Dark Chat

lunes, 3 de mayo de 2010

Mi Corazon En Tus Manos

CAPITULO 5


"Puestos en orden de batalla con sus respectivos jefes, los troyanos avanzaban chillando y gritando como aves..."


El sonido de nudillos sobre la puerta interrumpió el relato de Bella.


-¿Quién osa interponerse entre troyanos y aqueos cuando la batalla ya está dispuesta? -exclamó Rosalie con exasperación. Bella y Alice, que se hallaban sentadas a los pies de su cama, rompieron a reír.


-Creo que os estáis adentrando demasiado en la historia -aseguró Bella entre risas.


-O me estáis contagiando con la pasión con que la narráis -se defendió Rosalie riendo también.


-¡Adelante! -dijo al fin. Su sonrisa se tornó en una desagradable mueca en cuanto vio quien aguardaba tras la puerta.


Emmett entró en la habitación con paso seguro y se detuvo frente a las princesas.


-Buenas tardes -saludó haciendo una venia. -Espero que vuestro tobillo esté mejor, Alteza -se dirigió a Rosalie.


Ella respondió con un simple movimiento de cabeza, sin apenas mirarlo. Emmett rió para sí. La princesa no ocultaba su disgusto ante su presencia y a él, inexplicablemente, lo llenaba de satisfacción. El hecho de que ella respondiera ante la más mínima provocación le resultaba casi un desafío, desafío que estaba a un paso de aceptar, a pesar de sus posibles consecuencias.


-Princesita, ¿podemos hablar un momento? -le preguntó ahora a Alice con una sonrisa.


-Claro, Emmett -contestó alegremente levantándose de la cama.


-Bella, ni se te ocurra continuar con la lectura -le advirtió a su prima. Bella asintió con una sonrisa.


-Vamos -le dijo a Emmett tironeando de su brazo, apenas permitiéndole despedirse de las jóvenes.


Rosalie sintió una extraña punzada en su pecho mientras la palabra "princesita" retumbaba en sus oídos. ¿A qué se debía tanta familiaridad por parte de aquel guardia insolente? Apenas si había compartido unas horas con la que iba a ser su cuñada pero no hacía falta más para darse cuenta de que Alice era la ingenuidad y la inocencia personificadas, así que le resultaba difícil culparla. Mas no podría afirmar lo mismo de él, parecía un hombre experimentado y consciente de sus actos. ¿Se estaría aprovechando de la inocencia de la muchacha para cumplir con ciertos planes oscuros y deshonrosos? ¿Por qué de repente el dolor de su pecho se hizo más agudo? No puedo permitir que se burlen de mi hermano pensó, excusándose a si misma, sí, eso debe ser. Se preguntó si Bella tendría algún conocimiento de sus intenciones, aunque, a decir verdad, ella parecía conforme con el comportamiento de ambos. Sin embargo, no perdía nada por intentarlo.


-¿Puedo preguntaros algo, Alteza?


-Por favor, llamadme Bella -le pidió. -Después de todo, pasaremos a ser familia en muy pocos días.


-Entonces llamadme Rosalie -dijo sonriendo. Bella asintió devolviéndole la sonrisa.


-¿Qué queríais saber?


-Vuestra prima y ese guardia -empezó Rosalie, no muy segura de como debía enfocar la cuestión.


-Ah, ya entiendo a que os referís -la interrumpió Bella, ahorrándole el esfuerzo. -A mí me parecen adorables -añadió con una sonrisa.


¿Adorables? pensó Rosalie mientras aquella punzada decidía instalarse en su pecho por tiempo indefinido. ¿Entonces era ciertas sus sospechas? Permaneció en silencio deseando que Bella continuase.


-Sé que su comportamiento puede estar sometido a duras críticas pero, en realidad, nadie tiene derecho a juzgarlos -dijo Bella mientras jugueteaba con el borde de su vestido. -Alice le adora y ella es su debilidad.


Rosalie no podía creer lo que estaba oyendo, el simple hecho de pensar en lo que Bella estaba insinuando la escandalizaba. No era posible, no era posible que lo dieran a entender de forma tan descarada y menos que su prima hablara de ello de forma tan despreocupada.


-Acaso ellos son.... están... -titubeó haciendo una mueca.


-Oh, no. No me malinterpretéis -se apresuró a aclarar Bella al ver como palidecía el rostro de la muchacha. -Les une el más puro cariño fraternal -le informó.


-¿Fraternal? -Rosalie no terminaba de comprender.


-Ella lo ve como un hermano mayor y de ese modo lo ha tratado siempre. Él en un principio intentó mostrarse indiferente ante su afecto pero, cuando la conozcáis mejor, sabréis porque le fue imposible mantenerse al margen. Mi prima es afectuosa en la misma medida que persuasiva, al final, uno tiende a rendirse a su encantadora alegría e inocencia.


-Pero ella es una princesa y él un simple guardia -le recordó Rosalie.


-Lo sé, Rosalie, y os aseguro que ella también lo sabe. Ojalá algún día entendáis que Alice no ve el estatus o la posición social en las personas, ve su corazón.


-Pero... -quiso objetar.


-Soy consciente de que para la mayoría es irrespetuoso -le cortó. -Mi difunto tío trató por todos los medios de corregir su comportamiento, o tratar de moderarlo al menos, pues siempre trato con cordialidad a sus súbditos. Como podéis comprobar, nunca lo consiguió, de hecho desistió y ¿sabéis por qué? Porque jamás osaron a faltarle el respeto, al contrario, todos le guardan la más absoluta lealtad y devoción.


Rosalie la miró sorprendida. Ella siempre había tenido la convicción de que había que tratar a los sirvientes con firmeza, nunca con dureza, eso sí, jamás abusando de su autoridad, pero dejando clara la diferencia entre ambos roles.


-Ya sé lo que estáis pensando -le dijo Bella. -Sé que su proceder está fuera de lo establecido, pero yo he optado por pensar que Alice ve el mundo desde otra perspectiva. No ve la maldad en la gente e, incluso, es demasiado confiada. Por suerte, ha tenido a Emmett a su lado para protegerla y para tratar de hacerle ver como son las cosas en realidad.


Rosalie se removió en la cama, incómoda. Ahora resultaba que ese guardia arrogante era todo un ejemplo de virtud.


-Aunque no lo aceptéis, os ruego que al menos tratéis de entenderlo -le pidió Bella.


-No os preocupéis, Bella. No puedo negar que me ha desconcertado ese grado de confianza en su trato pero no soy quien para juzgar su comportamiento -la calmó.


-Os lo agradezco -sonrió Bella.


-Por su bien espero que mi hermano sea igual de comprensivo -le advirtió Rosalie.


-Viendo la expresión de Emmett podría asegurar que así ha sido -le confirmó Bella.


-Vuestro prometido ha sido muy comprensivo -le informó Emmett.


-¿Y por qué no habría de entenderlo? -se quejó ella.


-Lo hemos discutido muchas veces, princesita. Lo que para vos es lo correcto no tiene porque serlo para los demás, y éste es el caso -la corrigió.


-Pero acabas de decir que vuestra conversación ha ido bien ¿no? -dudó Alice.


-Sí, porque he optado por mitigar cualquier tipo de duda que hubiera podido asomar a su mente y creedme cuando os digo que ha sido la mejor decisión.


-¿Acaso ha dudado de...?


-No lo creo -la interrumpió Emmett. -Pero hubiera estado en todo su derecho si no me hubiera permitido acercarme a vos bajo ningún concepto.


-¿Y por qué tendría que hacer eso? -le increpó Alice, casi ofendida.


-Princesita, vuestro prometido es abierto de mente y no me ha costado ningún esfuerzo hacerle ver que sois como una hermana para mí, pero sabéis que es una situación que se puede malinterpretar muy fácilmente y que se presta a comentarios.


-¡Sabes que no me afecta lo que piense la gente de mí! -exclamó, enojada de que siempre utilizara el mismo tipo de excusas.


-¿Y no pensáis que a lo mejor a él si le afecta lo que piensen de vos? -quiso saber Emmett.


Esa cuestión la golpeó en el pecho y todo su enfado se esfumó. Se mordió el labio al darse cuenta de su error.


-¿Lo veis ahora? -le confirmó Emmett. -Deberías corresponderle tratando al menos de comportaros correctamente en presencia de los demás. Aunque Su Majestad sea el hombre más comprensivo del mundo y vos seáis el ser más inocente del universo, para el resto de los mortales no tenéis porque ser más que una esposa irrespetuosa y él un hombre indigno de su corona al no ser capaz de ni tan siquiera controlar a su esposa ¿cómo puede un hombre que no es capaz de gobernar su casa gobernar a su pueblo? -la inquirió Emmett.


Pronto se dio cuenta de que había sido demasiado duro en su alegato, las lágrimas empezaron a asomar en los ojos de la muchacha. Emmett la atrajo contra su pecho y la abrazó con ternura.


-Disculpadme princesita si he sido muy brusco -la consoló.


-No te disculpes, Emmett -le dijo enjugándose una pequeña lágrima mientras se apartaba de él. -Tienes toda la razón -admitió.


-Vuestro prometido se preocupa por vuestro bienestar, de eso no me cabe duda. Ya sólo por eso merece vuestra consideración -le dijo. -Pero, además, por encima de todo, esperaba complaceros con su decisión -le insinuó.


Alice se sintió sonrojar. Apartó su mirada hacia el cuidado seto del jardín. De repente, las margaritas le resultaban de lo más interesante. Emmett soltó una carcajada.


-Y por lo que veo el interés es mutuo -bromeó.


-¡¡Emmett!! -le increpó Alice.


-Está bien -se defendió él. -Tan solo os digo que deberíais agradecérselo.


-Es lo menos que puedo hacer -admitió ella.


El cantar de un gorrión sobre el alféizar de su ventana la despertó. Apenas estaba amaneciendo así que decidió seguir durmiendo. Sin embargo, se sentía del todo despejada, sería muy difícil volver a dormir. Una idea cruzó su mente, se vistió lo más rápido que pudo y se dirigió corriendo hacia la recámara de Bella. Por el corredor se cruzó con un par de camareras que se apartaron de su camino azoradas. Quizás Emmett tenga razón y deba considerar mi comportamiento pensó Alice.


Cuando llegó a su habitación, abrió la puerta despacio, cerrándola tras de sí sin hacer el menor ruido. Se acercó a la cama lentamente, comprobando que Bella seguía dormida.


De repente, saltó sobre su cama.


-¡Buenos días, Bella! -exclamó Alice con voz cantarina, sin parar de saltar en la cama.


-¡Por todos los Santos, Alice! -se sobresaltó Bella, llevándose las manos al pecho -¿Pretendes despertarme o matarme? -la regañó.


-No seas exagerada, Bella -rió Alice ante la palidez de su prima. Ella le respondió lanzándole una almohada, haciendo que Alice estuviera a punto de caer al esquivarla. Ambas rompieron a reír.


-¿Qué haces aquí tan temprano? ¿No puedes dormir pensando en tu paseo con Jasper? -bromeó Bella.


-¿Y qué me dices de tu cita con Edward? -preguntó con voz pícara.


-No es una cita -se defendió Bella.


-Por favor Bella, se nota a una legua que te agrada -sonrió Alice.


-¿Desde cuando eres una experta en amoríos? -le preguntó Bella.


-No lo soy -rió Alice -pero nunca te has comportado así con el Príncipe Jacob.


-¿Y cómo, según tú, me estoy comportando? -quiso saber.


-Déjame que lo piense -respondió simulando estar concentrada mientras se bajaba de la cama y tomaba el cepillo de encima de la cómoda para alisar su cabello.


