Dark Chat

miércoles, 25 de agosto de 2010

Lagrimas de Amor

Capitulo 2

La guía establecía que el Palacio del León era del siglo XII y de estilo morisco, construido en Sierra Nevada. Desde el se veía toda la ciudad de Granada. La carretera que llevaba al castillo era muy empinada, y Bella tuvo que cambiar a una marcha más corta. Pensó que, si seguía subiendo, llegaría a las nubes.

En la distancia, podía ver las montañas que se alzaban aún más. Todavía tenían nieve en las cimas, pero donde estaba ella todo estaba verde. Llovía, lo que acompañaba su humor.

Ha estado lloviendo durante tres días –le había dicho el encargado de su hotel cuando había llegado a Granada- No es muy corriente, teniendo en cuenta que la primavera está terminando… pero espere, mañana saldrá el sol y usted estará feliz.

Pero Bella pensó que aquel hombre no sabía que se requería más que un cambio en el tempo para levantarle el ánimo. Se imaginó a su padre, demacrado, y sin afeitar, desplomado en una silla. El magnífico encargado de banca se había desmoronado ante sus ojos y en su lugar había un hombre completamente destruido.

No puedes hacer nada cariño –le había dicho Charlie- intentando sonreír.

Incluso en aquellos momentos su padre había seguido tratando de proteger a su única hija, lo que había provocado que ella estuviese decidida ha hacer algo.

Su padre era su héroe, el hombre más maravilloso sobre la faz de la tierra, pero la impresión que le había causado la mal versión de fondos que había provocado esté en el banco le había dejado muy impresionada. Había comprendido sus razones, desde luego. Todos aquellos años observando cómo su madre se deterioraba debido a su enfermedad neuronal habían sido devastadores. Charlie había tratado de buscar remedios para lo incurable. Lo que fuese, desde remedios herbales chinos, hasta los costosos tratamientos en los Estados unidos; había merecido la pena haberlo intentado para aliviar el dolor de su adorada esposa.

Pero al final todo había sido inútil, y Renée Swan había fallecido hacía dos años, pocas semanas antes del veintiún cumpleaños de Bella. Ella no había sabido hasta hacía un par de semanas que su padre había financiado los tratamientos de su madre jugando dinero ni que aquella adicción le había llevado a "tomar prestado" dinero del Europa Bank, la filial británica del banco de Masen, para haber pagado sus deudas.

Siempre planeé devolverlo, lo juro –había dicho Charlie ante el espanto de su hija- Un golpe de suerte, eso era todo lo que necesitaba. Hubiese podido devolver el dinero, cerrar las cuentas falsas y nadie se hubiese enterado de nada.

Pero lo habían hecho. Un auditor había visto irregularidades y habían llegado hasta el fondo del asunto. Y ella sólo había podido ver cómo su mundo, más importante aún, su padre, se desmoronaban.

Murmurando, angustiada, volvió a fijar su atención en la carretera, que seguía empinada. En un momento dado agarró el volante con fuerza al ver un despeñadero y darse cuenta que, si hacía un mal movimiento con el coche, podría caer por el barranco. Odiaba las alturas y comenzó a marearse. Se planteó dar la vuelta, pero la carretera era demasiado estrecha. Y además tenía un trabajo que hacer.

El Palacio del León era la residencia de la familia Masen desde hacía muchas generaciones ye deseó que el duque estuviera en casa. Las cartas que le había mandado no habían obtenido respuesta, y todos los intentos de contactar con el por teléfono habían sido evitados por su eficiente equipo personal. Desesperada, había viajado a las oficinas centrales del banco en Madrid y desde allí había tomado un avión hasta Granada, donde le habían informado de que le presidente estaba en su residencia privada en las montañas.

Para su alivio, la carretera comenzó a hacerse menos empinada y al dar la vuelta a la curva, pudo ver el castillo.

Cuando por fin se bajó del coche, tenía el corazón revolucionado. Le dolían los músculos, aunque no sabía si debido a la difícil conducción o al hacho de que por fin iba a ver a Edward Masen.

El castillo era un ejemplo impresionante de la arquitectura morisca, pero Bella no dejaba de mirar la puerta, que estaba flanqueada por dos leones de piedra. Se estremeció y pensó que no le gustaría estar por allí a obscuras. En realidad no le gustaría estar allí, pero el duque de Masen era el único que podía salvar a su padre y cuanto antes lo viera, mejor.

Se estaba empapando bajo la lluvia y se acercó de nuevo al coche para tomar la pashimina* que había llevado con ella.

Entonces se dirigió a llamar a la puerta, y justo cuando iba ha hacerlo, está se abrió y aparecieron dos figuras. Una de ellas era claramente miembro del personal del castillo y la otra era un hombre mayor.

He venido a ver al duque de Masen –dijo Bella con la voz entrecortada.

Gracias a las vacaciones que había pasado durante años con su tía Esme en Málaga, hablaba español con fluidez.

Si tiene aprecio por su vida, señorita, no se lo recomiendo –dijo el anciano- El duque no está de muy buen humor.

Pero Bella esperanzada, pensó que por los menos estaba en el castillo. Edward Masen estaba allí y todo lo que ella tenía que hacer era convencer al mayordomo de que le permitiera verlo.

Varios minutos después estaba en las escaleras.

Por favor –suplicó por última vez.

Lo siento, pero es imposible. El duque nunca recibe visitas imprevistas, insistió el mayordomo, impaciente.

Pero si le dijera que estoy yo aquí… le prometo que sólo le robaré cinco minutos.

Pero el mayordomo cerró la puerta y ella, en un impulso infantil, le dio una patada.

Maldito seas, Edward Masen –murmuró, parpadeando para apartar las lágrimas.

Parecía que no tenía otra alternativa que conducir de vuelta a Granada, pero no podía soportar pensar que había fallado.

No podía darse por vencida; el duque de Masen estaba allí, al otro lado de aquellas paredes, y debía de haber alguna manera de acercarse a el y hacer que la escuchara.

Recordó de nuevo a su padre, al que la muerte de su madre había afectado muchísimo y que estaba sumido en una profunda depresión. Si pudiera quitarle el miedo que tenía de ir a prisión, una probabilidad muy probable según el señor Félix, el abogado de la familia, quizá el pudiese salir de la terrible situación en la que se encontraba.

Había parado de llover y aunque el cielo estaba todavía gris, tenues rayos de sol trataban de abrirse paso a través de las nubes. Entonces diviso una verja que daba al patio. Se dijo a si misma que seguramente estaba cerrada, pero, para su asombro, al empujarla se abrió y pudo entrar al patio.

