Dark Chat

domingo, 20 de diciembre de 2009

TE AMO AUN DESPUES DE LA MUERTE

Buen dia mis angeles hermosos como estan , aqui estoy devuelta con ustedes , estoy viva gente  , aunque por poco y  no , jejejejeje , en fin les mando mil besitos y les pido una disculpa por el atrazo. Aqui les dejo sus tres cap del fic que los disfruten y por fiss dejen sus comen , si sean buenas
Angel of the Dark
YOMMI aqui en letras blancas solo para ti , mil besitos nena
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Cap. 13 Te AMO

Mi cuerpo se encontraba entumido por el frío que sentía. Solo la capa que llevaba puesta me servía como sabana. Me encontraba encogida como un feto en un intento de auto brindarme un poco de calor. Los dientes me castañeaban y podía sentir como en mi cabello se habían formado finas capas de hielo (a causa de que se había mojado y, ahora, el gélido viento, había secado la humedad convirtiéndola en algo más sólido) podía sentir mis labios hinchados por lo morados que estaban. Cada vez que exhalaba, un denso humo salía de mi boca.



Sentía mucho, mucho dolor, pero no precisamente por el estado físico en el que me encontraba. No. Si bien mis huesos se encontraban contraídos y mi sangre amenazaba con quedarse coagulada en mis venas, esa no era la razón para que me sintiera enferma. Ese dolor no era nada en comparación a lo que mi alma sentía al aceptar lo que mis ojos le mostraban. Eso era nada en comparación al desconsuelo que me daba al ver como sus ojos me contemplaban sin rasgo alguno de preocupación.


Ni la más mínima intranquilidad recorrió su rostro mientras me veía ahí tirada retorciéndome por el frío que sentía.


Nada.


Ni el más mínimo indicio de protección


Ni la más mínima ayuda.


Hubiera bastado con que sus brazos gélidos se hubieran enrollado entorno a mí (aunque eso me causara aún mucho más frío, el calor de un poco de su amor hubieran bastado para pasar aquella noche)


Cuando el sol se empezó a poner, sus rayos supusieron un gran alivio al entrar en contacto con mi piel.


“Levántate” – ordenó. Abrí los ojos con pesar, no tenía más de una hora que había podido conciliar el sueño. Aún así, no protesté, sabía que no tenía caso alguno. Su piel brillaba tenuemente a causa de la resolana


Cuando intenté ponerme de pie, caí en el intento. Sus brazos no se apresuraron a salvare, como había supuesto una vaga esperanza guardada en mi mente. Me encontré con sus pies descalzos que se movieron con gesto de impaciencia


“¿Qué esperas?” – inquirió – “date prisa, no tengo todo el día, debo buscar un lugar en donde esconderme”


“me siento mal, Edward” – musité. Sentía mi cuerpo muy frío y débil. Escuché un suspiro de impaciencia proveniente de su pecho y en menos de lo que dura un rápido parpadeo, lo tenía a la misma altura de mi rostro


“¿Qué tienes?” – preguntó con indiferencia. Poniendo los ojos en blanco


“creo que…” – contraje el rostro al sentir un cruel escalofrío recorrer mi cuerpo - “creo que me dará gripe” – le miré a los ojos, frío y distantes


“ya sabía que no debía aceptar el tenerte conmigo” – dijo con reproche en la voz – “solo me traerás problemas y limitaciones con tus debilidades humanas” – esas fueron las ultimas palabras que escuché antes de que todo se volviera negro.


Cuando desperté, lo hice en una pequeña recamara. Me encontraba sobre una cama, y tenía sobre mí, varias cobijas, húmedas por el sudor provocado al descender la fiebre. Viajé mi mirada hacia todos lados, asustada de que él hubiera preferido dejarme e irse antes de que pudiera despertar


“¿Edward?” – llamé con el terror impregnado en la voz


“¡Al fin despiertas!” – exclamó aquel suave y afilado sonido, trayendo consigo un infinita paz. Dirigí mi mirada hacia donde me guiaba su voz y le vi, recostado sobre la pared, con la mirada puesta en la ventana que daba hacia la calle


“Gracias” – susurré mientras pasaba mi mano sobre las despintadas cobijas. Giró su rostro en mi dirección y me dedicó una mirada incrédula y burlona


“¡Con que facilidad te emocionas!” – señaló con desden – “te aclaro que tienes suerte” – continuó mientras separaba su vista de mí – “te iba a dejar ahí tirada, pero me diste lastima”


Lastima. Suspiré. Busca las palabras que quieras, Edward. Intenta luchar contra todo lo que quieras, más tu amor por mí siempre vencerá, y mientras tu luchas, yo estaré esperando hasta que ganes aquella batalla


“de todos modos, gracias” – se movió hacia mi como un rayo de luz. Me costaría el adaptarme a esos movimientos tan salvajes, pero al menos, esta vez, no había tenido el instinto de retroceder para alejarme de él.


“No necesito tu agradecimiento” – replicó mirándome a los ojos. Me adentré por unos segundos en su mirada, en aquellos hermosos, solitarios y profundos ojos de color escarlata, ocultos por unas espesas y largas pestañas negras.


No parpadeé hasta que él no giro su rostro para deshacer aquel enlace.


“No vuelvas a hacer eso” – pidió con un gruñido


“¿Hacer qué?”


“Mirarme de esa manera”


“¿Adentrarme en tu alma?”


“¡No tengo alma!” – bramó con su rostro salvaje frente al mío – “¡Te prohíbo que lo vuelvas hacer!” – ordenó furioso – “si quieres estar a mi lado, debes hacer lo que te ordene ¿entendido?” – asentí intimidada mientras él se paraba de la cama con gesto bestial y comenzaba a caminar en grandes zancadas por la pequeña habitación


Hundí mi rostro entre mis rodillas mientras reprimía mis lágrimas. Mi estomago gruñó exigiendo alimento


“Tienes hambre” – dijo en cuanto escuchó el sonido – “pediré algo para que comas... no podría soportar verte más debilucha de lo que ya eres” – agregó y cogió el teléfono


A los pocos minutos apareció una camarera con una charola de comida en sus manos. Al entrar, Edward se limitó a pagar la cuenta (claro, con el dinero que le había robado a su cena de anoche), sin dar ni siquiera las gracias. Al menos era “tranquilizante” el hecho de darme cuenta que su actitud era igual de fría con los demás.


“come” – indicó y no tardé en aventarme hacia el plato en el cual reposaba un filete junto con una ensalada de verduras.


Devoré el platillo con grandes bocados. Edward no pronunció ni una sola palabra mientras tanto.


“¿Te molesta si te tomo una ducha?” – le pregunté en cuanto había reposado la comida. Todavía no anochecía, así que dudaba de que fuéramos a dejar el cuarto en ese instante


“haz lo que quieras” – respondió con indiferencia sin despegar la vista de la ventana. Comencé a desabrochar los botones de mi camisa. Provocando que, por primera vez en más de cuarenta minutos, Edward se moviera, girando su rostro hacia mi dirección. – “¿Se puede saber que haces?” – inquirió mientras me veía fijamente


“No me pienso bañar con ropa, no tengo más” – Me sorprendía lo fácil que me era contestarle de esa manera a un vampiro despiadado, el cual me podría matar cuando quisiera. Edward volvió su rostro a su antigua posición, ignorándome de nuevo.


Aproveché para quitarme los pantalones, quedándome solo con ropa interior. ¿Fue mi imaginación o el vampiro había dejado de observar el horizonte y ahora miraba mi reflejo en el vidrio de la ventaba?


Dejé mi ropa tendida sobre la cama, cogí la pequeña toalla, cortesía del hotel, y me adentré a la regadera. El agua caliente recorrer mi cuerpo se sintió demasiado bien. Me bañé con los ojos cerrados mientras dejaba que mis músculos se relajaran. En medio del denso vapor, una ligera y gélida ráfaga de viento me hizo abrir los ojos, los cuales inspeccionaron el lugar y se encontraron con nada más que con lo que ya estaba antes alrededor.


Salí de la habitación envuelta en la toalla y busqué a Edward. No estaba. Me vestí apresuradamente y esperé por varios minutos sentada sobre la cama.


“Ya es hora de irnos” – salté al escuchar su voz. Edward parecía más un fantasma que un vampiro, aparecía y desaparecía sin hacer el más mínimo ruido


“¿A dónde iremos?” – quise saber


“no lo sé” – respondió – “pero ya no quiero seguir encerrado, y mucho menos con alguien como tu de compañía, ahora que puedo ser libre” – sus ojos se dirigieron hacia el cielo rojo sangre que se levantaba sobre la ciudad. La hora del crepúsculo


Edward corrió por los tejados, llevándome en su espalda. Llegamos a un pequeño y solitario parque, desconocía si seguíamos o no en aquel mismo pueblito de Alaska. Solo sabía que la noche era desoladora, no había ser humano presente alrededor.


“¿Dónde estamos?” –


“No creo que te importe” –


“¿Qué hacemos acá?”


“Yo vengo huyendo y tu, vienes estorbando” - ¿cuándo dejaría de tratarme así?


