Dark Chat

jueves, 23 de septiembre de 2010

Pecados Carnales

Capítulo 4 Maravillosas complicaciones


Hacía más de dos horas que debía haber aparecido por la oficina de mi representante pero en cambio estaba montándole la guardia a la hermana menor de Bella afuera de su propia casa. Mi teléfono no dejaba de vibrar y podía apostar que todas eran de él. Al quinto repique decidí contestar pero para mi sorpresa era Emmett.

- ¿Dónde estas?

Me preguntó un poco inquieto.

- En mi departamento. Mentí

- ¿Entonces por qué no me abres?

Me rebatió y ahí estaba descubierto por mi mejor amigo, después de todo no era tan buen actor como todo mundo pensaba. Me quede callado porque no sabía que decirle, todos estaban tan en contra de mi relación con Bella, que estaba acostumbrándome a mentir, para evitar que me condenaran las miradas.

- Soy tu amigo no tu madre ni la iglesia, no tienes que mentirme, ¿Dónde estas?

- Afuera de la casa de Bella – tomé aire para continuar - he tomado una decisión

Le conteste y era cierto, ayer luego de marcar incesantemente su teléfono y de conseguir únicamente escuchar la grabación de su voz en el buzón, me dí cuenta que para luchar por este amor, necesita que ella también lo quisiera, que era imposible luchar contra el mundo yo solo, por lo tanto, si su decisión seguía siendo la misma y la que tanto me repetía todo el mundo, la dejaría en paz. Dejaría que consagrará su vida a Dios y me retiraría, no puedo luchar contra alguien invisible y omnipotente pensé

Mi amigo guardo silencio unos minutos y después de un rato me sorprendió con su declaración.

- Quiero hacerte una pregunta personal, se que es algo privado y créeme que no me importaría si no hubiera sido por lo que descubrí por casualidad hoy -Se excusó nervioso.

- Dime, de que se trata -Dije intrigado.

- De Bella, quiero saber… cuando fue la última vez que te acostaste con ella -Reveló evidentemente incomodo.

- ¿Perdón? -Objeté descolocado

- Es en serio Edward… de eso dependerá si lo que supe es verdad o solo un alcance de apellidos -Insistió.

Guarde silencio buscando en mi memoria la fecha exacta, pero me encontré ridículo de estar siguiéndole el juego, qué se traía Emmett pensé.

- De que te enteraste, dímelo -Demandé saber.

- ¿Hace cuanto? -Volvió a preguntar.

- Hasta la semana pasada ¿por qué?. Conteste avergonzado y a la vez molesto.

- Encuéntrame en quince minutos en la puerta de urgencias del hospital.

Me indicó colgando el teléfono, y yo aún tenía la sensación que me había perdido demasiado, para qué quería Emmett que me encontrará con él en su trabajo. Me subí al auto mirando la casa de Bella y dudé en irme, tenía que hablar con ella para saber que hacer, pero algo en mi interior me decía que era realmente importante ese encuentro antes de verla. Estaba estacionando mi auto en el hospital cuando mi teléfono celular volvió a sonar. Era Emmett.

- ¿Dónde estas?

Me preguntó antes que yo pudiera indicarle que estaba a sólo metros de distancia. Estaba viéndolo parado en la puerta con un semblante que me inquieto y que nunca antes le había visto.

- Frente a ti

Le contesté levantando mi mano y cerrando el teléfono celular.

- ¿Y bien que sucede, que es lo tan importante?

Le pregunté cuando llegue hasta él, de su bolsillo sacó un sobre, me entrego un papel doblado, parecía una carta, la abrí y me descolocó, era un informe de exámenes, tenía el logo del hospital, escaneé torpemente las palabras y al principió no entendí para que me estaba haciendo leer un resultado de exámenes de sangre, pero cuando leí el resultado, al final de la hoja, subí mi vista rápidamente hasta el nombre de la paciente. En ese minuto la sangre se me congeló en el cuerpo, se escapo por mis labios hasta la ultima gota de aire y de pronto sentí que iba a caer con todo el peso del cuerpo al suelo. A tientas busque el banco de metal que estaba a un costado y me senté sin sacar mi vista de aquellas dilapidadoras palabras.

- ¿Cómo?

Pregunté sin sentido y él enarco una ceja incrédulo. Sacudí mi cabeza confundido.

- No me refiero a eso, ¿Cómo te enteraste?

Inquirí aún con la vista pegada en el papel. Emmett se sentó a mi lado y recargo su espalda contra el metal del asiento.

- Estaba buscando los resultados de una paciente y tope con su apellido. Me dije cuantas Swan existen en Londres, y al principio pensé que era un examen rutinario pero cuando leí el resultado me quede de una pieza. De Todas formas yo creo que lo hicieron de rutina, no creo que ella sepa o haya solicitado este examen intencionalmente.

Conjeturó, pero para mi sus palabras se oía desde lejos y vagas, apenas podía respirar y de pronto sentí que tenía toda la sangre amontonada en los pies, porque era muy difícil siquiera pensar en como coordinar las ideas. Recordé aquel día hacía una semana atrás.

- Vete por favor

Me gritó mientras se abalanzaba contra el baño, me acerque hasta ella y tome sus cabellos para quitárselos de la cara. Estaba vomitando y no era la primera vez que lo hacía, se estaba poniendo demasiado regular de un tiempo a esta parte los vómitos y los desmayos. Lo que me traía preocupado. Tenía la leve impresión que estaba volviéndose anoréxica con el tema del ayuno al que estaba siendo sometida por su noviciado.

- ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

- Edward… por favor, déjame sola

Insistió y apenas separó del baño su rostro, volvió de inmediato a él me quede analizando la situación y de verdad necesita ir a un médico, llevaba más de una semana entre los mareos y los vómitos, era increíble que pudiera estar de pie si apenas lograba retener algo en su estomago pensé, y ese maldito ayuno impuesto estaba siendo nefasto para ella. Me levante de su lado y tomé una toalla, la moje y me agache nuevamente junto a ella. Se la pase por la nuca igual a como mi madre lo había hecho en un par de ocasiones cuando había estado enfermo de pequeño.

- ¿Mejor?

Le pregunté y ella asintió, la tome entre mis brazos y noté que estaba helada, sus manos estaban temblorosas, como odia a la iglesia y sus estúpidos designios, estaba logrando matarla, no entendía cual era el afán de ayunos tan prolongados.

- Tengo que irme, mi madre esta por llegar

Insistió pero yo tomé su cuerpo entre mis brazos y la acurruque de vuelta en mi cama, la tape lo suficiente y luego le puse mi mano en la frente.

- No te irás hasta que comas algo y habló en serio.

- Sabes que no puedo

- ¿Bueno tu quieres morirte?, muerta no le podrás servir ni a él ni a nadie. Comerás y punto, sino no te dejaré ir.

Agregue molesto parándome de la cama, tomé entre mis manos el teléfono inalámbrico y ordene comida. Cuando llego protesto lo suficiente diciéndome el significado tras el ayuno, pero la verdad me importaba poco, lo único que tenía claro era que a cada día la veía más flaca, débil y enferma. Para mí eso de la purificación y sacrificios no entraban cuando ponían en riesgo el bienestar de la persona. Dios jamás querría que la gente muriera de inanición. Así que la obligue a comer, y después de un par de discusiones accedió por fin, pero a pesar que lo hizo el resultado fue casi el mismo a los pocos minutos de haber digerido la comida. Vomitó hasta lo que no tenía

- Necesitas ir a un médico, esto no esta bien, prométeme que iras.

Insistí preocupado mientras la ayudaba a subirse a mi auto para irla a dejar a su casa.

- Mañana iré lo prometo, no es nada grave, ya verás.

Me respondió medio sonriendo y en cualquier otra circunstancia esa sonrisa me hubiera hecho brincar el corazón, pero verla pálida sin color aumento la ansiedad por sacarla de esa vida a la que tan obligadamente quería arrastrarla su madre.