El jardín era hermoso; era como un pedazo de cielo que logró calmar sus nervios. Estaba repleto de fuentes y capullos de rosas. En un impulso, arrancó una flor y la olió. Durante unos preciados momentos sintió cómo el peso de sus preocupaciones la abandonaba. Podía haberse quedado allí para siempre, oyendo el dulce cantar de los pájaros.

Pero cuando estaba observando embelesada una de las piscinas, tuvo la sensación de que alguien la observaba. Se dio la vuelta despacio y se quedo sin aliento.

Había un hombre en el extremo opuesto al jardín, pero incluso desde la distancia su altura era notable.

Bella pudo sentir el poder y la fuerza de el, pero llamó más su atención el doberman que éste tenía a su lado. El miedo se apodero de ella. Aquella no era una mascota amigable; sin duda era un perro de defensa, y aquel hombre debía de ser un miembro de seguridad del castillo.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que había entrando a una propiedad privada sin autorización. Lo más sensato sería acercarse al hombre y disculparse, pero la expresión de su cara le parecía aterradora. El instinto se apoderó de ella y salió corriendo, pero al mirar hacia atrás por encima de su hombro vio que el hombre había soltado al perro, que corría hacía ella.

Aterrorizada, Bella trató de encontrar una salida, pero el jardín estaba rodeado por cuatro paredes, tres de las cuales eran muy altas, aunque la cuarta era vieja y más baja.

El perro estaba casi sobre ella y pudo imaginarse sus afilados dientes hundiéndose en su carne. Desesperada, comenzó a subir a la vieja pared y utilizando toda su fuerza, logro llegar arriba. Se tranquilizó diciéndose así misma que ya estaba segura. El perro estaba debajo de ella, ladrando furioso, pero con suerte ella lograría pasar al otro lado. Al dirigirse a bajar por la pared por la calle se dio cuenta de que estaba demasiado alta, y que si lo intentaba seguramente moriría en la caída. Su única alternativa era volver a bajar al jardín… donde la esperaba el perro.´

Pero se quedo paralizada por el miedo.

Tranquilo, Alec –dijo Edward, acercándose sin prisa hacia su perro.

No sintió ninguna pena por aquella mujer y pensó que se podía quedar allí arriba todo el día. Estaba más que harto de los paparazzi que le perseguían constantemente. Ya tenía suficiente con aguantarlos en la ciudad y ver a una periodista en su castillo le pareció demasiado.

¿Cómo ha logrado entrar? –exigió saber impacientemente- ¿Y que es lo que quiere?

No podía ver que llevase ninguna cámara pero, mientras ataba al perro, pensó que quizá se le había caído cuando huía de el.

Baje de ahí; el perro está atado y no le hará nada.

Pero Bella no se movió y Edward frunció el seño; no estaba de humor y todo lo que quería era que aquella mujer se marchara de su propiedad. Al mirarla con detenimiento se dio cuenta de que no era española, por lo que repitió lo que había dicho en inglés, ya que solía ser un medio universal de comunicación.

No puedo bajar –dijo por fin Bella, apenas susurrando, estaba paralizada por el miedo debido a la altura de la pared y sintió como le daba vueltas la cabeza.

Señorita debe bajar de ahí –dijo el con cierto toque de apremio.

Pero entonces se dio cuenta de que ella estaba aterrorizada y a punto de desmayarse.

No tiene por que tener miedo –dijo en un tono mas suave- no le haré daño, ni tampoco el perro. Suéltese y yo la agarraré.

Ella siguió paralizada ya Edward se asustó al ver como palidecía y cerraba los ojos. Por más que odiara a los periodistas, no quería ver a aquella chica despeñada.

Señorita, salte a mis brazos; conmigo estará segura. ¿Cómo se llama? –exigió saber.

Mi nombre es… Isabella… Bella Swan –dijo ella mientras se dejaba caer, justo antes de desmayarse.

Cuando Bella abrió los ojos, el terror se apoderó de ella al ver que el la llevaba en brazos.

¿Dónde me lleva? –exigió saber- Déjeme en el suelo.

No podía ver claramente la cara de aquel hombre, ya que el gorro le ensombrecía el rostro, pero su cuadrada mandíbula indicaba una gran fortaleza. El se detuvo y la dejó en el suelo, ante lo que ella se tambaleó y cayó de rodillas.

El hombre no hizo ningún intento de ayudarla; en vez de ello se quedó observándola, con el perro a su lado.

No me puedo creer que soltara al perro para que me atacara –dijo de forma acusadora, incapaz de controlar el temblor de su voz.

No me gusta la gente que se mete en propiedad ajena –contestó el hombre con dureza. A pesar de su fuerte acento hablaba perfectamente ingles.

Bella alzo su cabeza para mirarlo; su arrogante postura la irritaba. Seguramente sería un miembro del personal del castillo, pero estaba mirándola como si aquel fuera suyo.

¿Por qué ha entrado aquí? –pregunto el.

He venido a ver al duque de Masen –contesto ella, haciendo un esfuerzo por levantarse. Todavía se sentía débil y desorientada.

¿Para que? –pregunto Edward, sin hacer ningún intento por ayudarla.

Por razones personales –contesto ella, levantando la barbilla y mirando a aquel hombre.

Afortunadamente no recordaba la caída, pero lo que estaba claro era que el la había salvado de romperse algunos huesos. No quería siquiera imaginarse si hubiese caído al otro lado de la pared, por el precipicio de la montaña…

Gracias por tomarme en brazos –murmuró con voz ronca- Entiendo que esto es un jardín privado, pero yo he venido para ver al duque y…

Al duque no le gusta que le moleste gente que no ha sido invitada –informó altaneramente el hombre.

Aquello irritó a Bella, que recordó su propósito de ver al duque, fuese cómo fuese.

Yo no vengo de improviso, tengo… una cita –mintió humedeciéndose los labios.

El hombre no respondió, pero su lenguaje corporal dejó clara incredulidad.

Si. He llegado pronto y antes que quedarme esperando en el coche, decidí explorar el terreno. Lo siento –dijo, mirándolo con sus ojos cafés chocolatados y esbozando una tímida sonrisa- Quizá el duque ya esté preparado para verme. ¿Podría llevarme ante el?

Edward mantuvo silencio durante tanto tiempo, que ella sintió cómo la tensión se apoderaba del ambiente y cuando por fin habló, se sobresaltó.

¿Está segura de que quiere entrar al Palacio del León, señorita Swan?

Desde luego –contestó- Le seguiré, ¿le parece?

Está bien –dijo el hombre, dándose la vuelta y dirigiéndose a toda prisa a entrar al castillo.

Bella tuvo que hacer un esfuerzo para seguirlo. Cuando por fin entraron, le faltaba el aliento. Siguió a su guía por unas escaleras de piedra hasta una gran habitación que supuso debía ser el despacho del duque.

Ante su consternación, el hombre la siguió dentro de la habitación y le dio un vuelco el corazón cuando éste cerró la puerta tras ellos.