“¿Huyendo? ¿De qué?” – pregunté asustada, no por mí, si no por él


“de Victoria y de James” – informó – “aunque huir no es la palabra correcta” – dijo – “creo que alejarse define mejor lo que estoy haciendo”


“¿Y por qué te alejas de ellos?” - suspiró mal humorado


“¿No crees que haces muchas preguntas?” – repuso con voz hosca.


“Hago las preguntas que merezco saber” – contesté mirándolo con el ceño fruncido. Él evaluó mi expresión por varios segundos y después, como siempre, su gesto solo denotó la más grande de las burlas


“A veces pienso que se te olvida lo que eres” –


“¿Una débil humana?” – inquirí con voz acida. A este juego de pedantería podíamos jugar los dos, aún si eso significaba mi muerte


“¿Qué más si no eso?” – contestó mientras los ojos le brillaban en la oscuridad. El vampiro se encontraba a unos cuantos metros de mí, con los brazos cruzados sobre su pecho, en un gesto airado y evasivo. Lo extrañaba, extrañaba tanto ese cuerpo que se encontraba a tan poca distancia. Quería sentir sus brazos a mi alrededor, no pedía mucho, solo un ligero abrazo para sentirlo cerca


Noté como el cuerpo de Edward se envaraba repentinamente y ponía toda su atención en la dirección oeste del parque.


“Maldita sea” – gruño mientras sus ojos veían algo que los míos aún no podían.


En ese momento, Edward, de una manera extremadamente inconciente, automática e involuntaria, movió su cuerpo frente al mío.


“¿Qué pasa?”


“¡Cállate!” – ordenó sin dejar de protegerme. A los pocos segundos vi a tres largas y ágiles figuras aparecer en medio de aquella penumbra. A dos de ellos los reconocía perfectamente


“Vaya, mira que sorpresa” – comentó el rubio vampiro, James, mientras caminaba hacia nosotros – “¿acaso no es ella la chica a la que te ibas a cenar hace unos cuantos días?”


“¿Te has decidido por compartirla al fin?” – terció la mujer de cabellera roja como el fuego


“¡Que amable de su parte!” – exclamó el otro vampiro, al que no conocía


“No pienso compartir absolutamente nada con ustedes” – contestó Edward – “¿Qué quieren? ¿A qué han venido?”


“¿Tan rápido has decidido dejarnos?” – respondió James con voz extremadamente melancólica


“¿Por qué no?” – repuso Edward – “no tengo nada que me una a ustedes”


“¡Pero si hay algo que te une a esa jovencita!” – exclamó Victoria


“¡Tonterías!” – gruñó Edward – “yo no tengo ningún vinculo con nadie, ni con nada”


“¿Entonces por que no la has matado?” –


“Eso no es de tu incumbencia, Laurent” – siseó Edward en dirección al vampiro


“¡Lo sabía!” – expuso Victoria – “¡Sabía que tu siempre segarías siendo un vampiro débil y voluble!”


“¡Te equivocas!” – bramó Edward. Mis ojos iban y venían de cada uno de los palidos rostros frente a mí.


“Entonces, mátala” – retó James – “¿O no eres lo suficientemente valiente para ello?”


Edward se giró para verme con los ojos negros y brillantes por la furia.


“¡Matala ahora mismo!” – insitó James – “si ella no significa nada para ti, bebe su deliciosa sangre ahora”


Los latidos de mi corazón se aceleraron al ver que Edward se acercaba con la determinación en sus ojos. Me tomó bruscamente por los brazos y me miró con odio y rencor


“Tu no me vas a ser la causa por la cual me llamen débil” – arrastró cada una de las palabras frente a mí.


Le miré a los ojos con suplica. Antes de que mi corazón emitiera otro palpitar, lo tenía detrás de mí. Sus manos se apretaron fuertemente a mis brazos, como si temiera a que me pudiera escapar. Sentí su gélido aliento detrás de mi cuello, deslizarse hasta un costado de mi este. Mis ojos ya no pudieron reprimir las lágrimas, que empezaron a brotar como cascadas.


Ya casi podía ver la muerte frente a mí. Pero, después de todo, estaba feliz. Iba a morir en sus brazos, cualquier muerte hubiera sido mucho peor. Al igual que cualquier tipo de vida sin él. Al menos, el destino había sido considerado conmigo, por habérmelo traído de vuelta y el haberme dado la oportunidad de haberlo disfrutado un poco más de tiempo. No podía quejarme


“Te amo” – susurré cuando sentí que algo se apretaba ligeramente contra mi garganta.


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Cap. 14 Condena

Con un gruñido, Edward se separó de mí. Pude sentir su respiración entrecortada por el esfuerzo que le tomaba el privarse de mi sangre



“Ponte detrás de mi, Bella” – indicó siseando aún con una de sus manos apretando fuertemente uno de mis brazos y con el rostro no muy lejos de mi cuello


“¡Te lo dije, James!” – la voz encolerizada de la mujer se levantó dos octavas, alterando el silencio de la noche - “¡Te dije que no nos serviría de nada!”


“¿No la vas a matar, Edward?” – el desafío todavía se hacía presente en la voz del rubio vampiro – “¿qué es ella para ti?”


Del pecho de Edward salió un gutural gruñido que hizo a mi piel erizarse.


“¡He dicho que te pongas detrás de mí!” – la mano que apretaba de mi brazo me aventó detrás de él. Fue en ese momento en que comprendí que no había sido capaz de moverme un solo milímetro. Edward levantó los brazos e inclinó su cuerpo levemente, formando un escudo con su cuerpo


Todo pasó muy rápido. Una mancha borrosa se movió en nuestra dirección, Edward emitió un gruñido bestial, desapareció antes de que pudiera estar conciente del movimiento y después, lo vi sobre el cuerpo del vampiro que respondía al nombre de Lauren. Mis ojos no podían ver bien en aquella oscuridad, pero podía jurar que el vampiro estaba siendo destazado por los dientes y manos de Edward, quien por ultimo, (y sin saber cómo) le prendía fuego a los trozos de un cuerpo aparentemente humano.


Mi mente no aceptaba que toda esa sucesión de imágenes transcurriera en menos de un minuto.


“¡Suéltala!” – no entendí por qué Edward había gruñido esa palabra en mi dirección hasta que, un suspiró después, pude sentir unas gélidas manos aprisionando mi cuerpo


“¡¿La quieres con vida?!” – preguntó la mujer mientras arrastraba sus labios una y otra vez contra mi cuello – “que bien huele, sería un desperdicio dejarla ir”


“¡Suéltala!” – volvió a repetir el vampiro con los ojos dilatados y mostrando los dientes. Jamás me podría explicar como un rostro podía llegar a ser tan hermoso y terrorífico al mismo tiempo. El muchacho se giró para encarar a James, quien observaba la escena con los brazos cruzados en el pecho, sin rastro alguno de cualquier emoción


“Tranquilo, Edward” – dijo al ver que éste estaba a punto de lanzarse sobre él – “Si me atacas, probablemente me matarías, pero también Victoria mataría a tu humana al instante, ¿En realidad quieres eso para ella?” – James esperó por una respuesta. El silencio de Edward le dio el triunfo en este juego – “¿Ves como es fácil llegar a un acuerdo?” – preguntó de manera victoriosa


“Ella se irá” – logró decir Edward tras varios segundos – “te aseguro que no me iré de tu aquelarre, pero déjala ir” – James negó con la cabeza mientras miraba fijamente al joven vampiro con divertida crueldad. Sus ojos se posaron por un breve momento en mí, provocando que Edward volviera a gruñir con rabia.


Me pregunté qué tanto escuchaba mi novio en la mente de aquel vampiro que le hacía rabiar de esa manera.


“ella se quedará con nosotros” – dijo al fin James – “es lo que nos asegura que realmente estarás en este aquelarre, además, necesitamos a alguien que nos pueda servir durante las mañanas. Ya suéltala, Victoria. Nuestro amigo y yo hemos llegado al fin a un acuerdo”


La vampira me soltó y aterricé en el suelo con brusquedad.


“recuerda que si intentas huir, no tardaría mucho en encontrarte…” – advirtió el vampiro a Edward – “tu mejor que nadie sabe lo poco que le temo a la muerte, así que si me matas, no ganarías mucho en realidad y podrías perder bastante, ya que lo primero que haremos si nos atacas es matar a la humana” – levanté mi mirada del suelo y pude contemplar como con esas palabras, los dos vampiros desaparecían en la oscuridad de la noche


Al quedarnos solos. Un largo silencio nos invadió. Me puse de pie para caminar hacia el hombre que se encontraba inmóvil, sentado a unos metros de mí, como la más hermosa estatua bañada por el reflejo de la luna


“Edward ¿Estás bien?” – pregunté mientras me acercaba. Me quedé estática a mitad de camino por el aborrecimiento que se reflejaba en sus pupilas


“¿Estarás contenta ahora?” – atajó mientras se ponía de pie con un veloz movimiento – “¡No haces nada más que traerme problemas!”


“lo… lo siento” – comencé a decir atónita por sus palabras. ¿Cómo reaccionar si un minuto antes de que te este gritando había luchado por salvar tu vida?


