorprendido. No quise insistir en algo que, a todas luces me sonó sincero, a cambio la abrace aforrándola aún más a mi cuerpo. Al cabo de unos minutos rompí el abrazo solo para besar su frente, que estaba tan fría como la noche. Acaricie su mejilla con el dorso de mi palma hasta que llegue a su barbilla, la besé dulcemente y entonces me percaté que todo su cuerpo estaba frío.

— Ve, entra —le pedí su mirada tímida se encontró con la mía — te vas a enfermar si sigues aquí a la intermedié – ahora mi voz estaba evidentemente más relajada, había pasado la tempestad.

— Edward yo… —comenzó a decir.

— Te creo —aseguré interrumpiéndola — hablémoslo mañana —exclamé resignado a seguir siendo el otro, al menos por ahora.

— Te amo —susurró en respuesta.

— Y yo a ti —le respondí metiéndome en el auto.

Entró lentamente al edificio, sin quitarme la mirada de encima, desde el ventanal siguió observándome. Cuando estuvo a dentro, algo habló con el conserje que volvió a su lugar habitual, caminó hasta los ascensores y se perdió en su interior — qué estúpido eres —me recriminé abandonando el lugar.

— ¿Qué piensas sobre la infidelidad? —le preguntó la periodista y Bella la quedo mirando impactada.

Se puso nerviosa y como me gustaba esa sonrisa de cervatillo asustado que daba cuando alguien la acorralaba. Me sonreí y me acomode en el sillón mientras subía el volumen a la entrevista que estaban pasando y que le habían hecho hace un par de semanas para un programa de televisión. Estaba promocionando uno de sus últimos papeles en que representaba, nada menos, que a la amante, y si me preguntaban a mí ella era perfecta en ese papel, en todo sentido.

— Bueno creo que es algo excitante al menos eso le pasa a mi personaje —respondió y comprobé cuan predecibles podíamos ser.

¿Qué todos los actores hacíamos eso de derivar la pregunta al personaje para no contestar algo que podría romper con el encanto televisivo?, deduje mientras suspiraba y escuchaba el resto de la entrevista.

Estaba absorto viendo el programa que no me percaté de su llegada sino hasta que sus tibios brazos rodearon mi cuerpo, éstos se deslizaron por encima de mi polera y sus labios susurraron una proposición bastante tentadora.

— Te parece si te enseño un truco que aprendí de esa película —propuso con voz sensual y la sujete por los hombros haciendo que cayera a mis brazos en el sofá.

Lucho porque no tuviera éxito pero finalmente lo logré y su cuerpo delgado se acuno en mi pecho mientras la besaba acariciando cada parte de su boca, degustando su exquisito paladar.

— ¿Se terminó la cuarentena? —pregunté divertido y ella se alzo en mi regazo

— No sabes cuando me agrada divertirte —contestó irónica.

Frunció el ceño y no había sido yo el que había puesto ese extraño nombre a su periodo menstrual. La verdad me parecía cómico que le avergonzará decirme que no podíamos tener relaciones porque estaba en un proceso completamente biológico y del cual ninguno de los dos podía hacer algo al respecto. En cambio le había puesto ese nombre tan chistoso que de solo pronunciarlo me daba vergüenza ajena, me miró por unos segundos mientras con sus dedos jugaba con mi pelo.

— Sí no quieres, no hay problema siempre puedo irme —sugirió cuando vio que no le contesté nada pero la sujete por los hombros impidiendo que se levantara.

— Me tuviste a sal y agua por una semana no hay manera que salgas por esa puerta sin antes hacerme el amor —afirmé besando sus labios con hambre, hambre de ella.

Tiré de su polera, desabotoné su corpiño y todo en cuestión de segundos, ahora ya me había hecho un experto en desnudarla. Baje hasta la base de su cuello y juegue dando pequeños y húmedos besos en el hueco que se forma al llegar al hombro como un dulce y gratificante preámbulo, fue el necesario para lograr cambiar de posición, apoye su espalda contra el sofá donde estábamos.

— ¿Vamos a hacerlo en el sofá? —cuestionó sin tratar de ocultar su entusiasmo.

— Es uno de los pocos lugares de este departamento que estas quedando invictos, no dejaremos que rompas el record ¿o sí? —contesté mientras me alzaba y tiraba de sus pantalones con ropa interior incluida.