Ignorándola, Edward sacó su teléfono móvil y murmuró algunas palabras al aparato.

¿Vendrá el duque? –pregunto ella, mirando su reloj abiertamente.

Le prometo que no tendrá que esperar mucho tiempo, señorita Swan –contestó el suavemente.

Pero Bella se dio cuenta del sarcasmo que desprendía la voz de el y su aprensión aumentó. Observó como el hombre se quitaba el abrigo y le maravillo su formidable físico.

La policía llegara muy pronto –dijo el al quitarse su sombrero, sonriendo.

¿La policía? –dijo ella muy impresionada.

Aquel hosco extraño era más que guapo… le había dejado sin palabras. Su cara era perfecta. Tenía la piel blanca, el pelo de un extraño color cobrizo, y unas facciones duras, complementadas por sus curiosos ojos color verde esmeralda que emitían destellos de fuego.

Bella sintió como si el la estuviese desnudando con la mirada. Se ruborizó y sintió, horrorizada, como un cosquilleo le recorría los pechos.

Usted no es el jardinero ¿Verdad? –espetó ella, desesperada por ocultar su vergüenza ante la reacción de su cuerpo- Supuse que usted era miembro del personal del castillo. ¿No me irá a decir ahora que el duque de Masen es usted? –añadió.

Entonces se dio cuenta de que era cierto y que por eso el tenía aquel aire de superioridad. Humillada, deseó que se la tragara la tierra.

Y usted señorita Swan, aparte de ladrona, es también mentirosa –Edward hizo una pausa- Debe ser cosa de familia –murmuró.

En ese momento Bella se dio cuenta de que el sabía quien era ella. A el no le sería fácil olvidarse de su apellido. Respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras para explicar su visita. Pero se había quedado en blanco y no podía dejar de mirar al duque, que era el hombre más guapo que jamás había visto.

Reconozco que dije una pequeña mentira, pero no soy una ladrona –dijo entre dientes, ruborizándole al recordar la historia que se había inventado sobre la cita que tenía con el.

¿Ah no?¿Entonces quién te dio permiso para robar de mi jardín? –dijo el acercándose a ella.

Bella se quedó muy quieta mientras el le acariciaba con un dedo la mandíbula, bajando a continuación hacia su escote. Se quedo sin aliento y se sintió mareada debido a la falta de oxígeno. Se quedó mirándolo y dio un grito ahogado cuando repentinamente el agarró la flor que ella se había colocado en el ojal de su camisa.

Solo es una rosa –susurró.

¿Y que significa una robar una rosa cuando tu padre ya me ha robado tres millones de libra, verdad? –murmuró el sardónicamente.

¡Oh, Dios! –gimió Bella al recordar de nuevo la gravedad del delito que había cometido su padre- Sé que parece mal…

No parece mal, señorita Swan, parece horrible –comentó Edward.

Lo siento –ofreció, consiente de que sonaba muy inapropiado- Se que mi padre ha obrado erróneamente… pero tenía sus razones –comenzó a decir

Estoy seguro que así fue. Y se las podrá explicar todas a un juez –dijo el, interrumpido por la llamada de teléfono de su escritorio.

Bella sabía que aquella llamada telefónica era para informarle de que la policía había llegado, y el pánico se apodero de ella.

Ha sido fascinante conocerla, señorita Swan, pero me temo que ya es hora de que se marche –dijo Edward fríamente.

¡Por favor! Tiene que escucharme. Mi padre…

Se merece todo lo que le va ha ocurrir –dijo el duque desde la puerta. Su lenguaje corporal dejaba claro que se le estaba acabando la paciencia.

El está enfermo. Mentalmente enfermo. No sabía lo que estaba haciendo.

Oh, venga ya, seguro que se puede inventar algo mejor. Charles Swan se aprovechó de su situación y durante los últimos dieciocho meses ha estado transfiriendo dinero a cuentas falsas. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo –dijo Edward, agarrando el picaporte de la puerta.

No veía otra salida. Por favor… concédame cinco minutos de su tiempo –imploro- Permítame explicarle las razones por las que hizo lo que hizo.

Durante un momento, Bella pensó que el duque la iba a sacar de allí a rastras., pero entonces llamaron con fuerza a la puerta.

¿Qué ocurre? –exigió saber el en su propio idioma.

No sabía que ella podía entender y que se enteró de que la policía estaba esperando en el vestíbulo.

Se dio cuenta de que había fallado, y las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a correrle por las mejillas.

martes, 24 de agosto de 2010

Mascara De Odio

Cap . 2
Septiembre 13 de 1988

Edward…

Enfermo otra vez…como cosa rara. A sus diez años y era la segunda vez en el año que le daba gastroenteritis.

Claro, si no se la pasara comiendo lo primero que veía por ahí seguramente evitaría estas visitas a la sala de urgencias con Esme.

Entraron y me localizaron.

Camine hacia ellos, el estaba verde, mi pobre pequeño.

- ha vomitado dos veces, pero de resto esta bien- dijo ella dándome un beso en la mejilla

Edward se inclino hacia mí para que lo alzara

- ¿que haremos contigo joven?- le pregunte mirandolo con severidad juguetona.

- arreglarme…- dijo el inocentemente.

Sonreí y lo lleve hacia la sala de observación, mientras solicitaba a una enfermera que le pusiera líquidos endovenosos para hidratarlo.

Pedí al Dr. Faire que se hiciera cargo de el mientras atendía al resto de la gente de urgencias.

Edward se recostó en la cama pero sabía yo bien que en menos de dos minutos sus gritos serian los que mas se escucharan en la sala de urgencias en el momento en que la enfermera lo pinchara.

Antes de escuchar los gritos de mi hijo otros se escucharon

- ¡AUXILIO, AUXILIO!

Me puse el tapabocas rápidamente y Salí al ver que sucedía. Era un hombre, un indigente para ser verdad. Tenia en sus manos una mantita y en ella lo que parecía ser un bebe demasiado pequeño, no lloraba, no se movia.

Se la quite de los brazos rápidamente y entre a la sala de reanimación haciéndole preguntas mientras pedía a la jefe de enfermeras que alistara todo lo necesario para intubar al bebe recién nacido.

- que paso?- pregunte mientras la terapista respiratoria despejaba la vía aérea del bebe

- no lo se señor…yo estaba ahí, recogiendo la basura…y me encontré con esa mantita. Estaba llorando, tosiendo…

- tubo...- dije. La terapista me lo dio ya esterilizado. El pulso en el neonato no era normal.- siga- le dije al indigente.

- la traje aquí señor. Me pareció que estaba demasiado morada…- dijo el hombre frotandose la mano nervioso

- agrégale dos ampollas más de adrenalina- dije mientras el tubo finalmente entraba en la vía respiratoria.