“No eres más que un estorbo, aún no me explico por que permito que aún sigas a mi lado” – suspiré molesta. Esto ya era suficiente para mí, lo amaba, claro que lo amaba, pero tampoco iba a soportar que a cada cinco minutos me ofendiera


“Bueno ya párale ¿no?” – escupí. Cada minuto que pasaba me convencía más de que Edward no era capaz de matarme, lo cual contribuía a que el temor había nacido en mi se fuera muriendo poco a poco – “¡Ya basta de decirme todo el tiempo que soy un estorbo!”


“¿Cómo osas el hablarme de esa manera después de que te he salvado la vida?” – lo miré entre divertida y molesta. Tal vez no se había dado cuenta, pero su gesto, fuera de ser agresivo, mostraba una gran indignación


“¡Por lo mismo!” – contesté alzando la voz – “¿por qué te quejas si tu mismo evitaste el que yo muriera?, bien pudiste haber bebido mi sangre, o preferir tu libertad a que Victoria me matara…”


“¡Deberías de estar agradecida!” – interrumpió


“¡Gracias!” – repliqué – emitió un pequeño gruñido en mi dirección, pero no me acobardé.


Aquella noche había servido para disipar las dudas que tenía sobre aquel instinto protector de Edward. Había visto con mis propios ojos como se había movido, como había gruñido y usado su fuerza extra humana para defenderme. Edward, mi Edward aún vivía dentro de ese cuerpo, solo tenía que esperar a que despertara.


“Eres demasiado irritante para ser humana” – dijo mientras me miraba, ya controlado


“¿Qué pasará ahora con… con James?” – quise saber. Aunque tenía una vaga idea


“te usará para que yo no pueda dejar el aquelarre de manera tan fácil” – explicó de mala gana


“Siento mucho que tengas que sacrificar tu libertad por mí” – le dije mientras me intentaba sentar a su lado. Él se dio cuenta de mis intenciones y se alejó rápidamente


“¿Te cuesta mucho entender que no te quiero cerca de mí?” – el despreció de su voz era lo único a lo que jamás me acostumbraría. – “hazlo como forma de agradecimiento, al saber que me debes la vida” – asentí mientras retrocedía para darle su “espacio”. Edward volvió a su antigua posición y clavó sus negros ojos en mí


“¿Pensaste que te iba a matar?” – no me esperaba aquella pregunta


“Si” – contesté la verdad


“Yo también lo pensé” – suspiró profundamente mientras inclinaba la cabeza hacia abajo – “todavía no sé que me freno” – murmuró, parecía como si estuviera hablando con él mismo


“¿Tienes alguna teoría?” – se encogió de hombros. En ese momento, con ese gesto, se me figuro mucho al Edward que solía ser antes, tan despreocupado, tan joven, tan… bueno.


Una gota calló del suelo, seguida de otra y de otra más. Edward alzó la vista y después volvió a verme


“Tenemos que buscar un lugar para que no te mojes” – asentí mientras me ponía de pie, ni bien me había incorporado totalmente, ya estaba sobre su espalda, sintiendo como el viento raspaba mi cara.


“pensé que iríamos con James” – le dije al ver el lugar en el que nos habíamos refugiado


“no me quiere pegado a él” – explicó con el tono de voz que se brinda al decir algo que es demasiado obvio – “solo no quiere perderme el rastro por si algún día llega a necesitarme, al igual que a ti”


“¿Qué utilidad podría tener yo para él?” –


“La misma que para mí” – contestó – “por ejemplo, quiero cumplir una fantasía y tu podrías ayudar en ello” – lo miré con la duda expresada en mi ceño – “siempre he querido alimentarme en las primeras horas del día”


“¿Y eso que tiene que ver conmigo?” –


“Que mañana, tu me traerás el desayuno” – mis ojos se dilataron por la sorpresa al entender a lo que se refería.


“Yo no puedo hacer eso…”


“Claro que puedes, y lo harás” – interrumpió sonriendo de manera despiadada


“No, Edward… yo no quiero”


“¡Lo harás!” – exclamó furioso – “no te estoy pidiendo permiso, ni tampoco te estoy preguntando si quieres o no, ¡Es una orden!”


“Puedes cazar en la noche, ahora mismo…” – su sola mirada me silenció


“No pienso cargar contigo si no me vas a servir de nada” – dijo lentamente, con voz amenazante e impositora – “mañana, en cuanto el sol salga, saldrás y me traerás a un humano, no me importa cómo, pero lo harás. ¿Entendiste, Bella?” – no me quedó de otra que asentir –


“Así me gusta” – ronroneó mientras pasaba levemente sus dedos por mi mejilla.


Aún si el gesto fue frío, distante y lleno de maldad, me provocó mariposas en el estomago. Era la primera vez, desde que Edward había cambiado, que me “acariciaba” con sus manos…


Y eso fue suficiente para estar del lado de un verdadero monstruo.


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Cap. 15 Deja Vu




“¿Ya pronto llegamos, hermosa?” – preguntó el hombre mientras me seguía pisándome los talones



“Dentro de poco” – dije. Aún me costaba creer que éste, era la cuarta victima que le conseguía a Edward para que cumpliera su capricho de “comer en las mañanas”


Pensé que yo iba a ser la que cambiaría al vampiro malo por el vampiro bueno que alguna vez fue, pero había pasado lo contrario.


Dos meses completos habían pasado desde que Edward había aceptado el que yo estuviera con él. Dos meses en los que mi vida como humana normal había quedado atrás. Ahora viajaba constantemente, de un lugar a otro, en la espalda de un vampiro nómada, acompañado de dos más, a los que rara vez veíamos.


Y el tiempo, fuera de cambiarlo a él. Me había cambiado a mí


“Aquí es” – informé al joven que venía detrás de mí – “subamos” – indiqué y el chico me siguió de manera animosa. Ni bien había insertado la llave para abrir la puerta de aquel cuarto, ubicado hasta el ultimo piso de un edificio, los brazos del muchacho me rodearon la cintura y sentí sus labios en la parte trasera de mi nuca


Antes de que pudiera llegar a sentir asco, la puerta se abrió sin que yo hubiera girado la perilla, dejando frente a nosotros a Edward Cullen, separando furiosamente al hombre de mí, e insertándole inmediatamente los dientes en la garganta.


Contemplé la escena asombrada. No por muerte del chico, eso ya no me causaba tanto estupor como las primeras veces (he ahí donde hago mención del cambio en mí), si no por la actitud de Edward.


Hasta ese día, él siempre esperaba a su presa cómodamente sentado en algún lugar de la habitación, y no es que a la hora de matarlos fuera considerado o piadoso, simplemente que a este chico lo había tomado con odio supremo entre sus manos. Mis ojos observaban maravillosos al vampiro en acción.


El que lea esto, diría que estoy completamente loca al encontrar grandiosamente hermoso a un asesino desalmado. ¿Pero cómo no verlo de esa manera? Edward se movía sigilosamente sobre su presa, capturándola con un solo y firme movimiento en sus pálidas y grandes manos, sus dientes se enterraban de una manera pausada y sensual en la garganta de sus victimas que, hasta cierto punto, me causaban envidia. No lograba concebir la idea de que alguna persona, fuera hombre o mujer, pudiera sentirse desdichada al morir en manos de semejante demonio en forma de ángel.


Y después venía mi parte favorita: cuando Edward se alejaba del cuerpo de su presa, completamente sin sangre. Su rostro se tornaba levemente ruborizado, sus ojos adquirían un brillo carmesí hipnotizador, y su lengua relamía sus labios ligeramente manchados del líquido rojo que acababa de probar.


“¿Qué tal estuvo?” – pregunté en cuanto se deshizo del cuerpo


“Nada mal” – respondió – “pero prefería que tomaras en cuenta una cosa” – lo miré extrañada, cuestionándole con la mirada a qué se refería. Vi como se debatía para buscar las palabras correctas al responder, lo cual me intrigó mucho, Edward no se comportaba así. No desde que había dejado de ser mi Edward – “¿No podrías escoger a… mujeres en lugar de hombres?”


“¿Por qué?” – pregunté realmente extrañada


“No me gusta que te toquen, Bella” – un fuego lento y delicioso bajó por mi pecho al escuchar esas palabras. Estaba celoso. Tal vez, después de todo, también él había cambiado. – “no soporto la idea de que alguien quiera tenerte. Tu eres mía” – sus pupilas me miraron fijamente, probablemente de manera posesiva pero, al fin y al cabo, yo era completamente de él


“Es difícil engatusar a las mujeres” – me defendí mientras trataba de ocultar el torrente de emociones que me invadían (había aprendido que la mejor manera de alejar a Edward era dándole señales de mi incondicional amor) – “¿Qué quieres que haga?”


“Entonces este fue mi ultimo desayuno” – dijo – “volveré a cazar de noche, cada vez me puedo controlar menos al saber que cualquier imbecil te puede poner un solo dedo encima” – no pude evitar sonreír complacida


“Como gustes” – me encogí de hombros mientras me encaminaba hacia la cama y me dejaba caer sobre ella. Los ojos del vampiro me siguieron en el transcurso, pero decidí hacerme la desentendida


Después, se volvió hacia la ventana (algo que siempre hacía, estuviéramos en el lugar que estuviéramos. Algo que este Edward seguía teniendo de mi Edward. Aunque no lo admitiera, y justificara semejante acción diciendo que prefería ver el horizonte que a mi rostro, sabía la paz que le daba contemplar los paisajes)


Después de comer, me quedé profundamente dormida. Al levantarme, Edward seguía en el mismo lugar, en la misma posición y con la misma expresión. Contemple el cielo y me apresuré a bañarme puesto que el crepúsculo estaba cerca, lo que significaba nuestra estancia en el hotel estaba por terminar.


