Hola mis niñas hermosas , ya estoy de vuelta con ustedes , y aqui les traigo un nuevo fic este es la continuacion de Sangre Real esta muy bueno espero les guste y por fiss nenas no se les olvide dejar sus comentarios al final
les mando mil besitos
Angel of the dark
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Capitulo 1 .Proposiciones
Fui asfixiada por los delgados brazos de Lissa al llegar al bar.
-¡Eres una tonta! –exclamó-. ¿Por qué no habías venido? ¿Dónde estabas? ¿Por qué no me llamaste? ¡Estaba preocupada!
-Lo siento –dije encogiéndome de hombros-, estaba resfriada…
-¡Desde cuando un maldito resfriado te impide marcar el teléfono! –explotó.
De acuerdo, no había sido mi mejor excusa.
-Ya te dije que lo siento –repetí.
-Espero que no vuelva a suceder –dijo frunciendo el ceño, como una madre que regaña a su hija.
-Sí, mamá –bromeé.
La preocupación de Lissa desapareció de su rostro y nos reímos.
El luna llena estaba a su máxima capacidad, las mesas estaban llenas de Licántropos sedientos, y mis compañeras y yo nos estábamos volviendo locas, con tantas bebidas que nos pedían.
Por lo menos eso me distraía, los problemas que inundaban mi mente se iban, por un rato.
Aún no podía asimilar la declaración de Edward, ni las palabras de Jacob, porque ahora sabía que no era un sueño lo que había dicho, en verdad me había propuesto matrimonio.
-Bella sigues tú –escuché la voz de Jason llamando mi atención.
-¿Qué?
-Dime que bebidas quieres –repitió.
-Oh, sí, prepara una luna plateada y un eclipse lunar –dije, dejando mi bandeja en la barra.
El barman rubio se giró, y comenzó a tomar botellas de colores, había una gran repisa llena de ellas, todas a su disposición.
-¿Te sientes bien? –cuestionó. Traía su agitador en la mano y comenzó a vaciar el contenido de una botella verde en él.
-Claro –dije, sonando completamente insegura.
-¿Somos amigos? –cuestionó mirándome a los ojos.
-¡Por supuesto! –respondí, confundida por su pregunta.
-Entonces ¿Por qué no confías en mí? –preguntó inclinándose sobre la barra.
-Sí confío –dije-, es sólo que no hay nada importante que decir.
El regresó a su lugar y agachó la mirada. Puso dos copas en mi bandeja.
-Ya están, además acaba de llegar tu lobo, no querrás retrasarte para verlo.
Solté una exclamación, la bandeja resbaló de mis dedos cuando quise tomarla. Jason fue más rápido y tomó las dos copas, pero el plato cóncavo cayó hasta el suelo, haciendo un ruido seco al chocar con él.
Avergonzada, lo levanté.
-Gracias –dije extendiendo las manos hacia las copas que traía Jason.
Pero él las apartó.
-¿Qué te ocurre? –preguntó con sus ojos clavados en los míos.
-Muchas cosas, como a todo el mundo –contesté, insistiendo en tomar las copas.
-¿Es Jacob? ¿Te hizo algo?
Gemí.
-Rod me va a correr por tu culpa –dije.
Suspiró y me devolvió las copas.
-Puedo llegar a ser muy insistente –lo escuché murmurar al darme la vuelta.
Esperaba que no.
Entregué las bebidas y me giré para buscar a Jacob. Vi cómo todo un grupo de Licántropos se levantaba de la mesa, para cedérsela, pero él negó con la cabeza.
-Vengo de pasada –dijo. Sus ojos, inquietos, se movieron hasta fijarse en mí.
Me quedé de pie, sin saber que hacer a continuación, pero el si sabía. Caminó hasta mí y me estrechó entre sus brazos.
-Yo… lo que dijiste el otro día –comencé.
-Fue la verdad –dijo con su rostro cerca del mío.