La miré y como amaba que ese cuerpo perfecto fuera mío. Me cerní sobre ella, separó sus piernas de manera magistralmente perfecta, puso una a cada lado de mi cuerpo, sus ojos me contemplaban extasiados y los míos admiraban su belleza innata. Esa que tanto me gustaba, aquellas facciones de niña dulce e inocente mezcladas con las de una mujer fiera, nos besamos mientras yo me dedicaba a explorar el resto de su cuerpo con mis manos. Acariciando su rostro, sus pechos, su vientre con un único propósito que era haberla vibrar. De pronto sus manos desabotonaron mi pantalón con urgencia y con sus pies, demasiado hábiles a este punto, termino por liberarme de esa prenda tan innecesaria.

Bese sus pechos mientras me acomodaba mejor y sin mucho preámbulo comencé a hacerle el amor, introduje mi cuerpo al suyo y esta vez lo hice más fuerte que de costumbre, el desespero me traicionó, chilló pero la adrenalina de sentirla gemir más fuerte venció a mi lado cuidadoso y romántico. Ahogue cada gemido y jadeo con mis labios mientras acrecentaba los movimientos, cruce mis manos sobre su cabeza y rompí el beso cuando sentí que iba a llegar al orgasmo, ella deslizo su lengua por mi garganta mientras yo gemía llegando a una maravilloso y necesitada culminación.

— ¿Recompensando? —preguntó

— Ajá —contesté entre dientes, aún en su interior el cual me negaba a abandonar tan pronto. La sensación era divina, exquisita y aterradoramente adictiva.

— Qué bueno porque ahora es mi turno —evidenció irguiendo su cuerpo, ahora fui yo el que quedo de espaldas y Bella sobre mí.

—Al menos dos minutos… —le pedí y ella rió entre dientes.

Me miró con ese brillo en los ojos tan característico de ella cuando algo tramaba. Sentí como deslizo sus dedos por mi estomago acariciándolo, logró que me estremeciera ante su contacto. Estaba acercándose peligrosamente a la parte baja de mi ingle. No pude evitar dar un pequeño saltó ante el contacto de sus manos con esa zona un tanto susceptible, esta reacción logró esbozar una sonrisa más amplia en sus labios y acomodo su cuerpo recargando una mano sobre mí. Cuando me percaté como se arreglaba el cabello detrás de sus orejas y bajaba lentamente con sus labios hasta esa parte de mi ser que necesitaba de los minutos que le había pedido se escapó de mis labios un gemido demasiado vergonzoso, mi cuerpo se contrajo y jamás me hubiera imaginado que ella podía hacer eso y de esa manera sólo con sus labios.



jueves, 21 de octubre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 5 : Decisiones Unilaterales


Apenas dijo esas palabras yo me quede en blanco – estas embarazada – pero como podía ser posible, como lo sabía él y no yo que era mi cuerpo, en que minuto mi vida había dado el giro de trescientos ochenta grados, sentí un frío recorrer mi espalda y sin querer solté la almohada y me lleve las manos a mi vientre. No… yo no podía estar embarazada, no eso era una mentira, no ahora si me iba a ir al infierno, mi madre me mataría a mí y a él… Las palabras de Alice retumbaban en mi mente como campanas de muerte.

- ¡Cuidado!

Gritó mientras me sujetaba y a mi el mundo otra vez se me había perdido, el horizonte ya no era horizonte, todo me daba vueltas y la fatiga que sentía era demasiado extrema. Me sujeto por el brazo y me sentó en la banca de la iglesia.

- ¿Segura que te sientes bien?

Me preguntó inquieta sacando un mechón de mi pelo de la cara.

- Si estoy bien… es solo que no he comido mucho desde las dos ultimas semanas.

Le respondí apretándome el estomago como para contener el asco que estaba sintiendo en ese momento. Me balance hacia delante mirando el suelo.

- Y eso por qué… no pensarás que estas gorda, porque ahora mismo estas tan flaca que me dio susto quebrarte cuando te sujete por el brazo

Me dijo irónica y eso era lo único que me desagrada de mi mejor amiga, gracias al cielo esa cualidad no era de familia.

- Lo exagerado viene de familia parece

Le dije mirándole de reojo, pero la verdad era que me sentía fatal, tenía como un hueco en el estomago, incluso los olores me mareaban y aunque tenía que hacer ayuno, ya ni siquiera me apetecía comer. Descanse unos segundos y ella se sentó a mi lado.

- Por lo visto aún ves a mi hermano

Comento un poco molesta, me observo y luego corrió su vista de mí. Yo me llevé la mano a la boca y trague saliva en un intento de mantener a raya las nauseas. Ella miró al frente y hubiera preferido tener esta conversación fuera de la casa del señor.