Y como en todas las ocasiones, al bañarme, una sensación excitante me invadía al cerrar mis ojos. Un tacto gélido recorría cada vez más mi cuerpo, creando un contraste perfecto con el agua caliente. Aquella sensación se desvanecía cuando mis ojos se abrían. Y nunca, jamás, encontraba algo a mí alrededor.


Cuando salí del baño me puse la ropa que no tenía mucho Edward me había comprado (con el dinero de un desafortunado político multimillonario, el cual ya yacía bajo tierra tras haberle servido como alimento). Se trataba de una blusa azul oscuro y unos pantalones de mezclilla color negro.


“¿Qué tal me queda?” – le pregunté, en cuanto me terminé de vestir, al inmóvil vampiro de la esquina


“Me gusta más el color piel” – me pareció escuchar como respuesta, pero lo dijo tan bajito, que no podía estar segura. Esperé sentada a que la hora de irnos llegara


“Vamos” – indicó Edward en cuanto el ultimo rayo de sol desaparecía frente a nosotros. Me puse de pie y en seguida lo tuve frente a mí, mirándome, por segunda vez, fijamente a los ojos.


Llevábamos dos días en aquella ciudad. Por lo que había podido deducir, no estaríamos nunca más de cuatro días en el mismo lugar. Edward saltó del tejado de una casa sin hacer el más mínimo ruido. Me bajé de su espalda y me quedé asombrada al mirar lo que se levantaba frente a mí.


“¿Y esto?” – pregunté asombrada


“Tiene tiempo que no estas entre tu gente más de diez minutos” – dijo sin emoción en la voz – “te mereces un momento entre los tuyos” – comenzó a caminar y, después de que me recuperé de mi asombro, apreté el paso para ir a su par.


Me costaba creer que me encontraba en un inmenso parque, lleno de vida humana, siendo acompañada por mi vampiro. Obviamente, las miradas femeninas no se hicieron esperar. Con la luz de la noche, el rostro de Edward resultaba más que encantador. Su pálida piel parecía un vago reflejo de la luna, su forma de andar, sinuosa y elegante a la vez, no podían pasar desapercibidas para el ojo humano. Su cabello color cobre y despeinado, se movía por la brisa que soplaba. Y el rojo de sus pupilas se disfrazaba con las sombras para darle a estas un toque enigmático y sensual


Detecté con humor que, cada vez que algún hombre me miraba o intentaba sonreírme, se veía intimidado por la feroz mirada de mi acompañante, antes de que pudiera completar la acción. Me pregunté varias veces el motivo de los pequeños gruñidos que salieron de su pecho durante el transcurso de la noche.


El vampiro se detuvo al contemplar fijamente a una pareja que se besaba apasionadamente a pocos metros de nosotros. Yo no pude contemplar la escena por más de cinco segundos… me hacía desearlo aún más y eso, ya se volvía algo realmente insoportable.


Volvimos al mismo hotel, al llegar, me recosté en la cama y como todas las noches comencé a jugar con la medalla en forma de sol y media luna que colgaba de una fina cadena de plata, ambos regalos que el mismo Edward me había hecho en motivo de mi cumpleaños numero dieciocho. Me encontraba absorta, perdida entre las formas del dije, recordando aquellos días que tanto extrañaba, que tanto añoraba regresaran


“Siempre te quedas viendo eso” – salté, puesto que no me había dado cuenta de la hora en la que se había acercado tanto a mí. Su mano se estiró para coger la medallita y la vio por varios segundos – “¿Qué significa?” – preguntó


“Tu me lo regalaste” – respondí sonriendo tristemente. El continuó viendo el objeto con gran concentración


“No lo recuerdo” – murmuró y su aliento rozó mi pecho – “tal vez si pudiera leer tu mente, sería más fácil el revivir esos momentos de los que hablas”


“Te los puedo contar” – dije un poco temerosa por su reacción y su rechazo


“No” – aunque ya me lo esperaba. Siempre me dolería el repudio que le daba saber que algún día me había amado


“¿Por qué?”


“No tiene caso” – respondió poniéndose de pie y yéndose hacia la ventana para posar su atención en la noche que ya casi terminaba. – “deberías dormir” – aconsejó cuando estuvo completamente de espaldas a mí – “según tengo entendido, los humanos duermen en las noches y no en el día, como tu lo haces”


“Aún no tengo sueño” – discutí mientras caminaba hacia donde él estaba, sabiendo que muy probablemente, se alejaría antes de que pudiera estar a menos de dos metros de su cuerpo. Pero me equivoqué, esta vez no se alejó como quien se aleja de una peste al verla. Su mirada siguió clavada, viendo más allá del cristal de la ventana y al llegar, busqué lo que tanta curiosidad le provocaba.


Era una pareja, la misma a la que habíamos visto en el parque, solamente que estaban haciendo el amor y habían olvidado correr las cortinas del departamento. Me quedé en silencio mientras me preguntaba mentalmente qué es lo que Edward estaría pensando


“Tu y yo… ¿Estuvimos de esa manera?” – preguntó tras varios minutos de silencio, sin despegar su atención de la acalorada pareja. Mis mejillas se encendieron por la pregunta, la cual trajo recuerdos de un Edward tan humano como yo, trazando caminos en mi cuerpo con manos temblorosas.


“Si” – contesté con mi vista pegada al suelo


“Tampoco lo recuerdo” – su cuerpo se giró para poder darle la espalda a la ventana y al espectáculo que tanto había estado presenciando – “Me preguntó que sentí en ese momento” – alcé la vista para verlo. Su rostro estaba envuelto en una mascara de duda, como si se esforzara en ese momento por recordar – “pero dicen que las cosas importantes no se olvidan” - agregó mientras se encaminaba hacia la cama – “así que entonces, eso para mí no lo fue” – se dejó caer en la cama y sus ojos se clavaron en mi cuerpo mientras me movía hacia él.


“Si quieres, te puedo hacer recordar lo que sentías en ese entonces” – le dije cuando estuve frente a él, con mi cuerpo inclinado hacia abajo para estar a la altura de su rostro.


No contestó, se limitó a penetrar mis pupilas con las mías y con eso, yo obtuve la motivación para acercarme más. Me senté a su lado, moviéndome con gran lentitud, como si mi impaciencia pudiera asustarlo. No dejé su mirada libre de la mía en ningún segundo que pasó. Y lentamente fui acercando mi rostro hacia el suyo, hasta el punto en que pude sentir su fresco y dulce aliento chocando con mi rostro.


Quería tomar su rostro entre mis manos, pero me contuve, sabía que con ese gesto él podría desaparecer como el viento. Y al fin, cuando mi estomago ya no podía contener más el fuego que se expandía y se comprimía al ritmo de mi corazón, mis labios se juntaron con los suyos.


Antes de cerrar completamente mis ojos para dejarme llevar por la sensación, pude notar que el vampiro hacía lo mismo. Comencé a mover mis labios con los suyos, de manera suave y pausada, disfrutando la textura suave, fresca y dura, al mismo tiempo. Me sentí feliz al notar que no intentaba si quiera alejarse. Cuánto había esperado este momento: el tenerlo así… Con satisfacción, sentí como sus manos se desplazaban hacia mis mejillas y se quedaban ahí, contrarrestando con su fría piel el rubor de estas.


En respuesta, mi boca se movió con más impaciencia y llevé mis manos hacia sus suaves cabellos. Entrelacé mis dedos desde la raíz y comencé a masajearlas. También mi cuerpo exigió más. Comencé a moverme sin despegar mis labios de los suyos y, poco a poco, fui recostando el cuerpo de Edward en la cama. Ante este movimiento, el vampiro separó mi rostro con manos firmes y sus ojos resplandecientes me miraron por varios segundos, mientras mi corazón volvía a su normal palpitar.


“Tu corazón late como un colibrí” – murmuró al fin mientras su mano se posaba sobre mi pecho – “y tu sangre esta tan calida…” – sus ojos seguían profundizando los míos y, por primera vez desde hacía meses, vi el reflejo de unos ojos dorados que brillaban con el amor de unas verdes esmeraldas.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Feliz cumple SISS ALEJANDRITA !!!!!!!!!!

HOY EN TU DIA SISS TE DESEO LO MEJOR PASATELA SUPER BIEN A LADO DE TODA TU FAMILIA , Y COMO SE QUE ANDAS EN LA PLAYA CON EL CALORSITO Y  PA QUE TE DA MAS AQUI TE DEJO TU REGALITO DE PARTE DE TODOS LOS ANGELES DEL STAFF
TE QUIERO MUCHO SISS, SABES QUE TE LLEVO EN MI CORAZON
TE MANDO MIL BESITOS
Angel Of De Dark




HOY ES SOLO TUYO Y TRAE TANGA DE LEOPARDO !!!!!

martes, 15 de diciembre de 2009

TE AMO AUN DESPUES DE LA MUERTE

HOLA mis angeles hermosos!!!! aqui les dejo su dosis de vicio la quiero mucho,les mando mil besitos y por fisss no se les olvide comentar
Angel of the dark
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Cap. 10 Segunda Despedida

Estaba pasando las semanas más felices de mi vida. Edward estaba de vuelta, para mí. Había visitado ya, en varias ocasiones, la casa de su nueva familia. La relación con ellos se había tornado completamente natural. Ya que te acostumbrabas a ellos, a sus rasgos y movimientos hermosos e imposibles, te podías casi olvidar de que tratabas con vampiros.