- No entiendo como te hacen ayunar de esa manera.

Le había insistido una y otra vez aquel día pensando lo peor de esa situación, incluso había barajado la posibilidad de hablar con el dichoso curita Alfonso para lograr detener ese ayuno al que estaba siendo sometida, pero claro, había sido un imbécil, Bella no estaba enferma por el ayuno, sus mareos y vómitos eran los síntomas de otra cosa, de una cosa que crece, y en que yo tuve una participación directa. Ella estaba embarazada.

- ¿Alguien más lo sabe?

Le pregunté a Emmett y el negó con la cabeza pero luego habló.

- Lo saque antes que lo dejarán para ser retirado

Me contestó y miró asustado como me levantaba de la banca de metal, creo que mi semblante no era él mejor, y como odié a todo el mundo, esté debería haber sido el día más feliz y sin embargo era el día más triste, de solo pensar como reaccionaría Bella cuando se enterará hacía que mi corazón se contrajera y se partiera a la mitad.

- Edward… espera ¿dónde vas ahora?

Me Preguntó Emmett nervioso

- Necesito hablar con Bella, esto cambia las cosas

Me subí al automóvil aún adormecido por la noticia, no podía procesar que ella estuviera esperando un hijo mío, empecé a recordar todas esas noches y días juntos, todas aquellas veces que habíamos compartido, todo lo que habíamos conversado y también todo lo que habíamos discutido cuando finalmente yo había sabido la verdad por boca de su madre.

- Podemos irnos, juntos, lejos, donde nadie te conozca, no serás la primera que se arrepiente.

Le hice ver completamente desesperado.

- No es tan fácil Edward, es complicado

Me respondió cruzándose de brazos y evitando mirarme.

- ¿Por qué? ¿Por tu madre?

Le pregunté, y como odiaba a esa señora.

- Es más que eso, yo hice una elección

Me respondió, ¡Maldita iglesia! grite para mis adentros.

- Que puedes cambiar… siempre puedes arrepentirte tu misma lo dijiste.

Le corregí acordándome del comentario que me había hecho ella y me había confirmado el cura Alfonso cuando yo le había preguntado si había derecho a retractarse cuando se tienen dudas.

- No es tan simple

Rebatió y no entendía la obstinación de Bella por hacer la voluntad de su madre.

- ¿Por qué?

Le pregunté y era hora de que me explicará bien ese tema de no poder.

- No lo entenderías

Me esta tomando por estúpido pensé, acaso no era suficientemente adulto para entender una razón, pero claro seguro no había una buena, sino todas sin sentido. Y la principal, una manipulación de Renée con temita del infierno y los pecados eso podía apostarlo.

- Pruébame, explícamelo

Le incité tratando de parecer calmado. Pero estaba a punto de perder la paciencia.

- Es lo correcto, es lo que prometí hacer, es lo que quiero, punto.

Me grito de vuelta, y eso me comprobó solo una cosa, ella estaba siendo presionada, no era una decisión libre la que estaba tomando, libre había sido la decisión de amarme, pero no la de meterse a monja, en esa la persona que estaba detrás era su madre.

- Sí estas tan convencida entonces ¿Por qué estas aquí esta noche?

Le pregunté mordaz para que se diera cuenta de una vez que ella no quería ser monja.

- No lo sé

Confesó y creo que fue peor. Estaba confundida, esa no era la respuesta que yo quería escuchar.

- ¿Sí tú no lo sabes a quién le pregunto?

Le había gritado exasperado aquel día. Y como habían cambiado las cosas, estacione el auto y tomé un respiro. En ese minuto advertí a su madre salir de la casa lo que agradecí enormemente, al menos ahora estas de mi parte, dije mirando hacía arriba; baje del auto y camine cruzando la acera, jamás en mi vida había estado tan nervioso cómo estaba ahora, sentía mi corazón latir en la garganta. Toqué el timbre y me abrió su hermana Ángela.

- Ella no quiere verte, por favor, tú me caes súper bien, pero es mejor que la dejes en paz.

Dijo apenas se percató que quién llamaba a la puerta era yo.

- Necesito hablar con tu hermana, solo serán unos minutos, prometo que me iré luego de hacerlo.

Exclamé tratando de convencerla con ello para que me abriera la puerta.

- ¿Lo prometes en serio?

Inquirió no muy convencida.

- Sí

Le presioné y tenía claro que esa era una mentira, después de esté día para la buena suerte mía y para la desgracia de la madre de Bella, nadie ni nada podría sacarme de la vida de su hija.

- Esta bien… te dejaré pasar, pero por favor, no la alteres creo que ya tuvo suficiente con mi madre ayer.

Me dijo a regañadientes luego de haber meditado un par de minutos la decisión.

- ¿Tu madre le hizo algo?

Le pregunté preocupado casi al borde del pánico pensando que usualmente Renée no hablaba las cosas sino que golpeaba. Y eso sería nefasto para Bella y mi hijo.

- No, pero a veces las palabras son más fuerte que los golpes. Esta en su dormitorio, no tengo que decirte donde queda verdad

Indicó irónica las escaleras. Yo sólo me sonreí.

- Gracias.

Le susurré y subí las tan conocidas escaleras, camine por el pasillo hasta la última puerta que era su pieza, estaba en penumbras puesto que tenía los pórticos de las ventanas semijuntas, sólo una haz de luz se colaba iluminando tenuemente la habitación, a pesar que ya eran más de las once de la mañana Bella aún no se levantaba, lo que era raro, considerando que iba a misa siempre a las cinco de la madrugada. Me acerque lentamente hasta ella, y verla dormir tan placidamente me despertó un sentimiento hasta ahora desconocido, era como si ella irradiara una especie de brillo, sin poder evitarlo miré su vientre, claro no había indicio de lo que ahí estaba creciendo pero yo sabía que sí estaba ahí. Me sonreí y jamás pensé sentir este amor tan intenso por alguien que ni siquiera había visto, y de cuya existencia me había enterado hacía un par de minutos, era increíble pensar que algo tuyo podría estar creciendo en alguien más. Y pensar que había dicho en varias oportunidades que a mi no me gustaban los niños… jamás tendré un bebe. Habían sido mis palabras, como debía retractarme ahora que casi babeaba por uno que todavía ni siquiera nacía. Me acosté cuidadosamente a su lado y rosé su rostro con mis dedos, observe como lentamente ella abría sus ojos atontados.

- Edward

Susurró mi nombre con una sonrisa en los labios y eso se debía a que pensó que estaba soñando sino esa sonrisa no hubiera estado tan patente, y me lo confirmo la expresión que adopto su rostro sólo segundos después de que yo volviera a tocarle el rostro, esa hermosa y tranquila sonrisa se apago al instante que se dio cuenta que yo era real no producto de su imaginación. Se levantó asustada y me miró en pánico.

- ¿Qué haces aquí, cómo entraste?, ¡mi madre te matará!

- Tranquilízate – Le dije tomando sus manos entre las mías - ella se fue hace rato, tu hermana me dejo entrar y estoy aquí porque tengo que darte una noticia.

Le respondí lo más sereno posible, pero no pude evitar sentir un hueco en el estomago. Tenía miedo a contarle la verdad y que pusiera el grito en el cielo, pero más luego que tarde se daría cuenta.

- ¿Qué noticia?

Me preguntó escéptica tomando un almohadón entre sus manos, separándose de mi contacto. Tomé aire y pensé en entregarle el resultado de sus exámenes para que lo comprobará ella misma pero creí que era mejor que la noticia saliera de mis labios.

- Estas embarazada



miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 6

¡Tenía que volver a su casa! Bella abrió los ojos, pensando que la noche anterior había estado demasiado cansada como para haber pensado en lo que la estaba molestando, pero recordó la satisfacción de Edward ante el hecho de que la noticia de su compromiso fuese a dar la vuelta al mundo. Se preguntó que iría a pensar su padre de ello; no entendería que estaba pensando y se quedaría muy preocupado por ella. Y eso era lo último que ella quería.