- ¿Por que lo dices?

Pregunté al cabo de unos minutos que ella seguía callada mirando hacia el altar de la iglesia.

- Porque si no lo siguieras viendo no estarías así

Finalmente exclamo y se sentó dándome la cara, la mirada de Alice siempre era calmada y comprensiva, pero ahora estaba un poco divertida y suspicaz, como si me supiera un secreto.

- ¿De que hablas?

Le pregunté confundida mientras daba pequeños respiros para evitar vomitarle en la cara.

- Respóndeme una cosa, ¿cuándo comenzaron los mareos y los vómitos?

Preguntó intrigada con un brillo en los ojos.

- Hace una semana

Le respondí y ella se sonrió maliciosamente, apoyo su espalda en la banca y volvió su mirada al frente, espero unos momentos antes de hablarme y creo que estaba pensando en la forma de decirlo.

- ¿De verdad no te has dado cuenta?

Exclamo enarcando una ceja incrédula.

- ¿De qué?

Le pregunté ya asustada tratando de atar los cabos que ella había unido y que yo aún no entendía.

- De que estas embarazada

Aquel día había entrado en pánico pero luego había acallado ese sentimiento cuando reaccione a que siempre nos habíamos cuidado y que era imposible que yo estuviera embarazada bajo esa circunstancia. Lo miré saliendo de mis recuerdos y él tenía esa tonta risa en la cara que me enfureció, como podía estar tan feliz.

- Estas mintiendo

Exclame levantándome de la cama pero una vez más parecía el destino empeñado en demostrarme lo contrario. Sentí un vacío y casi fue a dar al suelo si no hubiera sido por sus brazos.

- Puedes comprobarlo por ti misma si no me crees

Me dijo haciendo que me sentará en el borde la cama y pasándome un papel doblado. Lo abrí desesperada y ahí estaban los resultados de los exámenes, mis exámenes.

- Pero yo no pedí una prueba de embarazo

Refuté leyendo el diagnostico y la cantidad de semanas que tenía embarazada. Comencé a contar hacía atrás y recordé una noche en particular. Lo miré y sacudí mi cabeza.

- Edward quiere sacarme celos pero no le va a funcionar. Y voy a probárselo.

Le había dicho a mi hermana Ángela entrando a la casa de los Cullen resuelta y decidida a probarle que no importará lo que hiciera para mi él no era importante ni el centro del universo como el pensaba. Y que seguiría con mi vida tal y como si nunca hubiera existido.

- Ojala no te salga al revés, pero bueno, ya que insistes voy a llamar a Emmett. Me pidió que le avisará cuando estuviera aquí.

Me quede un rato a su lado mientras la veía marcar el número de su "novio" quien era el mejor amigo de Edward para mi mala suerte. Tomé entre mis manos la dichosa invitación que me había llegado tan convenientemente, y sonreí al pensar en lo obvio que podía ser a veces Edward. Estaba más que claro que solo había un motivo por el que me quería presente hoy aquí eso era para presentarme a esa novia nueva que tenía y de la cual todo mundo hablaba. Le había tocado el orgullo pensé. Pero yo le iba a demostrar que me daba lo mismo y que sí el era un niño inmaduro yo podía ser cien veces peor que él. Me había comprado especialmente el vestido para esta ocasión. Era blanco, corto – demasiado corto – con tirantes que se amarraban en el cuello y dejaban ver un escote que hubiera infartado a mi madre. Para no ser tan evidente me puse un chaleco que me tapara y que una vez dentro de la fiesta me sacaría obviamente. Así entré resuelta a la fiesta y la primera en advertir mi presencia fue su hermana Alice quien me miro de pies a cabeza. Y sonrió divertida.

- Así que venimos en pie de guerra

Fue su comentario mientras me abrazaba y me hacía quitarme el chaleco. Yo le sonreí devuelta y ambas nos reímos.

- ¿Y donde esta el cumpleañero?

Le pregunté mirando entre la gente y su voz detrás de mí hizo que diera un brinco del susto.

- Justo detrás de ti

Contesto a mi pregunta y yo me giré para mirarlo, como presentía estaba abrazado a una chica como de mi porte, de largos cabellos, su tonalidad era rubia rojiza y de ojos claros, su tez era blanca como la cal. Así que este es el nuevo trofeo pensé sonriéndole molesta. Miré a la chica y esta me sonrió de vuelta pero sus ojos me delataron que tal vez las cosas no eran como él pretendía hacer creer. Me acerque y lo salude entregándole el regalo que había comprado. En ese minuto mi hermana Ángela con Emmett nos interrumpieron.

