Capitulo 7
Señor, ya es hora de bajar.
Aquella voz desconcentro a Edward, que estaba mirando las vistas que se observaban desde la torre más alta.
Gracias, Jasper –murmuró, apartándose de la ventana y asintiendo con la cabeza ante su mayordomo- Supongo que todo esta preparado, ¿verdad?
-Si, los invitados ya están en la capilla.
-¿Y la señorita Swan?
-Ella esta esperando en el salón. Yo la acompañare a la capilla, tal y como habíamos acordado.
Esta bien –dijo Edward, bebiéndose de un trago el vaso de whisky que tenía en las manos- Dima, Jasper, ¿Qué aspecto tiene la señorita Swan?
¿Qué aspecto tiene, señor? –dijo el mayordomo, sin poder evitar su desconcierto.
Si, ¿parece… feliz? –preguntó Edward, mirando impaciente al otro hombre.
Desde luego… en breve se va a convertir en la nueva duquesa; naturalmente está extasiada. Y, si me permite añadirlo, está muy guapa –dijo el mayordomo, sonriendo.
Hasta la llegada de Bella al Palacio del León, Edward ni siquiera sabía que Jasper podía sonreír. El castillo siempre había sido un lugar bastante sombrío… así como su personal. Pero de alguna manera, durante las tres semanas, todo había cambiado, gracias a la influencia de una delicada flor inglesa, cuya tímida sonrisa parecía haber invadido la austeridad de aquella fortaleza árabe.
Pero Edward tuvo que admitir que a él no le había sonreído. Con el personal ella era agradable y amigable, aunque con el era fría y distante; pero no iba a reconocer que deseaba romper aquella barrera y recibir una de las agradables sonrisas de ella.
-Señor, ¿hay algo que pueda hacer por usted?
Jasper sabía hacer muy bien su trabajo y no mostraba su impaciencia, pero Edward sabía que estaba preocupado por si los invitados comenzaban a impacientarse.
Le asustó un poco darse cuenta de que no había pensado en el Banco de Masen durante días, ya que era la razón por la que había forzado a Bella a aquel matrimonio. Recordó la forma en la que ella se había despedido de su padre tras su corta visita a Inglaterra. Se le habían llenado sus grandes ojos chocolatosos de lagrimas y se le había quebrado la voz al haberle dicho que lo quería. Ella haría cualquier cosa por su padre…
-¿Señor?
-Si, está bien. Ya voy.
Mientras se dirigía a la capilla recordó que, al haber visto a Charlie durante su visita a Eastbourne, se había dado cuenta de que este no era como se lo había esperado. El padre de Bella daba pena, y a el le había impresionado su obvia fragilidad mental. Parecía un hombre roto que se había forzado a recurrir a su hermana para que le dejara vivir en su hostal.
Su creencia de que Bella era una niña mimada, dispuesta a aprovecharse de su padre, había cambiado durante las últimas semanas. No podía quitársela de la cabeza y hasta soñaba con ella. Su delicada belleza le hacía desearla como nunca había deseado a otra mujer.
Y aquella noche por fin ella sería suya…
Estaba casada. Bella, nerviosa, jugueteó con el anillo de oro de su dedo. Hacía unas horas Edward se lo había puesto en el dedo. Estaba ruborizada debido a la copa de champán que había bebido en el banquete de bodas.
Había sido un día muy largo y no podía esperar a que terminara, pero el brillo y la expectativa que reflejaban los ojos de Edward prometían que la noche iba a ser incluso más traumática que el día. Se le revolvió el estómago y miró a su alrededor. Como el banquete había concluido, la mayoría de los invitados estaban bailando y bebiendo. Edward hablaba con un grupo de personas que ella sospechaba serían socios de negocios.
Su ya marido le había presentado a algunos miembros de su familia, entre los cuales estaba Emmett Masen, el hombre que hubiese ocupado el puesto de Edward a la cabeza del banco si este no hubiese encontrado esposa.
Mirando a Edward, pensó que era un hombre complicado. Cuando lo había visto esperando en el altar, frío y distante, pero aun así increíblemente guapo, se había sentido agobiada por su potente magnetismo sexual. Había sentido como si se le derritiesen las piernas y se había tenido que apoyar en Jasper para llegar al altar.
La ceremonia había sido muy conmovedora, mucho más de lo que ella había esperado. Había llorado al haber dicho sus votos. Siempre había soñado. Con haberse casado con un hombre que fuese su alma gemela, pero en vez de eso se había casado con un hombre que ni siquiera la amaba, un hombre al que su personal frecuentemente se refería como "el León de Masen"
-Trata de no parecer tan triste querida, o no se que irán a pensar nuestros invitados.
La voz de Edward sobresaltó a Bella.
¿Qué ocurre? –exigió saber el, apartando una silla y sentándose junto a ella.
Nada… simplemente estaba pensando en mi padre. Desearía que el estuviera aquí –contestó ella, mordiéndose el labio inferior- Nunca me imaginé que estaría sola el día de mi boda… sin mis padres.
Hay cuatrocientos invitados… no se puede decir que estés sola –dijo Edward con aspereza.
Pero yo no conozco a ninguno. No son mis amigos… aunque tengo curiosidad por saber si son tuyos o si nuestra boda es una excelente oportunidad para tus socios de negocios –dijo cínicamente.
Bueno, no vas a tener que sufrir su presencia durante mucho más tiempo, querida –dijo el con frialdad-. La fiesta se terminará dentro de poco y nadie se atreverá a quedarse más tiempo. Deben de saber lo impaciente que estoy por llevar a mi esposa a la cama… pero por si tienen alguna duda… -dijo, capturando la boca de ella en un beso.
Bella se quedó si aliento y pensó que debía resistirse a el. Entonces le puso una mano en el pecho para apartarlo. Mientras se había celebrado el banquete, había estado pensando en la mejor manera de decirle que ella no tenía intención de consumar aquel matrimonio. Sería sincera con su corazón… se negaba a entregarle su cuerpo a un hombre que no amaba.