-Ya sé -exclamó como si hubiera recibido inspiración de las musas -ayer no apartabas los ojos de él ni un segundo, te sonrojabas de pies a cabeza cada vez que te sonreía y tu decepción fue más que evidente cuando un criado, en vez de él, trajo el libro que se había ofrecido a prestarte -concluyó Alice con sonrisa maliciosa.


Bella tapó su cara con la almohada y se dejó caer sobre la cama.


-Y de nuevo te sonrojas -se rió Alice, yendo hacia ella y apartando el almohadón.


-¡Alice! -se quejó.


-¿Qué tiene de malo, Bella? -le preguntó ahora más seria. Alice se sentó sobre la cama mientras su prima se incorporaba.


-¿Que qué tiene de malo? ¿No has visto lo apuesto que es? -le cuestionó. Alice se colocó tras ella y comenzó a cepillarle el cabello.


-¿Eso lo hace inalcanzable? -dudó.


Bella se giró para mirarla por encima del hombro de forma inquisidora.


-Al menos tenéis cosas en común -le animó Alice.


-Oh, sí, que le guste la lectura es una cualidad que sólo se puede hallar en la mitad de los habitantes del mundo -respondió con ironía.


-Y él tampoco dejaba de mirarte -le aseguró.


-Pura curiosidad masculina y debida justamente a eso que según tú tenemos en común -dijo con tono firme.


-Quizás eso sea un comienzo -le alentó. -Disfruta de tu paseo y permítele conocerte, uno nunca sabe lo que puede depararnos el futuro.


-¿Vas a aplicarte tus mismos consejos como casamentera? -bromeó Bella.


-De momento vamos a terminar de prepararnos para bajar a desayunar -respondió evadiendo el tema.


-Eres una tramposa -se rió Bella, cogiendo el almohadón y golpeando a su prima que reía ante su ataque.


Finalmente, Bella tomó un vestido de su baúl y empezó a vestirse mientras Alice se sentaba en la cómoda a trenzarse el cabello.


-Déjatelo suelto como ayer Alice, te veías muy bien. -le dijo mientras se colocaba los botines.


-¿No me da un aspecto descuidado? -dudó mirándose en el espejo.


-Así que eso es lo que opinas de mi cabello ¿no? -le inquirió Bella puesto que siempre lo llevaba suelto. Alice se mordió el labio, como siempre hacía cuando reparaba en algún error por su parte. Bella rompió a reír.


-¿Buscas mi aprobación o la de tu prometido? -repuso divertida.


-¿Por qué mejor no bajamos a desayunar? -dijo Alice evadiendo la pregunta.


-Sí, será lo mejor -respondió Bella sin parar de reír.


Cuando las muchachas llegaron al comedor, Edward y sus padres ya aguardaban en la mesa, mientras Jasper ayudaba a su hermana a sentarse.


-Buenos días, queridas -las saludó Esme en cuanto las vio llegar.


-Buenos días -respondieron ambas mientras se inclinaban levemente. Tanto Edward como Jasper acudieron a su encuentro para acompañarlas a la mesa.


-¿Cómo amaneció vuestro tobillo, Rosalie? -se interesó Alice.


-Mucho mejor, el ungüento de Bella es mano de santo -respondió.


Jasper miró con cara de incredulidad a su primo, que con la misma expresión perpleja asentía con la cabeza. Adoraba a su prima pero tenía que reconocer que su carácter era bastante complicado por llamarlo de alguna forma y que, tras sólo un día de conocer a las princesas, ya se tratasen con esa familiaridad, era poco menos que sorprendente.


-Por lo que veo pasasteis un día agradable ayer -dijo Edward.


-Hacía tiempo que no disfrutaba de tan grata compañía -afirmó Rosalie. -Bella nos deleitó con su lectura, ponía tanta pasión en ella que por momentos sentí deseos de salir de mi cama y correr a por una espada para enfrentar a aquellos troyanos.


Todos en la mesa rieron ante el comentario, excepto Bella que se limitó a sonrojarse.


-Es que el libro de vuestro primo es muy interesante -se defendió Bella.


-Pero sin duda, el mejor momento fue con la prueba del vestido de Alice. En cuanto tocó el tejido fue como si hubiera tenido una visión de como iba a ser y comenzó a dar órdenes precisas a las costureras para su confección. Mi costurera la miraba estupefacta ante tanta decisión.


Rosalie sonrió mientras evocaba en su mente ese momento.


-Oh, Jasper, es una lástima que la tradición no te permita ver el vestido de novia antes de la ceremonia. Aún le faltan algunos retoques pero el resultado es perfecto y Alice luce de maravilla con él -le explicó a su hermano. -Alice parece un hada con ese vestido no, un hada no, una ninfa, una...


-Una náyade -murmuró Jasper dirigiendo su mirada hacia su prometida.


-Eso mismo -confirmó Rosalie mientras Alice bajaba su rostro sonrojado al verse comparada con una deidad.


-¿Una náyade? -preguntó confuso Carlisle.


-Según la mitología griega eran ninfas que habitaban las aguas dulces como los ríos o los lagos -le aclaró Bella.


-Entiendo -respondió Carlisle dirigiéndole una sonrisa a su sobrino.


-Pero se acabaron el encierro y el reposo ¿verdad tío? -continuó Rosalie. -Quedan sólo tres días para la boda y, si es preciso, me sentaré en el trono de mi hermano para dirigir desde ahí a toda la servidumbre de este castillo con tal de que esté todo dispuesto y a tiempo.


De nuevo todos los presentes rompieron a reír y a Alice le sirvió para dejar de sentir todas las miradas sobre ella.


Cuando concluyó el desayuno y se levantaron de la mesa, Jasper se acercó a su prometida.


-¿Os apetece que demos ese paseo que aún está pendiente? -le preguntó un tanto dudoso.


-Por supuesto -le confirmó Alice. -La costurera de vuestra hermana quería que hiciéramos la última prueba esta mañana pero le dije que estaría ocupada, así que esta tarde terminaremos el vestido.


-Es muy considerado por vuestra parte -le agradeció él.


-No quería haceros esperar de nuevo, es lo mínimo que puedo hacer ya que os tomáis la molestia de enseñarme el castillo -admitió ella.


-No es ninguna molestia, mi señora -la corrigió Jasper -No me habría ofrecido si así hubiera sido -concluyó mientras tomaba su mano para guiarla.


-Veamos, creo que ya conocéis la Torre del Homenaje y el torreón donde están situadas el resto de las recámaras -dedujo Jasper a lo que Alice asintió con una sonrisa.


Antes de abandonar el comedor desvió brevemente su mirada hacia su prima que en ese instante aceptaba la mano del Príncipe Edward para guiarla hacia su "sorpresa". Se preguntó a dónde la llevaría.


-¿Vais a decirme a dónde me lleváis? -se quejó Bella por cuarta vez desde que habían abandonado el comedor.


-No mentíais cuando afirmasteis que no os gustaban las sorpresas -sonrió Edward.


-Quien avisa no es traidor -le advirtió Bella.


-Tenéis razón -dijo Edward entre risas antes de pararse ante una gran puerta. -Ya hemos llegado.


Bella exhaló aire de forma sonora, mostrando su impaciencia.


-Ahora os ruego que cerréis los ojos -le pidió.


-¡Alteza! -se quejó ella -¿queréis acabar con esta tortura de una vez?


Edward lanzó una carcajada.


-Es mi última petición del día -le aseguró. Bella lo miró de reojo.


-Por favor -le rogó Edward, dedicándole una de aquellas sonrisas arrebatadoras. Bella empezó a sentir que el calor inundaba sus mejillas. Después de todo, no iba a ser mala idea cerrar los ojos y apartar la vista de aquella sonrisa que la deslumbraba de aquella forma.


-Gracias -le escuchó decir, seguido del rechinar de una puerta. La tomó de los hombros indicándole el camino a seguir. Por suerte, Edward la guiaba pues el escalofrío que recorrió en aquellos instantes todo su cuerpo le habrían impedido moverse por su propia voluntad. Tras unos cuantos pasos, se detuvieron. Notó que se acercaba a ella y de nuevo aquel escalofrío que le erizaba la piel la recorrió por completo al sentir su aliento cerca de su mejilla.


-Podéis abrir los ojos -le dijo. Bella obedeció y casi podría jurar que sus párpados habían seguido de modo sumiso la orden de aquella voz sin que ella hubiera dictado esa indicación a su cerebro.


Tuvo que parpadear un par de veces para acostumbrarse a la luminosidad de la estancia y un suspiro de asombro escapó de su garganta ante aquella visión. La mayor biblioteca, la mayor colección de libros a la que ella había tenido acceso jamás. Dio un par de vueltas sobre sí misma, contemplando la enorme dimensión de aquella estancia, maravillada. Ni en sus sueños habría imaginado un lugar como ése. Decenas de estantes recorriendo toda la habitación, ampliamente iluminada consiguiendo una luz y un ambiente perfectos para la lectura.


-Sabía que os gustaría -dijo Edward con una sonrisa de satisfacción al ver la expresión de asombro de la muchacha.


-¿Gustarme? ¡Me encanta! -le aseguró Bella mientras paseaba entre los estantes.


-Me complace que así sea -asintió. Bella se detuvo ante un conjunto de volúmenes de aspecto desgastado.


-Pero estos tomos son rarísimos, auténticas joyas -exclamó tomando uno de los libros en sus manos.


-Lo sé -sonrió -yo mismo los traje.


-¿Vos? -se sorprendió Bella depositando con cuidado aquel tesoro en su lugar.


-Sí. Muchos tomos de los que veis aquí los traje de mi biblioteca -le informó.


-¿Hay otra biblioteca como ésta en vuestro castillo? -preguntó sin salir de su asombro.


-Sí, semejante a ésta -asintió. -En estos momentos la de mi primo está mucho mejor surtida pues muchos libros los he traído conmigo en mis innumerables visitas.


-Entonces pasáis mucho tiempo aquí -supuso ella.


-Casi más que en mi reino -admitió Edward mientras se sentaba en uno de los divanes situados en el centro de la estancia. -Incluso mis padres viajan aquí siempre que su deber se lo permite.


Bella lo miró confundida mientras se sentaba frente a él.


-Si me lo permitís, un día me gustaría enseñaros los hermosos parajes que rodean este castillo. Sus bosques parecen sacados de una fábula y sus lagos cristalinos se muestran misteriosamente templados durante todo el año, atemperando el ambiente de tal forma que su clima es incomparable.


-Habláis con tanto cariño de esta tierra.


-Estoy intentando convencer a mi padre para que traslade aquí su gobierno -bromeó. Ambos rompieron a reír.


-Sería lo más práctico -añadió ella.


-Sin duda -concluyó él riendo. -Seguro que a vos también os cautivará su encanto -le aseguró él.


-Viviendo en un reino tan frío como el mío, cualquier lugar en el que pueda asomar un rayo de sol me enamora -admitió.


-¿Así que un poco de calidez basta para enamoraros? -insinuó con un susurro.


Bella se sintió enrojecer y, aunque quiso corregirle, empezó a titubear. Edward sonrió ante tal apuro pero decidió cambiar de tema.


-Confío en que nos honrareis con vuestra encantadora presencia durante un largo periodo.


-Sólo el tiempo que mi prima me necesite -le informó un poco más calmada.


-A no ser que os enamoréis -añadió él deslumbrándola con otra de sus sonrisas.


Bella palideció ante aquella insinuación y bajó su mirada tratando de ocultar su turbación.


-De esta tierra, quise decir -le aclaró él.


-Sí, claro -respiró con alivio.


-¿Debo entender que no tenéis un prometido que os espere? -quiso saber Edward.


-No -contestó Bella enrojeciendo por enésima vez esa mañana.


-¿Tampoco un pretendiente? -insistió.


-Podría ser -admitió ella, si es que al Príncipe Jacob se le podía llamar pretendiente.


-¿Y vos no estáis interesada? -preguntó.