-Ah –musité inteligentemente. Sus ojos estudiaban mis labios concienzudamente. Me puse nerviosa.
-Sé que es difícil para ti asimilarlo –continuó-, después de tantos años de verme cómo sólo un amigo, pero piensa en mi propuesta.
Jacob era mi mejor amigo, y yo sentía un cariño profundo por él, algo que bien se podía convertir en algo más, pero lo más importante, con él no tendría que convertirme en vampiro.
-Sí –me encontré contestando después de un rato-, lo pensaré.
El sonrió.
-¿Me permites hacer algo que siempre he querido?
-¿Qué?
Pero no me dio tiempo de decir nada más, o en este caso de preguntar nada más, sus labios se adueñaron de los míos. Se sentían cálidos y firmes mientras se movían sobre mi boca.
Alguien silbó.
Jacob se separó de mí sonriendo. Giré mi cabeza para encontrarme con Lissa, que me observaba, cuando le devolví la mirada me guiño un ojo.
-¡Ya te habías tardado! –le dijo a Jacob.
El rey de los licántropos, soltó una risa.
-Lo sé –dijo acomodando un cabello rebelde detrás de mi oreja. Se inclinó para besarme la frente-, me tengo que ir.
Lo vi marchar, intentando concentrarme en su espalda y no en todas las miradas lobunas que estaban sobre mí.
Lissa me pasó un brazo por los hombros.
-Tú y yo tenemos que tener una reunión de chicas pronto.
Me sobresalté al ver una figura en la oscuridad, sentada en mi cama.
-¿Qué haces aquí?
El rey de los vampiros se puso de pie, en todo su esplendor, alto, fuerte y con unos ojos dorados hipnóticos.
-Venir a verte –contestó Edward. Vi centellear sus dientes en la oscuridad, cuando sus labios los dejaron al descubierto en forma de una sonrisa-. Lamento haberte asustado.
-Estoy bien –dije.
-También quería decirte lo que siento por ti, ya que creo, la otra vez no fue la mejor ocasión para decirlo –continuó acercándose a mí-. Te amo, Bella.
Estábamos muy cerca, pero nuestros cuerpos no se tocaban, y aún así mi corazón estaba desbocado.
-No espero respuesta, no aún –dijo.
-Edward…
-No quieres convertirte, lo sé –me interrumpió-, pero es lo que soy y es lo que puedo darte. Nada me haría más feliz que te convirtieras en mi consorte, en mi reina. Quiero estar contigo para siempre.
Lentamente colocó sus manos sobre mis hombros, con su mirada fija en la mía.
-Bella –dijo con su aliento sobre mi mejilla-, este es un lugar peligroso, no es seguro que sigas viviendo aquí.
-Pero no puedo mudarme –contesté-, no puedo pagar otro lugar.
-Puedes vivir en la mansión –dijo-, ahora yo tengo que hacerlo, debido a que me he convertido en el rey, ahí estarías más segura.
-¿Contigo? –balbucí, nerviosa.
Sus ojos brillaron y otra vez, apareció una amplia sonrisa en sus labios.
-Había pensado en darte una habitación para ti sola –sus manos se deslizaron por mi espalda, hasta llegar a mi cintura. Me estrechó contra su cuerpo-, pero si tienes algo mejor en mente, estoy dispuesto a escuchar sugerencias.
Mis mejillas ardieron.
-Bella, quería evitar acercarme a ti, para dejarte pensar con claridad –dijo, como si ya se hubiera rendido-, pero no puedo, simplemente no puedo evitarlo. La atracción que ejerces sobre mí es demasiado fuerte.
Sus labios fueron descendiendo desde mi mejilla hasta mi cuello.
-¿Vendrás conmigo? –susurró Edward contra mi piel.
No había nada claro en los pensamientos que embargaban mi mente. A regañadientes me aparté lentamente de él.