Al aparatar las sábanas para ir a levantarse, no comprendió que hacía en ropa interior ni por que el vestido que Edward había insistido que llevara la noche anterior estaba sobre una silla, ya que no recordaba haberlo puesto allí. De lo último que se acordaba era de haber estado sentada en la limusina de Edward dirigiéndose de vuelta al departamento de este. Debió haberse quedado dormida, y se pregunto si el la había llevado a la cama y si le había quitado la ropa. Pero pensó que debió haber sido el ama de llaves.

Se levantó de la cama y buscó su maleta, poniéndose enferma al darse cuenta de que su pasaporte y su billete de vuelta a Inglaterra en estaban allí. Debía habérselos dejado en Granada con las prisas de tomar todo apresuradamente. Desesperada, pensó que quizá Edward pudiese telefonear al hotel para saber si alguien había entregado los documentos en recepción. Entonces se dirigió a la habitación de este. Llamó a la puerta pero no obtuvo respuesta. No sabía que hora era, pero tenía que regresar a Inglaterra lo antes posible para hablar con su padre antes de que este leyera en los periódicos algo sobre su compromiso.

Volvió a llamar a la puerta y al no obtener respuesta de nuevo, abrió cautelosamente. La cama estaba vacía y pudo ver que era un departamento de soltero… hasta había un enorme espejo en el techo. Se imaginó el desnudo cuerpo de el sobre aquellas sábanas arrugadas… sus extremidades y las de ella reflejadas mientras ella observaba su reflejo en el espejo…

Buenos días, Bella ¿has dormido bien? –dijo Edward saliendo del cuarto de baño de la habitación. Llevaba una toalla alrededor de la cintura y con otra se estaba secando el pelo.

Yo…sí…gracias –dijo Bella, que no podía pensar con claridad ni apartar los ojos de el.

Edward era tan guapo, que hacía daño mirarlo. Ningún hombre debería ser tan sexy.

¿Querías algo? –preguntó el, frunciendo el ceño al verla en ropa interior.

Ella estaba aún más sexy que la noche anterior, y el no pudo evitar excitarse ni controlar su erección.

Me tengo que ir a casa –dijo ella entre dientes, apartando su mirada del tentador cuerpo de el- tengo que ver a mi padre y explicarle… lo que está pasando entre nosotros… la boda y todo lo demás… antes de que lo lea en los periódicos. Pero no puedo encontrar mi pasaporte. Creo que debí dejarlo en el hotel –dijo, aunque en ese momento recordó haberlo puesto en su maleta.

Frunció el ceño al ver como el se acercaba a ella.

¿Llamarías al hotel de Granada para ver si lo han encontrado?

No –contestó el.

Aquello hizo enfurecer a Bella, que deseó haberse puesto algo de ropa encima antes de haber entrado a la habitación de el.

Es importante Edward. Tengo que encontrar mi pasaporte.

La química sexual que había entre ambos era muy fuerte en aquel momento y Bella sintió como se le aceleraba el pulso. Pero sabía por que estaba allí… por su padre.

Edward… por favor. –dijo casi susurrando.

Tu pasaporte lo tengo yo –dijo el, acercándose al armario para tomar una camisa.

¿Pero…cómo…? –impresionada, observó como el se ponía la camisa- ¿Lo robaste de mi maleta?

-No le he robado. El experto ladrón es tu padre, no yo querida. Yo simplemente lo tomé de tu maleta para que estuviera seguro.

-Bueno, pues ya me lo estas devolviendo. ¿Cómo te atreves a hurgar entre mis cosas? Por favor podrías devolvérmelo. Con suerte podré cambiar mi vuelo por uno que salga hoy.

¿De verdad espera que te permita regresar a Inglaterra? –exigió saber Edward arrogantemente- Las deudas de tu padre han sido saldadas con mi dinero y ya no hay cargos contra el. ¿Qué te impide desaparecer con el y romper nuestro acuerdo? Comprende una cosa, querida; no te voy a perder de vista hasta que mi anillo este en tu dedo y nuestro matrimonio sea un hecho.

Pero yo te prometo que no voy a desaparecer. Te doy mi palabra –le aseguró Bella, desesperada.

Tú eres una Swan, y he aprendido que vuestra palabra no significa nada –dijo Edward mordazmente- De todas maneras no hay tiempo para que regreses a Inglaterra. Hoy vamos a regresar al Palacio del León para preparar nuestra boda. Hay mucho que hacer y muy poco tiempo para arreglarlo todo.

-¿Qué es lo que hay que arreglar? ¿No nos vamos a casar por lo civil? No va a ser una boda de cuento de hadas.

Naturalmente el matrimonio del Duque Masen es un evento muy importante –informó Edward altaneramente- A mis empleados se les ha dado instrucciones de preparar un banquete para cientos de invitados, incluidos muchos miembros de la nobleza española. La ceremonia religiosa se celebrara en la capilla del castillo y estoy impaciente por regresar a Granada para supervisar los preparativos –dijo, agarrando unos pantalones del armario- Antes de marcharnos, he acordado una cita con una de las diseñadoras madrileñas más importantes para que te tome las medidas para tu vestido de novia. Llegará dentro de poco. Te sugiero que vayas a ponerte algo, a no ser que quieras saludarla en ropa interior.

Entonces la miró, sonriendo con fríamente.

-Aunque yo no tengo ningún problema con que vayas así, querida.

A Bella le hubiese gustado quitarle aquella insolente sonrisa de su cara, abofeteándole. Durante unos segundos se quedó muda debido al enfado que tenía, pero entonces recordó a su padre.

¿Cómo crees que se sentirá mi padre cuando lea los periódicos la noticia de nuestra relación? –susurró.

-Me imagino que pensará que has sido una chica muy lista. Obviamente el te envió al castillo para ver si me camelabas (1) para ayudarle y en vez de eso te ha tocado la lotería; te vas a casar con un millonario que te dejará sin deudas.

Mi padre no tenía idea de que yo… me iba a acercar a ti –dijo ella bruscamente- Se hubiera quedado consternado si hubiera sabido lo que yo estaba haciendo. Hubiera hecho lo que fuese para tratar de detenerme.

Entonces tienes suerte de que no vayas a tener ninguna oportunidad de verlo hasta que nuestro matrimonio este bien atado. Ya no te puedes echar para atrás Isabella –le advirtió con dureza- Te juro que te llevaré al altar aunque sea a rastras –entonces miró su reloj- Se esta haciendo tarde y quiero vestirme.

Edward, por favor, escúchame –suplicó, acercándose a el.

Emitió un grito cuando el comenzó a quitarse la toalla que tenía en la cintura.

-¿Qué estas haciendo?

-Vistiéndome. Si quieres, puedes mirar.

Frustrada y avergonzada, Bella salió apresuradamente de la habitación y dio un portazo, oyendo la risa de el hasta que llegó a su habitación. Mientras se ponía unos pantalones vaqueros y una camiseta, se dijo a sí misma que lo odiaba.

Sin su pasaporte estaba atrapada y ya era demasiado tarde para echarse atrás.

Cuando por fin salió de su habitación, después de haber estado llorando durante largo rato, Bella encontró a Edward en la cocina, leyendo el periódico.

Hay café en la cafetera o si quieres también hay zumo de frutas –dijo el fríamente- ¿Qué te gustaría comer?

No tengo hambre, gracias –contestó ella, evitando mirarlo y sirviéndose zumo.

-Ayer apenas cenaste… no creas que no me di cuenta. Necesitas comer.

Ya te lo he dicho; no tengo hambre… casi nunca desayuno –dijo, sentándose en un taburete.