Entro en paro dos veces, pero luego logramos estabilizarla…cuando estuvo lista decidieron llevarla para tomar una serie de exámenes y de ahí trasladarla a la unidad de cuidado intensivo.

Me quite el tapabocas y luego me dispuse a hablar mas tranquilamente con el hombre, pero su versión no cambio. Estaba diciendo la verdad.

¿Quién podria abandonar a su bebe en un basurero?

Me di la vuelta y me encamine hacia el área pediátrica a fin de preguntar a Esme por Edward.

Ahora dormía y ella estaba sentada en una de las sillas al lado de el. Ella se me acerco y me abrazo

- ¿paso algo grave?- me pregunto, seguramente tenia la inquietud por los gritos que habia escuchado fuera. Suspire. El pronóstico de vida de esa niña no era muy bueno.

- encontraron a un neonato en un basurero. Estaba bastante crítica.

- ¿pudiste hacer algo?- me pregunto ella amorosamente.

- logramos estabilizarla, ahora depende de ella.

- Papa…- escuche la voz de mi hijo en sueños – te quiero…

Bese a Edward en la frente y me volví para buscar al otro pediatra a fin de que me dijera que habia encontrado en los exámenes de Edward.

Al final del dia siguiente Edward fue capaz de tolerar la vía oral

Trabajo social habia indagado nuevamente al indigente y se habia dedicado a buscar información alrededor del sitio donde la niña habia sido encontrada para ver si daba con el paradero de la diabólica madre, pero por la información que pude obtener no habían descubierto nada. Si la cosa seguía asi la neonato iría a parar a un orfanato.

Noviembre

Pasaron dos meses, Edward no habia vuelto a enfermarse y la ahora bebe de dos meses, quien aun persistía con los problemas respiratorios toleraba respirar sin ayuda del aparato. Decidieron llamarla Isabella Swan. NN. era demasiado burdo.

Sentia lastima de esa bebe como no la sentí por los otros. Al menos todos los que estaban en la unidad pediátrica tenían madre.

Subí a verla. Cuando me asome a la gran ventana del cristal que daba a la unidad la identifique al lado del niño de los Baler.

Estaba llorando desmedidamente. Seguramente tenía hambre.

Espere a ver alguna enfermera que anduviera cerca pero la sala estaba sola, la jefe debia estar haciendo ronda. Abrí la puerta y entre. En dos pasos llegue a la cunitas la levante en mis brazos, apenas pesaba y por su peso precisamente dedujimos que la edad gestacional al nacer debia ser de al menos 7 u 8 meses.

En cuanto la levante dejo de llorar. Destape un poco la manta y vi que tenia los ojos abiertos, estaba chupándose el puño y tomando la mantita, pero no lloraba, parecía que solo quería compañía. Sonreí cuando sus grades ojos se posaron sobre los míos y soltó un estridente gorjeo que interprete como su risa. La ternura me abrumo, y también la compasión por el destino de esta niña. Que odioso era saber que la pobre iría a pasar su infancia a un orfanato donde no tendria mas amigos que los que diariamente se llevaría alguien. Sin nadie que la ayudara, sin poder estudiar. Era un bebe muy bonito para un destino tan funesto. Mire sus ojos mas profundamente asombrándome su almendrada forma y el color chocolate de ellos, la mire tan fijamente que percibí la línea gris que se fundía con sus ojos cafés y el iris de ellos. Eran unos ojos que expresaban temor.

Cuando se quedo dormida la deje con cuidado sobre la cuna y me di la vuelta para salir. Iría a visitar a mi notario, después de todo tenia demasiadas cosas para no poder compartirlas con alguien desamparado.

En el almuerzo me encontré con Esme, y le pedí que me acompañara a donde el abogado. Le conté mis planes y no me contradijo, por eso la amaba.

Consigne en una clausula anexa a mi testamento, aunque no sabia por que dado que supuse que viviría mucho tiempo.

Cuando Isabella cumpliera 18 años la cuarta parte de las acciones del hospital, de las que era accionista mayoritario, seria de ella, mas una parte del dinero. Era lo único medianamente útil que podia hacer. Por un momento pense que seria mejor adoptarla, pero me lo replantee, ya era suficiente que Esme me autorizara a darle parte de nuestro dinero.

Cuando la labor estuvo concluida salimos del notariado y nos subimos al auto.

En el camino le conté a Esme los progresos de Isabella y ella me contó acerca de Edward y su estudio.

Pero esa fue la última vez que la escuche hablar y escuche cualquier otro sonido. En medio del pánico por Esme y por mi derrape cuando el auto fue envestido con una fuerza severa por un camión de carga. Sus ojos…llenos de lágrimas fueron la última cosa que vi antes de que la oscuridad se apoderara de mí.

Edward Cullen

14 de mayo de 2007

- tienes que estar bromeando- le dije al abogado que tenia frente a mi, aquel saco de pelos blancos a punto de jubilarse.

- lo siento Edward pero es asi. No eres el propietario total de las acciones de Carlisle, asi que no puedes vender.- dijo el, casi crei que sonreia con placer amarillista

- mi padre me dejo todo en su testamento, yo lo leí- insisti aun sin creermelo

- si pero hay una cláusula eventual. No eres el propietario total.

Maldije en entredicho cuando me dijo eso otra vez. Estaba tan acostumbrado a que todo fuera mio que esa noticia me trajo de trapacero.

Mi padre me habia dejado junto con mi madre cuando tenia 10 años. Había muerto ambos en el accidente de coche, sus posesiones y todo lo demás habia sido dejado a cargo de mi tío hasta que cumplí la edad de 18 años y pude administrarlo todo.

No despilfarre obviamente, la carrera que habia escogido estudiar me dio la gran satisfacción de aprender como administrar mis bienes heredados y hacer los míos propios.

Ahora era propietario de una empresa. Y tenia un gran proyecto en mente, pero necesitaba un poco mas de dinero y vendiendo las acciones del hospital lo tendria, y mi proyecto podria llevarse a cabo.

Esas acciones me reportaban beneficios pero era algo de lo que podia prescindir si tenia en cuenta la cantidad de dinero que ganaría invirtiéndolas en otro proyecto.

- y quien es el otro propietario. Mi padre nunca lo menciona en el testamento.

- una chica…que esta desaparecida, y esta mencionada en la copia de la clausula eventual que tienes ahí- señalo la carpeta

- encuéntrela – le dije rapidamente - le comprare las acciones.

- desapareció cuando tenia trece años – explico lleno de paciencia, como si se estuviera dirigiendo a un retrasado y no aun hombre de casi 30 años- se escapo del orfanato donde vivía entonces.

Maldije por lo bajini otra vez, eso implicaba un problema mayor. Tendria que hacerme con un detective.