-No lo sé –contesté.
-Espero que pronto me tengas una respuesta –dijo antes de unir mis labios a los suyos-, me voy antes de que me arrepienta.
Suspiré, esperando poder dormir.
La noche pasó inquieta, me removí en la cama durante muchas horas, mis ojos se negaban a cerrarse.
El viento mecía las ramas de los árboles, susurrando por las calles esperando poder colarse por cualquier ventana, rendija o puerta abierta. Entró en mi habitación, acariciando suavemente mis mejillas y mi pelo con su tacto frío. Me estremecí.
¿Por dónde había entrado?
Me incorporé, buscando con la mirada el origen. La ventana estaba abierta. La misma que estaba cerrada, justo antes de meterme en la cama.
Me levanté y me acerqué para cerrarla, pero antes de que mis dedos la tocaran el filo mis ojos captaron algo.
Alguien estaba abajo, y me observaba. Una figura masculina, una que no reconocí.
Cerré la ventana con fuerza, y volví a ver, esta vez, detrás del cristal. Pero el sujeto había desaparecido, como si nunca hubiera estado ahí.
Me di la vuelta y me dejé caer lentamente, abracé mis piernas y hundí la cabeza entre mis rodillas.
Había pasado muchas horas sin dormir, probablemente había confundido una sombra…
Lentamente me levanté, convencida de que después de descansar, todo estaría bien.
La mañana llegó muy pronto, trayendo consigo a mi amiga Lissa.
-¡Abre! –exclamó alegremente, golpeando la puerta rítmicamente.
Salí de la cama con dificultad, atravesé mi pequeña sala hasta llegar a la perilla.
-¡Buenos días!
Me escuché dar una respuesta, algo que sonó más que nada como una especie de gruñido.
-Parece que alguien amaneció de mal humor –comentó mi amiga soltando una risita.
-El problema es que ni siquiera dormí –contesté bruscamente.
Lissa se dejó caer en el sofá y me jaló a mí con ella.
-¿Por qué? –preguntó, arqueando una ceja-. ¿Por Jacob?
Puse los ojos en blanco, después de vernos en el bar, no iba a dejar el tema.
-Lo que me hace pensar –continuó sin esperar respuesta-, si él es el rey de los licántropos, y su relación va bien y tú un día te casas con él… ¡Te convertirías en reina!
Tenía el presentimiento de que la mañana iba a ser muy larga.
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Capitulo 2 .Protección
Las calles alegres, reflejando el calor matutino de un sol naciente, se extendían ante mis ojos cansados. Parpadeé varias veces antes de sentir el tirón en mi brazo derecho, Lissa me jalaba, obligando a mis extremidades a moverse.
-¡Tienes que salir a ver el mundo! –exclamó.
-Salgo todas las noches –repliqué.
-¡Exacto! –dijo, con el rostro triunfante-. Nunca de día.
Dejé de oponer resistencia, y le permití ser mi guía.
La cafetería parecía acogedora, las mesitas adornadas con manteles de color blanco y un pequeño jarrón con una flor en el centro, se esparcían por todo el interior del local.
-¡Arriba! –escuché a mi amiga exclamar.
En la parte superior, se hallaba una terraza, cubierta de un techo de lona. Varias parejas ya habían tomado posesión de las mesas, pero, para alegría de Lissa, quedaba una en el rincón.
-Un capuchino para mí, y un café negro para ella –ordenó mi amiga, cuando el mesero llegó hasta nosotras.
Hice una mueca de disgusto, y abrí la boca para discutir, pero ella me interrumpió.
-Lo necesitas.
Resoplé.
Pensé con temor, que mi curiosa amiga me cuestionaría sobre mi relación con Jacob, pero no fue así. Cosas triviales se escaparon de su vivaz boca, ropa, zapatos, accesorios y muchas cosas que ella pretendía, un día, darse el lujo de comprar.
Sonreí.