Edward trató de concentrase en el periódico, pero le fue imposible; Bella le afectaba como ninguna otra mujer había hecho, y era muy irritante.

Hay artículos sobre nuestro compromiso en muchos periódicos. Sales bien en las fotografías –dijo bruscamente.

Miró una fotografía de Bella agarrándolo del brazo y mirándolo. Parecía joven e insegura y por primera vez se dio cuenta de que en realidad ella estaba asustada.

Bella ignoró el periódico que el le ofreció, pero no pudo evitar ruborizarse, cosa que casi le había sucedido a Edward la noche anterior mientras bailaban. Había estado muy inquieto durante toda la noche, ya que había deseado haber seguido sus instintos y haberla llevado a su cama. Había estado seguro de que ella no se hubiera resistido, ya que se había dado cuenta de cómo lo miraba.

Bella se había terminado de beberse su zumo y miró hacía el pasillo.

¿Qué estas haciendo? –preguntó el curioso.

Me preguntaba dónde esta tu ama de llaves. Todavía no la he conocido –respondió.

-Pensaba que ya te había explicado que ayer era el día libre de Jessica. No regresará hasta un poco más tarde.

En ese caso, ¿Quién me desvistió y me metió en la cama anoche? No me digas que fuiste tú –dijo ella furiosa- Eres tan arrogante. Crees que puedes hacer lo que quieras, pero no eres mi dueño, ¿Sabes?

Todavía no, querida –murmuró el en un tono dulce.

Entonces se oyó el timbre de la puerta.

Creo que a ha llegado la modista para tomarte las medidas –dijo el, dirigiéndose a la puerta. Pero entonces se paró y se quedó mirándola- ¿Por qué has estado llorando?

No he estado llorando –negó ella, pero se dijo así misma que era ridículo negarlo- Estoy preocupada por mi padre. Nada más –añadió amargamente- Conozco tu opinión sobre el y se que no comprendes. El amor es algo extraño para ti, ¿verdad Edward?

-Todos los cargos contra tu padre se han anulado… mis abogados me telefonearon muy pronto esta mañana, para informarme de ello.

Edward observó como el alivio se apoderaba de la cara de ella.

Gracias a Dios –susurró Bella fervientemente- ¿Por lo menos puedo llamarle para tranquilizarle y decirle que estoy bien?

Más tarde –contesto Edward, saliendo de la cocina- Ahora mismo hay cosas más importantes que hacer.

Era ya medio tarde cuando se dirigieron en limusina hacía el aeropuerto. Bella fue durante todo el viaje mirando por la ventana, pensativa y sin darse cuenta de que Edward estaba estudiando su cara.

Toma, necesitarás esto –dijo el, repentinamente, sacando el pasaporte de ella de su maleta.

No tengo que enseñarlo en los vuelos nacionales –contestó ella.

Parecía que el estaba evitando mirarla a los ojos.

Tengo un avión privado que está esperando para llevarnos a Inglaterra. Llegaremos a última hora de la tarde y mañana por la noche nos llevara a Granada. Pero así tendrás el día para pasarlo con tu padre –informó el.

No se que decir… como darte las gracias –dijo ella agarrando su pasaporte y sonriendo levemente.

No digas nada, querida –aconsejo el- Ya habrá tiempo para que me des las gracias en nuestra noche de bodas, y tengo que admitirlo, estoy saboreando la expectativa.

Si fuera tú, yo no lo haría –dijo Bella. Su corta llamarada de felicidad se apagó- Tengo la impresión de que te vas a quedar muy decepcionado.

Espero que no, querida –murmuró Edward.

Varias horas después, Edward aparcó el coche que habían alquilado en una estrecha calle cerca de la playa de Eastbourne. Entonces miró con despreció al hostal Belle Vue.

Vamos ¿a que estas esperando? –exigió saber al ver que Bella no salía del coche inmediatamente- ¿No has estado ahí sentada durante suficiente tiempo? Esto no es un coche, es un juguete diseñado para enanitos. Sabía que teníamos que haber hecho las reservas en un hotel cercano al aeropuerto y haber venido mañana a visitar a tu padre – añadió, irritado.

Quería ver a mi padre lo antes posible –explicó ella- Edward… se que piensas que el y yo diseñamos el plan por el que yo iría a… ofrecerme a cambio de su libertad, pero eso no es verdad. Mi padre no sabe que yo recurrí a ti para pedir ayuda y no quiero que se entere de la verdadera razón por la que nos vamos a casar –tuvo que hacer una pausa, ruborizada- Se quedaría destrozado. Tenemos que convencerle de que estamos enamorados y de que tu estas dispuesto a perdonarle que robara del banco porque… te preocupas por mi.

¿Y como sugieres que haga eso? –preguntó el, con el enfado reflejado en los ojos al recordar el fraude de Charlie Swan- ¿Quieres que actué como si estuviera enamorado de ti?

-Le diremos que fui a visitarte a España para suplicarte que le perdonaras… y que nos enamoramos a primera vista. Nos vamos a casar tan pronto porque…

¿Por qué no nos podemos quitarlas manos de encima? –sugirió Edward.

Algo así –concedió Bella, mirándolo con recelo cuando el se acerco a ella- ¿Qué haces?

Tengo que practicar el estar enamorado. Como ya sabes, no es un sentimiento al que este acostumbrado, querida –susurró el- ¿Crees que Charlie se quedara tranquilo si te besó así…?

Entonces la beso con tal delicadeza que ella deseó más. Edward levantó la cabeza y la miró, como si estuviera buscando una respuesta a su silenciosa pregunta. Lo que vio en aquellos ojos chocolatosos debió de satisfacerlo, ya que volvió a besarla con tal pasión que la aturdida.

Saboreó sus labios hasta que ella, emitiendo un gemido, abrió la boca, deleitándose en la devastadora exploración de el. Lo abrazó cuando el la beso más profundamente, de una manera muy erótica, provocando que se estremeciera de placer al sentir como el metía la mano por debajo de su camisa, aproximándose a uno de sus pechos.

Gimió, echando su cabeza para atrás, permitiéndole a el bajar con su boca hasta su clavícula. Ella ya no era más que una esclava de la seducción. Sintió la cálida respiración de el sobre su piel, pero fue el sentir como el introducía su mano por debajo del sujetador y le acariciaba el pezón lo que la dejo aturdida. Quería más, quería más de aquella exquisita tortura, quería que el le quitara la camiseta y que sustituyera sus dedos por su boca.

El volvió a besarla con delicadeza para después levantar su cabeza y mirarla con la pasión reflejada en los ojos.

¿Será eso suficiente, Bella? –pregunto fríamente.

Te odio –dijo ella, apartando su mirada de el.

No quería ver la burla que reflejaban sus ojos. Se apartó de el y se bajo la camiseta, horrorizada al ver como sus endurecidos pezones se marcaban en el tejido.

Ojala pudiera verte quemándote en el infierno, pero por ahora tenemos que aguantarnos el uno al otro, así que sigamos con ello –dijo, saliendo del coche a toda prisa y dirigiéndose al hostal de su tía Esme.

Se le aceleró su traicionero corazón al sentir como el la seguía y le abrazaba la cintura.

¡Bella, gracias a Dios que estas aquí! –la saludo su tía Esme- Tú padre no esta bien. Su abogado lo ha visitado de nuevo esta mañana y le ha dicho algo sobre que los cargos que había contra el han sido anulados pero yo no comprendo que esta ocurriendo –mientras hablaba, se fijo en Edward- No me había dado cuenta de que traías a un amigo.

Este es… Edward Masen –explicó Bella.

Entonces puso una mano en el brazo de su tía cuando esta no pudo ocultar su impresión.

Esta bien, Esme, somos amigos… Bueno, en realidad más que amigos –añadió sintiendo como se ruborizaba- ¿Ha leído hoy papá los periódicos?