- hasta que ella no firme y haga acto de presencia no puedes vender las acciones- dijo el abogado antes de ponerse de pie

Otro improperio salio de mi boca pero el abogado ya se estaba yendo

- te sugiero que si quieres seguir con el proyecto la encuentres y la hagas firmar, de lo contrario, no podrás hacer nada.-

Sabía que los bancos podían proveerme de un préstamo y podia prescindir de buscar a la tal señorita, cuya información tenía frente a mí.

Pero mi vena de avaricia, que no sabia de quien habia heredado hizo mella en ese momento. ¿Por que una desconocida tenia acciones del hospital?, ¿era acaso una Cullen?

No, por lo que decía el informe que tenía frente a mí, se trataba de una huerfanita que paso trece años encerrada en un orfanato.

¡Maldita sea!, si se trataba de una niña pobre seguramente querría hacerse con el dinero que le correspondía que con el paso de los años se habia incrementado.

Llame por el conmutador a Alice, mi secretaria y le dije que me hiciera cita con alguna empresa de detectives privados. Quería ver quien era la tal Isabella Swan a la que mi padre habia dejado parte de su dinero. Tenia que saber donde estaba ahora, y tenia que quitar de sus garras el dinero de mi familia.

Isabella Swan

08 de Junio de 2007

Alargue la cuchara esperando que Emmerald pacientemente bebiera el contenido.

-¿esta bien? pregunte refiriendome a la sopa cuando ella la saboreo y la paso con repugnancia – ¿prefieres otra cosa?.

- preferiría morirme…- dijo Emmerald contrariada respirando pesadamente

Negué con la cabeza y seguí dándole del caldo.

Esa era yo…la cuidandera de Emmerald Dupree.

Mi vida no era de lejos la de ella, pero tampoco la agradecía. despues de vivir trece de los mas horribles años que una persona puede vivir cualquier cosa buena, como mi amistad con ella era bienvenida.

Cuando escape vague durante mucho tiempo, casi pense que mi vida terminaría en las calles, pero no me rendí, aun tenia razones para vivir, aun tenia una vida adelante. Aun creía que tenía una vida.

A pesar de todo mi sufrimiento habia aprendido a amar lo que tenia, tal vez por que me esperaba un destino mejor habia logrado escapar de ese sitio infernal.

Lamente haber dejado a mis niños pero no aguantaba un dia mas, de violaciones, de golpes, de tantas cosas que habia tenido que vivir en ese sitio.

Y luego encontré a los Dupree. Un par de esposos arrogantes y desmedidos que milagrosamente vieron en mi manera de rogar a una enfermera para su hija Emmerald. Su única hija que tenía leucemia y estaba pronta a morir.

Ella y yo nos hicimos amigas desde el principio. Crecimos juntas, yo jugaba con sus muñecas y ella con mis harapos, decía que le parecían chistosos.

Ahora, ella habia crecido y con ella la leucemia. El pronóstico era reservado pero yo sabía que cuando los médicos decían eso querían decir que era mejor irse despidiendo.

Aun me costaba trabajo creer que ella se fuera a morir. Y aun mas me costaba creer la indiferencia con la que sus padres acogían la noticia.

Una lagrima rebelde se deslizo por mi mejilla.

- llorando…otra vez…Bella- me dijo ella con dificultad, hablaba asi desde hacia mas o menos una semana, cuando inexplicablemente se contagio de la neumonía que ahora corroía sus pulmones al no tener las suficientes defensas para combatirla

- lo siento...- dije enjugandome la lagrima e intentando inútilmente tentarla con el caldo. Sus pálidos labios se apretaban para no recibirlo.

- ya te…dije…que no quiero tu…s lagrimas…- "no me quiero ir viéndote llorar" me dijo cuando aun podia hablar de corrido.

- lo se….- perdóname, pense, pero la sola idea de que ella se fuera me causaba demasiada tristeza, era lo único bueno que me habia pasado en la vida.

Gracias a ella aprendí a leer, a escribir y a cocinar. Su madre la inscribía a cualquier clase casera que se le presentara para poder mantenerla dentro de la casa sin que se pudiera enfermar. Aprendí repostería y un poco de piano. Su madre estaba loca.

Moví la cuchara sobre sus labios pero ella negó con la cabeza

- no me….obligues… por favor…- dijo débilmente.

Asenti, lo que menos quería hacer era atormentarla

- no te va a hacer bien- dije adivinando casi la respuesta que recibiría

- nada puede….- cerro los ojos y arrugo los parpados, su seca piel me volvió a dar ganas de llorar, pero me contuve recordando que no le gustaba que lo hiciera.

- Bella…- me llamo después de unos minutos

- ¿que necesitas? – le dije ansiosa al ver que levantaba su mirada lentamente y su tembloroso brazo también

- en…el…guardarropa…maleta…una maleta verde…-

Fui hasta allí y saque lo que me pedía. Se lo lleve al lado y ella me miro

- es…tuyo…-

Cuando la abrí el contenido me asombro , era parte de su ropa y en el fondo unos fajos de billetes cuidadosamente enrollados.

- pero Emmerald…-comence la frase de rechazo

-te…lo regalo…- dijo ella sonriendo levemente, yo negué con la cabeza pero ella me interrumpió – haz algo…por mi…ahora…mismo…

Aparte el maletín y me arrodille a su lado incapaz de negarle nada.

- no lo…rechaces… - respiro pausada y dificultosamente tres veces - quiero…que te vayas…ya.- habia un poco de su anterior decisión en el ya del final

Retrocedí sin comprender…

- Emmerald…que…- me estaba temblando el labio, estaba a punto de echarme a llorar

- quiero que…tomes ese…maletín...y te vayas de esta casa en este momento…- dijo ella con la voz llorosa y los ojos cerrados

- pero…- yo queria que me mirara, queria que no me pidiera que la dejara sola

Sus ojos se abrieron uniformes después de un tiempo y me recordaron a las niñas que una vez fuimos…

- me…muero….y quiero que te vayas…quiero que me Rec.…cuerdes…cuando…éramos niñas…- dijo

- debo llamar al medico- dije al ver el estridor y el enorme esfuerzo que ahora hacia para respirar.

- lla…ma…lo…y despu.…es….vete-

Quería que me fuera y la dejara morir sola.

Estruje su mano y ella apretó débilmente la mía. Comprendí que era su deseo, quería que me fuera para no me quedara a cargo de sus padres cuando muriera, sus odiosos padres. Llore sin poder evitarlo a pesar de que ella me habia pedido que no lo hiciera.

- vete…Bella…ya.- dijo ella, parecia estar sufriendo una inmensa agonia, sus pulmones parecian un extraño tractor

Asenti y tome el maletín, me di la vuelta y le di un abrazo demasiado fuerte pero ella no me dijo nada.