Debería decírselo en aquel momento, en vez de permitirle pensar que iban a compartir una noche de pasión. Pero era difícil pensar con claridad mientras el estaba saboreando sus labios con erotismo, exigiendo acceso dentro de su boca.
La había besado en la capilla cuando el cura les había declarado marido y mujer; sus labios habían sido delicados y tan dulcemente cautivadores, que había obtenido una respuesta de ella. Pero en aquel momento la estaba besando apasionadamente, provocando que el calor le recorriera las venas.
Con un leve murmullo, Bella se apoyó en el, y apartó sus labios, estremeciéndose al oír el gemido de aprobación de el, que introdujo la lengua en la boca de ella, explorándola con una meticulosidad que la dejo temblando. Nunca antes se había sentido de aquella manera, nunca había experimentado una necesidad tan salvaje y devoradora, que hacía que un cosquilleo le recorriese los pechos…
Cuando Edward dejó de besarla, la miró, con un feroz brillo reflejado en los ojos al percatarse de la confusión que reflejaban los de ella. Quizá el no le gustase a su rosa inglesa, pero estaba atrapada por la primitiva química sexual que también le esclavizaba a el.
-Le diré a Jasper que haga el último brindis por los novios. Ya es hora de que nuestros invitados se vayan a casa.
-No puedes simplemente echarlos. ¿Qué irán a pensar?
No me importa –dijo el con una gran arrogancia- Tengo tantas ganas de ti, querida, que estoy a punto de tomarte aquí, en la mesa del banquete y al demonio con el decoro social.
Edward…-Bella respiró profundamente- yo…no quiero acostarme contigo.
Yo tampoco quiero acostarme contigo; pretendo satisfacerme con otras actividades mucho más placenteras durante las largas horas nocturnas –dijo, mirándola de arriba abajo- Tu actuación de virgen inocente me excita muchísimo, querida, y ya sabes como estoy. Pero no tienes por que seguir fingiendo. Prefiero a las mujeres que tienen confianza en su sexualidad y creo que tú debes ser una tigresa bajo las sábanas.
Yo no apostaría por ello –contestó ella misteriosamente.
En ese momento una joven se acercó a la mesa, mirando a Edward fijamente.
Te he estado buscando por todas partes –dijo la chica, un poco enfurruñada- Me prometiste que bailarías conmigo.
Así lo hice, pero como puedes ver estoy hablando con mi esposa –contestó Edward serenamente- ¿Por qué no le pides a uno de tus muchos admiradores que baile contigo?
Yo solo quiero bailar contigo –contestó la joven.
Bella, a quien le había dado un vuelco el estómago al oír que el se refería a ella como "mi esposa", analizó a la joven, la cual estaba mirando a Edward con admiración. Esperó que el hiciera uno de sus sarcásticos comentarios que irían a destrozar a la muchacha, pero en vez de eso sonrío cálidamente.
-Lo siento; te debo un baile en otra ocasión. Mira creo que tu padre está a punto de marcharse.
Ni siquiera es medianoche. ¡Papá es tan aburrido! –dijo la joven, apartándose sus rubios rizos de los ojos provocativamente- Entonces hasta la próxima vez, Edward –murmuró, lanzándole un beso antes de marcharse.
Eleazar va a tener problemas con esa chica –señaló Edward.
Es muy joven. ¿Quién es? –preguntó Bella, sintiendo algo parecido a los celos.
Tanya Denali…su padre, Eleazar, era el mejor amigo de mi abuelo. Eleazar tenía casi sesenta años cuando nació ella y creo que la ha mimado demasiado –dijo Edward con afecto- Mi abuelo esperaba que yo me casara con ella para fusionar nuestras familias de banqueros.
¿Y por que no lo hiciste? –espetó Bella- Cualquiera puede ver que ella esta perdidamente enamorada de ti.
Edward no lo negó, pero se le borro la sonrisa de la cara.
Tanya está enamorada de una ilusión infantil, pero pronto descubrirá que yo no soy su príncipe azul. Ella exigiría más de lo que yo estoy dispuesto a darle a cualquier mujer.
Bella se percató de que Edward se estaba refiriendo al amor. Se preguntó por que se sintió tan vacía por dentro.
¿Nunca te sientes solo en tu torre de marfil? –quiso saber ella- Seguro que todos necesitan amor, de una forma u otra… incluyéndote a ti.
El se quedo mirándola de manera especulativa durante unos segundos.
¿Por qué empañar las cosas con ese sentimiento tan absurdo? En mi experiencia, el amor raramente se entrega gratuitamente y sin condiciones. Más que elevarte el espíritu, te deja dedil y destrozado y yo no tengo necesidad de ello –dijo, esbozando una cínica sonrisa-. Quizá tú te hayas visto seducida por lo romántico de la situación, querida, pero no busques cosas que no pueden existir. La única emoción que existe entre nosotros es la lujuria, pura y simple….la alquimia sexual que te hace temblar de deseo cuando te beso.
Realmente crees que eres un regalo de Dios ¿no es así? –espetó Bella, aforrándose a su enfado para enmascarar la reacción que había tenido su cuerpo.
El hecho de que el supiera el efecto que tenía sobre ella era humillante. Pero por su honor y orgullo no podía dejar llevarse por la lujuria.
Necesito aire fresco –dijo entre dientes, levantándose- Creo que tu primo quiere hablar contigo –añadió, desesperada al ver que el iba a seguirla-. Será mejor que vayas a ver que quiere.
Entonces ella se dirigió entre los invitados hacia las escaleras que llevaban a la planta de arriba. Al abrir la puerta de su habitación se quedó impresionada al ver que la cama no tenía sábanas. Emitiendo un leve grito, se acercó al armario para encontrarlo vacío.
Se dio la vuelta al sentir movimiento en la puerta.
Alice, ¿Dónde están mis cosas? –le preguntó al ama de llaves.
En la habitación del señor –contestó la joven, sonriendo- El duque me pidió que las llevara allí.