-¡Ja! –exclamó como si me hubiera ganado en un juego-. ¡Logré quitarte el malhumor!
Le saqué la lengua.
-No estamos jugando –le dije.
-Todo –hizo un gesto con la mano, como si quisiera abarcar el mundo-, es un juego, amiga mía, hay que disfrutarlo y lo más importante, estar consciente de que cualquier cosa se vale.
Giré mi cabeza, negando, pero riéndome de su comentario, cuando vislumbré algo o alguien a lo lejos, varias mesas adelante.
Un licántropo solo, que al darse cuenta de mi mirada fija sonrió y me guiñó un ojo. Era de hombros anchos y complexión robusta, alto, con su cabello castaño corto y unos ojos cafés que parecían divertidos. Era guapo, pero no por eso mis ojos seguían pegados a él, sino porque creía haberlo visto en otro lugar…
-¡Al centro comercial!
El grito de guerra de Lissa, me hizo sobresaltarme y girarme en su dirección.
Terminamos dentro de una tienda, el murmullo de la ropa siendo descolgada, llegaba hasta míos oídos como disco rayado repitiendo el mismo párrafo de una canción. Las mujeres, iban y venían fascinadas con tanto colorido y texturas, pero sobre todo, con las ofertas. Los hombres en cambio, se detenían remotamente a observar un pantalón o una camisa, otros, los que sólo venían de acompañantes, lucían un fascinante caleidoscopio de expresiones, que iban de: enojo, aburrimiento, paciencia, hasta interés –aunque este, supuse, probablemente era fingido-.
-¿No dijiste que ibas a esperar a ahorrar un poco más? –le pregunté a Lissa.
-Hablar de tantas blusas y pantalones me ha dejado antojada –respondió ella.
Me reí.
-No estamos hablando de comida –repliqué.
-No –coincidió ella, sin mirarme, mucho más interesada en la blusa verde que la tentaba en la lejanía-, pero es una necesidad física.
-Eres una compradora compulsiva.
Ella puso los ojos en blanco.
-¿Y hasta ahora te das cuenta? –cuestionó-. Vaya amiga que tengo –añadió en broma.
Abrí la boca para contestarle algo, pero mis labios perdieron fuerza al ver una sombra pasar junto a mí, logré ver la espalda del licántropo de la cafetería.
¿Qué estaría haciendo aquí? ¿Nos estaba siguiendo?
-¡Cincuenta por ciento de descuento! –gimió Lissa, tomando mi brazo.
El problema de ir de compras con una persona compulsiva, es que ellos no parecen satisfechos con lo que han perdido de sus bolsillos, sino que hacen gastar a su acompañante también.
Fue así como termine cargando varias bolsas, con ropa, que según mi amiga realzaba mis cualidades y me haría llamar más la atención. Cosa, que por cierto, yo no quería.
Recorriendo el centro comercial con Lissa, éste pareció reducir alarmantemente su tamaño. Ella tenía conocimiento de cada salida, entrada, rincón, tienda e incluso almacén escondido en la amplia construcción.
Nuestra última parada, para alegría de mi cuerpo cansado, fue una nevería. Después de tanta pérdida de calorías no haría daño añadir unas más.
Ahí, estaba, no muy lejos de nosotras.
No era mi imaginación, nos estaban siguiendo.
Pero tras un rápido parpadeó, desapareció, como si la multitud se lo hubiera tragado.
El sol, escondiéndose en el horizonte, nos anunció el fin del atardecer.
Al pie de mi edificio, Lissa se despidió, temporalmente de mí, no faltaba mucho para ir al bar, lo que significaba poco tiempo para descansar.
-¡Nos vemos! –exclamó ella, entrando en su auto.
Me despedí con la mano y me giré a las escaleras, dispuesta a subir.
Un ruido me detuvo.
-De acuerdo –dije en voz alta, con mi voz temblorosa-, se que estás ahí, así que sal y di que quieres.