-Digamos que mi padre no me ha puesto aún en el dilema de elegir esposo -le aclaró.


-Tenéis más hermanos -supuso.


-No, yo soy su única hija -le informó. -A pesar de que mi madre murió hace algunos años creo que mi padre sigue aferrado a su recuerdo, así que no ha considerado el casarse de nuevo y buscar un posible heredero.


-Pero imagino que le preocupará saber en manos de quien deja a su hija y a su reino.


-Él es tan consciente de ello como lo soy yo -le aseguró Bella.


Edward la miró sorprendido.


-Alteza, en primer lugar no tengo apuro en buscar esposo pues mi padre aún es joven y con la Gracia de Dios reinará por muchos años. En segundo lugar, mi padre confía en mi criterio. Soy consciente de que algún día tendré que elegir esposo y confío, al igual que él, en que mi elección sea acertada. Ya que me otorga cierta libertad, en aras de mi buen juicio, intentaré complacerle con un yerno que pueda considerar digno de heredar su corona.


-Permitidme que dude de nuevo de vuestra edad, Alteza -Edward la miró perplejo. Bella emitió una leve risita.


-Así que lo tenéis todo planeado -bromeó él. -Apuesto a que habéis elaborado una larga lista con cualidades y virtudes que debe poseer un pretendiente para ser vuestro digno esposo.


-Os equivocáis. -le corrigió.


-¿Y cómo sabréis si es el candidato apropiado? -preguntó con tono divertido.


-Simplemente lo sabré -aseguró Bella con tono firme. Edward se sorprendió ante tal afirmación y buscó con sus ojos los de la muchacha. En ese momento habría dado cualquier cosa por poder adentrarse, leer en su mente y saber con certeza que tipo de hombre podría considerarse digno de ella. En ese instante, mientras se hundía en su oscura mirada, el deseo de convertirse en ese hombre se apoderó de él, a la vez que una rabia incontenible al imaginar que fuera otro y no él quien pudiera tenerla se abría paso en su pecho.


Sobresaltado ante tal intensidad se levantó y dirigió sus pasos a uno de los estantes mientras intentaba sosegarse.


-Este libro aún no lo he leido -comentó despreocupado, tomando un libro y ojeando sus páginas.


-Yo tampoco -admitió ella acercándose a él para comprobarlo.


Edward, con su cercanía, sintió como un dulce aroma a azahar inundaba sus sentidos. Hubiera querido permanecer así por siempre, percibiendo ese perfume embriagador e indagó en su mente en busca de algo que pudiera dilatar ese momento y permitirle estar cerca de ella todo el tiempo que le fuera posible.


-¿Qué os parece que si lo leemos juntos? -preguntó, deseando que esa estúpida idea que acababa de asaltarle funcionara.


-No os entiendo -le miró Bella confusa.


-Escuché como Rosalie alababa vuestra lectura y me encantaría escucharos -le explicó.


Bella pensó en negarse pero Edward adivinó su intención y se adelantó.


-A cambió yo podría leer también para vos -añadió Edward tratando de convencerla. En vista de que la muchacha dudaba se apresuró a dar el último paso.


-Y para que veáis que cumpliré con mi parte del trato, empezaré yo -le dijo. -Por favor, tomad asiento -le pidió acompañándola al diván, invitándola a sentarse. La miró por última vez y, con una sonrisa en los labios, inició la lectura.


Bella sintió que sus intentos de réplica se diluían conforme aquella voz aterciopelada invadía sus oídos, turbando su mente por completo. Tuvo que hacer un esfuerzo por concentrarse en sus palabras y no abandonarse al sonido de aquella voz que la abrumaban. Se sintió egoísta por un segundo y deseó que Alice la necesitase por siempre, dándole así motivos para no abandonar aquel reino. La culpabilidad asomó casi al instante, Alice merecía ser feliz y ella se marcharía en cuanto estuviera segura de que así era.


-Mi señor, vuestro castillo es inmenso -afirmó Alice entusiasmada. -¿Cómo hacéis para organizarlo tan a la perfección?


-Todo el mérito es de mi hermana -admitió Jasper. Una duda asaltó su mente con ese comentario, pero quizás no era el momento para hablar de ello así que desechó la idea. Sin embargo, Alice se percató de la seriedad de su expresión.


-¿Ocurre algo, mi señor? -quiso saber.


-No, es sólo que -titubeó intentando poner en orden sus ideas.


-¿Os preocupa algo? -lo miró inquieta.


-No, mi señora -la tranquilizó. -Me preguntaba si ahora que pasaréis a ser la señora de este castillo os querríais hacer cargo de ese menester.


-Es mi deber como esposa -le confirmó -pero no quisiera incomodar a vuestra hermana. He comprobado que es una tarea que no le desagrada y no quisiera ofenderla con mi autoridad. Trataré el tema con ella y seguro que llegaremos a un buen entendimiento -afirmó con ese tono alegre que empezaba a serle tan familiar en ella.


Jasper respiró aliviado y se asombró de lo fácil que parecía todo una vez visto desde el punto de vista de Alice. Recordaba como había saludado y les había dedicado una amplia sonrisa a cada uno de los súbditos que se habían encontrado en su camino y empezaba a entender las palabras de Emmett del día anterior: era imposible resistirse ante su dulzura. El palpitar de su corazón le anunció que posiblemente él ya se hubiera rendido sin remisión a esa alegría que emanaba del brillo de sus ojos.


-¿A dónde nos dirigimos? -preguntó Alice mientras salían a un patio exterior.


-He querido dejar este lugar al final para coronar nuestro paseo -contestó mientras seguían una vereda. -He supuesto que os gustaría.


Al final del camino un inmenso jardín se abría ante ellos. El rostro de Alice se iluminó ante tan colorida imagen. Nunca había visto tantas especies florales en un sólo vergel y tan perfectamente combinadas. Alice soltó la mano de su prometido y corrió para adentrarse en las flores a oler su perfume. Jasper se acercó a ella sonriendo ante la efusividad de su prometida. Arrancó una pequeña rosa blanca y se la ofreció.


-Gracias -le dijo ella, acercando el pequeño capullo a su nariz.


-¿Queréis sentaros? -preguntó Jasper señalando unos bancos situados en medio del jardín. Alice asintió y él volvió a tomar su mano para guiarla.


Alice suspiró mientras observaba el bello jardín y una amplia sonrisa se dibujaba en sus labios.


-¿Qué os parece? -quiso saber él.


-Sin duda éste va a ser a partir de ahora mi rincón favorito -le informó ella.


-Me alegro de que os guste -sonrió él complacido.


-Me fascina -le corrigió ella -El conjunto de tonalidades tan bien escogida, la conjunción de sus aromas formando un perfume único, perfecto... es asombroso. Dadle mi más sincera felicitación al jardinero -concluyó Alice.


-Gracias -dijo él inclinando la cabeza.


-¿Vos? -lo miró sorprendida.


-Sólo en parte -admitió él. -Como es lógico mis ocupaciones y deberes no me permiten dedicarle el tiempo que yo quisiera pero procuro supervisar personalmente el trabajo de los jardineros.


Alice lo miró perpleja. Se dio cuenta de cuan diferente era ese joven que estaba frente a ella comparado con el rey que se había ganado el respeto de todos con su fama de frío estratega. Supo que una gran sensibilidad debía residir en su corazón y que, probablemente, se veía obligado a ocultar su bondad por miedo a parecer débil ante su pueblo. Sin embargo, daba muestras de querer mostrarse ante ella tal cual era, y, esa idea, la llenó de emoción pues, hasta ahora, no había visto más que virtudes en él. Sería tan fácil entregarle mi corazón, pensó Alice. De repente, Jasper se levantó sacándola de su ensoñación.


-¿Que ocurre?


-Quiero mostraros algo -le indicó.


Se adentraron un poco más en el jardín y vio como se acercaban a un pequeño parterre con la tierra removida, preparada para ser plantada. A su lado, decenas de rosales blancos y matas de violetas esperaban en sus tiestos para ser trasplantados.


Alice observó el pequeño parque con cautela, con miedo a sacar conclusiones precipitadas.


-Confío en que esté terminado para nuestra boda -le informó él. -Sé que debería haber aguardado hasta ese momento para enseñároslo, pero no he podido resistirme. Sólo espero que lo anticipado no le reste valor a mi regalo de bo...


Pero ya no pudo continuar, el delicado cuerpo de Alice se apretaba contra su pecho, abrazándolo y tomándolo totalmente desprevenido. No fue capaz de mover ni uno sólo de sus músculos ni articular palabra alguna. Sólo sentir como el calor de ese pequeño cuerpo se adentraba en el suyo recorriéndolo por completo, desbocando su corazón, haciéndolo palpitar con tal fuerza que pareciera querer salirse de su pecho.


-Disculpadme -dijo Alice apartándose rápidamente de él, bajando su rostro. Una pequeña lágrima recorría su mejilla, alarmando a Jasper.


-¿Lloráis mi señora? -dijo él, posando su mano bajo su barbilla, levantándole el rostro para que lo mirase.


-Es sólo la emoción, mi señor -le aseguró ella. -Sé que intentáis complacerme y os estoy inmensamente agradecida.


Jasper enjugó sus lágrimas con un leve toque de sus dedos, sintiendo de nuevo ese calor bajo su tacto. Se volvió a repetir que haría lo que estuviera en su mano con tal de que ella fuera dichosa y quería que ella lo supiera.


-Imagino que no ha sido fácil aceptar la decisión de vuestro padre -le dijo. -Creedme que entiendo vuestra situación mejor que nadie. Dentro de tres días nos uniremos en matrimonio sin apenas conocernos y sin ningún indicio que vaticine como será nuestro futuro juntos -le aseguró.


Alice respiró aliviada ¿cómo era posible que supiera exactamente como se sentía? ¿Acaso podía leer esa inquietud de su alma?


-En estos momentos no estoy en posición de prometeros nada -prosiguió él. -Sólo puedo aseguraros que mi máxima preocupación es vuestro bienestar y deseo -susurró -deseo que seáis feliz aquí.


Jasper miró en sus ojos tratando de encontrar el mínimo atisbo de desaprobación o disgusto en ellos, pero aquellos ojos grises que ahora se le antojaban más violetas que nunca lo miraban con una ternura infinita mientras una dulce sonrisa se dibujaba en sus sonrosados labios. Por vez primera, un deseo profundo de abrazarla, de besarla, de probar el sabor de aquellos labios casi lo dominó por completo, pero, haciendo gala de todo su temple, logró contenerse. No debía malograr, confundir aquella ingenuidad suya con sus anhelos. Tomó su mano y la acercó hacia sus labios, depositando un suave beso sobre la yema de sus dedos mientras una certeza se hacia cada vez más evidente en su corazón, la certeza de que se había enamorado de ella sin condición.


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CAPITULO 6

Alice se dirigía a la biblioteca. Intentaba poner en práctica uno de los consejos de su prima, quizás, si conseguía concentrarse en la lectura conseguiría disipar esos nervios pre-nupciales que la estaban asediando. Rosalie, con su ayuda y con la de su tía, había conseguido dejar listos todos los preparativos de la boda antes incluso de lo previsto. Así que se sentía del todo ociosa y eso no estaba ayudando demasiado a sus alterados nervios.


Se preguntó por un momento cual era la verdadera razón de su estado. Era muy fácil mentirse a ella misma y a los demás diciendo que la inquietaba la perspectiva de un futuro incierto junto a un hombre que apenas conocía, pero sabía muy bien que eso no era del todo cierto. Lo que la inquietaba sobremanera era en realidad aquel hombre con el que se casaría al día siguiente y que estaba despertando en su ser sentimientos del todo ajenos para ella hasta ese momento.