Sintiéndose enferma, Bella se dirigió a la habitación de Edward. Allí vio su camisón, cuidadosamente colocado sobre el cubrecama.
Durante las últimas semanas había recibido multitud de paquetes con ropa, zapatos y demás accesorios que obviamente Edward consideraba necesario que ella tuviera en su nuevo papel de duquesa.
¿Le ayudo a quitarse la tiara? –pregunto Alice- Es tan bonita, pero debe de pesarle mucho.
Y es muy cara –concedió Bella- Tenía tanto miedo de que se me cayera, que la sujete tanto como pude.
Trató de camuflar su impaciencia mientras Alice le quitaba quitarse la tiara y su pelo le caía sobre sus hombros.
Jasper me ha dicho que todas las novias Masen han llevado esta tiara –explicó la joven- Se dice que les da felicidad y… -la muchacha emitió una tímida risita- muchos bebes.
¿De verdad? –dijo Bella secamente- Bueno pues si yo fuera tú, no tendría tantas esperanzas –suspiró, y deseó que Alice se marchara.
Le caía muy bien la muchacha, pero Edward no iba a estar toda la noche hablando con sus invitados y ella estaba decidida a encontrar uno de sus camisones antiguos y a regresar a su habitación antes de que el subiera a exigir sus derechos conyugales.
Con solo pensarlo se sentía débil, y emitió un grito ahogado cuando lo oyó hablando desde la puerta.
Gracias, Alice, ya te puedes marchar –le dijo el al ama de llaves, pero sin dejar de mirar a Bella.
Ella tragó saliva ante la pasión que reflejaban los ojos de el. Pensó que ya era demasiado tarde.
No esperaba que fueras a dejar a tus invitados para seguirme –dijo.
Los he dejado para que se las arreglen solos –contestó el, cerrando la puerta con llave una vez que la muchacha se hubo marchado y metiéndose la llave en el bolsillo-. No te preocupes; Jasper se asegurará de que nadie nos moleste –añadió-. Disfrutaremos de una total privacidad durante el resto de la noche, querida.
¿Y que pasa con mi privacidad? –exigió saber Bella, echándose para atrás al acercarse el.
Quiero dormir en mi propia habitación –dijo claramente-. Estoy cansada… y me duele la cabeza.
Pobre pequeña –dijo Edward, acercándose a ella y arrinconándola contra el tocador.
Alguien había colocado las rosas que habían compuesto su ramo de novia en un jarrón y su exquisita fragancia estaba impregnando la habitación.
¿Te han gustado las flores? –preguntó el.
Son preciosas –susurró ella- Las rosas son mis flores favoritas.
Lo se –dijo el, sonriendo levemente.
Ella supo que el se estaba acordando de la primera vez que se habían conocido, cuando ella había robado una rosa de su jardín.
Me recordaban a ti; delicadamente bellas y perfectamente formadas… pero con espinas que pueden causar mucho daño.
Bella le miró la mano de el; ya se había fijado en el pequeño vendaje que tenía y frunció al ver que lo tenía manchado de sangre.
¿Qué te ha pasado en la mano?
No es nada –contestó el, encogiéndose de hombros y acariciándole el pelo.
Bella sabía que debía apartarse, pero parecía que se le habían pegado los pies al suelo. Cuando el le tomó la barbilla y le levantó la cara, no pudo evitar balancearse hacía el.
La beso con tanta meticulosidad, que ella sintió como si la hubiese drogado. Desmanteló sus barreras con una facilidad aterradora, provocando que ella se preguntara como podía resistirse a el cuando su corazón estaba latiendo tan aceleradamente, que apenas podía respirar. Pensó que el era su marido… pero ambos sabían que su matrimonio era una farsa y además ella no lo amaba.
Edward comenzó a besarle el cuello y su aroma a hombre, así como el calor que emanaba de su cuerpo, hizo que las ansias con que lo deseaba ella alcanzaran niveles peligrosos. Gritó de placer cuando el le mordisqueó el lóbulo de la oreja antes de volver a tomar posesión de su boca con un apasionado beso que revelaba su impaciencia por llevarla a la cama.
Edward… no –dijo ella.
Entonces sintió como el comenzaba a desabrochar los pequeños botones de su vestido y sacando fuerzas de donde no sabía, lo empujo.
Lo que te dije lo dije en serio. No me voy a acostar contigo –dijo respirando profundamente y mirándolo con furia- No te deseo.
No digas tonterías –dijo el con mucha arrogancia-. No estoy ciego, querida; esta claro que te excito –añadió, mirando los endurecidos pezones de ella-. Tienes tanta hambre de mí como yo de ti… ¿para que negar la pasión que tu cuerpo tan claramente ansía?
Quizá mi cuerpo reaccione ante tu indudable pericia sexual, pero mí corazón y mi mente te rechazan… y eso es lo que cuenta –dijo ella con fiereza.
Pero eres mi esposa –dijo, amarrándola y dándole la vuelta para seguir desabrochándole los botones. Pero perdió la paciencia y le desgarró el vestido.
¡No! – gritando, Bella sujetó el corpiño sobre sus pechos-. Mi precioso vestido… lo has destrozado. ¡Eres un… bárbaro! ¿Te extraña que no te pueda soportar?
-Supongo que no debería sorprenderme. ¿Cuál es el verdadero asunto, Bella? ¿Has decidido aprovecharte de mi obvio deseo por ti? Ya he pagado una fortuna por ti, pero ese dinero fue destinado a pagar las deudas de tu padre. Me da la impresión de que ahora quieres un incentivo económico a cambio de sexo, ¿verdad?
La bofetada que ella le dio resonó por toda la habitación. Le siguió un momento de completo silencio, pero entonces ella gritó al agarrarle él el vestido y quitárselo, dejando sus pálidos pechos expuestos.
Edward… no… no voy a hacer esto –dijo tratando de taparse con las manos.
Pero al abrazarla el, ella le dio con los puños en los brazos, quedándose sin aliento cuando la tumbó en la cama y se puso sobre ella, atrapándola bajo su fuerte y excitado cuerpo.