El licántropo llegó desde la parte trasera del edificio.
-¿No me recuerdas? –sonrió.
Fruncí el ceño, buscando en los rincones de mi mente, cualquier indicio de reconocimiento.
Una imagen se fue dibujando, él sentado en una de las mesas del bar, con otros tres licántropos, él me había preguntado la hora en la que salía de trabajar y me había visto… justo como lo hacía en estos instantes.
-¡Tú! –exclamé. Luego me detuve intentando recordar su nombre y añadí:- ¿Adam?
Sus ojos terminaron de memorizar mi cuerpo y me sonrió satisfecho.
-Como siempre, después de conocerme una mujer nunca me olvida.
-¿Por qué nos has estado siguiendo a mi amiga y a mí? –cuestioné ignorando su comentario.
-Sólo a ti.
-Bien –mascullé exasperada-. Pero ¿Por qué?
-Porque, pequeña mía, me he convertido en tu protector –anunció.
-¿Qué? –sentí como mi mandíbula se desencajó.
-¿No has escuchado? –preguntó con diversión, acercándose a mi-. ¿Quieres que te lo repita al oído?
-¡No! –di un paso atrás-. Es decir, si escuché, es sólo que…
-El rey de los licántropos lo ordenó –me interrumpió Adam.
-Pero –dije insegura-. ¿A ti?
-¿Acaso no me consideras capaz de cuidar de ti? –cuestionó, fingiendo una expresión herida.
-Déjate de bromas y responde.
-Lo de las órdenes se te da –comentó-, supongo que por algo él te escogió.
Lo fulminé con la mirada.
-A él tampoco le agradó la idea –respondió, por fin-, supongo que es debido a mi buena fama con las mujeres –añadió dirigiéndome una sonrisa.
-¿Entonces porque te envió a ti?
-En nuestra comunidad, hay reglas principales, que no pueden ser modificadas –continuó-, y una de ellas es que el más fuerte siempre es el que tiene el poder. Así que podría decirse que yo me gané mi puesto como protector de la futura reina.
-¿En una pelea? –pregunté haciendo una mueca.
-Sí, pequeña mía, pero no fue a muerte –dijo para tranquilizarme-, así que él tenía que escogerme a mí o abstenerse de brindarte protección, y él está muy interesando en que estés a salvo.
-¿Contra quién? ¿Contra el no verdad?
Negó con la cabeza.
-No, contra otros licántropos que esperaban tener el honor de cuidar a su futura –me observó fijamente-, y hermosa reina.
-¿No tendrás problemas si sigues con eso?
-Probablemente, si me acerco mucho a ti, el rey quiera matarme –concedió, pero no parecía asustado. Sus ojos brillaron hacia mí-, pero si es algo que desea la reina, no creo que pueda hacerme nada.
-No quiero –estuve concentrada de conservar mi espacio vital-, ni quiero que me cuides…
-Al igual que el rey, tú tampoco tienes opción –dijo.
Suspiré. Un dolor de cabeza amenazaba con hacer aparición. Me encaminé hacia las escaleras. El licántropo hizo ademán de seguirme.
-Eso no, tú te quedas abajo –dije-, me puedes proteger desde aquí.
Se detuvo, con una sonrisa amenazando en dibujarse en sus labios.
-Puedo llevarte hasta tu departamento cargando –sugirió.
Mis piernas, agotadas gritaban “sí”, pero mi cabeza, más sensata me advirtió que no sería una buena idea.
-No.
-¿Segura? –insistió, sus ojos observaron mis manos-. Esas bolsas se ven muy pesadas.
No sólo se veían, estaban muy pesadas, había perdido buena parte de sensibilidad en mis dedos.
-De acuerdo –me rendí.
Se aproximó a mí y se inclinó, sus brazos queriendo sostenerme.