- Pero cuñadita acaso quieres infartar a los angelitos en el cielo.

Fue su comentario y yo me reí de buena gana. Edward en cambio le dio una mirada fulminante cuando se percató en la forma en que estaba mirándome. Lo propio hizo Ángela dándole un codazo a su "nuevo novio". Pero nada me había preparado para ver las miradas que me daría Edward toda la noche a causa de mi desinhibida participación en su cumpleaños. Y si iba a jugar el juego tenía que ser completo. A cada vez que él se acercaba peligrosamente a la "chica de turno" yo hacía lo propio con el resto de sus amigos. De vez en cuando le daba una sonrisa de suficiencia y el semblante le cambiaba. Había querido darme celos pero el que estaba que reventaba de celos era él.

Luego que pasaron un par de horas, a eso de las tres de la madrugada. Cuando advertí que estaba besándola fue suficiente para mí.

- Me quiero ir

Le pedí a Ángela apartándola de Emmett para que no escuchara.

- Te lo dije, no importa lo que tratarás de hacer ibas a salir trasquilada

Me recordó mi hermana divertida ante mi expresión.

- Esta borracho por eso esta haciéndolo y francamente me canse del jueguito.

Me defendí pero Ángela me sentó cerca de la barra. Me puso entre las manos vaso y me miró.

- No vamos a irnos… vas a disfrutar de la fiesta y vas a demostrarle lo que sea que viniste a demostrarle. Y si no quieres estar conciente para cuando se desparezca con la rubia esa, empieza con esto y te aseguro que al tercero no te acordarás de quién es Edward Cullen.

Y se paró de mi lado para irse junto a Emmett. ¡Genial! Exclame frustrada. Mirarlo besarla era realmente doloroso y si iba a estar en esa fiesta hasta que mi hermana quisiera irse, tomé su consejo. No lo haría conciente. Para el quinto vaso ya no estaba lucida y ni siquiera me había percatado que él ya no estaba. Subí las escaleras buscando un baño para mojarme la cara, estaba en el segundo piso y comencé a buscar entre las puertas.

- Tiene que ser esta

Me dije entre dientes tratando de no caerme al abrirla, para mi suerte era el baño, entre y estuve ahí un par de minutos mojándome la cara pero eso no me ayudaba, estaba realmente mareada y cuando giré para buscar en mi bolso un pañuelo recién ahí me di cuenta que la había olvidado en algún lugar de la casa. – no importa me la llevarán mañana - Me dije arreglándome el pelo. Recordé la escena de los besos y la sangre se me subió al rostro de la rabia. Miré el espejo y de solo imaginarme que en ese minuto él estaba con ella, de esa manera, me provoco un hueco en el corazón que no pude soportar. Salí de baño y en mi intento de bajar rápido las escaleras corrí por el pasillo pero sin darme cuenta alguien me jaló al interior de una de las piezas.

- ¿Me buscabas?

Me dijo con voz seductora mientras se recargaba sobre la puerta impidiéndome el paso

- No te creas tan importante… buscaba el baño

Le conteste enojada y quise apartarlo de la puerta pero el me giró tomando mis manos entre las suyas y las puso sobre mi cabeza, apretó mi cuerpo con el suyo contra la puerta.

Sus labios estaban a centímetros de los míos y sus ojos verdes resplandecían en la oscuridad. Me quería morir justo ahí, nos quedamos en silencio unos minutos y sin decirnos nada el estrello sus labios contra los míos, yo abrí mi boca dispuesta a recibir sus besos que necesitaba con desesperación y por los cuales me había muerto gran parte de la noche. Nos besamos con pasión durante un par de minutos hasta que la respiración de ambos se volvió errática. Sentí sus manos deslizarse por mi brazos soltándome de la prisión que habían formado sus manos en mis muñecas, y sentí sus dedos recorrer mi vestido, cuando llegaron a mis caderas casi por instinto cruce mis piernas alrededor de su cintura. Cruce mis brazos extendidos, aun extasiada por sus besos en mi barbilla, alredor de su cuello y sujete contra mi pecho su cabeza enterrando mis dedos en sus finos cabellos todos desordenados a esta altura de la noche y que tanto me fascinaban; ahí perdida en sus besos y en su aroma que era embriagador fue cuando noté el sonido del pestillo de la puerta, lentamente me separó y caminó cargándome hasta la mitad de la habitación, me bajo lentamente de su cuerpo y si no hubiera sido por que aún me sostenía mis piernas me hubiera flaqueado, me senté en la mitad de la cama mirándolo completamente decidida a tenerlo entre mis brazos esa noche.