No que yo sepa –dijo tía Esme, impresionada y guiándoles dentro- pero para serte sincera, Bella, de todas maneras nada tendría sentido en este momento para el. El vive en su propio mundo. No deja de preguntar donde esta tu madre y a mi me da mucha pena recordarle que esta muerta. Esta en el salón –añadió, mirando a Edward- No se por que Bella le ha traído aquí, se que mi hermano ha hecho una cosa muy mala al llevarse todo aquel dinero, pero si ha venido aquí para disgustarle, tendrá que pasar por encima de mi cadáver.

No tengo ninguna intención de disgustar a Charlie –dijo Edward, tranquilizando a la señora- estoy aquí para… -hizo una pausa mirando a Bella- perdonarle. Quiero ayudar a su hermano.

¿Por qué querría usted hacer eso? –exigió saber la tía Esme.

Por que estoy enamorado de su hija y espero que el bendiga nuestra relación. Pretendo casarme con ella.

¡Bueno! Yo estaré…-por primera vez en su vida la tía Esme no supo que decir- ¿Cuándo se conocieron? No se pueden conocer desde hace mucho –murmuró dirigiéndose hacia Bella.

En cuanto lo vi supe que Edward era el hombre para mí y que lo amaría durante el resto de mi vida –dijo Bella.

Bueno, yo estaré…-repitió la tía Esme- Debe de ser cosa de familia. A tu padre sólo le basto mirar a René por primera vez para enamorarse de ella. Siempre dijo que no podría vivir sin ella y desgraciadamente, parece que es verdad.

Esperó que comprenda mi relación con Edward –dijo Bella, nerviosa mientras entraba al salón. Vio a su padre sentado en una silla- Ya no esta metido en problemas y gracias a Edward, ya no hay cargos contra el –entonces se arrodillo al lado de su padre- Papá, soy yo… Bella.

Hola, cariño –dijo Charlie Swan quien parecía haberse espabilado al oír la voz de su hija. Entonces comenzó a llorar- Bella… no puedo encontrar a tu madre por ninguna parte.

Yo la encontraré, papá –prometió Bella con delicadeza.

Sabía que su padre se refería a la fotografía de su madre que el había tenido siempre al lado de su cama. Estaba en una de las cajas de almacenamiento y no descansaría hasta encontrarla. Le apretó el brazo para tranquilizarlo.

Después te diré una cosa.

(1): camelar:Ganar la voluntad de una persona con halagos o engaños

martes, 21 de septiembre de 2010

Mascara De Odio

Cap.6

Edward Cullen

18 de Julio 2007

Mis ojos se abrieron ante la belleza del lugar que estaba contemplando, el patio frondoso de la casa de mi padre. Me sabía sentado en una silla plegable y cómodamente amoblada, era una de las cuatro que estaba equipada para observar el amplio jardín del fondo que, por su magnificencia y esplendor, parecía más un pequeño bosque incrustado.

Estaba mirando hacia la nada, pendiente de cada paloma, cada canto de pájaro que escuchaba, pensando en que estaba bastante relajado para lo que era mi vida en ese momento.

Escuche que la puerta a unos pocos metros atrás de mi, en la casa, se abría y luego se cerraba con la suavidad característica de alguien que cree que esta solo. Por alguna extraña razón no podía o no quería volverme para ver quien de quien se trataba aunque sabia que era una mujer. Pude deducirlo en el momento en que paso cerca de mi y pude ver su cabello y su espalda, mas específicamente toda su parte trasera la cual estaba enfundada en una de mis camisas, la azul, mi favorita.

Solo enfoque totalmente su espalda cuando ella, quien quiera que fuese, se apoyo contra una de las rejas y se inclino hacia adelante inocentemente aspirando el aroma límpido que tanto contraste hacia con ella.

La brisa agito su cabello que pude admirar por primera vez desde que saliera, era castaño chocolate con pintas rojas y medio rizado, ondulado, en apariencia, suave al tacto y con miras a dejarme antojado de deslizar mis dedos por el, algo que ansiaba profundamente.

Lo curioso es que siempre me había relacionado con mujeres de cabellos más bien claros la mayoría de todos ellos de bote. Mas este cabello, a todas luces naturales, era casi estimulante. Este personaje, de hecho, hacia refutar todos mis gustos y. su propietaria, quien sin saber por que se me hacia endiabladamente conocida también partía en dos todas mis convicciones sobre el genero femenino, la mire por mucho mas tiempo mientras la brisa seguía agitándole los cabellos.

Aun contra mi voluntad mi cuerpo se endureció de deseo ante la forma frágil y delicada de su delgado cuerpo, sus piernas, largas esbeltas y delgadas me parecían lo suficientemente tentadoras para dejar que mis caderas fueran envueltas con ellas encima de una cama.

Pero no sabía quien era ella puesto que nunca había visto a alguien medianamente parecido que me acordara, ni mucho menos había deseado a alguien con la intensidad que estaba deseando a la desconocida

"date la vuelta" le rogué en silencio, en medio de mi agonía por poder mirarle el rostro esperando que mi cuerpo dejara de reaccionar a ella.

Como si de repente se hubiera percatado de mi presencia o hubiera sido presa de mi ruego silencioso, ella comenzó a darse la vuelta cuando un imperceptible miedo le hizo estremecerse, o tal vez se tratara de la brisa súbitamente fría que había enredado un poco su gloriosa melena, ese viento siguió aginado su achocolatado cabello que se me antojo mas a caramelo que a chocolate por la manera en que los rayos el sol pegaban contra el. En el momento en que alcance a observar parte de su apetecible oído y puntiaguda barbilla el sueño, del que me había prendado por completo, termino

Parpadee muchas veces para intentar aclarar mi mente y recordar el rostro que había creído ver pero que en realidad había quedado vedado por mi súbito despertar, pero solo borrosas imágenes acudían a mis recuerdos sin ofrecerme claridad, hasta casi podía saborear el tono de su piel contra mi lengua el sabor de sus piernas, de su...todo.

Me di vuelta en la cama dándome cuenta de que el sentido erótico de mi sueño se había trasmitido a la realidad en forma de sueño húmedo, que estupido.

Pero a la vez que extraño. Mire hacia el reloj y vi que eran las tres de la mañana. Cada vez más frecuentemente mis sueños se estaban haciendo más raros.

Recordé sucesivamente, como las pocas veces que ocurría, un episodio particular de mi vida infantil, un momento en el que mi padre estaba regalando a Esme, mi madre, un collar de perlas, Carlilse había dicho que todos los hombres de la familia habían soñado con las mujeres de sus vidas en algún momento antes de conocerlas verdaderamente. Aun siendo niño me imagine que cuando fuera adulto mis sueños iban a estar plagados de mujeres hermosamente decoradas, de diosas y de sirenas preciosas. Pero esta era la primera noche con esa extraña y encima de todo me despertaba letalmente duro y con ganas de llevármela a la cama ya fuera en sueño o en realidad.

Me puede de pie y me fui hacia el baño

En algún momento mire hacia el espejo, en el me vi de frente y de hecho vi a mi frente sudorosa y la sangre arremolinándose internamente en mis mejillas y en el resto de mi cuerpo, en mi ingle en mis ijadas y en mi cerebro.

Si todo esto se trataba de mi locura en proceso de fomentación debía encontrar un psicólogo y un sexólogo inmediatamente a ver que era lo que esa extraña situación entraba trayendo a mi vida, decían que cuando la persona comenzaba a asociar los sueños con la realidad empezaba a perder la razón por no poder diferirlos. Volví hacia la cama y me acosté con parsimonia con la piel aun mas caliente como el resto de mi cuerpo y en igual estado de frustración.

En la mañana llegue cuando llegue a la oficina decidí trazar un plan para citarme con Isabella. De nuestro encuentro hacia dos días y a pesar de que mi yo interno presentía que había causado la impresión correcta no debía descuidarme, no me convenía perderla.