-No, tú llevas la ropa –le tendí las bolsas-, no a mí. Subes las dejas en el suelo y te regresar aquí.
El no respondió, me siguió y mientras yo abría la puerta el dejó su carga en el suelo.
-¿No me invitas?
-No –dije tomando todo el piso y entrando rápidamente. Pero antes de cerrar la puerta, lo vi descender hasta quedar sentado en el suelo, recargado en la pared cercana a mi entrada-. ¿Qué haces?
-De aquí te puedo cuidar mejor –respondió Adam.
-Pero…
Negó con la cabeza, callando cualquier replica que pudiera escapar de mi boca.
-¿No me seguirás hasta el Luna Llena o sí?
-Sí, pequeña mía.
Oh, no.
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Capitulo 3 . Ordenes del rey
Nocturna, la luz plata de la luna se escabulló con elegancia por la ventana, acariciando mi rostro con gentileza, anunciándome que era hora de ir a trabajar.
Un pequeño quejido de frustración escapó de mis labios, expresando la falta de descanso que me consumía por dentro. Me levanté de la cama, mi cuerpo, se sentía mucho más pesado de lo que en realidad era. El suelo frío palpando mis pies sin contemplaciones, logró reanimar un poco a mi cuerpo, que agotado, carecía de convicción.
Caminé hacia el baño, dispuesta a arreglarme, cuando mis pupilas se encontraron con la puerta. Sentí curiosidad por mirar al exterior, preguntándome si en verdad Adam seguía afuera.
Sin poder resistirlo, llegué hasta la perilla de la puerta.
Abrí apenas lo suficiente para que mi cabeza saliera. Adam estaba sentado, recargado en la pared, las piernas cruzadas al igual que sus brazos y los ojos cerrados.
-Adam –musité insegura.
Pero él no se movió. Sacudí la cabeza, era un licántropo no podía estar dormido, ellos al igual que los vampiros no dormían, nunca.
-¿Adam? –insistí.
Ninguna señal de vida.
Preocupada, salí por completo, y me acerqué a él. Ignoré mis pies descalzos, mi short que apenas cubría algo de mi carne y mi blusa de encaje que me hacía sentir muy desprotegida en las noches de invierno.
-¡Hey! –exclamé para hacerlo reaccionar, una de mis manos descendió hasta su hombro, lo sacudí.
Me incliné un poco más.
-Pequeña mía –susurró abriendo los ojos de golpe. Su mano tomó de mi muñeca y tiró hacia abajo.
Con el corazón latiendo con fuerza, por la repentina sorpresa, terminé tumbada sobre su regazo.
-Creí que estabas…
-¿Dormido? –arqueó las cejas-. Los licántropos no podemos.
-Lo sé, pero…
-Logré engañarte –dijo satisfecho.
Fruncí el ceño, molesta. Quería hacerle saber que estaba, muy enfadada, pero Adam ya no prestaba atención a mi cara. Con las mejillas calientes, recordé que mi atuendo no era muy abrigador, y que la posición era bastante incómoda.
-¡Déjame levantarme! –exigí.
Sus ojos, más oscuros de lo que recordaba, volvieron a los míos, después de un momento de duda me soltó.
Me levanté y él hizo lo mismo.
-¿Nos vamos al Luna Llena? –cuestionó.
-Primero tengo que cambiarme –respondí.
Resopló.
-Esperar es muy aburrido –dijo.
-Ya sabes cuál es la solución…
-Entrar –me interrumpió sonriendo-, estoy seguro que adentro sería mucho más… divertido.
-... renunciar a ser mi protector –dije, nerviosa por la manera en la que me miraba.
-No te librarás de mí tan fácilmente
En respuesta, cerré mi puerta.
Atravesé el interior del Luna Llena esperando pasar desapercibida, lo que descubrí tras tres pasos, era imposible. No se podía ser invisible con un licántropo de más de metro ochenta siguiéndote de cerca, muy cerca.