Ya se han acabado los juegos, querida –dijo el sujetándole las manos sobre la cabeza.
Bella se estremeció, sintiéndose invadida por la agonía, ya que no quería que aquello ocurriese, mezclada con un impresionante deseo que se apoderó de ella cuando el tomó uno de sus pezones en su boca. Las caricias que el le estaba regalando con su lengua la estaban volviendo loca, eran una exquisita tortura sobre su pezón. Se sentía agobiada por las nuevas y malvadas sensaciones que el provocaba en ella, y no pudo evitar emitir un sollozo de alivio cuando el comenzó a chupar su otro pezón con un efecto devastador.
Cuando por fin el dejo de jugar con sus pechos, ella tenía la respiración agitada y se quedó mirándolo. El se apartó y se bajo de la cama, quedándose de pie al lado de está.
Hoy, en la capilla, has prometido ser mi esposa, Bella –dijo con dureza- Y ahora es el momento de hacer honor a esa promesa.
¿Qué sabrás tú de honor? –dijo ella al recuperar la cordura.
Observó, paralizada cómo el se quitaba los pantalones y la camisa. Su piel brillaba como el alabastro y su marcado pecho lampiño dejaba ver un torso duro y musculoso.
Entonces el, deliberadamente despacio, se quitó los calzoncillos, dejando al descubierto su potente erección.
¡Oh Dios! –aterrorizada, Bella se alejó de el-. Edward, no puedo hacer esto. Por favor, no me obligues.
Había visto hombres desnudos con anterioridad, en revistas, incluso en un arriesgado anuncio televisivo. Pero aquella era la primera vez que veía a uno desnudo en carne y hueso, y le impresiono muchísimo.
-Esto se esta poniendo un poco aburrido, querida, ¿Por qué insistes en actuar como una virgen aterrorizada?
Por que soy una virgen aterrorizada –susurró ella con urgencia.
Desde luego que lo eres –comentó con sarcasmo, enmascarando su creciente impaciencia.
Bella gritó cuando la agarró de los tobillos y la atrajo hacía el.
¡Madre de Dios! Por lo menos ten la decencia de mirarme mientras mientes.
Te lo juro, nunca he… estado en la cama con un hombre –aseguró ella apresuradamente.
¡Pero estuviste comprometida! Con un hombre que en Londres tenía la reputación de ser un adicto al sexo –añadió el furioso.
Cuando lo conocí, yo no sabía de la reputación de Jacob –dijo Bella, ruborizada- Pensé que era encantador y un caballero al no tratar de llevarme a la cama.
Pero al final descubriste que no era así –adivinó Edward - ¿Qué ocurrió?
Nos conocimos poco después de que yo me hubiese mudado a Londres, y yo me enamoré perdidamente de el –admitió ella- fue poco después de la muerte de mi madre. Yo me sentía deprimida y supongo que estaba sola y vulnerable. Jacob me hizo reír, y hacía mucho que yo no lo hacía. Cuando me pidió que me casar con el me puse muy contenta y creí que su insistencia en que esperáramos a después de casarnos para practicar sexo se debía que realmente me amaba.
Al recordar todo aquello Bella suspiró; hubiese preferido olvidarlo todo.
Unas semanas antes de la boda me acerqué a su departamento… era una visita sorpresa. Le iba a decir que le amaba tanto, que no podía esperar durante más tiempo. Sabía y que íbamos a pasar juntos el resto de nuestras vidas y quería que fuésemos amantes. Pero en vez de eso, la sorpresa me la lleve yo –dijo amargamente-. Yo tenía mi propia llave y entre… encontrándomelo en la cama con su ama de llaves.
¿Entonces rompiste vuestro compromiso? –preguntó Edward.
Claro que lo hice. Yo creo que el matrimonio debe ser un compromiso de por vida, como, lo fue el matrimonio de mis padres –dijo, mordiéndose el labio inferior al recordar los votos que le había hecho a Edward-. Pensé que el amor que compartía con Jacob duraría para siempre, pero fue todo una farsa, al igual que nuestro matrimonio. Jacob sólo quería casarse conmigo por que mi patético encaprichamiento de el aumento su ego. Yo debí de haber sido las respuesta a sus plegarías; estaba tan perdidamente enamorada de el, que nuca cuestioné las veces que se tenía que quedar trabajando hasta tarde o que desaparecía durante días para "asistir a una conferencia de negocios".
Respiró profundamente y miró a Edward.
A pesar de todo el daño que me hizo Edward, todavía creo en el amor… un amor profundo e imperecedero como el que compartieron mis padres. Esperó conocer un día a un hombre al que ame para siempre y que me ame. El es el hombre al que quiero honrar con mi cuerpo.
Edward se quedó mirándola con la frustración reflejada en los verdes ojos.
¡Dios! –espetó, bajándose de la cama y poniéndose sus calzoncillos-. Hay que tener mala suerte para encontrarse atado a una esposa que tiene lengua viperina (1), la cara y el cuerpo de una sirena y la inocencia de una sacerdotisa –dijo, lanzándole el camisón a ella-. Será mejor que te pongas esto antes de que yo regrese.
¿A dónde vas? –preguntó Bella, cubriéndose los pechos.
-A darme una larga y fría ducha.
Dormiré en mi antigua habitación –se apresuró a decir ella-. Si hicieras el favor de abrir la puerta de tu habitación.
Esta es nuestra habitación y de ahora en adelante dormiremos aquí –espetó el imperiosamente-. Ya te lo dije; no quiero que nadie, ni siquiera los empleados, sospeche que nuestro matrimonio se ha celebrado por otra razón aparte de por el amor que compartimos.
-Pero yo no puedo quedarme aquí. Nunca me dormiría.
-Bueno, pues te sugiero que lo intentes con todas tus fuerzas, querida, porque si sigues despierta cuando vuelva a la cama, no te puedo prometer que no te someta a mis instintos masculinos, ésos que tú encuentras tan ofensivos.
(1) Lengua viperina Persona malintencionada a la que le gusta criticar a las demás.