Tome mi Palm y marque el numero de teléfono del Café Paris el cual había guardado correctamente, en segundos estuvo marcando, timbro en tres oportunidades.

- - Café Paris, buenos días, ¿en que puedo servirle?-

Para ofrecer solo café y delicias de harina la voz sonaba demasiado cargada de fingido erotismo. Casi reí ante el pensamiento de mi añeja secretaria llamando de vuelta, seguramente pensaría que definidamente me había vuelto loco o que sencillamente no había pasado de mi etapa de pubertad hormonal

- - pon a Isabella al teléfono- dije inmediatamente sin perder el tiempo y sin pedir el favor, no tenia de eso para perder para mantener una relación frívola telefónicamente con esa perra, aun a través del teléfono escuche un bufido indignado

- - ¿a nombre de quien?- "¿y a ti que te importa?" quise preguntarle

- - solo ponla al auricular- debía sonar grosero pero como aclare antes no tenia tiempo que perder

- - ¡oye! - escuche que llamaba duramente. -te llaman

Pasaron cerca de dos minutos antes de que pasos se escucharan y después el sonido de una mano levantando la bocina

- - ¿hola? - saludo una voz débil.

- - ¿Isabella?- pregunte realmente sin necesidad dado que ese susurro que era su voz era inconfundible, escuche una especie de gemido o quejido tan bajo que no podía estar pero me hizo sentir complacido, debía deberse al bienestar de saber que todo lo estaba haciendo bien, bueno casi todo.

- - Ed...¿Edward?..- se escuchaba agitada- pero que... ¿por que me estas llamando?

Dude un instante, no sonaba como si le molestara sino mas bien como si no lo pudiera creer

- - creí que habías captado mi intención. Creí hacerte saber que no seria la última vez que nos veríamos - use mi voz más seductora y ronca, lo cual funcionaba con cada una de las mujeres con las que había estado

- - si... pero pensé que...-

Seguramente pensó que me olvidaría de ella, si se tratara de un caso normal eso seria exactamente lo que habría pasado, pero no era así, ella era importante, tal vez los motivos que toda mujer pensaba, ella me iba a reportar un gran beneficio monetario y debía andarme con cuidado

- - bueno, aquí estoy- dije, luego pensé en lo que le diría para convencerla -quiero verte...necesito verte.

- - ¿verme? repitió ella incrédula y el silencio que siguió casi me hizo pensar que se había desmayado o que algo la había obligado a separarse de el teléfono pero luego ella volvió a hablar con su voz susurrante la cual, en un momento de incrédula locura, me pareció bastante seductora - ¿estas hablando en serio?

Debía tener algún tipo de trauma o su autoestima debía estar por los suelos, de todas formas no era que fuera tan desagradable...

- - mas que siempre - me apresure a decir antes de seguir perdiéndola - ¿que tal esta noche?- aventure

- - no lo se...- dijo ella después de un rato - no creo que tenga - seguramente debía referirse a la ropa, si confiara mas en mi la llevaría a comprar ropa fina o por lo menos mandaría a alguno de mis empleados a que fueran con ella pero algo me decía que ella seria un personaje difícil de convencer, al menos en ese aspecto.

- - di que si- dije seriamente y antes de darle la oportunidad o de tan siquiera percatarme de lo que estaba diciendo agregue - no es que quiera sonar chantajista pero me lo debes.

Bien, eso no había sido muy decente y si mas bien ruin, pero en mi situación debía aferrarme a lo que pudiera, casi esperaba que soltara en teléfono reclamándome y desees cortando la llamada pero una vez mas ella volvió a sorprenderme cuando, después de un tiempo dijo

- - esta bien, pero no puedes llevarme a un sitio elegante - ya que había vivido en ellos la mayoría de mi tiempo esa sugerencia se me hizo un tanto graciosa

- - solo debes estar lista a las 07:30pm, del resto me encargo yo

Corte la llamada sin darle tiempo de arrepentirse y empecé, una vez mas, a fraguar mi estrategia y mi plan de ataque de. esa noche.

Durante el día permanecí ocupado haciendo más y más negocios y tratando de postergar por más tiempo la espera de mi proyecto con resultados exitosos hasta el momento

Ya en la tarde decidí irme a la casa y ordenar un poco mi apariencia con el fin de dar la buena impresión de estar interesado, conocía muchos restaurantes y sabia de uno moderadamente elegante en el cual servían una buena comida y el ambiente de allí podría ayudar a relajarme, sabia que la apariencia del restaurante no la incomodaría.

A las 06:30 decidí prescindir de mi conductor nuevamente a fin de llevar el auto yo para dar la imagen de cita al encuentro pronto a producirse, conduciendo me direccione hacia el apartamento de ella.

Faltaban cinco minutos para las 07:30 cuando llegue allí, me baje del auto y me acerque a la puerta y a los timbre a su derecha. Marque el número de ella y espere.

- - ¿si...?- pregunto ella del otro lado, su tono era educado y por esta vez vivo.

- - Isabella...soy Edward. -

- - ah!...ya... en un segundo- corto la comunicación y yo me volví hacia mi auto a esperarla allí. Como a toda mujer, decidí esperarla pacientemente.

Cuando ella salio solo pude pensar en cuan mas sencilla y a la vez decente podía parecer una mujer, las casi prostitutas a las que estaban acostumbrado se dejarían quitar un seno antes de ser vistas como yo estaba viendo a Isabella, sin una sola gota de maquillaje sobre su rostro, libre de cualquier impureza, no había ni polvo ni rubor artificial, solo la palidez nívea y las pecas en su nariz y parte de sus mejillas, tenia una triste sonrisa plasmada en su rostro pálido y anguloso, sus mejillas a pesar de delgadas revelaban claramente la formación típica de los hoyuelos. Vestía una camisa sencilla de lana blanca apuntada adelante la cual curiosamente le ajustaba a la perfección formas que antes no había visto pero que sin embargo no me resultaban muy tentadoras, pero pude adivinar la estrechez de su cintura y la pronunciación moderada de su busto, la cintura se unía a las caderas delgadas y a la vez redondeadas envueltas en un Jean de color azul oscuro, tenia unos zapatos bajos de punta limpios como toda ella, parecía vestida para un encuentro de amigos, su apariencia me devolvió la mirada cuando evalué desde la punta de su castaño cabello recogido en una cola de caballo, hasta la punta de los zapatos, si, encajaría en el sitio perfectamente.

Justo cuando la estaba mirando pensé en si alguna vez. Lograría verla con el cabello suelto y deseche el pensamiento tan pronto como surgió dado que si me iba a acostar con ella y si íbamos a vivir un poco de tiempo juntos en alguna ocasión tendría que verla con el cabello suelto.

Ella se acomodo un rebelde mechón que aun se resistía a su limpia sencillez y me miro a los ojos diciendo.

- te dije que no te prepararas para llevarme a un sitio elegante - dijo después mirando mi auto.

Dio unos pasos hacia mi y una bifurcación de brisa me trajo de ella una esencia que hizo que la fingida sonrisa que estaba a punto de soltar para ella muriera antes de siquiera cruzar mi cara. Era un olor casero, de vainillas y galletas, circundo por el aire levemente pero lo bastante suficiente como para que mi cabeza comenzara a dar vueltas de la impresión reconocida. Mi madre...

"no, no otra vez" pensé para mis adentros

- - no lo hice- conteste intentando pensar serenamente e intentando también que los recuerdos no decidieran emerger en banda de guerra.

Abrí la puerta del pasajero y ella se deslizo dentro como si el auto mismo fuera de cristal y ella demasiado pesada, al hacerlo con esa lentitud solo pudo darme tiempo para adaptarme al calido olor de su piel, olor que nunca creí posible volver a olfatear desde la ultima vez que mi madre hizo una de sus inconfundibles bandejas extra grandes de galletas de vainilla. Me perdí en el unos segundos, los que me permití, dejándome amilanar por recuerdos olvidados.