Me puse de rodillas y me acerque para besarlo, le quité la camisa que traía puesta y desabotone su pantalón. El deseo y lujuria que estaban transmitiendo sus ojos me volvieron loca. Y lo volví a besar, sentí como sus manos me desabotonaron el vestido y este cayo hasta mis muslos. Me quedo mirando el torso desnudo y sentí como sus dedos se enredaron en mis pantaletas blancas liberando mi cuerpo de ellas. Esa noche había sido la mejor noche de todas. Al ver sus labios cerezas torcidos en esa sonrisa tan seductora me había doblado la mano y la voluntad, y me había entregado sin condiciones y había disfrutado cada caricia, cada gesto y cada gemido como si de eso hubiera dependido mi vida.

Ahora que lo recordaba, me había dado cuenta que es anoche había sido especial, y no solo porque habíamos hecho el amor de una manera desesperada y desenfrenada sino por algo que hasta ahora no me había parecido evidente. Esa noche fue especial y distinta porque esa noche yo había sentido cuando él había logrado concebirme un hijo.

Tenía la mirada perdida e iba a hablarle cuando se me revolvió el estomago de nuevo. Me levanté abruptamente de la cama y corrí literalmente hasta el baño cerré la puerta tras de mí.

- Bella ábreme por favor, tenemos que hablar

- Creo que ya hablamos suficiente

Le conteste mojándome la cara. Qué iba a hacer ahora era la gran pregunta. Millones de situaciones se me presentaron ante los ojos y una conclusión – ella va a matarme – jamás me lo perdonaría, jamás me perdonaría esto. Si ya era difícil que me perdonara mi desliz con él sin tener consecuencias, cuando le dijera que estaba embarazada me exiliaría de la familia, me desheredaría sin contemplación. Estaba frenética pensando en que hacer mientras lo sentía golpear la puerta.

- Déjame en paz… por favor

Le grite recargándome contra la puerta. Mi madre era una persona demasiado religiosa, demasiado extremista en cuanto a sus puntos de vista, era una de las señoras más conservadoras de Londres y era justamente su reputación con la cual ella había logrado todo lo que tenía, todo lo que teníamos. El status de la familia Swan era justamente gracias a su círculo social, las apariencias y todo esto del cristianismo extremo. Si le arruinaba eso, si transformaba mi desliz en escándalo, su posición social se iba a venir abajo y con ello todo por lo que ella había luchado. Todo su mundo giraba entorno a que toda su familia era tan correcta y que nosotras con Ángela, éramos el ejemplo de la juventud. Como se vería ahora que no sólo no sería monja, sino que además sería madre soltera. No podía permitir que mi familia se destruyera, no por mi maldita culpa. Abrí la puerta y él se quedo con la mano en el aire.

- No voy a tener a este hijo.

Anuncié.




















































































































































miércoles, 20 de octubre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 10

Tengo que quedarme en Madrid durante unos días –informo Edward una vez hubo aparcado el coche en el estacionamiento subterráneo del bloque de departamentos-. Pensé que quizá te gustaría pasar un tiempo en la ciudad antes de regresar al castillo.

Bella pensó que no le importaba dónde estuviera siempre y cuando fuera con el. Lo había echado muchísimo de menos durante las pocas semanas en las que habían estado separados, pero solo fue en ese momento, al analizar las duras facciones de su cara, que se dio cuenta de cuanto los había deseado.

Mientras subían hasta el departamento en el ascensor, se preguntó como iba a sobrevivir sin el. En nueve meses su contrato terminaría y se tendrían que separar, pero ella nunca se sentiría libre de el. Su alma lo había reconocido como su alma gemela y cuando se separaran, ella estaría el resto de su vida sintiéndose incompleta.

Se está haciendo tarde y debes de estar cansado… has estado la mayor parte del día viajando –murmuró cuando llegaron al departamento-. ¿Dónde has puesto mi maleta? Supongo que en la habitación principal –añadió sintiendo como un temblor le recorría el cuerpo entero al pensar en compartir de nuevo la cama con el.

No había dormido con el en el departamento y con solo pensar en mirar al espejo que había sobre la cama y ver el reflejo del pálido cuerpo de el, sintió como la pasión le recorría las venas. Seguro que aquella noche el cumpliría la promesa que reflejaban sus ojos y la tomaría entre sus brazos…

Edward se dirigió al bar y le ofreció algo de beber. Al negarse ella, el se sirvió un whisky y se lo bebió de un trago.