Aún podía sentir el roce de esos labios varoniles en la yema de sus dedos a pesar de que ya habían pasado dos días y su corazón latía fuerte en su pecho cada vez que evocaba ese momento en el que creyó por un segundo que iba a besarla. Tantas y tan intensas sensaciones fusionadas en un solo instante, asombro, duda, expectación, deseos de recibir ese beso, un tizne de decepción al no ser así, y un ardor hasta entonces desconocido para ella al tocar aquellos labios que le parecieron tan suaves, tan masculinos y tan... sensuales, como si en realidad ella supiera el significado de eso.


Otra vez ese ardor recorrió su interior y deseó con todas sus fuerzas que el consejo de su prima funcionase. Tan decidida abrió la puerta que no se percató hasta que hubo entrado de que había alguien allí.


-¡Bella! -exclamó -¿Qué haces aquí?


-Espero a Edward -admitió sobresaltada por la intrusión repentina de su prima. Alice la miró confundida.


-Estos últimos días nos hemos citado aquí para leer -le aclaró.


-¿Para leer? -preguntó extrañada.


-Bueno, recitamos el libro en voz alta. Hoy es el turno de Edward -le explicó tímidamente.


-Así que era una cualidad que perfectamente se podía encontrar en la mitad de la humanidad -bromeó Alice haciendo a Bella enrojecer.


-Osea que es aquí donde te has pasado estos dos últimos días... y en compañía de Edward -exclamó con excitación.


-Calla que te pueden oír -le reprendió Bella.


-Te agrada ¿no? -inquirió maliciosa.


-No sé de que me hablas -le rebatió.


-Pues podría asegurar que tú también le agradas -afirmó firmemente haciendo caso omiso de su negativa.


-¿Ah sí? ¿Y en que te basas para afirmar tal cosa? -quiso saber.


-Pues en que en este reino hay muchas cosas que un joven príncipe podría hacer para ocupar su tiempo como, por poner un ejemplo, cristalinos lagos en los que darse un baño o frondosos bosques en los que perderse a cazar. No "malgastaría" su tiempo con una muchacha que le es del todo indiferente -concluyó Alice.


Bella comenzó a titubear ante tal razonamiento.


-Me da pena el Príncipe Jacob -dijo Alice simulando un tono lastimero en su voz.


-¿De qué hablas Alice? -la recriminó alzando la voz.


-Bella, cálmate un minuto ¿quieres? -le pidió en tono divertido. -Estás hablando conmigo, sabes que te conozco muy bien y que es absurdo que me mientas o me ocultes cosas que tarde o temprano acabaré por descubrir, como siempre. -Bella suspiró con resignación.


-¿Acaso tus ideales de mujer inteligente, ilustrada e independiente te impiden reconocer ante mí, tu prima querida, que estás enamorada del Príncipe Edward? -preguntó por fin.


La expresión de Bella se tornó en una mueca de disconformidad.


-¡Bella! -le advirtió Alice ante su intención de rebatirle.


-De acuerdo, lo admito -reconoció por fin a regañadientes. Alice se lanzó a sus brazos gritando.


-Cálmate Alice, va a escucharte todo el castillo -la reprendió Bella de nuevo. Alice tapó su boca con ambas manos mientras se escuchaba una risita a través de ellas.


Alice depositó el libro sobre la mesita de piedra levantando la vista de sus páginas, dirigiéndola hacia aquel jardín de tonos blanquecinos y malváceos que se extendía ante sus ojos. Cerró durante un momento los ojos y aspiró profundamente, dejando que aquel perfume perfecto la envolviera. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios al recordar cuando el Príncipe Edward había llegado a su cita con su prima en la biblioteca. No le pasó desapercibido el leve gesto de desencanto que se dibujó en su rostro cuando comprobó que Bella no estaba sola.


-Príncipe Edward, seguro que vos podéis ayudarme -le había dicho Alice sin apenas darle la oportunidad de saludarlas.


-¿En que puedo serviros ? -preguntó extrañado mientras cerraba la puerta tras de sí.


-Me dirigía al jardín -le informó recalcando esta parte para dejar clara que su estancia allí era momentánea -y sentí deseos de llevar un buen libro como compañía -continuó. -Mi prima insiste en que Sócrates sería el compañero perfecto para estas horas de espera previas a mi matrimonio, mas yo no estoy del todo convencida. ¿Qué me aconsejáis vos?


-Dejadme pensar -contestó con aire pensativo. De repente, se adentró en el bosque de estantes y sustrajo de uno de ellos un pequeño tomo. Se dirigió de nuevo hacia ellas y se lo entregó.


Rápidamente Bella lo observó de modo inquisitivo. Alice se lo mostró aceptando su supervisión.


-Sé que no es una lectura tan culta -le explicó a Bella -pero le resultará muy amena y creo que, sin duda, es lo que su mente necesita en estos momentos -se justificó Edward dedicándole una amplia sonrisa a la muchacha, a lo que ella respondió asintiendo mientras una leve sonrisa se asomaba en su sonrojado rostro.


-Disculpadme el retraso -murmuró. -Cuando mi padre me pidió ayuda para catalogar las existencias de medicinas del dispensario no creí que nos fuera a ocupar tanto tiempo -se excusó sin dejar de sonreír.


-¿También entendéis de medicina? -preguntó Bella maravillada.


Alice sonrió al sentirse del todo ignorada, debería haber agradecido a Edward su recomendación, pero no le pareció nada oportuno interrumpir tal escena. Sus miradas fundidas el uno en el otro al igual que toda su atención y todos sus sentidos, como si nada de lo que pudiese acontecer a su alrededor tuviera la más mínima importancia.


Alice caminó lentamente hacia la puerta intentando no hacer el menor ruido. Antes de cerrar la puerta echó un vistazo y, tal y como había imaginado, ninguno de los dos se había percatado de su marcha.


Ahora, sentada en aquel jardín de ensueño, volviendo a recordar ese momento, la convicción de que el Príncipe Edward sentía algún tipo de afecto su prima le pareció más que obvia.


-Estoy empezando a creer que esto, en vez de un castillo, es una universidad -la voz de Jasper a su lado la hizo sobresaltarse.


-Siento haberos asustado -se disculpó rápidamente mientras se sentaba a su lado al notar su respiración agitada.


-No os preocupéis -le sonrió ya más calmada -¿por qué decís eso? -quiso saber.


-Primero me he encontrado a Rosalie en el salón. Tras informarme de que estaba todo listo para la ceremonia de mañana me ha advertido que no quería ser molestada hasta no terminar la lectura de "la Iliada", puesto que, y cito textualmente, no lo dejará hasta saber en que concluye la ira de Aquiles.


El comentario de Rosalie hizo reír a Alice.


-Después he acudido a la biblioteca donde Edward estaba recitándole a vuestra prima ciertos pasajes que he creído reconocer que pertenecen a Platón. Ellos me han indicado que posiblemente estaríais aquí y ¿cómo os encuentro? leyendo también. -concluyó Jasper simulando desesperación con un tono del todo teatral ante el que ambos rompieron a reír.


-Definitivamente tenéis razones para alarmaros -le aseguró Alice.


-Gracias a Dios, Emmett es la excepción -añadió Jasper sonriendo mientras ambos giraban su rostro hacia la figura del guardia que se encontraba no muy lejos de allí custodiando a la princesa.


-Lo suficientemente lejos como para no oír conversaciones ajenas pero sí lo bastante cerca como detectar cualquier peligro que pueda acechar -pensó Jasper, reconociendo con agrado cuan seriamente se tomaba aquel guardia su cometido.


-¿A vos también os atrae la lectura como a vuestra prima? -le preguntó finalmente a su prometida, posando ahora su atención por completo en ella.


-Sí pero digamos que en ella es innato y en mí adquirido. Jasper la miró intrigado.


-Hace años hicimos una especie de pacto. Yo mostraba cierto interés por la literatura y, a cambio, ella me permitía introducir cierto colorido a su vida y a su vestuario -le explicó con tono divertido. Jasper asintió entendiendo.


-En cualquier caso resultó beneficioso para ambas, ella trata de ser un poco más consciente de las posibles formas en las que puede resaltar su belleza y yo encontré en la lectura un pasatiempo tan interesante como didáctico -concluyó.


Jasper tomó el libro, interesándose en la lectura de su prometida.


-"Razón de amor" -Jasper leyó el título en voz alta. -¿Así que os gusta la poesía? -preguntó con curiosidad.


-¿Lo conocéis? -quiso saber. -Me lo recomendó vuestro primo.


-"Quien triste tenga su corazón venga a oír esta razón. Escuchará razón acabada, hecha de amor y bien rimada" -le confirmó Jasper recitando las primeras estrofas.


-Es mi libro de poesía favorito -le informó. Alice sonrió complacida.


-No pensé que, con tantas obligaciones, tuvierais tiempo de leer.


-Y por desgracia así es, pero cuando lo hago, confieso que siento predilección por la novela épica -admitió.


-Como buen hombre de acción -ratificó Alice. Jasper asintió sonriendo.


-A mí también me apasiona ese tipo de novelas -reconoció ella, -pero lógicamente por motivos diferentes a los vuestros.


-No os entiendo -afirmó Jasper


-¿Nunca os percatasteis de que el trasfondo de todas esas luchas, batallas e intrigas es siempre una gran historia de amor? -puntualizó Alice. La expresión dudosa de Jasper la animó a continuar.


-¿No fue el amor de Paris por Helena la que llevó a Troya a la ruina? -le aclaró -¿El amor de Ulises por su amada y fiel esposa Penélope no fue lo que hizo que recorriese por años los confines del mundo para volver a sus brazos? ¿Acaso no arriesgó Perseo su propia vida para matar a Medusa, la gorgona, cuya mirada aún después de muerta podía transformar a cualquier ser viviente en piedra, y poder así salvar a su amada Andrómeda de las terribles garras del monstruo Ceto?.


Alice se dio cuenta entonces de cuanta pasión había puesto en su alegato.


-Disculpadme -pidió mientras bajaba su rostro avergonzada.


-¿Por qué? -preguntó Jasper sin comprender.


-Bella siempre me censura por mi ideas, me aconseja que deje de fantasear y que madure, instándome a leer más filosofía, tal y como hace ella -le explicó.


-No es necesario que os disculpéis -la corrigió. -Al contrario -prosiguió -¿no habéis oído ese dicho que asegura que el amor es el sentimiento que mueve al mundo? Alice sonrió tímidamente, dedicándole una dulce mirada a través de sus largas pestañas mientras asentía con la cabeza.


No, no es inmadura, pensó Jasper, sino soñadora y romántica. Decidió que su prometida, inocentemente albergaba en su corazón el ideal femenino del héroe que lucha por el amor de la doncella en apuros, un ideal tan antiguo que se podía remontar al inicio de los tiempos. Nunca hasta ese momento se había parado a pensar cuan ciertas eran las palabras que acababa de decirle, ni había tenido la certeza de lo que puede llegar a hacer el hombre por el amor de una mujer. Se dio cuenta de que él mismo sería capaz de llevar su reino a la más cruenta batalla o arriesgar su propia vida por salvar la de Alice, él podría ser sin ningún tipo de reserva ese héroe que la rescatase de cualquier peligro, de cualquier sufrimiento, de cualquier infierno.


Por un momento se perdió en aquellos reflejos violáceos. Si tan sólo ella pudiera sentir algo por mí, pensó Jasper. Si supiera cuál es el camino, la forma de poder llegar a su corazón lo recorrería sin dudarlo a costa de lo que fuera. Quiso convencerse de que la mejor decisión que había tomado era darle tiempo, sin hostigarla ni confundirla con sus propios sentimientos. Si algún día ella llegara a sentir algo por él, y ojala así fuera, debía ser siguiendo los dictados de su corazón y no por sentirse comprometida u obligada por un sentimiento no correspondido.