Señor, ya es hora de bajar.
Aquella voz desconcentro a Edward, que estaba mirando las vistas que se observaban desde la torre más alta.
Gracias, Jasper –murmuró, apartándose de la ventana y asintiendo con la cabeza ante su mayordomo- Supongo que todo esta preparado, ¿verdad?
-Si, los invitados ya están en la capilla.
-¿Y la señorita Swan?
-Ella esta esperando en el salón. Yo la acompañare a la capilla, tal y como habíamos acordado.
Esta bien –dijo Edward, bebiéndose de un trago el vaso de whisky que tenía en las manos- Dima, Jasper, ¿Qué aspecto tiene la señorita Swan?
¿Qué aspecto tiene, señor? –dijo el mayordomo, sin poder evitar su desconcierto.
Si, ¿parece… feliz? –preguntó Edward, mirando impaciente al otro hombre.
Desde luego… en breve se va a convertir en la nueva duquesa; naturalmente está extasiada. Y, si me permite añadirlo, está muy guapa –dijo el mayordomo, sonriendo.
Hasta la llegada de Bella al Palacio del León, Edward ni siquiera sabía que Jasper podía sonreír. El castillo siempre había sido un lugar bastante sombrío… así como su personal. Pero de alguna manera, durante las tres semanas, todo había cambiado, gracias a la influencia de una delicada flor inglesa, cuya tímida sonrisa parecía haber invadido la austeridad de aquella fortaleza árabe.
Pero Edward tuvo que admitir que a él no le había sonreído. Con el personal ella era agradable y amigable, aunque con el era fría y distante; pero no iba a reconocer que deseaba romper aquella barrera y recibir una de las agradables sonrisas de ella.
-Señor, ¿hay algo que pueda hacer por usted?
Jasper sabía hacer muy bien su trabajo y no mostraba su impaciencia, pero Edward sabía que estaba preocupado por si los invitados comenzaban a impacientarse.
Le asustó un poco darse cuenta de que no había pensado en el Banco de Masen durante días, ya que era la razón por la que había forzado a Bella a aquel matrimonio. Recordó la forma en la que ella se había despedido de su padre tras su corta visita a Inglaterra. Se le habían llenado sus grandes ojos chocolatosos de lagrimas y se le había quebrado la voz al haberle dicho que lo quería. Ella haría cualquier cosa por su padre…
-¿Señor?
-Si, está bien. Ya voy.
Mientras se dirigía a la capilla recordó que, al haber visto a Charlie durante su visita a Eastbourne, se había dado cuenta de que este no era como se lo había esperado. El padre de Bella daba pena, y a el le había impresionado su obvia fragilidad mental. Parecía un hombre roto que se había forzado a recurrir a su hermana para que le dejara vivir en su hostal.
Su creencia de que Bella era una niña mimada, dispuesta a aprovecharse de su padre, había cambiado durante las últimas semanas. No podía quitársela de la cabeza y hasta soñaba con ella. Su delicada belleza le hacía desearla como nunca había deseado a otra mujer.
Y aquella noche por fin ella sería suya…
Estaba casada. Bella, nerviosa, jugueteó con el anillo de oro de su dedo. Hacía unas horas Edward se lo había puesto en el dedo. Estaba ruborizada debido a la copa de champán que había bebido en el banquete de bodas.
Había sido un día muy largo y no podía esperar a que terminara, pero el brillo y la expectativa que reflejaban los ojos de Edward prometían que la noche iba a ser incluso más traumática que el día. Se le revolvió el estómago y miró a su alrededor. Como el banquete había concluido, la mayoría de los invitados estaban bailando y bebiendo. Edward hablaba con un grupo de personas que ella sospechaba serían socios de negocios.
Su ya marido le había presentado a algunos miembros de su familia, entre los cuales estaba Emmett Masen, el hombre que hubiese ocupado el puesto de Edward a la cabeza del banco si este no hubiese encontrado esposa.
Mirando a Edward, pensó que era un hombre complicado. Cuando lo había visto esperando en el altar, frío y distante, pero aun así increíblemente guapo, se había sentido agobiada por su potente magnetismo sexual. Había sentido como si se le derritiesen las piernas y se había tenido que apoyar en Jasper para llegar al altar.
La ceremonia había sido muy conmovedora, mucho más de lo que ella había esperado. Había llorado al haber dicho sus votos. Siempre había soñado. Con haberse casado con un hombre que fuese su alma gemela, pero en vez de eso se había casado con un hombre que ni siquiera la amaba, un hombre al que su personal frecuentemente se refería como "el León de Masen"
-Trata de no parecer tan triste querida, o no se que irán a pensar nuestros invitados.
La voz de Edward sobresaltó a Bella.
¿Qué ocurre? –exigió saber el, apartando una silla y sentándose junto a ella.
Nada… simplemente estaba pensando en mi padre. Desearía que el estuviera aquí –contestó ella, mordiéndose el labio inferior- Nunca me imaginé que estaría sola el día de mi boda… sin mis padres.
Hay cuatrocientos invitados… no se puede decir que estés sola –dijo Edward con aspereza.
Pero yo no conozco a ninguno. No son mis amigos… aunque tengo curiosidad por saber si son tuyos o si nuestra boda es una excelente oportunidad para tus socios de negocios –dijo cínicamente.
Bueno, no vas a tener que sufrir su presencia durante mucho más tiempo, querida –dijo el con frialdad-. La fiesta se terminará dentro de poco y nadie se atreverá a quedarse más tiempo. Deben de saber lo impaciente que estoy por llevar a mi esposa a la cama… pero por si tienen alguna duda… -dijo, capturando la boca de ella en un beso.
Bella se quedó si aliento y pensó que debía resistirse a el. Entonces le puso una mano en el pecho para apartarlo. Mientras se había celebrado el banquete, había estado pensando en la mejor manera de decirle que ella no tenía intención de consumar aquel matrimonio. Sería sincera con su corazón… se negaba a entregarle su cuerpo a un hombre que no amaba.