Cuando me sentí en disposición para hacerlo camine hasta abordar el auto en el asiento del conductor. Cuando abrí la puerta la poca de esa esencia se había mezclado impregnando el auto de el agradable aroma, pero el auto también estaba impregnado de otras cosas, de su tensión y sus nervios.

Enfile el auto hacia el restaurante que había escogido como destino de esa noche preguntándome como era que iba a terminar.

Después de diez minutos de camino me aventure a abrir una charla con el fin de abrir la brecha de la confianza fomentando la conversación, cuando durante un segundo enfoque mi mirada hacia la de ella me di cuenta de que retiraba sus ojos velozmente en un intento de disimular que me estaba mirando de reojo, por sorprendente que pareciera un leve rubor coloreo sus mejillas y no se ni siquiera por que fui conciente de ello.

- - ¿que tal tu día?- le pregunte impersonalmente.

En el momento en que hable ella casi salto de la silla como si hubiera esperado el momento en que yo pronunciara palabra para respirar y poder moverse.

- - ah...eehh...a...bien, un poco relleno pero bien. -

Un paso al frente, sin dejar de conducir o de mirar hacia la vía le dije sabiendo que en el fondado estaba sintiendo lo que estaba diciendo

- - espero que hayas sabido entretenerlos con aquellas manos tuyas -

Para mi sorpresa vi que una lenta sonrisa ladeada se extendió por su cara, luego respiro hondo como si remira hablarme y dijo

- - ¿a donde me llevas? -

Sabia que tarde o temprano me iba a preguntar eso, fue mi turno de sonreír.

- - es una sorpresa -

- - ¿una sorpresa?- pregunto ella, el temblor de su voz me confirmo lo poco que, en el momento confiaba en mi, me obligue a tranquilizarla por el bien de mis propósitos

- - no tienes por que temerme, no quiero ni tengo por que hacerte daño

Ella me miro inquisitivamente por unos segundos luego como si estuviera meditándolo y rápidamente llevándolo al habla dijo

- - ni siquiera me conoces y repentinamente me llamas y quieres llevarme a sitios...- se callo como si de repente hubiera interpretado algo

Pare el auto y decidí dejarme mis intenciones claras desde el principio en esencia por que no tenia tiempo para hacerme su amigo, pero si la palabra la hacia sentirse mas cómoda empezaría un poco por ahí

- - quiero ser tu amigo- dije fijando mi mirada en ella a fin de que me creyera.

- - ni siguieras me conoces - dijo ella negando con la cabeza y retorciéndose las manos, alargue mi propia mano para detenerla y la toque en el empeine.

- - que no te conozca no quiere decir que no quiera serlo - ella movió su mano para quitarla de mi toque pero no se lo permití - ¿de verdad crees que quiero hacerte daño? - pregunte nuevamente no muy seguro de querer saber la respuesta.

- - no... No...Lo se. - su voz sonó baja otra vez, como si el solo hecho de hablar conmigo le costara trabajo o un esfuerzo casi sobrehumano.

Sonreí un poco ante su tímida reacción, el tono de voz que elegí usar, era el que normalmente usaba cuando quería hacer impacto el alguien, particularmente con mis tácticas de seducción, la voz oscura y lúgubre era una de las armas mas poderosas que poseía. A veces pensaba que las mujeres eran muy tontas por eso y supe que Isabella Swan no era una excepción.

- -confía en mi, se que te va a gustar.- afirme esperando que de verdad fuera así y que las cosas se dieran en la manera correcta.

Ella aparto su vista hacia la ventaba y miro hacia afuera tal vez dominada por unos segundos por el impulso de abrir la puerta y saltar.

"El Gato Rojo" era uno de los restaurantes de la zona, bastante bien educado, me parecía especial olor que tenia cierto aire hogareño y acogedor, había cojines en el piso y las mesas eran de madera pulida, solía parecerme un restaurante étnico por la cantidad de barritados alimentos rechínales y típicos de Otis países que solían servir.

Baje del auto y di la vuelta para abrirle la puerta a ella, tome su pequeña mano y cuando bajo aspire mas por reflejo y estaba aun su esencia que me provocaba recuerdos, debía sentirme contrariado pero curiosamente no era así. Con su mano asida por la mia entramos al restaurante.

Isabella Swan

18 de Julio 2007

Cuando el café Paris cambio de turno a las 17:00 casi corrí. hacia mi residencia. Cuando llegue allí abrí la puerta con manos temblorosas y en cuanto llegue arroje todo sobre el sencillo mueble que había adquirido tiempo atrás

Aun sentía, como había pensado anotes, el pulso tembloroso debido a la agitación que me había dejado la llamada de ese señor Edward, aun no podía creerme que en verdad hubiese llamado ni mucho menos que me hubiese invitado a salir, pero aun estaba su voz en mi cabeza diciendo todas esas cosas que había dicho.

Sacudí la cabeza y decidí ir en busca de la ropa adecuada que debía usar. la experiencia no era mi fuerte en cuanto a citas y la escogencia de ropa que esta conllevaba, pero decidí que debía escoger algo normal para usar ya que el había prometido, o mas bien yo le había sugerido, esperaba entonces que no se hubiera decidido finalmente por lo formal ya que, aunque entre las prendas que había heredado de mi querida Emmerald había un vestido de noche negro, jamás me había sentido partidaria de las elegancias por que creía que no se veían bien en mi, de todas maneras esperaba no causarle problemas con las prendas que había escogido

En ese momento sonó el pequeño teléfono que había adquirido 15 días antes.

- - ¿diga? -

- - señorita Swan?- pregunto lo que reconocí como la voz de mi vecina

- - si, señora Morgan...

- - ay querida gracias a Dios que te encuentro, necesito ayuda y solo tu me la puedes prestar

Sonreí contra el auricular cuando reconocí el tipo de ayuda que quería que le prestara, era una de mis más fervientes admiradoras en cuanto a comida y culinaria se trataba, le gustaba que cocinara platillos especiales para ella y me los pagaba generosamente de vez en cuando, siempre que los contrataba. En esta ocasión, según me informo, necesitaba unas galletas y una masilla para compartir una tarde con sus amigas, aquellos lindos vejestorios, que en más de una ocasión me habían dicho que era una adorable muchachita que merecía todo lo bueno de la vida.

- - tus manos tienen la magia, por eso pensé en ti - sonreí cuando le escuche decir eso. Y dale con lo de la magia.

Accedí a prepararle las galletas. Era una receta fácil y rápida de hacer así que me decidí por hacerlas en ese momento para así salir de eso y, si la reunión con Edward se demoraba más de lo previsto (cosa que no creía que pudiera ocurrir) podía descansar para hacer el turno de la mañana en la cafetería. Ella quedo de pasar el día siguiente por la preparación así lo convenimos

Cuando estuvieron listas las saque del horno y deje que se enfriaran, las empaquete y las deje listas sobre una mesa, en esa ocasión había elegido la vainilla para el sabor ya que a la señora Morgan le gustaba demasiado.

Abrí el guardarropa en donde había depositado lo que tenia para vestir, saque uno de los jeans azul oscuro mas cuidados que tenia, y lo adjunte a la camisa de lana blanca que había adquirido tiempo atrás con el fin de usarla para las entrevistas. Me puse las dos prendas y después de humedecí el cabello para recogérmelo, cuando me roce me di cuenta de que parte de el, en algún loco momento se había impregnado de sustancia de vainilla.

Cuando estuve lista me peine el cabello y me lo recogí, aunque era largo y ondulado no me gustaba llevarlo suelto por razones de autoestima, no me parecía mi mayor atractivo. Mire hacia la ventana y vi que no estaba tardando en oscurecer. Aun a esa hora de entrada a la noche me pregunte si todo no se había tratado mas que de una ilusión. Si realmente no había conocido al primer hombre que no me había causado repulsión si solo se trataba de una ilusión divina, una aparición breve de un ángel enviado a protegerme solo una vez.