Habíamos decidido que esperaríamos a que terminara la escuela para mi transformación de humana a vampiro (solo faltaban tres meses. Para ese entonces, le diría a Charlie que dejaba Forks para irme a vivir a otro lugar con el motivo de desalojarme del triste recuerdo de la supuesta muerte de Edward) la idea de dejar a mi padre me dolía, pero realmente no había elección: sin Edward yo no podía vivir. Estaba más que comprobado.


Caminaba por uno de los pasillos de la escuela. Tenía clases de lengua. Todo el mundo había notado el cambio: ya no me cubría el pecho con mis brazos, ni llevaba mis ojos hinchados y llorosos como antes. Mis amigas realmente se veían extrañadas, pero felices por ello. ¡Como me hubiera gustado el poder decirles el verdadero motivo! Pero el vampirismo era un secreto prohibido de revelar.


Al dar vuelta en un pasillo una mano fría tomó mi brazo provocando que me sobresaltara. En menos de un segundo me encontraba internada en un aula que no se usaba, suspiré aliviada al ver que era Edward.


“¡Tonto!” – exclamé tocando mi corazón – “¡Me has dado un susto tremendo!” – esperaba a que sonriera, pero no fue así.


“Tengo que hablar contigo” – dijo y noté que sus ojos estaban oscuros, como solía tenerlos cuando estaba sediento o enojado


“¿Qué pasa?” – pregunté susurrando debido al repentino miedo que me había invadido. Un mal presentimiento


“Alice ha visto algo” – contestó desviando su mirada de la mía – “ha visto que un aquelarre anda rodeando nuestra casa… no son como nosotros, ellos se están alimentando de sangre humana y…”


“Estas preocupado por mí” – completé ya más tranquila. El estar rodeada de vampiros había logrado que el miedo hacia ellos se hiciera casi nulo


“Claro que estoy preocupado por ti” – dijo mientras tomaba mi rostro entre sus manos – “pero no era solo eso lo que te iba a decir”


Esperé.


“Ellos me buscan” – las palabras salieron precipitadas mientras sentía que la sangre huía de mi rostro.


“¿Cómo que te buscan? ¿Por qué?” – pregunté ahora si muy preocupada. ¿Para qué querían a Edward?


“Se han enterado del don que poseo” – explicó – “Me quieren junto a ellos…”


“Pero no te pueden obligar” – interrumpí - "Tu no te puedes ir con ellos si no quieres"


“Claro que no” – aseguró – “ Pero serán insistentes”


“¿Te harán daño?” – quise saber y la sola idea de pensarlo hizo que las lagrimas se derramaran por mis mejillas


“No, mi amor” – susurró tratando de calmarme, mientras sus ojos volvían al color dorado de siempre – “no me pasará nada. No quería preocuparte… solo quería informarte… dudo que pueda estar contigo en estos días, no quiero arriesgarte”


“¿Cuántos días serán?” – pregunté alarmada. La idea de estar alejada de él por más de doce horas me resultaba una pesadilla.


“No lo sé” – respondió – “Pero te prometo que no serán muchos. Pronto estaré contigo y no me alejaré de ti más del tiempo que sea necesario”


Suspiré mientras trataba de ocultar mi miedo. Las despedidas con Edward siempre me habían dejado un trago amargo, principalmente la ultima… me habían traumatizado de alguna cierta manera. No se supera fácilmente el haber pensado que tu novio estaba muerto por más de un año.


“Entonces… no llegaras hoy en la noche” – no fue una pregunta. Si no fuera así, él hubiera esperado hasta ese entonces. Sus brazos cubrieron mi cuerpo cuando notó la incontrolable melancolía de mi voz


“No estés triste, flaca” – pidió con voz suave – “en cuanto sea seguro, regresare a tu lado”


“¿Y si te pasa algo? ¿Y si ellos se enojan al momento en que rechaces su petición y te dañan?” – solté entrecortadamente. Aquello me parecía un Deja’vu. Esta escena se parecía a la ultima noche que pase con mi Edward humano… ¿Y si esta vez no volvía?... ¿Y si esta era ultima vez que pasaba con mi Edward vampiro? Dudo mucho que haya otra forma de sobrevivir después de morir como vampiro...


“Bella… escúchame” – sus manos tomaron de nueva cuenta mi rostro y sus pupilas se adentraron en las mías – “no pasara nada” – prometió – “nada podrá separarme de ti ¿Entiendes?... Te amo demasiado como para alejarme de ti, ni la muerte lo ha logrado…" - suspiró - "dudo mucho que haya algo más difícil de vencer que a ella”


Sus labios buscaron los míos. El contacto estuvo lleno de ese amor que había entre nosotros. Aun con la desesperación, saboreé la forma de sus labios y el sabor de su saliva fresca y dulce. Una de sus manos dejó libre mi mejilla y viajó hacia la parte baja de mi espalda. Aspiré su aliento que me llegó hasta la garganta y me estremecí en el momento en que su mano apretó mi cuerpo hacia el suyo. Nuestros cuerpos empezaron a caer hacia el suelo y empecé respirar de manera uniforme.


Mis piernas se enrollaron en sus caderas, en ese momento Edward se separó bruscamente de mí. Hubo un largo silencio, rotó solamente por nuestras respiraciones desacompasadas.


“Eres todo un peligro” – dijo cuando pudo controlarse. El dorado de sus ojos parecía miel derretida


“Tu eres el peligro” – acusé. Él sonrió de lado mientras se incorporaba y me ayudaba para hacer lo mismo. De repente, su cuerpo se tensó


“¿Edward?” – pregunté y su vista se posó en mi


“Me tengo que ir… falta poco para que lleguen a la casa” – explicó. Los latidos de mi corazón otra vez se aceleraron a causa del pánico.


“Cuídate mucho” – pedí – “Recuerda que mi vida depende de tu existencia”


“Lo haré” – garantizó


“Te amo” – confesé antes de rozar ligeramente sus labios


“Yo más” – sus ojos brillaron. Sus labios besaron la palma de mi mano antes de irse…


Pasó lo que restaba la tarde… pasó el día siguiente…pasaron tres días y Edward no volvía. La preocupación me estaba volviendo loca y mi aspecto volvía a ser el de antes. ¿Y si algo malo le había pasado?... había tenido pesadillas en las que yo corría buscando a mi novio y jamás lo encontraba, pesadillas similares a las que tenía cuando pensaba que lo había perdido para siempre… intenté calmarme, obteniendo un resultado nulo.


Mi corazón saltó de alegría cuando en la cuarta noche una silueta atravesó mi ventana. Sin embargo, la alegría fue remplazada rápidamente por la ansiedad y desasosiego al notar que esa no era la figura de Edward.


“Bella” – la delicada voz sonaba afligida en la oscuridad


“Alice… ¿Qué pasa?” – pregunté alarmada – “¿Dónde esta Edward?”


“Bella… no sé como decírtelo…” –


“¡Alice dime dónde esta Edward! – exclamé ya sin poder calmarme


“¡Bella, cálmate!” – pidió Alice entre susurros – “¡Despertaras a tu padre!”


“No me importa… dime donde esta Edward ¿Por qué no ha venido?”


“Se ha ido” – las palabras quedaron sonando en la oscuridad mientras entraban como martillazos en mi cerebro.


“Se… ha… ido” – repetí mientras mi cuerpo se desplomaba en el suelo mientras mi respiración se ausentaba de mi pecho. Pasó un largo y doloroso minuto antes de que pudiera volver a hablar


“No…” – dije y noté que mi cuerpo temblaba – “No…” – volví a repetir – “Él me lo prometió… me dijo que no se iría… me dijo que… me dijo que estaría bien…”


“Intentamos detenerlo pero…”


“¡¿Por qué no lo ayudaron?!” – exploté casi histérica – “¡Lo dejaron solo y por eso se lo han llevado!”


“¡No, Bella!” – la voz de Alice se alteró por un momento y luego suspiró dos veces para poder controlarse – “Nosotros le pedimos que se quedara… pero él no lo quiso así”


“¡Mentira!” – dije - “Edward no se hubiera ido por su propia cuenta…”


“James lo mordió” – se apresuró a explicar antes de que siguiera con mis acusaciones– “es el líder de ese aquelarre… tenía un don y nosotros lo ignorábamos…”


“¿Un don?” – pregunté – “¿Cómo que tenía un don?”