-Mi señor -la voz de Alice interrumpió sus pensamientos -¿debo entender que me estabais buscando? -preguntó al recordar que había acudido a la biblioteca en su busca.


-Ah, sí -respondió sacudiendo la cabeza, poniendo en orden sus ideas.


-Quería recordaros que esta tarde el obispo nos espera para confesión.


Jasper era consciente de que podía haber mandado a cualquier sirviente a transmitirle dicho recado en su nombre pero desde aquel paseo que dieran hacía ya dos días, apenas si la había visto y se dio cuenta de que la extrañaba enormemente. Aquella excusa le había venido como anillo al dedo para poder buscarla y conversar aunque fuera un momento con ella.


-Muy bien, estoy preparada -le confirmo.


-Aprovechando la ocasión quería comunicaros que he resulto que mañana se celebren ambas ceremonias -le informó. -En vista de que vuestro Reino está carente en estos momentos de alguien que lo gobierne tras la desafortunada muerte de vuestro padre y para evitar cualquier conflicto que pueda ocasionar tal vacío de poder, he decidido acelerar nuestra coronación a mañana, tras nuestro matrimonio -le explicó.


-Entonces mañana... -titubeó Alice.


-Pasaréis a ser mi esposa y la soberana de ambos reinos -le confirmó. El rostro de Alice se ensombreció repentinamente, hecho que a Jasper no le pasó desapercibido.


-¿Os preocupa la ceremonia o...?


-No -le corrigió ella rápidamente.


-¿Qué os aflige entonces? -preguntó preocupado. Alice se tomó unos segundos para contestar, suspirando en un intento de infundirse valor.


-Decidme, mi señora -insistió mostrándose impaciente.


-Me preocupa no cumplir correctamente tanto con mis deberes de reina como de esposa -dijo en un susurro. Jasper se quedó en silencio por un momento, atónito. Sin embargo, se apresuró por darle una respuesta a su prometida e inspirarle confianza si eso era lo que ella necesitaba.


-No diré que vuestros deberes como reina serán fáciles porque no es cierto, pero confío en que me permitáis guiaros en tan ardua tarea. Sentíos libre de recurrir a mí en busca de consejo siempre que lo consideréis necesario, y yo, por mi parte, os aseguro que siempre estaré dispuesto a escuchar vuestras inquietudes y vuestras ideas.


Alice asintió agradecida, aunque la turbación de su rostro no había desaparecido. Jasper supuso cual era el motivo aunque no sabía muy bien como afrontarlo.


-Por lo que respecta a vuestros deberes como esposa, debéis saber que compartimos inquietud pues yo también soy inexperto en el papel de esposo -le confesó en un susurro.


De repente, Alice sacó un papel plegado de entre la manga de su vestido y jugueteó con él entre sus dedos, nerviosa. Finalmente, tras un momento de indecisión, se la entregó a Jasper que la miró confuso.


-Os ruego que lo leáis -le pidió sonrojada. Jasper se limitó a obedecer.


-Pero esto son.... -titubeó Jasper.


-Nuestros votos matrimoniales -le confirmó Alice con tenue murmullo. Jasper fue incapaz de ocultar su asombro.


-Si no los encontráis apropiados, si preferís no... -las palabras salían atropelladamente de la boca de Alice.


-Son perfectos -murmuró Jasper sin separar la vista del pliego recorriendo aquellas líneas manuscritas por su prometida. Alice respiró aliviada.


-Espero que no consideréis una osadía que yo... -se apresuró a justificarse pero Jasper la interrumpió con un ligero sacudir de su mano.


-He de reconocer que había olvidado por completo ese detalle así que, en realidad os estoy agradecido -le confirmó mirándola ahora con una amplia sonrisa en sus labios.


-¿Qué significa esto? -dijo acercándose a ella para mostrarle a que se refería -¿Son nuestras iniciales? -preguntó señalando algo en el papel mientras ella se inclinaba más sobre él para comprobarlo.


-Sí, indican las estrofas que cada uno de nosotros debería recitar -le explicó.


-Entiendo -dijo él alzando su rostro.


Justo en ese instante, a escasos centímetros se encontró con la mirada gris de Alice, tan cerca que podía vislumbrar la forma exacta de aquellos reflejos violáceos que lo tenían absolutamente hipnotizado, tan cerca que podía sentir su dulce aliento sobre su rostro ¿Serán igual de dulces sus labios? -pensó mientras dirigía su mirada a aquellos labios sonrosados. La tentación era casi insostenible, esos labios se le mostraban irresistibles y casi podía notar su calidez, su suavidad, lo único que tenía que hacer era acercarse un poco más y...


-Majestad -una voz sonó a su lado rompiendo el encantamiento. Jasper se giró con una expresión poco disimulada de fastidio en su rostro a comprobar quien les había interrumpido .


-¿Si, María? -espetó mientras la muchacha se inclinaba.


-Su Ilustrísima me manda a avisarles que espera a Vuestras Majestades en la capilla -le informó ella con la mirada pegada al suelo.


-Está bien -dijo levantándose del banco de piedra, ofreciéndole su mano a Alice.


-¿Vamos, mi señora? -preguntó con una sonrisa, mientras un sentimiento de frustración luchaba por explotar en su pecho.


-Sí -asintió Alice tímidamente, tomando su mano.


Cuando se disponían a abandonar el jardín, Alice se volteó durante un momento para comprobar que Emmett los seguía, pero, en su lugar, se encontró con el rostro de María. Alice se irguió rápidamente, y siguió caminando, pensativa. No entendía muy bien cual podría ser el motivo pero, habría jurado que en los labios de la doncella se perfilaba una pérfida sonrisa de satisfacción.



domingo, 2 de mayo de 2010

Noches de Italia

Capitulo 5. Inesperado
-¿Y bien?


Cuando llegué a la casa me planté en frente de Emmett, estaba sentado en el sofá viendo la tele, con mi cuerpo cubrí todo el monitor.


-¿Qué pasa? –tuvo el descaro de parecer confundido.


-¡Lo sabes perfectamente! –grité fulminándolo con la mirada.


-Sólo quería conocer a mi cuñado –contestó con una sonrisa burlona en los labios.


-Emmett –lo regañó Rosalie-. Estas haciendo enfadar a Bella.


Ella estaba equivocada, yo ya estaba enfadada.


-¡El y yo no somos nada! –exploté-. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo?


-¿Por qué no? –Emmett arqueó las cejas-. A mi me cae bien.


-Por que apenas lo conozco, porque no estoy interesada en él, ni él lo está de mi…


Emmett puso los ojos en blanco.


-¿Siempre has sido así de despistada o sólo ahora?


Iba a abrir la boca para contestar, pero Alice llegó en ese momento.


-Siempre ha sido así –dijo.


-Lo imaginaba –asintió Emmett.


Miré de uno a otro confundida y cuando mi vista llegó a Rosalie la vi apretando los labios, parecía esforzarse por no reír.


Fruncí el ceño. Era imposible mantener una conversación seria con ellos. Me di media vuelta.


-¿A dónde vas? –escuché la voz de Rosalie.


-Está enojada va a desahogarse intentando practicar su escudo –contestó Alice-. Sólo recuerda Bella, no vayas a excederse eso agota mucho tus energías.


Resoplé, a veces era un poco molesto ese don de ella.


Llegué al bosque, me interné hasta el corazón del mismo, no quería ser molestada. Me quedé inmóvil, me concentré utilizando mi enojo como impulso, una esfera de energía se comenzó a formar a mi alrededor. No era muy grande, apenas alcanzaba a cubrirme todo el cuerpo, pero era mejor comenzar con poco.


¿Por qué no me dejaban en paz? Ninguno de ellos entendía que yo no necesitaba una pareja… yo tenía a mi familia, a mis amigos… Una imagen de Edward se introdujo en mi mente. ¿Cómo sería que él se convirtiera en mi pareja? ¿El podría enamorarse de mí? ¿Y yo? Tal vez…


Sacudí mi cabeza, mi concentración se perdió y el escudo desapareció. Hice una mueca, eso me pasaba por desviar mi atención.


Sabía que debía descansar un poco, pero no me importó, volví a formarlo, pero justo antes de que se cerrara por completo mis piernas temblaron y estuve a punto de caer al suelo.


Reuní toda la energía que me quedaba para mantener la protección, tenía que lograr mantenerla tan sólo unos minutos…


El viento sacudió las copas de los árboles, y como si tuviera vida propia, descendió con violencia hasta el lugar donde me encontraba. Ese ligero golpe bastó para que mi escudo se desvaneciera y yo cayera al suelo.


Escuché que alguien se acercaba a mí, era Alice, podría reconocerla fácilmente.


-¡Te lo advertí! –se agachó y me ayudó a ponerme de pie-. ¿Por qué nunca me escuchas?


-Claro que lo hago –repliqué.


-Sí, me escuchas, pero eso no sirve de nada si no haces ningún caso de lo que te digo –me regañó.


-¡Ya entendí! –exclamé-. La señorita Alice siempre tiene la razón –añadí entre dientes.


-Mucho mejor –sonrió.


Caminamos lentamente de regreso a la casa, estaba cansada y no podía correr mucho.


-¿Por qué viniste? –pregunté.


-Porque sabía que no me harías caso y quería asegurarme de que no te destruyeras sola –contestó.


-Muy graciosa –dije con sarcasmo en mi voz.


-Además creo que Edward y Jasper llegarán pronto –dijo, una arruga se formó en su entrecejo.


-¿Crees?


-Sí –contestó-. No puedo verlos con claridad –admitió, con algo de frustración en su voz.


-¿No te parece extraño? –cuestioné.


Alice me fulminó con la mirada.


-No empieces Bella –me acusó-. Yo confío en ellos, deberías hacer lo mismo.


-¡Yo sólo pregunté algo! –me defendí-. ¡Jamás dije que tuviera que ver con ellos!


-Pero lo pensaste


Arqueé una ceja.


-¿Ahora lees la mente? –pregunté.


-No –contestó-. Es sólo que te conozco demasiado.


Hice una mueca, esa era otra de las cosas molestas de Alice.


Ella me vio un momento, parecía estar a punto de decir algo, lo que no sería nada agradable para mí, se notaba en su rostro.


-Creo que no deberías acercarte tanto a los humanos –soltó de pronto.


-Oh no –fruncí el ceño-. ¿Tú también? ¿Por qué Alice creí que te caían bien al igual que a mí…


-No es por eso Bella –me interrumpió-. Ninguno de nosotros te dice eso porque menospreciemos a los humanos, es sólo que nos preocupamos por ti…


-¿Pero de que se pueden preocupar? -cuestioné-. Los humanos no son ningún peligro para mí, es todo lo contrario…


-Bella –dijo Alice para llamar mi atención-. Hay una razón por la cual ninguno de nosotros convivimos tanto con los humanos…


-Por la sangre


-No sólo es por eso –Alice hizo una mueca-. No debemos tener mucho cariño hacia un humano, porque ellos viven un tiempo muy corto, mientras que nosotros somos eternos –ella dudó, parecía insegura de decir el resto-. ¿Qué pasará cuando Mike deje de existir? ¿O cuando tengas que alejarte de él, porque comenzará a notar que no envejeces?


Me petrifiqué. Nunca había pensado en eso. ¿Qué pasaría? Simple, sufriría mucho.


-Ni Carlisle, Esme, Rosalie, Emmett o yo queremos verte sufrir –continuó Alice.


-Lo sé –musité-. Aunque ya es un poco tarde para olvidar a Mike, lo quiero como a un hermano.


-Sólo tienes que tener en mente que dentro de unos años nos mudaremos y tú tendrás que decirle adiós.


Asentí levemente.


Cuando llegamos hasta la casa, vi un volvo plateado estacionarse en frente de la puerta, tal como Alice había dicho había llegado la compañía.