- buena…suerte…hermanita.- pudo pronunciar esa palabra de corrido

Cerré mis ojos húmedos ante esa alusión de ella y me volví para salir, yo tenia pocas cosas asi que el resto de lo que era mio paro en la maleta también, no deje nada salvo a mi amiga muriendo, por que asi lo habia dispuesto el destino…

Tome el inalámbrico y llame al medico

- Dr. Martín…esta muy mal- dije sencillamente ya que la voz me fallo en ese momento

El entendió y dijo que en seguida se presentaría.

No escuche más sonidos sino el silencio de la casa mortuoria.

"perdóname Emmerald" dije para mis adentros.

Abr la puerta y me aleje corriendo de allí y de mi misma.

Con el dinero que me dio pague un autobús al primer destino donde me llevara. A donde Dios quisiera que fuera, a la vida que ahora se abría paso frente a mí.



domingo, 22 de agosto de 2010

Destellos de Oscuridad

Capítulo 3

Sueños

Una noche tranquila, en la que el viento es apenas una caricia, apenas un pequeño y débil suspiro que se lleva los sueños de la gente, mientras ellos cierran los ojos y se ciegan a la oscuridad. El aire entró por la casa, y se coló hasta la sala donde se encontró con el pálido rostro de un vampiro, quien sintió la brisa y esperó a que se llevara los últimos restos de su cordura.

Porque no podía encontrar otra explicación a lo que le ocurría, sólo que estaba completamente demente. Eso era, ya que los vampiros no podían soñar ya que carecían de lo que los humanos llamaban: capacidad de dormir. Uno de los tantos precios a pagar por la vida eterna.

Entonces, si no eran sueños lo que experimentaba ¿Qué eran? O tal vez su imaginación jugaba con él, debido a la soledad a la que él sólo se había condenado.

Los vampiros ni siquiera tenían la necesidad de cerrar los ojos, no tenían que parpadear pero… él lo hacía porque sólo entonces podía sentirse completo.

Edward sonrió y le dio un último vistazo a su sala, antes de sentarse en el sillón y cerrar los ojos.

Ahí estaba ella, resplandeciente en la oscuridad que la rodeaba. Su cabello largo y castaño caía por sus hombros, Edward moría por pasar los dedos por esos espesos y brillantes cabellos. Sus ojos, que siempre miraban a otro lugar, estaban inundados de un color como el chocolate líquido, él quiso hundirse en ellos.

Edward extendió su brazo, pero sabía que era inútil, podía apreciar con sus ojos toda la hermosura de ella, pero jamás podía tocarla.

Entonces, ella levantó la vista y le sonrió. Una sonrisa que le iluminó el rostro, y la hizo destellar en las profundidades de la oscuridad, y ese gesto era sólo para él. Los ojos de la vampiresa parecían invitarlo a que se acercase y la tocara, pero él no podía hacer eso.

Ella era cruel, concluyó Edward, tentándolo de esa forma… jugando con él.

Afuera de su hermoso ensueño, escuchó la puerta abrirse, Edward apretó la mandíbula deseando que se invitado se retirara y no lo molestara. Aunque se tratara de su hermana.

Los pensamientos de Alice le llegaron a la mente mucho antes de que ella se situara frente a él. Estaba preocupada, por él.

A regañadientes, abrió los ojos, sabiendo que en cuanto lo hiciera, ella desaparecería.

-En este momento me dices lo que te ocurre, Edward –exigió su hermana.

El vampiro casi ríe tras escuchar sus palabras, nunca había entendido como Alice, con su delgada y pequeña complexión, podía verse tan amenazadora como en aquellos momentos.

-No me ocurre nada –le aseguró.

Alice se cruzó de brazos.

-¿Por qué ya no pasas tiempo con nosotros?

Edward apretó los labios al escuchar esa pregunta, no era una que quisiera responder. No quería decirle a su hermana, que a pesar de estar con ellos, nunca que había sentido completamente feliz, no quería decirle que cada vez que los veía sentía algo de celos, porque ellos habían encontrado a sus compañeros y él… nada.

Siempre se había sentido solo.

Tampoco quería decirle que pensaba que se estaba volviendo loco. El último mes había experimentado la felicidad y la tortura al mismo tiempo. Y todo porque se le había ocurrido, treinta días atrás, cerrar los ojos tan sólo un instante, era la primera vez que la había visto.

Desde entonces se había vuelto un vicio, una obsesión alejarse del mundo real y cerrar los ojos.

-Edward… -insistió Alice, con esa mirada suplicante, de la que ella era una experta dibujando en su rostro.

-Me he vuelto loco –soltó por fin, sintiéndose un poco más tranquilo al compartirlo con alguien.

Pero en lugar de la expresión horrorizada, que pensaba que vería en el rostro de su hermana, ella sólo le sonrió. Fue eso lo que lo ánimo a decirlo todo, y cuando terminó, Alice estaba tranquila, como si lo que le ocurría fuera perfectamente normal.

"Ella es tu compañera" escuchó sus pensamientos, antes de que los pudiera decir en voz alta.

-Debes estar en un error –soltó Edward-, alguien tan perfecto no puede existir…

Alice se rió, y le dirigió una mirada llena de cariño.

-Claro que existe, ella está hecha para ti.

Esas palabras lo fascinaron, pero aún así no podía creer en ellas. Porque la hermosa chica que él veía siempre parecía tan… inalcanzable, irreal… Y él había pasado tantos años sólo que ya había perdido la esperanza de encontrar a su compañera.

-¿Cómo puedo encontrarla? –le preguntó a Alice con desesperación, ya estaba cansado de verla y no poder tocarla.

Ella negó con la cabeza.

-Tienes que ser paciente, ustedes se tienen que encontrar están destinados a eso…

-¿Tú no puedes verla, y decirme dónde está? –cuestionó.

-No puedo ver nada en lo que concierne a ella –dijo, tras una mueca de frustración.

-¿Por qué?

-No lo sé, pero es como si algo… me impidiera ver –soltó, no muy contenta.

Edward comenzó a preocuparse.

-Pero creo que la encontrarás –se apresuró a decir Alice-, sólo tienes que esperar.

El no sabía si podría aguantar así por mucho tiempo.

Edward se rió al recordar lo que apenas había pasado hace una semana, se había sentido en agonía, y ahora estaba completamente feliz.

La había encontrado, y verla en el mundo real había sido mucho mejor que en su mente. Y no sólo la había visto, sus dedos se habían cerrado sobre su muñeca, y el contacto lo había aturdido más de lo que había imaginado. Era como si la piel de ambos pudiera fundirse en una sola, en ese momento se había sentido… completo.

Aunque ella había venido para destruirlo y se alejara de él como lo hizo aquella noche, él no podía dejar de sentirse así.