“Su ponzoña borra todo tipo de buenos sentimientos en cualquier tipo de ser… solo la podía usar en tres ocasiones… dos de ellas las había usado para sus actuales compañeros y la última la utilizó en Edward…”


“¿Estas diciendo que Edward esta siendo manipulado por James?” – Alice negó con la cabeza


“No. Edward no es manipulado” – contestó sobriamente – “Edward tiene decisiones propias, podría dejar el aquelarre en cuanto él quiera…solo que él no recuerda nada sobre nosotros… ni sobre ti” – jadeé de dolor – “Para él es como comenzar desde cero…”


“También se le ha borrado la memoria” – susurré – “Me ha olvidado”


“Edward pudo leer en nuestra mente el vinculo que nos unía desde su nacimiento como vampiro… él sabe ahora que nosotros le queremos, y supongo que escucho tu nombre varias veces ya que yo pensé en ti… pero eso no le importa ya… te vuelvo a repetir: su corazón ahora no sabe de buenos y nobles sentimientos”


“Entonces… ¿Se fue solo?” – pregunté con el poco aliento que me quedaba


“Se ha ido con James y su aquelarre… por el momento estará con ellos, solo por sentido de supervivencia”


“¿Por qué con ellos?” – reproché


“Por que leyó en la mente de Carlisle y de todos nosotros que no bebemos sangre humana… ahora la privación de ese privilegio le parece una ofensa… lo siento mucho, Bella” – la voz de Alice sonó demasiado triste y amarga.


Me dejé caer al suelo. Mi mejilla sintió el frió del piso y cerré los ojos imaginando que era una pesadilla y que estaba recargada en su pecho… se formó un charco de agua salada debajo de mi mejilla y el dolor de mi pecho hizo que llevara mi mano hacia el y lo apretara fuertemente. Mi cuerpo se estremeció al pensar que Edward estaba lejos de mí… otra vez.


La mano de Alice acariciaba mis cabellos y después sus brazos me consolaron toda la noche.


“Lo siento tanto, Bella” – repetía una y otra vez con voz entrecortada. Estaba segura de que, si pudiera llorar, lo hubiera hecho desde hacía mucho.


“Nada podrá separarme de ti ¿Entiendes?... Te amo demasiado como para alejarme de ti, ni la muerte lo ha logrado… dudo mucho que haya algo más difícil de vencer que a ella”… claro que no. Nada podría separarnos.


“Alice” – llamé


“¿Qué pasa, Bella?” – preguntó con voz suave


“¿Sabes hacia dónde se fue Edward?” – cuestioné


“Si. Se fue a Alaska” – dijo con voz cautelosa. Sus ojos se perdieron en algo que vio – “¡No!” – soltó – “¡Estas loca si piensas que dejaré que vayas en su busca!”


“No voy a separarme de Edward” – discutí – “Iré a buscarlo”


“¡Te mataría en cuanto sienta tu olor!” – siseó – “Entiende que él ya no es el mismo. No le importará el matarte con tal de beber tu sangre”


“¡No me importa!” – exclamé – Alice… por favor – supliqué tratando de calmarme - dime exactamente en qué lugar esta – las lagrimas caían como lluvía sobre mis mejillas. Su mirada se suavizo y su pequeña manita acarició mi rostro con ternura


“En realidad lo amas demasiado” – dijo – “¡Pero ni creas que te dejare ir hacia allá…!” – mi rostro se descompuso en una mascara de dolor y desesperanza


“…No al menos sin mí” – completó y yo salté a sus brazos


“¡Gracias, Alice!” – sollocé entre sus brazos – “¡Muchas gracias!”


Me tomó dos días en arreglar las cosas para dejar Forks. A mi sufrimiento se agregó el dolor de Charlie al recibir la noticia de que me iba. Besé a mi padre con lágrimas en los ojos. Ignoraba si lo volvería a ver otra vez.


A nuestra partida se agregó toda la familia de Carlisle. Alice insistió en transformarme pero me negué rotundamente


“Como humana eres demasiado vulnerable” – disputó – “Si tienes pensado encontrarte con Edward no te conviene en lo absoluto el mostrarte con sangre caliente corriendo por tus venas”


“Si me hago inmortal y Edward no regresa…” – susurré y el pecho se me contrajo del dolor - …no quiero una vida sin él… no aceptaré ninguna otra ponzoña recorrer mi cuerpo que no sea la suya” – dije firmemente pues la inmortalidad sin él resultaba una existencia vacía y muy dolorosa.


Nuestro viaje a Alaska no nos tomó mucho tiempo gracias a la velocidad con la que conducía Jasper.


No pude disfrutar del nuevo paisaje que nos rodeaba ya que mi mente solo se encontraba concentrada en buscarlo…


“Mi única razón de esta nueva vida eres TU…”


“Lo se” – susurré para mi mientras un viento helado me daba la bienvenida a mi nuevo hogar.

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Cap. 11 El Primer Encuentro

Bella, te lo pido una vez más: piénsalo” – decía Alice mientras posaba sus pétreas manos en las mías. Yo negué con la cabeza lentamente



“No hay nada que pensar” – respondí – “he venido hasta acá con una sola misión… no me voy a ir si no es con Edward a mi lado”


“Pero el ir sola a buscarlo…”


“¿Hay otra opción?” – interrumpí mientras sentía los ojos del resto de los vampiros posados en mí – “¿Me vas a negar que si Edward me ve con compañía huiría pensando que le han tendido una trampa para que regrese con ustedes?”


“Te puede matar” – terció Esme con las manos puestas en su corazón.


“Si lo hace… ahí acabara todo” – susurré


Llevábamos más de una semana en el frío Alaska y hasta hoy en la madrugada, habíamos tenido noticias concretas de Edward.(había estado viajando de un lado a otro con el aquelarre de James sin decidirse en que lugar asentarse. Alice había visto esta mañana que habían optado al fin por un pueblecito no muy habitado a las orillas del país y en ese mismo instante nos habíamos trasladado hacia allá)


La hora del crepúsculo llegó y con ella salí de la casa dejando atrás a las suplicas de mis vampiros. Edward no podía arriesgarse a salir antes puesto que, a diferencia de Forks, aquí el sol traspasaba las espesas nubes. Salí envuelta con una capa, el viento frío cortaba mi cara y resecaba mis labios. No estaba lejos, solo tenía que caminar alrededor de setecientos metros para estar en el mismo lugar que él.


Encontré el oscuro y desolado callejón que Alice (de mala gana) me había descrito. La neblina era ligeramente espesa y le daba al lugar un toque enigmático. La repentina soledad de la calle presagiaba el peligro que rodeaba las calles…


Un viento helado sopló agitando la larga prenda que traía. Me estremecí. Miré el reloj: las ocho de la noche. Faltaba más o menos una hora para que Edward saliera de caza. Estaría muy sediento, según vio Alice…


Me senté en una banca oxidada… al momento en que sostenía entre mis heladas manos el reciente regalo que Edward me había dado por mi cumpleaños. Una ráfaga de viento pasó por mi rostro. No podía ser la dirección del viento. La columna se me enfrió mientras la respiración se me entrecortaba.


Edward apareció frente a mis ojos. Estaba a varios pasos de mí, pero sus pupilas brillaban en la oscuridad, estas parecían a las de un gato al acecho. Entrecerré mis ojos para poder adaptarlos mejor a la oscuridad. Su rostro hermoso se había endurecido notablemente y estaba ladeado levemente hacia la derecha, me miraba fijamente, como cuando un violador valora a su victima antes de cometer el crimen.


“Edward…” – susurré con la garganta cerrada. Su cabeza se enderezó y su ceño se frunció levemente. No me atreví a decir más. Su mirada me evaluaba fijamente. No era la mirada amorosa y tierna que provocaba enrojecer mis mejillas, no. Esta mirada era fría, cortante y lastimera… y me volvió más pálida de lo que ya era.


Otro hombre apareció a su lado. Tenía movimientos felinos y agresivos y su cabello era castaño.


“Vaya…” – musitó – “has conseguido una presa deliciosa” – su lengua mojó sus labios. Mis ojos se posaron en Edward quien había vuelto a ladear el rostro y sonreía de manera complacida.


“Creo que la quiero para mi solo” – ronroneó con voz afligida por la sed.


“Debes aprender a ser compartido” – recomendó una voz femenina. La mujer que ahora los acompañaba era de cabello rojo como las llamas de un fuego – “presas como esta, no se encuentran todos los días”


“Yo lo hice” – respondió Edward – “vayan en busca de su propia comida… ella es mía” – la mujer y el otro hombre intercambiaron miradas – “¡Lárguense!” – gruñó Edward con un gesto en su rostro que le hizo verse aterrador. No pude evitar dar un paso hacia atrás mientras las dos bestias me dejaban sola con él.


Sus ojos se dirigieron de nueva cuenta en mí. Yo era incapaz de articular palabra alguna.


“¿Cómo sabes mi nombre?” – preguntó con voz cautelosa mientras se acercaba con movimientos felinos hacia mí. Tragué saliva para poder hablar


“Soy Bella…” – en un parpadeo lo tuve frente a mí. No pude evitar dar otro paso más hacia atrás en cuanto tuve sus ojos diabólicos frente a mí. El dorado había desaparecido de ellos, siendo remplazado por un rojo sangre.


“Así que eres tu…” – una sonrisa burlona curvó sus labios mientras me volvía a evaluar con la mirada – “¿Y por ti Alice suplicaba que me quedara? – una cortante carcajada seca salió de su pecho.