Debería decírselo en aquel momento, en vez de permitirle pensar que iban a compartir una noche de pasión. Pero era difícil pensar con claridad mientras el estaba saboreando sus labios con erotismo, exigiendo acceso dentro de su boca.
La había besado en la capilla cuando el cura les había declarado marido y mujer; sus labios habían sido delicados y tan dulcemente cautivadores, que había obtenido una respuesta de ella. Pero en aquel momento la estaba besando apasionadamente, provocando que el calor le recorriera las venas.
Con un leve murmullo, Bella se apoyó en el, y apartó sus labios, estremeciéndose al oír el gemido de aprobación de el, que introdujo la lengua en la boca de ella, explorándola con una meticulosidad que la dejo temblando. Nunca antes se había sentido de aquella manera, nunca había experimentado una necesidad tan salvaje y devoradora, que hacía que un cosquilleo le recorriese los pechos…
Cuando Edward dejó de besarla, la miró, con un feroz brillo reflejado en los ojos al percatarse de la confusión que reflejaban los de ella. Quizá el no le gustase a su rosa inglesa, pero estaba atrapada por la primitiva química sexual que también le esclavizaba a el.
-Le diré a Jasper que haga el último brindis por los novios. Ya es hora de que nuestros invitados se vayan a casa.
-No puedes simplemente echarlos. ¿Qué irán a pensar?
No me importa –dijo el con una gran arrogancia- Tengo tantas ganas de ti, querida, que estoy a punto de tomarte aquí, en la mesa del banquete y al demonio con el decoro social.
Edward…-Bella respiró profundamente- yo…no quiero acostarme contigo.
Yo tampoco quiero acostarme contigo; pretendo satisfacerme con otras actividades mucho más placenteras durante las largas horas nocturnas –dijo, mirándola de arriba abajo- Tu actuación de virgen inocente me excita muchísimo, querida, y ya sabes como estoy. Pero no tienes por que seguir fingiendo. Prefiero a las mujeres que tienen confianza en su sexualidad y creo que tú debes ser una tigresa bajo las sábanas.
Yo no apostaría por ello –contestó ella misteriosamente.
En ese momento una joven se acercó a la mesa, mirando a Edward fijamente.
Te he estado buscando por todas partes –dijo la chica, un poco enfurruñada- Me prometiste que bailarías conmigo.
Así lo hice, pero como puedes ver estoy hablando con mi esposa –contestó Edward serenamente- ¿Por qué no le pides a uno de tus muchos admiradores que baile contigo?
Yo solo quiero bailar contigo –contestó la joven.
Bella, a quien le había dado un vuelco el estómago al oír que el se refería a ella como "mi esposa", analizó a la joven, la cual estaba mirando a Edward con admiración. Esperó que el hiciera uno de sus sarcásticos comentarios que irían a destrozar a la muchacha, pero en vez de eso sonrío cálidamente.
-Lo siento; te debo un baile en otra ocasión. Mira creo que tu padre está a punto de marcharse.
Ni siquiera es medianoche. ¡Papá es tan aburrido! –dijo la joven, apartándose sus rubios rizos de los ojos provocativamente- Entonces hasta la próxima vez, Edward –murmuró, lanzándole un beso antes de marcharse.
Eleazar va a tener problemas con esa chica –señaló Edward.
Es muy joven. ¿Quién es? –preguntó Bella, sintiendo algo parecido a los celos.
Tanya Denali…su padre, Eleazar, era el mejor amigo de mi abuelo. Eleazar tenía casi sesenta años cuando nació ella y creo que la ha mimado demasiado –dijo Edward con afecto- Mi abuelo esperaba que yo me casara con ella para fusionar nuestras familias de banqueros.
¿Y por que no lo hiciste? –espetó Bella- Cualquiera puede ver que ella esta perdidamente enamorada de ti.
Edward no lo negó, pero se le borro la sonrisa de la cara.
Tanya está enamorada de una ilusión infantil, pero pronto descubrirá que yo no soy su príncipe azul. Ella exigiría más de lo que yo estoy dispuesto a darle a cualquier mujer.
Bella se percató de que Edward se estaba refiriendo al amor. Se preguntó por que se sintió tan vacía por dentro.
¿Nunca te sientes solo en tu torre de marfil? –quiso saber ella- Seguro que todos necesitan amor, de una forma u otra… incluyéndote a ti.
El se quedo mirándola de manera especulativa durante unos segundos.
¿Por qué empañar las cosas con ese sentimiento tan absurdo? En mi experiencia, el amor raramente se entrega gratuitamente y sin condiciones. Más que elevarte el espíritu, te deja dedil y destrozado y yo no tengo necesidad de ello –dijo, esbozando una cínica sonrisa-. Quizá tú te hayas visto seducida por lo romántico de la situación, querida, pero no busques cosas que no pueden existir. La única emoción que existe entre nosotros es la lujuria, pura y simple….la alquimia sexual que te hace temblar de deseo cuando te beso.
Realmente crees que eres un regalo de Dios ¿no es así? –espetó Bella, aforrándose a su enfado para enmascarar la reacción que había tenido su cuerpo.
El hecho de que el supiera el efecto que tenía sobre ella era humillante. Pero por su honor y orgullo no podía dejar llevarse por la lujuria.
Necesito aire fresco –dijo entre dientes, levantándose- Creo que tu primo quiere hablar contigo –añadió, desesperada al ver que el iba a seguirla-. Será mejor que vayas a ver que quiere.
Entonces ella se dirigió entre los invitados hacia las escaleras que llevaban a la planta de arriba. Al abrir la puerta de su habitación se quedó impresionada al ver que la cama no tenía sábanas. Emitiendo un leve grito, se acercó al armario para encontrarlo vacío.
Se dio la vuelta al sentir movimiento en la puerta.
Alice, ¿Dónde están mis cosas? –le preguntó al ama de llaves.
En la habitación del señor –contestó la joven, sonriendo- El duque me pidió que las llevara allí.