He puesto tu maleta en la habitación que hay al final del pasillo, en la que dormiste la vez pasada –hizo una pausa antes de continuar-. De ahora en adelante, he decidido que vas a dormir en tu propia habitación, tanto aquí como en el castillo.

Bella sintió como si le arrancasen el corazón.

Ya veo –murmuró sin comprender nada.

Se pregunto donde se había equivocado. El no podía haber dejado más claro que ya no la deseaba; debía de haberse equivocado cuando había creído ver deseo reflejado en los ojos de el.

Estuve equivocado al pedirte que compartieras mi cama… o al esperar que sacrificaras los principios que son tan importantes para ti –dijo el, mirando por la ventana-. Debes de comprender que nunca antes había conocido a una mujer con principios… pero tú no eres como las demás mujeres, ¿no es así, querida? –añadió, dándose la vuelta para mirarla.

Esbozó una tuene sonrisa que no reflejaron sus ojos al ver la expresión de asombro de ella.

-No puedo decir que comparta tu ciega fe en los cuentos con finales felices, pero me he dado cuenta de que no tengo ningún derecho a tratar de destrozar tus creencias o a terminar con tu dulce inocencia con mi cinismo. Durante lo que queda de nuestro matrimonio, te prometo que vas a pasar cada noche en la privacidad de tu habitación.

Bella se quedó mirándolo, parpadeando y sin saber que decir.

Gracias –dijo con la voz ronca.

Estaba claro que el esperaba que ella estuviese contenta con aquella decisión y su orgullo no le permitía mostrar que estaba destrozada ante el hecho de perder la intimidad que una vez habían compartido.

No pareces muy contenta. ¿Qué es lo que pasa ahora? –pregunto el, frunciendo el ceño.

Me preguntaba que te ha llevado a cambiar de idea –refunfuño ella-. Supongo que tendrá que ver con que tu amante se quedó aquí mientras me dejaste en Granada, ¿no es así?

-Yo no tengo ninguna amante.

Oh, vamos, quizá yo sea muy inocente, pero no soy estupida. Cada vez que te telefoneé, fue una mujer la que contesto el teléfono… y no era Tanya –añadió con dureza, incapaz de ocultar los celos que sentía.

No, Tanya se esta quedando en la casa de su prima en la otra parte de la ciudad –concedió el serenamente-. La única mujer que ha estado aquí ha sido Jessica… mi ama de llaves –explicó.

Ya veo –dijo ella.

Entonces recordó el momento en el que había entrado en el departamento de Jacob Black y lo había descubierto en la cama con su ama de llaves. Se había quedado destrozada ante la traición del hombre al que había creído amar, pero en aquel momento, al imaginarse a Edward dando vueltas en las sábanas con la belleza exótica que arreglaba su departamento, se puso enferma.

Jessica… ¿es tan guapa como su nombre y su voz indican? –dijo tensamente-. ¿Se ocupa de todos tus caprichos Edward?

Es una buena cocinera –contestó el, claramente desconcertado por la hostilidad de ella-. Pero me temo que su artritis esta empeorando y que pronto va a querer jubilarse e irse a vivir con su hija y con sus nietos. Se esta quedando con ellos durante un par de días –añadió-. Pero te arreglo la cama antes de irse.

Bien –dijo Bella, deseando poder esconderse bajo una piedra-. Gracias por aclarármelo. Creó que será mejor que me vaya a la cama antes de que siga poniéndome en ridículo. Buenas noches.

Buenas noches, querida… que duermas bien –le deseó el en tono de burla.

Ella se retorció de vergüenza y asintiendo con la cabeza apresuradamente, se marcho a su habitación.

Como una autómata, Bella se duchó, se seco el cabello y se metió en la cama, donde pasó una noche intranquila. Se despertó antes del amanecer y al recordar las duras acusaciones que le había hacho a Edward, gimió y se tapó la cara con la almohada. Se preguntó como había sido tan estupida. Lo había echado todo a perder dejando mostrar sus celos, ya que el se habría dado cuenta de que ella tenía sentimientos hacia el.

¡Y vaya clase de sentimientos! Desde que lo había visto en el hostal de la tía Esme, su traicionero cuerpo había estado deseándolo para que sofocara la pasión que solo el podía despertar en ella. Lo deseaba tanto, que el deseo se agolpaba en sus venas hasta hacer que todo su cuerpo latiera con fuerza debido a la necesidad de tenerlo.