Entonces, el humor de Edward cambió drásticamente al recordar la herida que había visto en ella. La muerte parecía un precio muy bajo para el bastardo que le había causado tal daño, se había prometido destrozarlo hasta que no quedara nada de él.

Como hace una semana, los pasos volvieron a hacer ruido en la casa, hasta que el pálido rostro de su hermana se asomó por la puerta y entró en la casa hasta llegar a dónde se encontraba.

-¿Cómo estás? –le preguntó Alice.

-Ansioso –admitió. Hoy mismo se pondría a buscarla, y no importaba si tenía que recorrer toda la ciudad para hallarla. Aunque esta vez sería una tarea más sencilla, porque ya tenía su deliciosa esencia grabada en su memoria.

-Irás tras ella –dijo Alice, lo que por supuesto, no era una pregunta.

-Sí –respondió él, de cualquier forma.

-Antes que te vayas –le dijo ella-, quiero que me escuches.

Edward asintió.

-No creo que sea buena idea que le digas que ella es tu compañera –prosiguió-, no parecer estar lista para esa noticia, creo que deberías acercarte a ella lentamente, y primero tendrás que ganar su confianza.

Edward aceptó el consejo de su hermana, aunque una parte de él, quería encontrar a su compañera y aprisionarla entre sus brazos para que no volviera a escapar de él.

Si le decía la verdad, probablemente ella no le creería y huiría de él lo más rápido posible, o intentaría matarlo otra vez. Edward se permitió sonreír, ahora que la había encontrado y que sabía que era real, podía ser más paciente… aunque no mucho.

Edward la convencería poco a poco, de que ellos se pertenecían el uno al otro. Ella era su compañera y nada ni nadie se la arrebataría.

-No te preocupes, Alice, no me precipitaré –le aseguró, y salió de la casa.

No fue difícil encontrarla, pues a parte de que seguía su esencia, había algo que parecía guiarlo hasta ella.

Un edificio algo viejo se extendió ante sus ojos, ella debía de vivir ahí, porque el aroma era más fuerte conforme se acercaba hasta la construcción. Sin razonar lo que hacía, y como si sus piernas se movieran por si solas, comenzó a subir las escaleras… hasta que se encontró frente a su puerta. Casi podía verla a través de la manera, y escuchar su caminar…

La perilla de la puerta comenzó a girar.

Edward tras un instante, decidió retroceder el camino que había recorrido hasta salir del edificio. Ni siquiera se había abierto la puerta, cuando él ya estaba afuera, escondido detrás de una de las casas silenciosas de la calle, él era muy rápido, incluso para un vampiro.

El se había prometido ir lento, así que esa noche sólo se limitaría a verla, aunque sea de lejos.

Se alegró, al ver que ella salió poco después que él, al parecer lo había sentido. Llevaba su cuchillo firmemente en la mano, la hoja de plata parecía brillar, peligrosa, a la luz de la Luna. Los hermosos ojos de la vampiresa escudriñaron la oscuridad, parecía un tanto nerviosa, como si esperara ser atacada en cualquier momento. Giró la cabeza en varias direcciones, pero no lo vio.

A Edward le estaba costando toda la fuerza de su voluntad permanecer donde estaba, pues ella estaba a tan poca distancia de él.

Sólo quería volver a tocarla.

Después de unos minutos, logró tranquilizarse de nuevo, pero cuando estaba seguro que no se acercaría a ella… escuchó su voz.

-Seas quien seas se que estás ahí –soltó ella, enojada-, y si no sales en este momento te juro que te encontraré y te dolerá… bastante.

Su fuerza de voluntad se destrozó en ese momento. Después de todo si ella quería verlo, no podía negárselo…

Pero le había prometido a Alice no precipitarse.

Edward sacudió su cabeza, no, lo que le había prometido a su hermana era no decirle a la vampiresa que era su compañera… y ahora sólo dejaría que ella lo viera, y si le preguntaba porque estaba ahí le mentiría. Además tenía que saber su nombre…

-¡No estoy jugando! –gritó ella-. ¡Muéstrate en este instante!

A tan dulce petición ¿Quién podía resistirse?

Se acercó a ella tan rápido, que la vampiresa apenas pudo ver cuando se detuvo a unos pasos de distancia.

-Aquí me tienes –le dijo.

Ella en cambio, parecía debatirse entre la confusión y la sorpresa, y finalmente decidió levantar el cuchillo, apuntándole directo al corazón.

-Edward…

A él le encantó el modo que sonaba su nombre en sus labios, y no pudo evitar sonreírle, a pesar que ella le amenazaba con un cuchillo. Tal vez hacerla confiar en él sería… un poco más difícil de lo que había imaginado.



sábado, 21 de agosto de 2010

Pecados Carnales

Hello mis angeles hermosos !!buen fin de semana a todas
bueno chicas continuando con los estrenos aqui les traigo una historia mega hot con muy buena trama a mi me gusta mucho y como soy muy buena la comparto con ustedes
este fic pertenece a Liz19forever , ella es de chile . Muchas gracias liz por compartir tu historia tan candente con nosotras las viciosas de fanfic jijiji , te mando mil besitos asi q chicas a disfrutar y por fiss dejen sus comentarios al final

Aviso: la historia no me pertenece yo solo la publico.
Mil besitos
Angel of the dark
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Su contenido es apto para mayores de 18 años.

Prefacio


No me importaba lo que dijera la gente, lo que hiciera su madre, ni siquiera lo que pensará la mía, podían irse al mismo infierno todos juntos pero que les quedará claro que yo no iba a renunciar a ella.

En mi mente solo había un objetivo: detenerla sin importar el costo que eso implicará, ni siquiera me interesaba mi carrera, no si eso significaba perderla a ella y de esa manera. Iba a evitar que cometiera el error más estúpido de su vida, ella me amaba de eso estaba seguro, ella era mía, me pertenecía a mí y a nadie más.

Además él era el responsable de todo este embrollo, si había un culpable de todo esta situación era él, con sus estúpidos designios: Puedes ver pero no tocar, Puedes probar pero no comer, quién se creé que es pensé al borde de la locura mientras aceleraba a fondo, miré el reloj, faltaba exactamente media hora para que comenzará la ceremonia, no me iba a rendir tan fácil, iba a pelear hasta la última carta.

Sí la querías para ti entonces ¿Por qué hiciste que la conociera eh?, ¿Por qué dejaste que nos enamoráramos si era para ti? ¿Sí ella estaba prohibida, porque entonces dejaste que fuera mía? Grite a la nada desesperado mientras pisaba el freno para detenerme en la maldita luz roja a escasas cuadras de mi destino. Rodé mis dedos sobre el manubrio pensando en todo lo que había vivido junto a ella, en como yo había sentido que lo nuestro era correcto y que estaba cansado de dar tanta explicación y de mantenerme al margen como mero espectador – Prefiero irme al infierno pero ella no será tuya – gruñí entre dientes poniendo primera y acelerando a fondo otra vez.