Sintiéndose enferma, Bella se dirigió a la habitación de Edward. Allí vio su camisón, cuidadosamente colocado sobre el cubrecama.
Durante las últimas semanas había recibido multitud de paquetes con ropa, zapatos y demás accesorios que obviamente Edward consideraba necesario que ella tuviera en su nuevo papel de duquesa.
¿Le ayudo a quitarse la tiara? –pregunto Alice- Es tan bonita, pero debe de pesarle mucho.
Y es muy cara –concedió Bella- Tenía tanto miedo de que se me cayera, que la sujete tanto como pude.
Trató de camuflar su impaciencia mientras Alice le quitaba quitarse la tiara y su pelo le caía sobre sus hombros.
Jasper me ha dicho que todas las novias Masen han llevado esta tiara –explicó la joven- Se dice que les da felicidad y… -la muchacha emitió una tímida risita- muchos bebes.
¿De verdad? –dijo Bella secamente- Bueno pues si yo fuera tú, no tendría tantas esperanzas –suspiró, y deseó que Alice se marchara.
Le caía muy bien la muchacha, pero Edward no iba a estar toda la noche hablando con sus invitados y ella estaba decidida a encontrar uno de sus camisones antiguos y a regresar a su habitación antes de que el subiera a exigir sus derechos conyugales.
Con solo pensarlo se sentía débil, y emitió un grito ahogado cuando lo oyó hablando desde la puerta.
Gracias, Alice, ya te puedes marchar –le dijo el al ama de llaves, pero sin dejar de mirar a Bella.
Ella tragó saliva ante la pasión que reflejaban los ojos de el. Pensó que ya era demasiado tarde.
No esperaba que fueras a dejar a tus invitados para seguirme –dijo.
Los he dejado para que se las arreglen solos –contestó el, cerrando la puerta con llave una vez que la muchacha se hubo marchado y metiéndose la llave en el bolsillo-. No te preocupes; Jasper se asegurará de que nadie nos moleste –añadió-. Disfrutaremos de una total privacidad durante el resto de la noche, querida.
¿Y que pasa con mi privacidad? –exigió saber Bella, echándose para atrás al acercarse el.
Quiero dormir en mi propia habitación –dijo claramente-. Estoy cansada… y me duele la cabeza.
Pobre pequeña –dijo Edward, acercándose a ella y arrinconándola contra el tocador.
Alguien había colocado las rosas que habían compuesto su ramo de novia en un jarrón y su exquisita fragancia estaba impregnando la habitación.
¿Te han gustado las flores? –preguntó el.
Son preciosas –susurró ella- Las rosas son mis flores favoritas.
Lo se –dijo el, sonriendo levemente.
Ella supo que el se estaba acordando de la primera vez que se habían conocido, cuando ella había robado una rosa de su jardín.
Me recordaban a ti; delicadamente bellas y perfectamente formadas… pero con espinas que pueden causar mucho daño.
Bella le miró la mano de el; ya se había fijado en el pequeño vendaje que tenía y frunció al ver que lo tenía manchado de sangre.
¿Qué te ha pasado en la mano?
No es nada –contestó el, encogiéndose de hombros y acariciándole el pelo.
Bella sabía que debía apartarse, pero parecía que se le habían pegado los pies al suelo. Cuando el le tomó la barbilla y le levantó la cara, no pudo evitar balancearse hacía el.
La beso con tanta meticulosidad, que ella sintió como si la hubiese drogado. Desmanteló sus barreras con una facilidad aterradora, provocando que ella se preguntara como podía resistirse a el cuando su corazón estaba latiendo tan aceleradamente, que apenas podía respirar. Pensó que el era su marido… pero ambos sabían que su matrimonio era una farsa y además ella no lo amaba.
Edward comenzó a besarle el cuello y su aroma a hombre, así como el calor que emanaba de su cuerpo, hizo que las ansias con que lo deseaba ella alcanzaran niveles peligrosos. Gritó de placer cuando el le mordisqueó el lóbulo de la oreja antes de volver a tomar posesión de su boca con un apasionado beso que revelaba su impaciencia por llevarla a la cama.
Edward… no –dijo ella.
Entonces sintió como el comenzaba a desabrochar los pequeños botones de su vestido y sacando fuerzas de donde no sabía, lo empujo.
Lo que te dije lo dije en serio. No me voy a acostar contigo –dijo respirando profundamente y mirándolo con furia- No te deseo.
No digas tonterías –dijo el con mucha arrogancia-. No estoy ciego, querida; esta claro que te excito –añadió, mirando los endurecidos pezones de ella-. Tienes tanta hambre de mí como yo de ti… ¿para que negar la pasión que tu cuerpo tan claramente ansía?
Quizá mi cuerpo reaccione ante tu indudable pericia sexual, pero mí corazón y mi mente te rechazan… y eso es lo que cuenta –dijo ella con fiereza.
Pero eres mi esposa –dijo, amarrándola y dándole la vuelta para seguir desabrochándole los botones. Pero perdió la paciencia y le desgarró el vestido.
¡No! – gritando, Bella sujetó el corpiño sobre sus pechos-. Mi precioso vestido… lo has destrozado. ¡Eres un… bárbaro! ¿Te extraña que no te pueda soportar?
-Supongo que no debería sorprenderme. ¿Cuál es el verdadero asunto, Bella? ¿Has decidido aprovecharte de mi obvio deseo por ti? Ya he pagado una fortuna por ti, pero ese dinero fue destinado a pagar las deudas de tu padre. Me da la impresión de que ahora quieres un incentivo económico a cambio de sexo, ¿verdad?
La bofetada que ella le dio resonó por toda la habitación. Le siguió un momento de completo silencio, pero entonces ella gritó al agarrarle él el vestido y quitárselo, dejando sus pálidos pechos expuestos.
Edward… no… no voy a hacer esto –dijo tratando de taparse con las manos.
Pero al abrazarla el, ella le dio con los puños en los brazos, quedándose sin aliento cuando la tumbó en la cama y se puso sobre ella, atrapándola bajo su fuerte y excitado cuerpo.