Gimiendo frustrada, se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño, con la esperanza de que una ducha fría la tranquilizara. Al ver su reflejo en el espejo dio un grito ahogado y se quedó mirando sus cargados ojos y sus húmedos labios. En Edward había encontrado su destino… aunque, dolorosamente, tuvo que reconocer que era un destino muy corto. Pero lo amaba. Las promesas que había dicho el día de su boda no habían sido mentiras; todo lo que había dicho lo había hecho hablando en serio… aunque en aquel momento no se había dado cuenta. Amaría a Edward tanto en la salud como en la enfermedad durante el resto de su vida, y deseaba honrarle con su cuerpo durante el tiempo que estuvieran casados.

Sin permitir que sus dudas se apoderaran de ella, salió al pasillo y se dirigió a la habitación de el. Con el corazón acelerado, pensó que el estaría dormido y que cuando se despertara y la encontrara tumbada a su lado, ella le diría que debía de haber estado andando en sueños. La química que había entre ambos era obvia… sabía que el todavía la deseaba. Con suerte, el la abrazaría sin estar completamente despierto y entonces podría pasar cualquier cosa…

Con mucho cuidado abrió la puerta, pero se quedó paralizada cuando un par de esmeraldas se quedaron mirándola desde el interior de la habitación

-¡Bella! ¿Ocurre algo?

Edward no estaba dormido; estaba recostado en las almohadas, tapado solo hasta la cintura, dejando al descubierto su desnudo pecho. Pecaminosamente sexy y muy despierto, su dura belleza masculina la hizo sentirse débil y se humedeció los labios, nerviosa.

No pasa nada, simplemente… -Bella no fue capaz de continuar, ya que estaba cautivada por la pasión que reflejaban los ojos de el-. ¡Olvídate de mis principios, Edward! –se sinceró en un arranque de valentía-. Quiero que me hagas el amor.

-¡Bella! No deberías decir esas cosas.

¿Por qué no? Es la verdad –murmuró ella, acercándose a la cama, envalentonada por el hambre que veía en los ojos de Edward-. Quiero ser tu esposa en todos los sentidos de la palabra.

Entonces se quitó el camisón, dejando al desnudo sus pálidas y delicadas curvas.

Debería hacer que te marches –farfullo Edward con la voz ronca-. Yo no soy hombre para ti, querida, pero tu belleza tentaría hasta a un santo… y yo nunca he sido muy devoto.

Edward apartó las sábanas y Bella contuvo la respiración al observar la longitud de la erección de el. Las dudas que había apartado de su mente estaban invadiéndola apresuradamente, pero el la tomó de la mano y la recostó sobre la cama, comenzando a chuparle los dedos.

No me mires de esa manera. Nos lo tomaremos con calma. Lo último que querría hacer es hacerte daño, ¿Confías en mí? –preguntó el, levantándole la barbilla para que lo mirara.

La delicada pasión que se veía en los ojos de el provocó que ella asintiera con la cabeza, enmudecida. Entonces sonrió tentativamente, y el se acercó a besarla, despacio, con una pericia sensual que dejo claro cuanto la deseaba.

Las provocativas caricias de la lengua de Edward entre sus labios alteraron sus sentidos. Entonces se aferró a el al comenzar este a besarla en un nivel flagrantemente erótico.

Eres tan pequeña, tan perfecta –susurró el antes de comenzar a besarla por la mandíbula y por la garganta.

Le acarició un pecho y miró su pezón antes de metérselo en la boca y comenzar a sentir como se endurecía. Cuando ella gimoteó, el comenzó a hacer lo mismo con el otro pezón, sintiendo como le invadía una ola de satisfacción masculina al retorcer ella sus caderas. Sabía lo que ella, su bella rosa inglesa quería, y muy decidido, le abrió las piernas y comenzó a acariciarle el delicado bello de su pubis.

Ella estaba preparada para el y durante un segundo, Edward casi perdió el control y a punto estuvo de penetrarla con una primitiva fuerza. En vez de eso, se controló y comenzó a acariciarle la entrada de su centro hasta que ella se abrió para el, momento en el cual la penetro con su dedo, profunda pero delicadamente, mirándola a la cara, observando como sus pupilas se dilataban de placer.

Edward… por favor –susurró ella.