Me demoré exactamente cinco minutos en llegar a la iglesia, la fachada era la misma que había visto por todos estas largas semanas, apague el motor y baje del vehiculo. Camine presurosamente hasta la entrada y abrí las puertas de par en par, estaba en la casa del enemigo; habían pocas personas en su interior, todos rezando y no me extraño ya que era domingo; tampoco me llamó la atención que se voltearan extrañados a mirarme era casi normal considerando que mi semblante era precisamente amistoso. Camine hasta el altar porque sabía que ella estaría ahí y justamente al costado izquierdo estaba sentada en la primera fila con su cabeza inclinada mirando el suelo.

- Necesito hablar contigo

Le dije sujetándola del brazo y haciendo que se levantará abruptamente, sus ojos topacios se abrieron de par en par y me miró asustada.

- ¿Edward que haces aquí… estás loco?

Me dijo con un hilo de voz mirando a todos lados, temiendo ser descubierta.

- Ya te dije, necesito hablar contigo

Insistí atrayéndola más a mi cuerpo, como deseaba besarla y demostrarle que la amaba.

- Este no es el momento ni el lugar

Balbuceo aterrada mirando por encima de mi hombro.

- Tal vez si contestarás mi llamada podría haber sido en otro lugar pero como no lo haces, no me dejaste otra alternativa.

Exclamé colérico levantando su brazo, haciendo que me mirará a la cara, pero ella me rehúyo, bajo la vista sin decirme ni media palabra.

- Si no detienes esa ceremonia, le gritaré a todos que fuiste mía.

Le comuniqué desesperado y sabía que chantajearla no era una alternativa, me dolía en el alma hacerlo pero ha esta altura del partido ya no sabía como hacerla entrar en razón, iba a perderla para siempre, estaba jugándome mi última carta, y sí ella creía que yo iba a quedarme sin hacer nada, después de todo lo que habíamos vivido, estaba equivocada, no iba a darme por vencido tan rápido no sin pelear.

- Edward, por lo que más quieras entiéndelo de una vez, lo nuestro no puede ser…. Jamás debió pasar… fue un error.

Insistió con su voz quebrada, pude ver que trataba de contener las lágrimas, estaba asustada pero no era por mí ni por lo nuestro sino por el peso de la conciencia, por la presión de su familia y sobretodo por la presión de ellos.

- Yo te amo porque no reconoces que tu sientes lo mismo por mí

Le hice ver con un hilo de voz esperanzado a que ella finalmente reconociera lo que me había dicho en más de una oportunidad. Miré de reojo hacia atrás y pude ver que un par de señoras se había parado de los asientos cuchicheando, seguro habían ido a buscar a alguien, temerosas que yo estuviera perdiendo el control con ella, por la forma en que la tenía acorralada no era para pensar lo contrario.

- Yo no te amo… yo lo amo a él

Refutó, y como hubiera querido que al menos sonaran convincente, que fueran verdad las palabras que habían salido de sus labios rubí; por medio segundo quise que todo lo que ella había dicho fuera verdad, que aquellas palabras pudieran borrar todas las caricias, todos aquellos besos que nos habíamos dado para convencer así a mi corazón que este sentimiento no era correspondido pero al mirar sus ojos pardos, grande fue mi sorpresa cuando percibí el mismo brillo que tenían aquella noche en la que finalmente fue mía y eso la delató una vez más.

- ¡No me mientas! – grite entre dientes tironeando su brazo - ¡No voy a renunciar a ti, no por él!

Exclamé alzando la voz, mis palabras retumbaron producto del eco llamando la atención de la poca gente que no se había dado cuenta aún de la situación, la sujete más fuerte y la hice caminar hasta un rincón del altar, para salir de la vista inquisitiva del resto de testigos que nos miraban acusadoramente por la escena que estábamos montando en plena casa de Dios. Nos quedamos en silencio y ella tenía esa expresión de terror en la cara que le había visto un par de veces desde que todo había comenzado, abrí mi boca para decirle algo cuando fuimos interrumpidos por una voz demasiado conocida.

- Señor Cullen, pero que agradable sorpresa ¿A que debemos el honor de su visita en la casa de Dios?

El tono era sutil pero irónico y esa manera no se la conocía al Padre Alfonso, hasta hace un par de semanas era un férreo defensor del libre albedrío y ahora estaba juzgándome como lo habían hecho todos, tenia puesta su mirada en mi y esta tenía un tejo de reproche, desvió su mirada desde mis ojos hasta mi mano que tenía aferrada como si mi vida dependiera de ello, al brazo de Bella, la solté y le devolví la mirada desafiante; ya no iba a ocultar ni pretender nada, a esta altura no íbamos a leernos la suerte entre gitanos pensé, todos incluido él sabían perfectamente por que estaba yo ahí no tenía que decirlo. Pero claro si querían seguir el juego, entonces les iba a demostrar que tan buen jugador podía ser.

Fruncí el seño por unos segundos y luego relaje mi expresión, curve mis labios en una sonrisa y con un tejo de ironía le conteste.

- De hecho lo buscaba justamente a usted, necesito confesarme

- Por favor… te lo suplicó

Intervino ella pero su voz se ahogo cuando el cura le dio una mirada de desaprobación, puse mis ojos en blanco ante la escena, era increíble que ella actuará como si fuera la pecadora más grande de aquel lugar.

Mi paciencia se estaba agotando, y la verdad necesitaba de una vez por todas hablar sin rodeos y sin mentiras, todo este tiempo había estado ocultando un sentimiento, avergonzándome por sentir lo que sentía por ella y ahora me estaba dando cuenta que no era él quien me estaba juzgando o reprochando nada, sino que eran ellos y sus moralistas y cínicas reglas. Quería escuchar de sus propios labios la explicación tan burda que le había dado a Bella, y que ella había reproducido aquel día cuando finalmente dio por finalizado lo nuestro. Necesitaba escuchar de una buena vez porque iba a irme al infierno según todos. El hombre frente a mí me indico el camino y yo lo seguí sin titubear, entramos al confesionario y el guardo un breve minuto de silencio hasta que finalmente habló.

- Y bien Señor Cullen, usted dirá

Me dijo tratando de mantener la calma, trató que su voz fuera serena y tranquila, pero la tensión se notaba, él me quería fuera no solo de su iglesia sino de la vida de ella. Tomé aire para hablar, porque lo que iba a confesar probablemente ella no me lo iba a perdonar nunca.

- La hice mía y no me arrepiento de ello.


Y bien q les parecio comentarios por fiss..............