Jasper y Edward, salieron del auto. Una sonrisa radiante se dibujó en el rostro de Alice y se reunió a toda prisa con ellos.


-Hay algo importante que venimos a decirles –anunció Jasper-. Sobre nuestra alimentación.


Hice una mueca. Sólo esperaba que no nos invitaran de cacería, por mucho que a Alice le gustara Jasper, jamás aceptaría ver como atacan a las personas.


Edward volteó hacia Alice, como si ella hubiera llamado su atención, siendo que estaba tan callada como yo. El vampiro de cabello cobrizo sonrió, no entendí el motivo de ese gesto.


-No nos alimentamos de humanos –completó Edward-. Sólo lo hacemos de animales, no queremos hacerles daño a las personas…


Parpadeé. Siempre habría creído que nuestra familia era la única con ese "hábito". No pude evitar sonreír, por fin había encontrado vampiros que se asemejaban a nosotros. Sin darme cuenta me acerque a Edward y lo abracé, él se sorprendió pero no tardó en envolver mi cintura con sus brazos. Con esto él y Jasper habían ganado mi confianza.


-Nosotras también somos "vegetarianas" –dijo Alice entre risas-. Nunca creímos que hubiera alguien más así, creo que a Bella le ganó la emoción.


Ese comentario me hizo volver a la realidad y darme cuenta de lo que estaba haciendo, me comencé a apartar de Edward, pero no logré moverme sus brazos seguían aprisionándome.


Sin previo aviso sus labios se reunieron con los míos, me dejé llevar y rodeé su cuellos con mis brazos, la verdad era que besaba bien.




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Capitulo 6 . Roto


-La que quería permanecer sola, fue la primera que consiguió novio


-Alice si no te callas ahora –fruncí el ceño-. Te va a ir mal.


Ella se rió.


-Vamos tienes que admitir que es gracioso.


La fulminé con la mirada.


-Bien, solo a mi se me hace gracioso –rectificó-. Pero deja de poner esa cara Bella, tienes que admitir que ahora eres más feliz, creo que Edward puede ser tu pareja eterna.


-Tranquila Alice, apenas empezamos a salir –repliqué-. No hay ningún amor entre nosotros, sólo es… atracción –añadí. El beso regresó a mi memoria y me alegré ser incapaz de ruborizarme, porque sino, seguramente mis mejillas estarían teñidas de rojo.


Alice arqueó las cejas.


-¿Atracción? –no me agradó el tono en que lo dijo-. Bella creo que el está…


-Alice –le advertí-. No empieces


-Bien –se cruzó de brazos e hizo una mueca, a ella nunca le gustaba que la callaran. Se puso de pie y me observó por un momento-. Tengo clase y no quiero llegar tarde…


-Y como en esa clase está Jasper también –agregué sonriendo, Alice no tenía remedio.


-Si –ella me devolvió la sonrisa y dio media vuelta-. Nos vemos.


Yo en cambio tenía una hora libre, me recosté en el árbol y saqué un libro de mi mochila, así podría pasar el tiempo.


-¿Cómo estas Bella?


Reconocí la voz al momento de escucharla y a regañadientes aparté el libro de mi cara para ver a Julian de pie en frente de mí.


-¿No tienes algo mejor que hacer? –le pregunté. No me importó sonar grosera cuando lo dije.


Mi brusquedad no sirvió de nada. Julian sonrió y se sentó junto a mí. ¿En que momento le había dicho que podía hacerlo?


-¿Algo mejor que estar contigo? –arqueó las cejas-. No lo creo.


Fruncí el ceño, tenía tantas ganas de hacer mi escudo o de agarrarlo por el brazo y aventarlo lejos de mí, pero no podía, había muchos humanos presentes. ¡Que mala suerte!


-Vete


-¿En verdad te molesta tanto mi presencia? –preguntó Julian.


-Demasiado –contesté.


Hizo una mueca, no me sorprendió, para alguien tan engreído como el debía ser muy duro un rechazo.


-Iré al GOA esta noche –dijo-. ¿No quieres acompañarme?


-No


¿Qué no le bastaba con saber que no me agradaba?


-Que tal si…


-Tengo novio –lo interrumpí-. Así que deja de perder el tiempo conmigo y vete con otra que si quiera estar a tu lado, estoy segura que más de una estaría encantada.


-No quiero estar con nadie más.


Puse los ojos en blanco. Si claro, como si pudiera creerle, todo lo que quería era pasar una noche conmigo y añadirme a su lista de conquistas. ¡Eso nunca! Suspire, sólo tenía que esperar, él terminaría por cansarse y continuaría con su "cacería" con otra chica, sólo tenía que ser paciente.


Abrí mi libro y leí en la parte que me había quedado, tal vez si lo ignoraba se iría. Todo estaba mejorando hasta que Julian pasó una mano por mi cabello, di un salto y me puse de pie quedando a varios pasos lejos de él.


-¡No me vuelvas a tocar! –exclamé, ya estaba harta de ese vampiro. Como deseaba poder usar mi escudo.


El vampiro rubio se levantó sin decir una palabra, tenía una expresión en su rostro que no logré descifrar, pero no me importó, porque sólo minutos después se fue. ¡Por fin podía relajarme!


-¡Emmett si te vas a quedar entonces compórtate como un humano! –me acerqué a el-. Mike va a llegar en cualquier momento…


-Tu humano se tiene que enterar algún día que su amiga es un vampiro –contestó Emmett haciendo malabares con el televisor.


Lo fulminé con la mirada.


-Si no me haces caso, tu auto no volverá a ser el mismo –le advertí.


Emmett hizo una mueca, como a un niño pequeño que le acaban de quitar un juguete. Puso la tele en su lugar y se sentó en el sofá.


-¿Contenta? –preguntó mientras agarraba el control y encendía la tele.


-Si


Tocaron la puerta. Adiviné inmediatamente que se trataba de mi amigo, estaba bastante familiarizada con los latidos de su corazón.


Pasaron unas cuantas horas en las que estudié con Mike, era una costumbre entre nosotros, estudiar juntos para los exámenes, así nos ayudábamos mutuamente.


-¡Acabamos! –exclamé con una sonrisa.


-Si –concedió devolviéndome el gesto, luego frunció el ceño como si acabara de percatarse de algo-. ¿Y tú hermana?


-Con Jasper –mentí, fue lo primero que se me ocurrió, no podía decirle que salió a alimentarse.


-Parece que ellos van bien –comentó


-Si, pero lo bueno es que ella se ve feliz –dije y eso sí era verdad. Alice se veía contenta al estar con él y para mi eso era suficiente.


-Pero… ¿No desconfiabas de ellos? –preguntó mi amigo.


-Ya no –admití-. Además ahora estoy saliendo con Edward y creo que es… creo que puedo confiar en él –no pude evitar sonreír como tonta al recordar a mi novio, me sentía tan segura estando con él, era una sensación agradable.


-¿Qué? –Mike frunció el ceño-. ¿Estas saliendo con él?


-Si


-No es buena idea Bella –dijo inmediatamente, pero aún con esa expresión molesta en su rostro-. No lo conoces bien.


-Creí que de los dos, yo era la desconfiada –contesté sonriendo-. Y tu habías dicho que ellos te caían bien.


-No, dije que Jasper me caía bien, nunca mencioné al otro –replicó Mike.


-¿Al otro? –ahora a mi me tocaba fruncir el ceño-. Se llama Edward.


-Eso no importa –el humor de mi amigo iba de mal en peor-. ¿Por qué lo hiciste?


-¿Por qué hice que? –solté con brusquedad-. Que yo sepa tener novio no es pecado…


-No es gracioso Bella


-¿Qué te ocurre Mike? –le cuestioné, estaba comenzando a preocuparme.


-No importa –contestó y salió de mi habitación.


-¡Espera Mike! –exclamé, bajando la escalera a una velocidad humana, por más que quisiera alcanzarlo no podía dejar que me descubriera.


-Adiós Bella –se despidió entre dientes antes de cerrar la puerta.


Me quedé de pie observando por donde se había ido mi furioso amigo, sin tener la menor idea del porque de su comportamiento.



sábado, 1 de mayo de 2010

Light in the Darkness

Holaa mis niñaas!

Perdonen por la demora pero como mas vale tarde que nuncaa aqui les tengoo un nuevoo fic que empezaré a leer junto con ustedes pero se de buenaa fuentee que esta muy padree.
Es de Jeanette Yunnuen, espero que les guste y dejen sus comentarios porfiss

las kieroo

besitooos!

Anitaa Culleen!

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Cap.1.-Londres.

-¡Bella! ¡Despierta! –escuché los gritos de mi hermana casi en el oído. Esa chica no tenía conciencia alguna.

-No quiero –musité. Era mi primer día en Inglaterra. ¿Qué esperaba? Mi cuerpo aún no se acostumbraba al horario.

-Estuve de acuerdo en que vinieras a vivir conmigo porque pensé que ya habías madurado –me comenzó a sacudir-. ¿O quieres volver con nuestros padres?

-¡No! –exclamé. Aunque sabía que sólo estaba bromeando no podía arriesgarme, me levanté y caminé hacia el cuarto de baño.

-Mucho mejor –apremió Lena-. ¡Te quiero lista en cinco minutos!

Le saqué la lengua antes de comenzar a ducharme.

Magdalena y yo habíamos crecido en un pueblo llamado Forks, vivimos mucho tiempo con mis padres, Charlie y Renée, pero cuando cumplió 18 años Lena decidió que ya era tiempo de independizarse y se fue a Inglaterra a estudiar medicina. Me dolió mucho su partida y es que aparte de ser hermanas éramos las mejores amigas.

Nuestras charlas se mantenían por mail y algunas veces por el teléfono, lo que me ayudaba a no extrañarla tanto. A sus 25 años, Lena llegó a Forks para hacer una visita a mis padres y para discutir con ellos sobre mi partida.

Fue una sorpresa tanto para mí como para ellos, pero por lo menos yo lo tomé bastante bien, para Renée era como desprenderse de otra de sus hijas. Por fortuna Charlie logró convencerla y Lena y yo partimos de regreso a Inglaterra.

-¡Vamos Isabella! –Lena estaba esperándome en la puerta del departamento-. ¡Sabes que tengo que llegar temprano al hospital!

-Ya voy Magdalena –contesté caminando hacia ella. A ninguna de las dos nos gustaba que nos llamaran por el nombre completo, así que esa era una forma perfecta para molestarnos mutuamente.

-Quiero que conozcas el lugar donde trabajo –dijo más animada ya que habíamos subido al carro-. Mañana tendrás que ir a la Universidad y no habrá tiempo, con todo lo que tendrás que hacer, así que lo mejor es que aprovechemos el día.

Asentí, me sentía tan agotada. ¡Maldito horario! Lo único bueno era que el clima era idéntico al de Forks, todo el tiempo nublado, no me gustaba mucho el sol.

-¡Casi lo olvido! –exclamó de pronto-. Dentro de pocos días cumplirás 19 años. ¿Qué quieres de regalo?

-Lena me conoces lo suficiente como para saber la respuesta –contesté. Yo odiaba todo lo que tenía que ver con fiestas, moños, adornos. Me estremecí de sólo pensarlo.

-Algo sencillo –suspiró-. En eso somos muy diferentes –me miró resignada-. Pero si eso es lo que quieres…

-Sí –la interrumpí.

El hospital era un edificio bastante grande y muy bien cuidado, mi hermana era jefa del departamento de cardiología aún siendo tan joven para el puesto, estaba tan orgullosa de ella.

-Pasa –me dijo cuando llegamos a su oficina, me fijé en la puerta, tenía grabado su nombre y el departamento para el que trabajaba.

-¡Esto es maravilloso Lena! –exclamé-. Siempre supe que llegarías lejos.

-Gracias –ella me dio su más amplia sonrisa. Sabía que esa sonrisa sólo aparecía cuando en verdad estaba feliz.