El sonrió, convencido de que iba a ofrecerle el mayor placer que nunca había sentido ella. Quizá el no supiera muchas cosas sobre sentimientos, pero era un amante experimentado y generoso. Sin embargo pensó que, en lo que a Bella le concernía, quizá no era muy paciente. Sintió su miembro latir con fuerza debido a la necesidad de la satisfacción sexual.

No podía esperar durante mucho más tiempo. No se había sentido tan caliente ni excitado desde que había sido un quinceañero. Volvió a besarla y sintió la dulzura de la lengua de ella dentro de su boca, excitándose todavía más. Sofocando un gemido, se acercó al cajón de la cómoda para tomar un preservativo y ponérselo.

¡Edward…! –gritó Bella cuando notó que el se separaba de ella. Solo de pensar que iba a detenerse se puso enferma. Todo su cuerpo estaba temblando por la necesidad de sentirlo dentro de ella. Entonces lo abrazó para incitarlo a que continuara.

Edward introdujo una mano por debajo del trasero de ella y le levantó las caderas, y siguiendo un instinto tan viejo como el tiempo, ella abrió las piernas para que el se acomodara y la sólida protuberancia de su miembro se restregara contra su parte más íntima.

Despacio, con mucho cuidado, el la penetro, y ella sintió como sus músculos interiores se extendían para acomodarlo.

¿Te estoy asiendo daño? –preguntó el, mirándola a los ojos.

No –mintió ella-. No te detengas.

En realidad no le dolía, simplemente era una sensación nueva y muy agobiante, pero lo último que quería era que el se apartara de ella. Le sonrío vergonzosamente y el se detuvo un segundo, para a continuación moverse con fuerza, provocando que ella gimiera. En ese momento la incomodidad fue sustituida por una sensación de plenitud y ella retorció sus caderas experimentalmente mientras disfrutaba de las deliciosas sensaciones que el estaba despertando en ella.

Perdóname, querida –susurró Edward-. ¿Quieres que me detenga?

¡No! –se apresuro a contestar ella, asegurándose de abrazarlo con sus piernas por la espalda-. No te detengas: me gusta –susurró.

Pues te va a gustar más aún –prometió el al comenzar a moverse despacio y con mucho cuidado.

Quería que ella se acostumbrara a el. Apartó el pelo que cubría su pezón y comenzó a juguetear con el con la lengua. Entonces, cuando la pasión comenzó a crecer, empezó a acelerar el ritmo y la intensidad de la penetración.

Bella se retorció, concentrada en la exquisita sensación de sentir a Edward dentro de ella, penetrándola muy profundamente, hasta que pensó que no iba a poder soportarlo mucho más sin explotar de placer. Por encima de ellos podía ver su reflejo: Se estremeció, divertida, al observar como el le hacía el amor.

Pequeños espasmos se apoderaron de su cuerpo y hundió sus uñas en los hombros de el. Repentinamente estuvo allí, al borde de un lugar al que solo Edward podía llevarla y cuando el la agarró por la cintura para sujetarla con fuerza, ella sintió como su cuerpo se convulsionaba con el poder del clímax.

¡Oh! –exclamó ella, a quien nadie había preparado para sentir aquella inundación de placer.

Se le llenaron los ojos de lágrimas al detenerse el un momento antes de volver a moverse con gran apasionamiento. Entonces ella sintió como su excitación aumentaba todavía más.

Edward echó la cabeza hacia atrás y gimió el nombre de ella.

¡Bella…! –dijo explotando de placer.

Durante largo rato estuvo allí quieto, dentro de ella.

A Bella le encantaba sentir que eran solo uno, dos corazones latiendo al unísono y se quejó levemente cuando el se apartó de ella y se acostó a su lado.

Entonces cerro los ojos y se acurrucó en el, absorbiendo la confortable calidez de su cuerpo. Comenzó a acariciarle el musculoso pecho y así fue como se quedo dormida…

Edward miró su encantadora cara y sintió como le daba un vuelco el corazón. En cualquier momento se bajaría de la cama y la dejaría allí sola, durmiendo. Tras la experiencia de rechazo que había sufrido en su juventud, no tenía paciencia para los obligatorios arrumacos que las mujeres parecían querer tras haber practicado sexo.

Pero al sentir la pequeña mano de Bella sobre su pecho, le reconfortaba más que de lo que le irritaba. No quería romper aquel contacto físico… de hecho, deseaba abrazarla y acercarla a el tanto como pudiera.

Afortunadamente su fuerza de voluntad controló aquella necesidad. Pero no podía dejarla allí sola y le dio un suave beso en la frente como bendición antes de permitirse el placer de observarla dormir.