Me apreté las manos, gesto que adquirí para evitar que me temblaran cuando me sentía nerviosa. Cerré la cortina y me senté en el mueble, mire el reloj el cual marcaba las 19:20. Cerré los ojos y escondí la cara en las manos. Solo pude preguntarme ¿que era lo que estaba haciendo?, ¿acaso había dejado atrás las experiencias en el orfanato donde viví trece años?, ¿acaso ya había olvidado mi doloroso pasado? en el momento en que el citófono timbro casi me caigo del mueble donde me encontrabasentada por la impresión que me causo.

Con la mano temblorosa oprimí el botón para contestar.

- ¿si...?- pregunte no muy segura de mi misma. La respiración se me corto cuando efectivamente escuche su voz

- Isabella?... soy Edward.-

- ah...- habla, entupida, di algo pero habla...- ya...en un segundo- apreté el botón para cortar y respire después de un momento o dos, ahí. estaba, a pesar de lo increíble que pareciera ahí estaba.

Camine pesadamente sobre mi pequeña sala meditando un poco antes de salir, no sabia cuales eran sus intenciones, no tenia idea de que era lo que me pasaba esta noche, todo se abría a mi como un nuevo camino en el que confiar era la clave, la vida me había hecho vulnerable y era algo que odiaba de mi con todas las fuerzas de mi ser, pero por un instante me dedique a pensar si esta seria la oportunidad de mi vida o si por el contrario seria otra de las decepciones de las que siempre era parte.

Desee tener una guía o alguien que me dijera que era lo que me esperaba o por lo menos que me ayudara a discernir sobre lo que tenía que hacer, la conducta que debería seguir.

Tome el pequeño bolso donde eche algo de dinero por si algo y baje las escaleras esperando, sinceramente, con todo mi ser que nada de esto se fuera a ir al traste y menos por culpa mia.

Di los últimos pasos armándome de valor, cuando sentí sus ojos sobre mi cuerpo creí que iba a retroceder a huir hacia la seguridad de mi pequeño apartamento en vez de salir con el desconocido, sentí que me recorría con la mirada detenidamente y me hizo intimidar, nadie nunca me había detallado de esa manera, cuando ceso su lento examen de mi, en un intento por volver a calmar el temblor de mis manos acomode un pedazo de mi cabello que se resistió a la goma, luego armándome de un valor que en realidad no sentía lo mire a los hermosos ojos que tenia esperando no perderme en ellos.

- te dije que no te prepararas para llevarme a un sitio elegante

Esperaba que hiciera caso de mi estupida advertencia y decidiera que no era lo suficientemente buena y me dejara seguir con mi vida sin preguntarme que hubiese pasado después de esa primera salida. Pero el no hizo nada así que di unos cuantos pasos, sin poder pasar desapercibido el excelente y elegante modelo de su auto

- no lo hice- ajo el con la voz sumamente seria, intente pensar que solo me vía imaginado el increíble tono triste que capte en esa sencilla frase.

Se adelanto a mi y abrió la puerta del pasajero. Y espero a un lado a que yo subiera, pensé en lo caballeroso que se veía con sus ropas finas y me sentí una mosca a su lado, cruce el umbral de mis temores y en vez de eso entre en el auto aspirando la esencia fina, como todo el, que emanaba de la cojinería y me quede tiesa cuando sentí que el se subió a mi lado y su presencia se hizo mas que patente, en toda su extensa y completamente perceptible masculinidad. Disimuladamente, todo lo que se podía esperar de mi, mire su austero perfil mirando la forma de su aristocrática nariz y sus rasgos viriles y sensuales, yo, que nunca había sentido la necesidad de hacerlo, me vi de repente atrapada en la necesidad de poder mirarlo sin ningún miedo de frente, pero reaccione rápidamente cuando el enfoco sus propios ojos en mi y casi me descubre mirándole, por disimular puse mi vista en la acera que pasaba rápidamente a mis ojos intentando aplaca el latido de mi órgano vital.

- ¿que tal tu día? - escuche que pregunto en mi oído izquierdo, me removí incomoda luego de que sus palabras súbitamente pronunciadas alteraran mi supuesta tranquilidad.

- ah...ah...eehh... - parecía que mi vocabulario se limitaba a monosílabos cuando estaba cerca de el, ¿por que un desconocido me producía esas sensaciones desconocidas? - ah... bien, un poco relleno pero bien.

- espero que hayas sabido entretenerlos con aquellas manos tuyas- soltó el después de un momento, sentí como la sangre fluía hacia mis mejillas, pero un frío presentimiento, que nunca supe de donde salio hizo retroceder mis emociones. ¿Que estaba haciendo sola en un auto con un desconocido?-

- ¿a donde me llevas?- le pregunte en un ataque de miedo.

- es una sorpresa – dijo el sonriendo

- una sorpresa?- pregunte en esta ocasión incapaz de disimular el temblor de mi voz, el pareció darse cuenta lo cual me sorprendió bastante dado que estaba reparado en mi mucho mas de lo que yo me imaginaba,

- no tienes por que temerme, no quiero ni tengo por que hacerte daño.

Decidí hincar trabajo en mi mente, hasta el momento solo me había tratado bien , si se podía denominar bien a que me produjera taquicardia y diaforesis nada mas verle de cerca, no había intentado propasarse ni nada que supusiera herir mi psicología, bastante cicatrizada de golpes y traumas. Suspire, luego intente explicarme para que entendiera mi punto de vista.

- ni siquiera me conoces y repentinamente me llamas y quieres llevarme a sitios...- me calle, tal vez había interpretado mal sus intenciones, tal vez el no tenia ningún tipo de interés en congeniar conmigo para mas que una amistad.

- quiero ser tu amigo-confirmo el, amigo...yo solamente había tenido de amiga a Emmerald, nada mas que ella, era la única persona que realmente había apreciado y la conocí por años, ahora venia el...salido de la nada...el ángel salvador de mirada oscura.

- ni siquiera me conoces – repetí tercamente, moví mi cabeza negativamente y mezcle mis temblorosos dedos entre si.

- que no te conozca no quiere decir que no quiera serlo – dijo el en una voz baja gutural y extremadamente intima para la situación en la que nos encontrábamos, alargo su mano y con sus dedos tibios y masculinos acaricio la parte superior, incapaz de soportar el calor que subió por todo mi brazo intente apartar la mano pero la de el hizo fuerza haciendo que mi esfuerzo por alejarme fuera inútil - de verdad crees que quiero hacerte daño?- me pregunto otra vez haciendo uso de su seductora voz,

- no...no...lo se – dije con la voz estrangulada, no lo sabia pero no quería saber que pasaría si dejaba mis sentimientos correr y mas adelante se demostraba si yo creía o no que el quería hacerme daño

- confía en mi- dijo otra vez, la seguridad que el transmitía de repente intentaba hacer fuerza en mi, como si quisiera brindármela lentamente- se que te va a gustar.

Quise abrir la puerta del auto y huir de su intimidad pero en el momento eso era imposible con el auto moviéndose, a menos que quisiera cargar con una lesión cervical de por vida, cosa que no era nada buena para mi en ese momento.

Cuando el disminuyo la velocidad pude entrever la fachada de un restaurante muy elegante, al menos para mi vista, el no podía esperar en serio que enterara ahí., seguramente me echarían por mi ropa, quise decírselo pero en el momento en que me di la vuelta el ya se había bajado después de estacionarlo y me estaba ofreciendo su mano después de abrir mi puerta. El aire frió de la noche penetro por mi piel, me desabroche el cinturón de seguridad y tome su mano pasar bajar aunque lo que mas quería era huir de allí, mire asombrada la gran entrada que se dibujaba a pocos pasos de nosotros, ¿que estoy haciendo? Me pregunte por enésima vez en el día.