Entonces la puerta se abrió despacio y vi entrar a un hombre rubio increíblemente guapo, encajaba más con la pinta de estrella de cine que de doctor.

-Dra. Swan, la enfermera Melanie no tuvo tiempo de entregarle esto –le tendió unos papeles-. Es para dar de alta al Sr. Mackenzie, sólo tiene que firmarlos.

-Gracias Dr. Cullen –respondió Lena-. Le presento a mi hermana Isabella.

El Dr. Cullen me sonrió, pero pude ver algo en sus ojos… curiosidad tal vez… y no era para sorprenderse yo no me parecía a Lena en casi nada, siempre que nos presentábamos, todos dudaban que fuéramos hermanas. Pero si el Dr. Cullen pensó lo mismo por lo menos no lo mencionó.

-Mucho gusto Isabella

-Bella –le corregí amablemente.

-¿El también es cardiólogo? –pregunté a mi hermana una vez que el doctor se fue.

-No, el es neurocirujano –contestó observando los papeles, luego comenzó a reír.

-¿Qué es tan gracioso? –pregunté.

-Melanie si tenía tiempo de entregarme esto –comentó entre risas-. Se los dio al Dr. Cullen sólo para tener un pretexto de hablar con él.

Sonreí, eso es lo que pasa cuando alguien no puede controlar sus hormonas.

-¿Pero el no le ha dado motivos para que se comporte así? –cuestioné.

-Claro que no –me contestó Lena-. El sólo es educado eso es todo, además quiere mucho a su esposa. Ella es encantadora y es muy hermosa créeme yo la conocí hace poco.

La puerta se abrió otra vez. Entró otro doctor, tenía el cabello castaño oscuro y ojos azules.

-Lena –saludó el hombre, ni siquiera se fijó en mi, su atención sólo era para mi hermana-. Que bueno que ya regresaste.

-Sólo fueron tres días John –contestó ella.

Noté un ligero rubor en sus mejillas. No tardé mucho en entender lo que pasaba y tuve que hacer un gran esfuerzo por no reírme, para esos dos yo era completamente invisible. Así que mi hermana se la había pasado mejor en Inglaterra de lo que me había contado en los mails.

-Lena –tuve que pronunciar su nombre para que se acordara que aún seguía en la habitación.

-Bella él es el Dr. Williams –dijo Lena-. El también es cardiólogo.

John hizo un asentimiento hacia mí.

-Lena quería decirte que mañana en la noche va a haber una fiesta, van a ir algunos médicos del hospital, quería invitarte –John se fijó en mí-. Invitarlas a la fiesta.

Me mordí el labio para evitar sonreír, esto cada vez se ponía más divertido. John quería estar con Lena, pero dadas las circunstancias se había visto obligado a invitarme a mí. Lo bueno para él, es que yo no pensaba ir, odiaba las fiestas.

-Sí claro –contestó Lena-. Iremos.

John le sonrió y salió de la oficina.

-¿Qué? –musité fulminando a mi hermana con la mirada-. ¡No quiero ir!

-Te hace falta salir Bella

-¿Viajar hasta Inglaterra no cuenta como salida?

-Muy graciosa –Lena frunció el ceño-. Sabes a lo que me refiero.

-¡Pero es obvio que él no quiere que vaya! –exclamé-. ¡Quiere ir sólo contigo! Y supongo que tú también quieres lo mismo.

Lena se ruborizó.

-Solamente somos amigos

-Si, claro –fruncí el ceño y me crucé de brazos.

-Lo siento Bella, pero vas a ir.

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Cap.2.- Fiesta.

Como era de esperarse, me desperté tarde esa mañana. Genial, mi primer día en la Universidad y llegaría con retraso, que gran impresión iba a causar en mis nuevos profesores.

Después de bañarme y desayunar, bajé corriendo las escaleras del edificio de departamentos y cuando llegué a la planta baja, ya me faltaba el aire, definitivamente no tenía condición física.

Llegué a la Universidad en taxi, pero aún así no logré entrar a tiempo a mi primera clase, la profesora Braun, hizo un comentario en frente de toda la clase, a cerca de la importancia de la puntualidad y las consecuencias que podría traer a las calificaciones, usándome a mí de ejemplo.

Cuando tuve tiempo libre, aproveché en salir un poco, el edificio de la Universidad estaba rodeado de un verde y amplio jardín, me senté a la sombra de un árbol para relajarme.

No estuve mucho tiempo sola, una chica de cabello corto y rubio se sentó junto a mi y me miró con curiosidad.

-Pobrecita falta poco –murmuró muy aprisa, tanto que dudé de lo que escuché. Su expresión se torno compasiva-. Me llamo Lila Bennett –añadió en voz alta y dándome una sonrisa.

-Bella Swan –contesté.

-¿Bella es contracción de algo? –preguntó algo curiosa.

-Isabella, pero por favor no me digas así, no me gusta –supliqué.

-Está bien –sonrió de nuevo-. ¿Cómo te va en tu primer día?

-Pues bien a excepción de…

-La profesora Braun –completó Lila-. A mi tampoco me agrada.

Sonreí, me agradaba Lila, más pronto de lo que yo imaginaba conseguí una amiga, la Universidad no era tan mala después de todo.

Cuando oscureció me sentí con más energía, así era en Londres, de día me sentía agotada, pero en las noches recuperaba mis fuerzas, y todo por supuesto gracias al cambio de horario, me estaba a comenzando a desesperar la situación, quería que mi cuerpo se acostumbrara pronto a las nuevas condiciones.

Lena llegó un poco después al departamento, llevaba dos bolsas, seguramente se habría comprado algo para la fiesta. ¡La fiesta era esta noche! Hice una mueca, no quería ir.

-John me dijo que vendría por nosotras en una hora –Lena sonrió-. ¡Vamos Bella, tenemos que arreglarnos!

-No tengo vestido –repliqué con una sonrisa, tal vez eso sería buen pretexto para no ir.

-¡Vengo prevenida! –exclamó mi hermana sacando un vestido azul de una de las bolsas.

Resoplé. ¿Por qué tenía que conocerme tan bien?

-¿Te gusta? –me preguntó cuando me acerqué para verlo.

-Sí –admití. Ahora ya no podía escaparme de la fiesta-. Gracias

Faltaban cinco minutos para que llegara John y mi hermana y yo ya estábamos listas, ella lucía espectacular con su vestido verde, yo en cambio pues tenía un aspecto presentable, mi piel era muy pálida, pero el azul del vestido me ayudaba mucho.

-Te ves muy bonita –comentó Lena.

-Lo dices porque eres mi hermana –repliqué-. De las dos tú te ves mejor.

-Deja eso Bella –Lena frunció el ceño-. Nunca he entendido por que siempre dices eso, eres hermosa aunque tú no lo quieras ver.

Puse los ojos en blanco. Con Lena no se puede discutir.

Se escuchó un leve golpeteo en la puerta, mi hermana sonrió automáticamente y se dispuso a abrir.

-¡Lena estás preciosa! –dijo el joven en el umbral, mientras se comía con los ojos a mi hermana.

-Gracias John –contestó Lena ruborizada.

Entonces John reparó en mí y me ofreció una sonrisa cortés.

-Tú también luces bien Bella –comentó.

-Gracias –sonreí. Obviamente para él no existía otra chica más que mi hermana y eso le hizo ganar mi aprobación como cuñado.

-¿Nos vamos? –preguntó ofreciendo un brazo a Lena.

-Claro

-¿Me puedo quedar? –pregunté esperanzada.

-No –Lena me fulminó con la mirada.

Suspiré y caminé tras ellos.

Cuando vislumbré el casino fruncí el ceño, Lena notó mi gesto.

-Bella por favor, te vas a divertir ya lo verás -me animó cuando llegamos a una mesa.

-Bien –contesté.

John comenzó a platicar con mi hermana, le explicó que la fiesta fue organizada por el antiguo director del hospital en el que trabajaban.

-Pero sólo invitó a sus amigos del hospital –dijo mi hermana-. No veo a muchos de los doctores aquí.

John asintió.

-El Dr. Cullen vino con toda su familia.

-Me gustaría conocerlos –comentó Lena-. Yo sólo he visto a su esposa.

-¿Tiene hijos? –pregunté arqueando las cejas, el doctor Cullen se veía joven, me costaba imaginármelo con familia, tal vez con un bebé de brazos pero no más.

-Todos son adoptados –me respondió mi hermana, adivinando a donde viajaban mis pensamientos-. Alice, Emmett y Edward, pero también acogió a los gemelos Hale, Rosalie y Jasper.

-Familia numerosa –comenté.

-Si –concedió Lena-. Ahora viven por separado Jasper con Alice, Emmett y Rosalie, Edward… creo que el vive solo.

Comenzó a sonar una canción lenta, varias parejas se pusieron de pie y caminaron hacia la pista, John miró a Lena y le sonrió.

-Vamos a bailar –dijo él.

Mi hermana asintió y lo tomó del brazo. Cuando me quedé sola, pensé que era el mejor momento para huir, sí, tomaría un taxi de regreso al departamento, tenía que aprovechar que Lena estaba distraída. Me levanté y caminé hacia la salida, no tuve oportunidad de avanzar mucho cuando alguien me tomó de la mano.

-¿Quieres bailar conmigo? –preguntó una voz masculina detrás de mí.

Me di la vuelta para decir un "No" pero la respuesta murió en mis labios cuando lo vi. Debía tener aproximadamente 24 años, su cabello era de un tono cobrizo, sus ojos eran de un dorado intenso y era mucho más alto que yo.

-Sí –me sorprendí a mi misma contestando.

Cuando me di cuenta ya estábamos en la pista de baile, él puso sus manos en mi cintura y yo dejándome llevar por mis instintos coloqué mis brazos alrededor de su cuello.

-Eres muy hermosa Bella –dijo con sus ojos fijos en mí.

Me ruboricé, luego parpadeé sorprendida.

-¿Cómo sabes…

-Carlisle me habló de ti –contestó sonriendo-. Me llamo Edward Cullen.

Asentí, él era hijo del doctor Cullen.

Edward me miraba tan intensamente, que me vi obligada a colocar la cabeza en su pecho, para evitar verlo directamente. Sentí sus labios en mi cabeza, y lo escuché suspirar, era como si quisiera respirar mi aroma.

-Llegué a pensar que nunca te encontraría –murmuró.

No entendí a lo que se refería con eso, pero no quise interrogarlo para no arruinar el momento, me sentía tan bien entre sus brazos, como si nada pudiera hacerme daño estando junto a él. Después de unas cuantas canciones perdí la noción del tiempo, pero no me importó.

-¿No estás cansada? –me preguntó Edward después de un rato.

-Un poco –admití encogiéndome de hombros. Pero todo era culpa de los zapatos de tacón.

Edward me tomó de la mano y me sacó de la pista.

-Te dije hermanito, yo siempre tengo razón –habló una chica dirigiéndose a Edward. Tenía el cabello corto y cada punta parecía estar hacia una dirección diferente. Un joven rubio la acompañaba.

Edward sonrió sin apartar la vista de mí.

-Nunca debí dudar de ti –le respondió.

La chica me guiñó un ojo.

-Me llamo Alice –dijo-. Por fin te conozco en persona Bella.

La miré confundida.

-Yo soy Jasper –se presentó el rubio.

-Mucho gusto –respondí.

-Vamos, tienes que conocer a los demás –dijo Alice sonriendo.

Fui conducida por Edward entre la multitud. No tardamos mucho tiempo cuando vi a el doctor Cullen, supuse que la mujer que estaba al lado de él sería su esposa, tenía el cabello de un hermoso color caramelo. Otra pareja estaba junto a ellos una rubia muy guapa y un joven bastante musculoso. Alice se encargó de las presentaciones, así supe que la esposa del doctor se llamaba Esme y que la pareja eran Rosalie y Emmett.