Sentí un retorcijón en el estomago al escuchar su comentario despectivo y mis ojos se llenaron de lagrimas… no podía controlar el palpitar desbocado de mi corazón. La carcajada desapareció y su rostro se tornó serio otra vez. Me adentre en sus pupilas, buscando en ellas aquella luz que la distinguía entre todas. Aquella luz que me hechizaba… por la cual estaba dispuesta a morir… más no había luz alguna en aquellos ojos de penumbra


“No puedo leer tu mente” – dijo – “pero los humanos, como toda especie inferior a nosotros, son predecibles” – se alejó un paso de mi mientras cruzaba sus manos sobre su pecho. Me di cuenta hasta ese momento que su vestimenta también había cambiado. Ya no llevaba las usuales camisas o playeras de color claro que solía usar antes. Ahora su ropa consistía en un holgado pantalón que le caía sobre las caderas y una camiseta de color negro. – “Seguramente has venido a buscarme…”


Asentí con la cabeza. Mi cuerpo temblaba, quería pensar que por el frío. Jamás había temido tanto a Edward como en esta ocasión… Era una promesa que tenía conmigo y con él: jamás, no importaba lo que fuera, le temería… yo confiaría todo el tiempo en él


“Déjame decirte que eres una humana idiota” – cerré mis ojos en un gesto de dolor al escuchar aquellas palabras… palabras que jamás hubiera imaginado escuchar de sus labios… - “¿Qué te hace pensar que yo pudiera, si quiera, tener el mínimo deseo de estar contigo?”


“Tu…” – contesté susurrando


“¿Yo?” – cuestionó mientras se señalaba con la punta de su dedo. Asentí intimidada por la burla de sus ojos


“Lo único que has venido a buscar es tu muerte… Bella” – pronunció mi nombre con tanto desprecio que tuve la autonecesidad de cubrir mi pecho con mis brazos – “La única razón por la que estaría junto a ti, sería para extraer hasta la ultima gota de tu sangre”


“Pues hazlo” – pedí. Prefería la muerte que a esto. Su desprecio era como si me cercenaran pedazo tras pedazo, aun con vida. Al menos si me mordía y bebía mi sangre, el dolor sería más rápido y acabaría con la muerte – “¿Qué esperas?”


“¿Me estas retando?” – decidí cerrar mis ojos para ya no verle el rostro (algo que jamás pensé llegar a ser). Callé. El silencio era mejor para todo esto. – “No te mataré” – dijo tras esperar un largo minuto mi respuesta – “No me gusta hacerle favores a nadie, mucho menos a humanos débiles y carentes de valor como tu, que piden a gritos su muerte…”


“Buscas pretextos” – señalé – “En realidad no quieres matarme…” – sentí un fuerte golpe en la parte trasera de mi cabeza que me impidió seguir hablando. Comprendí que Edward me había empujado hacia la pared del callejón


“Yo que tu no malgastaría mi tiempo” – siseó. No pude desviar mis ojos de los suyos, su mirada quemaba por el odio que esta irradiaba – “no quiero volver a verte” – ordenó mientras su mano apretaba mi cuello – “la próxima vez que te me pongas en frente, ten por seguro que serán los ultimo segundos de tu miserable vida” – la fuerza que me tenía aprisionada desapareció provocando que mi cuerpo cayera al suelo y me raspara la rodilla, la cual comenzó a sangrar


Un enorme gruñido salió de su pecho y levanté la vista para verle. Me quedé completamente paralizada al ver a Edward de esa manera: enseñándome amenazante los colmillos, y con los ojos negros y casi salidos de su orbita. Sin dejar de verme, se agazapó frente a mí, como un león a punto de atacar a su presa. Sentí nauseas a causa del vértigo.


“Edward…” – susurré mientras pegaba lo más que podía mi espalda hacia la pared. En ese momento, el vampiro cerró sus ojos fuertemente mientras un gesto de dolor cruzaba por su rostro


“¡Lárgate!” – gruñó en mi dirección, jamás había visto a sus colmillos tan largos y afilados como aquella noche. Pero, pese a todo eso, no me atrevía a dejarlo solo. Estaba dispuesta a quedarme, morir si era necesario, pero no quería irme con esa imagen de amargo dolor en su rostro – “Maldita humana… ¿Qué esperas para irte? – vi como sus dedos se enterraban en el grueso pavimento de la calle, como si de tierra blanda se tratara - ¡No te daré el gusto de acabar con tu vida!” – en ese momento, una sombra me sacó de ahí. El movimiento fue tan rápido que no tuve tiempo de protestar.


“¡Bella!” – exclamó Jasper en algún lugar lejos de él, mientras me sacudía por los hombros – “¿Estas bien?” – me quedé aturdida por no se cuanto tiempo hasta que empecé a sollozar escandalosamente.


Me resbalé lentamente para caer al suelo y volví a cubrir mi torso con mis brazos, sentía como si estuviera descuartizada. Las lágrimas que se derramaban de mis ojos eran tan espesas que no me fijé cuando Alice ya estaban frente a mí.


“Faltó poco” – alcancé a escuchar que decía Alice


“Llevémosla a casa, está helada” – propuso Jasper mientras me ponía de pie, me dejé cargar entre sus brazos sin protestar.


No sé decir si era el viento que soplaba fuertemente, la pétrea piel del vampiro que me sostenía o el alma que la sentía tan vacía, lo que provocaba el temblor de mi cuerpo. El tiempo pasaba lento y rápido a la vez… no sentía brazos, no sentía calor, no sentía nada que no fuera frío y dolor. Mucho dolor


“Duerme, Bella” – aconsejó Esme dos noches después de lo ocurrido mientras me arropaba en la cama y me pasaba la mano sobre mi mejilla. Negué levemente con la cabeza. A pesar de que podía sentir como mis ojeras se estiraban debajo de mis ojos, me oponía a cerrarlos ya que, inmediatamente, venía a mí la imagen de su impasible mirada…


“Se lo dije” – alcancé a escuchar que decía Alice con voz lúgubre – “Al menos, no la mató, estaba tan decidido…no quiero ni pensar si Jasper se hubiera retrazado un solo segundo más… aunque me preocupa, parece que no se repondrá tan fácilmente”


Al menos, no la mató…


Me levanté de la cama por primera vez después de cuarenta y ocho horas, atrayendo la atención de todos mis espectadores.


“¿Pasa algo?” – preguntó con voz dulce Esme. Me quedé ida segundos antes, mientras la idea entraba en mi cabeza y la razón volvía por completo


“¿Bella?” – llamó Jasper – “¿Se te ofrece algo?”


“Edward… no me mató” – susurré más para mí que para ellos.


“¡No, Bella!” – la voz de Alice sonó autoritaria – “¿Acaso no te bastó con lo que pasó?”


“No me mató” – volví a repetir, ignorándola “Eso significa que…”


“Eso significa que la vida te ha dado otra oportunidad” – interrumpió Alice – “¡Entiende Bella que Edward ya no siente nada por ti!”


Me llevé las manos a los oídos y apreté mis ojos, de manera tenaz, para no escucharla y comencé a llorar. Aquellas palabras lastimaban demasiado como para ser soportables.


“Bella…” – susurró Emmet mientras retiraba mis manos de su posición. Abrí mis ojos para rogarle con ellos


“Solo otra oportunidad” – pedí entre sollozos – “Solo una más…”


“Te matará… - comenzó a decir el enorme vampiro


“No lo hará” – discutí – “y si lo hace… mejor alivio que eso”


“¡¿Estas loca?!” – inquirió Alice sobresaltada – “¡¿Cómo puedes seguir estando dispuesta a morir en manos de él?!


“Él es Edward” – dije con voz desafiante


“Estas equivocada” – discutió Alice – “el Edward que tu conociste ya no existe más… ¿Acaso fue te fue suficiente verlo ya con tus propios ojos que ahora es solamente un monstruo?”


“No me mató” – repetí


“¡Por que Jasper te salvó!” – soltó levantando las manos de manera desesperada. Jamás, en el poco tiempo que llevaba conociéndola, la había visto así. Incliné la cabeza para ver hacia abajo. La furia de Alice me entristecía más, aunque sabía perfectamente que tenía derecho de estar así de preocupada por mi, me constaba entenderlo


“Bella” – susurró la pequeña vampiro mientras se sentaba frente a mí y me tomaba las manos – “Lo siento” – se disculpó con voz triste, verdaderamente sincera – “me imagino lo difícil que ha de ser todo esto para ti… no quiero amargarte más la situación, ni mucho menos quiero lastimarte con mis palabras, pero… no quiero que te pase nada malo, sé que si a Edward no le hubiera pasado esto, jamás me lo perdonaría”


“No te lo puedes imaginar, Alice” – dije – “Jasper esta a tu lado… contigo. Este dolor solo puede ser comprendido por alguien a quien le haya pasado lo mismo… no es la primera vez que pierdo a Edward”


“Como me gustaría ayudarte…”


“Dime donde esta” – me apresure a decir – “esa es la ayuda más valiosa, y la única que necesito. Para esto no existe consuelo alguno…” – Alice giró su rostro para cuestionar a los que se encontraban rodeándonos, sin articular palabra alguna. Su mirada se posó en Carlisle, quien asintió levemente con la cabeza y después ella suspiró derrotada


“Por lo que veo, se le ha hecho costumbre el estar todas las noches en el mismo callejón en el se encontraron… parece que no tiene planes de cazar, aún” – en cuanto terminó me lancé a sus brazos y con todas mis fuerzas apreté su liviano cuerpo


“Muchas gracias” – me levanté rápidamente de aquella cama. Me puse los tenis y la capa negra de lana


“Bella” – llamó Esme en cuanto me disponía a salir por la puerta – “Es muy tarde… ¿Por qué no esperas a mañana? – negué con la cabeza sin pensarlo dos veces. Después, solo por curiosidad, vi hacia el reloj que pendía en la pared: las once la noche. No importa, pensé.