Ya se han acabado los juegos, querida –dijo el sujetándole las manos sobre la cabeza.
Bella se estremeció, sintiéndose invadida por la agonía, ya que no quería que aquello ocurriese, mezclada con un impresionante deseo que se apoderó de ella cuando el tomó uno de sus pezones en su boca. Las caricias que el le estaba regalando con su lengua la estaban volviendo loca, eran una exquisita tortura sobre su pezón. Se sentía agobiada por las nuevas y malvadas sensaciones que el provocaba en ella, y no pudo evitar emitir un sollozo de alivio cuando el comenzó a chupar su otro pezón con un efecto devastador.
Cuando por fin el dejo de jugar con sus pechos, ella tenía la respiración agitada y se quedó mirándolo. El se apartó y se bajo de la cama, quedándose de pie al lado de está.
Hoy, en la capilla, has prometido ser mi esposa, Bella –dijo con dureza- Y ahora es el momento de hacer honor a esa promesa.
¿Qué sabrás tú de honor? –dijo ella al recuperar la cordura.
Observó, paralizada cómo el se quitaba los pantalones y la camisa. Su piel brillaba como el alabastro y su marcado pecho lampiño dejaba ver un torso duro y musculoso.
Entonces el, deliberadamente despacio, se quitó los calzoncillos, dejando al descubierto su potente erección.
¡Oh Dios! –aterrorizada, Bella se alejó de el-. Edward, no puedo hacer esto. Por favor, no me obligues.
Había visto hombres desnudos con anterioridad, en revistas, incluso en un arriesgado anuncio televisivo. Pero aquella era la primera vez que veía a uno desnudo en carne y hueso, y le impresiono muchísimo.
-Esto se esta poniendo un poco aburrido, querida, ¿Por qué insistes en actuar como una virgen aterrorizada?
Por que soy una virgen aterrorizada –susurró ella con urgencia.
Desde luego que lo eres –comentó con sarcasmo, enmascarando su creciente impaciencia.
Bella gritó cuando la agarró de los tobillos y la atrajo hacía el.
¡Madre de Dios! Por lo menos ten la decencia de mirarme mientras mientes.
Te lo juro, nunca he… estado en la cama con un hombre –aseguró ella apresuradamente.
¡Pero estuviste comprometida! Con un hombre que en Londres tenía la reputación de ser un adicto al sexo –añadió el furioso.
Cuando lo conocí, yo no sabía de la reputación de Jacob –dijo Bella, ruborizada- Pensé que era encantador y un caballero al no tratar de llevarme a la cama.
Pero al final descubriste que no era así –adivinó Edward - ¿Qué ocurrió?
Nos conocimos poco después de que yo me hubiese mudado a Londres, y yo me enamoré perdidamente de el –admitió ella- fue poco después de la muerte de mi madre. Yo me sentía deprimida y supongo que estaba sola y vulnerable. Jacob me hizo reír, y hacía mucho que yo no lo hacía. Cuando me pidió que me casar con el me puse muy contenta y creí que su insistencia en que esperáramos a después de casarnos para practicar sexo se debía que realmente me amaba.
Al recordar todo aquello Bella suspiró; hubiese preferido olvidarlo todo.
Unas semanas antes de la boda me acerqué a su departamento… era una visita sorpresa. Le iba a decir que le amaba tanto, que no podía esperar durante más tiempo. Sabía y que íbamos a pasar juntos el resto de nuestras vidas y quería que fuésemos amantes. Pero en vez de eso, la sorpresa me la lleve yo –dijo amargamente-. Yo tenía mi propia llave y entre… encontrándomelo en la cama con su ama de llaves.
¿Entonces rompiste vuestro compromiso? –preguntó Edward.
Claro que lo hice. Yo creo que el matrimonio debe ser un compromiso de por vida, como, lo fue el matrimonio de mis padres –dijo, mordiéndose el labio inferior al recordar los votos que le había hecho a Edward-. Pensé que el amor que compartía con Jacob duraría para siempre, pero fue todo una farsa, al igual que nuestro matrimonio. Jacob sólo quería casarse conmigo por que mi patético encaprichamiento de el aumento su ego. Yo debí de haber sido las respuesta a sus plegarías; estaba tan perdidamente enamorada de el, que nuca cuestioné las veces que se tenía que quedar trabajando hasta tarde o que desaparecía durante días para "asistir a una conferencia de negocios".
Respiró profundamente y miró a Edward.
A pesar de todo el daño que me hizo Edward, todavía creo en el amor… un amor profundo e imperecedero como el que compartieron mis padres. Esperó conocer un día a un hombre al que ame para siempre y que me ame. El es el hombre al que quiero honrar con mi cuerpo.
Edward se quedó mirándola con la frustración reflejada en los verdes ojos.
¡Dios! –espetó, bajándose de la cama y poniéndose sus calzoncillos-. Hay que tener mala suerte para encontrarse atado a una esposa que tiene lengua viperina (1), la cara y el cuerpo de una sirena y la inocencia de una sacerdotisa –dijo, lanzándole el camisón a ella-. Será mejor que te pongas esto antes de que yo regrese.
¿A dónde vas? –preguntó Bella, cubriéndose los pechos.
-A darme una larga y fría ducha.
Dormiré en mi antigua habitación –se apresuró a decir ella-. Si hicieras el favor de abrir la puerta de tu habitación.
Esta es nuestra habitación y de ahora en adelante dormiremos aquí –espetó el imperiosamente-. Ya te lo dije; no quiero que nadie, ni siquiera los empleados, sospeche que nuestro matrimonio se ha celebrado por otra razón aparte de por el amor que compartimos.
-Pero yo no puedo quedarme aquí. Nunca me dormiría.
-Bueno, pues te sugiero que lo intentes con todas tus fuerzas, querida, porque si sigues despierta cuando vuelva a la cama, no te puedo prometer que no te someta a mis instintos masculinos, ésos que tú encuentras tan ofensivos.
(1) Lengua viperina Persona malintencionada a la que le gusta criticar a las demás.