Edward entrelazó sus dedos con los míos, y noté toda su atención se centraba en mí, a Esme no le fue desapercibido este gesto y sonrió con satisfacción.

Estaba confundida, todo era demasiado… rápido, acaba de conocer a Edward y toda su familia me veía como si acabaran de conocer a su prometida… me estremecí tan sólo de pensar en esa palabra. No, debían ser puras alucinaciones mías, aquello debía ser pura cortesía, nada más.

-¡Bella ahí estás! –vi a mi hermana y a John acercarse, me relajé un poco.

-Doctor Cullen –saludó John.

-Doctor Williams, doctora Swan –respondió Carlisle-. Les presento a mi esposa Esme y a mis hijos.

Lena sonrió e hizo una inclinación de cabeza, entonces reparó en Edward, que estaba muy cerca de mí. Mi hermana arqueó las cejas, aunque no me hubiera dicho ni una sola palabra, podía leer en su expresión un: "No pierdes el tiempo hermanita" Después de eso, ella no me dejaría en paz.

-Mucho gusto en conocerlos –dijo John-. Nos gustaría mucho quedarnos un poco más a platicar, pero ya es tarde y tenemos que irnos.

Me despedí de todos. Edward tomó mi barbilla, para que lo mirara a los ojos.

-Nos veremos muy pronto –me dedicó una deslumbrante sonrisa.

Después de que John nos dejara en el departamento, me dirigí a mi cuarto. Lena me alcanzó un poco después, seguramente se había tardado en despedirse de John.

Lena me sonrió, conocía esa sonrisa y no era una buena señal.

-Te equivocaste de cuarto –le dije-. El tuyo está al otro lado.

-Admítelo –ignoró mi comentario.

Oh, no.

-¿Qué? –pregunté fingiendo ignorancia.

-Admite que fue una brillante idea obligarte ir a la fiesta –insistió Lena.

Fruncí el ceño.

-¡Vamos Bella! –exclamó Lena-. Sino fuera por mí, nunca habrías conocido al hijo del doctor Cullen, además me dio buena impresión, puedes salir con él.

-Y yo te doy permiso para salir con John –contesté sonriendo.

Lena se ruborizó.

-Ya te dije que sólo somos amigos –dijo-. Además no estamos hablando de mí. ¡Bella tienes que admitirlo!

-Bien. Amito que fue buena idea llevarme a la fiesta –refunfuñé-. ¿Contenta?

-Sí

-¡Pero ya no más fiestas! –repliqué.

-Eso lo veremos.

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Cap.3.- Cambio.

Me desperté muy tarde en la noche, estaba segura que apenas había dormido una hora, pues de la fiesta habíamos llegado después de media noche. Tenía un dolor terrible en los dientes, lo bueno era que yo estaba acostumbrada a no quejarme por nada, así que me levante y caminé al baño. Salté de la cama, y casi me caigo porque mis piernas no me respondían correctamente. Genial. Todo el cuerpo me dolía, como si hubiera tenido una sobre carga de ejercicio la noche anterior. De acuerdo tal vez había bailado mucho, pero no era para sentirme así.

Me miré al espejo, mostré mis dientes al espejo y me sorprendí por lo deslumbrantes que se veían. Vaya, el dentífrico de Lena si que era efectivo. Me acerqué un poco más y noté los caninos un poco más afilados que antes, entonces me vino a la mente el libro de Drácula que estaba leyendo. Solté una carcajada, debía de dejar de leer tanta fantasía, lo que si necesitaba era un buen doctor…

-¿Bella estas bien? –escuché la voz de mi hermana, por su tono deduje que se acababa de despertar. Por supuesto Lena podría darme un diagnostico rápido, aunque su especialidad era el corazón sabía bastante de medicina, pero se preocuparía demasiado, así que decidí mentirle.

-Claro Lena, sólo quería ir al baño –contesté.

La escuché reír.

-¡Deberías controlar esa vejiga! –exclamó riendo nuevamente.

-¡Muy graciosa! –grité. Como yo aún seguía en el baño, examinando mis dientes, tuve que conformarme con sacarle la lengua a mi reflejo.

Su risa se fue apagando y cuando no escuché ningún otro sonido supe que había vuelto a dormir, yo me dirigí a mi cuarto dispuesta a seguir su ejemplo.

Cuando me desperté por segunda vez, todo empeoró. Tuve que hacer un gran esfuerzo por levantarme de la cama, el cansancio era demasiado, el dolor en mis piernas y brazos era peor que en la noche pero no algo que me impidiera ir a la Universidad, no le iba a dar un pretexto a la profesora Braun para que me reprendiera de nuevo.

-¡Bella mañana es tu cumpleaños! –exclamó Lena sonriente.

-Ni lo pienses –resoplé-. Ya sabes un regalo sencillo, no fiesta… no las cosas que a ti te gustan.

-Lo siento ya compré tu regalo –ella parecía divertida. Por esa expresión supe que ese regalo estaba bastante lejos de ser algo sencillo.

-Lena…

-Me tengo que ir –se despidió-. Tengo que llegar al hospital.

-¡Sí, huye! –exclamé cuando cerró la puerta.

En la Universidad me costó prestar atención en las clases, pero por lo menos pude fingir que lo hacía, a pesar del cansancio, creía que por lo menos mi aspecto no reflejaba mucho mi malestar, pero Lila me hizo darme cuenta de lo contrario.

-¿Te duele algo? –me preguntó ansiosamente después de observarme por un rato-. ¿Estas cansada?

-Te pareces a mi madre –me reí.

-¡Hablo en serio Bella! –exclamó Lila, con sus ojos fijos en mi.

Fruncí el ceño, era como si ella esperara que algo me pasara. O tal vez me veía realmente en muy malas condiciones, pero decidí no angustiarla más de lo que estaba.

-Si estoy cansada –dije-. Pero ayer fui a una fiesta y llegué tarde al departamento, no te preocupes sólo es falta de sueño.

Lila se relajó.

-Pero cuando te sientas mal me dirás ¿verdad? –preguntó.

-¿Qué eres algún tipo de enfermera?

-No, pero se de algunas cosas –dijo-. ¿Lo harás?

-Esta bien –suspiré. Sólo le diría si es que seguía sintiéndome mal. El dolor no había cesado, pero tampoco había empeorado, así que sólo debía ser cansancio de la noche anterior.

Conforme iba avanzando el día, me sentí mejor. Sonreí, entonces no había ninguna necesidad de visitar un doctor, bueno por lo menos no para una consulta, porque yo tenía una discusión pendiente con cierta doctora.

-Escúpelo Lena –dije en el momento en que entré en su oficina.

-Hasta mañana –contestó ella-. ¿No te puedes esperar un día?

-Me esperaría si supiera que es algo como yo te pedí, no como siempre exageraciones tuyas –repliqué.

-¿Rechazarías un regalo que yo te de? –preguntó poniendo cara triste.

-¡Me rindo! –exclamé.

Lena sonrió triunfante.

-Mucho mejor –dijo-. Ahora ¿Podrías entregarle esto al doctor Cullen? –me extendió unos papeles.

-¿Y las enfermeras? –protesté. ¿Qué creía que era yo, su asistente?

-Si mando a alguna enfermera, probablemente se quede embobada en cuanto lo vea y se le olvide entregarlos –contestó-. Contigo no corro ese riesgo ya que estas más interesada en su hijo…

-Apenas lo conozco –repliqué. Pero al recordar mi baile con Edward me ruboricé y eso sólo hizo que Lena ensanchara su sonrisa. Fruncí el ceño y me di la vuelta.

No tuve que caminar mucho para llegar al despacho del doctor Cullen, el era el jefe del departamento de neurología. Mi hermana me había dicho que era un excelente neurocirujano.

Estaba a punto de tocar la puerta, cuando escuché voces en el interior.

-¿Entonces te quedarás aquí? –preguntó la voz que reconocí como la del doctor Cullen. Sonaba bastante alegre, como si estuviera hablando con alguien a quien estimara mucho.

-Claro Carlisle, quiero conocer más de Londres –contestó la otra voz, masculina también.

-¿Vienes sólo? –preguntó el doctor Cullen.

El otro hombre soltó una carcajada.

-¿Sigues con eso eh? –dijo el hombre-. Nunca voy a tener algo como lo que tienen tu y Esme –continuó divertido-. Ha pasado mucho tiempo, ya me resigné, además prefiero estar solo.

-Pero tal vez tu compañera, está aquí en Londres…

El hombre volvió a reír.

-He viajado por casi todo el mundo, hay lugares más interesantes que Inglaterra –dijo el hombre-. Sino la he encontrado hasta ahora, no voy a hacerlo ahora. Desde que te conozco has tratado de emparejarme, déjalo ya Carlisle.

Se me hizo extraño que usaran la palabra compañera, en lugar de esposa, pero decidí ignorarlo. Fruncí el ceño, estaba haciendo mal escuchando conversaciones ajenas, pero no sabía si era prudente interrumpir al doctor Cullen. Suspiré y toqué la puerta después de todo, no estaba teniendo una consulta…

-Pase –escuché la voz del doctor Cullen.

Cuando entré, me sorprendí al ver al otro hombre que se encontraba ahí, era todo lo contrario a lo que había imaginado. Pálido, con el cabello negro y ojos de un verde intenso, alto y fuerte, parecía tener la misma edad que Edward, y yo que había esperado a un hombre de cincuenta, calvo y con barriga, pues que equivocada estaba.

Aparté la vista rápidamente y me concentré en lo importante. Lo escuché respirar profundamente cuando pasé a su lado, pero no le presté mucha atención a eso.

-Mi hermana me dijo que le diera esto, doctor Cullen –le entregué los papeles.

El asintió y luego me sonrió.

-Bella, puedes llamarme Carlisle –dijo él.

-Esta bien –acepté.

-Me llamo Andrew Lennox

Me sobresalté al verlo justo a mi lado, ni siquiera lo había escuchado acercarse. Extendió su mano hacia mí.

-Bella Swan –contesté, se inclinó para besar mi mano, tanto su piel como sus labios eran fríos. Sus ojos no se apartaron de mí ni un momento, me sentí incómoda, y desvíe la mirada a Carlisle-. Nos vemos después –le dije y salí de ahí.

-¿Por qué tardaste tanto? –preguntó mi hermana.

Fruncí el ceño. Después de que le hago el favor se queja, vaya forma de dar gracias.

-Carlisle estaba un poco ocupado –resoplé.

Lena arqueó las cejas.

-¿Carlisle?

-¡El me dijo que podía llamarlo así! –exclamé a la defensiva.

-Tranquila Bella –dijo Lena, levantando las manos haciendo un gesto de paz. Pero yo sabía que sólo se burlaba de mí-. Sólo pensaba que era bueno que vayas tomando confianza con tu futuro suegro.

-Me voy –la fulminé con la mirada-. Te veo en la noche.

-Respecto a eso –dijo-. No regresaré al departamento hasta la mañana, hoy tengo que hacer guardia.

-Me hablas si necesitas algo –aunque estaba enojada con ella, sabía que iba a terminar agotada, no podía negarle mi ayuda.

-Gracias hermanita

Estaba a medio camino del departamento, las calles estaban cada vez más solas, cuando miré al cielo descubrí la razón. Se avecinaba una tormenta fuerte, maldije para mis adentros y comencé a buscar un taxi. Fue entonces cuando el dolor regresó, mucho peor que antes. Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, mis piernas ya no podían sostener mi cuerpo.

-Bella –Edward me había atrapado antes de que cayera al suelo.

-Duele –eso fue lo único que pude decirle, ni siquiera podía mover la boca.

-Lo se –contestó-. Yo te cuidaré Bella, todo va a estar bien.