“Pase lo que pase” – pedí a los seis vampiros que estaban frente a mí – “no vayan en mi busca… no quiero estar otra vez sin él” – ninguno contestó algo sobre mi petición, ni yo esperé mucho por una respuesta. Emmet se limitó a llevarme y dejarme a una distancia menos larga


Caminé con pasos rápidos hacia aquel callejón con el corazón palpitando frenéticamente, sabía que él no tardaría en escucharlo. ¿Sería esta la última vez que lo vería? ¿Cumpliría Edward la fría promesa que me había hecho o mantendría su palabra al decir que nada era más fuerte que el amor que sentía por mí?…

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 Cap. 12 Monstruo

Me tenía acorralada. Su mano apretaba fuertemente mi cuello y el odio puro destilaba de sus ojos.



Solo espera que mis vampiros hicieran caso y, esta vez, no intervinieran en mi muerte---


Todo estaba bien si me mataba en ese instante... No podía imaginarme vivir sin él.


“Te dije que no me compadecería de ti la próxima vez que te viera” – gruñó mientras, en un instinto de supervivencia, tenía mis manos aferradas a su duro brazo en un vano intento de alejarlas de mi garganta


“Necesita… necesitaba verte” – logré decir aun con la yugular casi cerrada


“¿Para qué?” – preguntó con frialdad – “¿para morir?”


“Esa es un… esa es una de las posibilidades” – la fuerza que apretaba mi cuello desapareció levemente.


Esta vez, pude darme cuenta de que Edward me soltaba con más delicadeza (por darle un nombre) a la hora de soltarme (al menos, no me había sangrado, pero si me había llevado un fuerte golpe en la cabeza)


“Una de las posibilidades” – repitió mientras se agazapaba frente a mí como un gato. No pensaba atacarme, lo sabía, pero sus movimientos ahora eran demasiado felinos y rápidos como para no asustarme – “indica el plural” – ordenó, sin embargo, decidí callar, sabía que se burlaría de mis vagas esperanzas


“¿En realidad crees que yo pueda regresar contigo, no?” – preguntó de forma hiriente, pero el dolor cada vez se hacía más amigo mío, facilitándome las cosas


“Si” – me limité a responder. Una fuerte y seca carcajada salió de su pecho


“¿De verdad crees que yo puedo llegar a amarte? A ti, a una simple y corriente humana” – dolor y más dolor. Suspiré mientras sentía como el corazón se me deshacía


“Hace una semana no pensabas así” – levanté la vista pare verle y me arrepentí al momento. ¿Cuándo me iba a entrar en la cabeza que aquellos calidos ojos color dorado ya nos los iba a encontrar en él? Su mirada era hosca, irradiaba entre la furia y la más vil de las burlas


“Hace una semana, yo no era lo que soy ahora” – respondió


“¿Y qué eres ahora, Edward?” – el pronunciar su nombre hizo que mi estomago se retorciera


“Un vampiro”


“Hace una semana, cuando me dijiste que me amabas, eras un vampiro” – le recordé. Enfureció con ello, su mano otra vez me empujó fieramente contra la pared y me aventó a unos cuantos metros. Sonreí mientras caía estrepitosamente en el pavimento.


Pareciera absurdo y enfermizo el que te alegres de que el amor de tu vida te avienta por los aires, pero estaba conciente de la fuerza que tenían los vampiros, sabía que si Edward quisiera matarme, lo hubiera hecho en ese preciso momento.


Sin embargo, (y tal vez él no se daba cuenta) había algo que se lo impedía, algo que controlaba esa fiereza, esa brutalidad y no le permitía el azotarme de tal modo que me despedazaría al instante. Las agresiones que de él había recibido, eran de la fuerza de cualquier humano de cuerpo fornido, nada más.


La fuerza que había empleado en mí era nada. Y eso me daba esperanzas. Era la segunda ocasión en la que veía a Edward en este estado, y aún no cumplía su promesa de matarme


“¿Estas loca, verdad?” – preguntó mientras se agazapaba para ver la sonrisa de mis labios – “¿Cómo puedes reír con el dolor?” – suspiré mientras me incorporaba.


Otra cosa: Edward había sido cuidadoso en no provocarme heridas sangrantes. Tenía raspones secos, rayones y, seguramente mañana, (si es que había mañana) tendría moretones por todo el cuerpo. Al sentarme noté que el cuerpo me dolía. Sus ojos me inspeccionaban con curiosidad


“Eres extraña” – señaló


“probablemente si” – respondí.


“Pareces no tenerme ni el más mínimo de miedo” – encogí de hombros, mientras hacia una mueca de dolor


“no le puedes temer a lo que amas” – levanté mi mano para rozar su mejilla. Su rostro no denotaba ningún tipo de sentimiento, parecía una piedra, la más hermosa escultura. Esquivó mi roce con repudio


“No quiero que me toques” – dijo sin trabas – “y deja de decir estupideces” – pidió mientras se alejaba – “los demonios no despertamos ningún tipo de amor ya que no necesitamos de este absurdo e infantil sentimiento”


“¿Cómo puedes decir eso si no te has dado la oportunidad de experimentarlo? Quiero decir, ahora, que no recuerdas…”


“¿y de qué me serviría recordar el que, según ustedes, estuve enamorado de ti? – interrumpió tajantemente – “realmente la idea no se me hace nada apetitosa, para serte sincero, se me revuelve el estomago solo de imaginarlo” – sus ojos al verme solo mostraron un gran desprecio


“no pierdes nada con intentarlo” – repuse soportando el dolor que me provocaban sus palabras – “¿O te da miedo?”


“¿Miedo?” – bufó – “no sabes lo que pides, muchacha”


“Te da pavor volver a enamorarte de mí. ¿Es eso, verdad?” – sabía que me estaba arriesgando demasiado al provocar de esa manera a Edward pero no había otra solución. O me mataba, o, si mis planes daban resultado, aceptaba todo esto como un reto. Cualquiera de las dos opciones eran mejores a que me dejara tirada y se fuera.


“Si acepto ¿Qué tengo a cambio?” – inquirió de manera calculadora, sondeándome mientras se paseaba a mi alrededor


“lo que quieras” – contesté inmediatamente. Se detuvo frente a mí, con una sonrisa malévola en sus labios


“lo que quiera” – repitió con intensión – “¿Dejarías al clan de Carlisle y vendrías conmigo?” – tragué saliva con dificultad. Dejar a Carlisle y los integrantes de su aquelarre, eso no era justo. Pero esperaba que lo comprendieran


“Si” – respondí con voz apagada – “iría contigo” – estiró más esa sonrisa diabólica y me mostró los colmillos.


“Perfecto” – arrastró la palabra con desden y me tomó de la mano para jalarme a toda velocidad. Este viaje no resultó para nada similar a los que había hecho en la espalda de Edward anteriormente. No había esa delicadeza ni ese instinto protectivo. Lo único que me quedó fue apretar mis brazos a su cuello, no pude disfrutar de poder tocarlo, ya que él no me permitió ni pensar en ello con su aspecto tan indiferente.


En cuanto se detuvo, caí de espaldas hacia el suelo.


“Debes acostumbrarte a una cosa” – dijo con ojos repentinamente oscurecidos y maquiavélicos – “si vas a estar conmigo, sirviéndome, debes acostumbrarte a mi forma de vida” – desapareció de mi vista por unos segundos, probablemente tres o cuatro, y cuando lo tuve de nuevo frente a mí, me quedé petrificada en el suelo.


En sus manos llevaba a un joven, le calculé una de edad de, más o menos, veinticinco años. El chico temblaba en las manos de Edward y leí en sus ojos el pavor y la suplica


“No lo hagas” – susurré con lagrimas en los ojos.


Edward me dedicó una mirada divertida, disfrutando de mi dolor y del miedo de su presa, antes de clavar sus dientes en la garganta del muchacho. Cerré mis ojos cuando escuché el agónico grito del humano que desapareció en cuestión de segundos.


Cuando los violentos gimoteos cesaron, abrí mis ojos y me encontré con dos brillantes pupilas, color escarlata.


“¿Ves, Bella?” – preguntó, con un hilo de sangre escurriendo en una comisura de sus labios – “¿eres capaz de amar a algo como yo?”


Definitivamente, no quedaba nada de mi Edward, absolutamente nada. Ni el calido e inocente brillo de su mirada, ni lo tierno y aterciopelada de su voz, ni su sonrisa picara y juguetona, ni lo bueno y pura de su bondadosa alma… nada de eso habitaba en aquel cuerpo.


Sin embargo…


“claro que si” – respondí, adolorida por mi respuesta


¿Cómo podía amar a un monstruo?