-Tú, te sientas en una mesa y me dejas trabajar –le dije.
-Lo que desees, pequeña mía.
-¡No me llames así! –exclamé.
El sólo sonrió y se dirigió hacia una mesa vacía.
De camino a los vestidores, me encontré con mi amiga, temía por su agudo sentido de la observación, ya que, muy pocas cosas le pasaban desapercibidas. Hoy, en particular, no fue la excepción.
-¿Quién es? ¿Por qué llegaste con él? ¿Y Jacob?
-Una por una –dije.
Lissa tomó aliento y repitió las preguntas, esta vez esperando a que yo las respondiera y así lo hice, después de todo ella ya estaba enterada de la identidad del rey licántropo.
-¡Genial! –exclamó-. ¡Eres importante!
Hice una mueca.
-No me gusta.
Su expresión se volvió de desaprobación, me miraba como si mis palabras fueran una locura.
-¿No te emociona volverte parte de la realeza?
Negué con la cabeza.
-Nunca me ha gustado llamar la atención.
Ella río, su brazo pasó por mis hombros.
-Eres rara, amiga. Pero a pesar de todo te quiero.
Intenté lanzarle una mirada dura, pero mis labios se curvaron hasta explotar en una carcajada.
La música, invitadora, se filtró a todos los rincones del bar. Respetando la oscuridad, luz de colores fríos iluminaba con una brillantez casi nula a los clientes lobunos.
Jason permanecía apartado, mucho más serio conmigo que de costumbre, odiando su rechazo camine a paso decidido hacia él.
-¿Cuál es la bebida? –preguntó, mucho más interesado en la repisa a sus espaldas que en mí.
-Sólo quería saber porque estabas enojado.
Lentamente, observé su cuerpo girar, sus ojos suavizándose al hacer contacto con los míos.
-No estoy enojado –sonrió, con una alegría que no llegó a sus pupilas-, muchos menos contigo.
-¿Pero…?
-Estoy preocupado –admitió.
-No deberías –dije-, mucho menos si es por mí.
Me observó durante unos instantes, creí que estaba a punto de replicar algo, pero cambió de parecer.
-¿Quién es él? –cuestionó.
Seguí la dirección de su mirada y vi a Adam, sentado con una copa entre los dedos, su expresión aburrida cambió cuando notó que lo observaba.
-También me viste entrar con él –musité.
Asintió.
Pensé en contarle la verdad, pero pronto me retracté, a los licántropos no les gustaba que los humanos se enteraran de su forma de organización.
-Un amigo –contesté con mi voz plana.
Jason frunció el ceño, mirando con desaprobación al licántropo.
-El no te mira como si fueras su amiga –comentó.
-Deja de cuidarme tanto, Jason, no lo necesito –le dije con una sonrisa.
-Lo que digas.
Todo había iniciado tiempo atrás, cuando había pasado a ser un miembro más del personal del Luna Llena. En esos días, yo estaba devastada por la pérdida de mis padres, y conocí a Jason y a Lissa. Con ella siempre me sentí muy unida, se convirtió en mi mejor amiga, en parte de una familia de la que carecía. Sin embargo, siendo segunda hija de una familia unida, nunca llegó a comprender el trago amargo de mi soledad. Jason en cambio, reconoció la mirada de melancolía en mis ojos y me brindó su apoyo. Sus padres lo habían dejado en un orfanato de pequeño y nunca llegó a saber de ellos, esa comprensión compartida nos acercó. Lo quería tanto, como al hermano mayor que nunca tuve.
-Me has tenido abandonado toda la noche –se quejó Adam, cuando me detuve frente a su mesa.
-¿Por qué no ha llegado Jacob? –cuestioné.
Sus labios se volvieron una fina línea.
-No vendrá –dijo-, está muy ocupado. Hay muchos problemas en la comunidad en estos momentos.
-¿Qué problemas? –jalé una silla y me senté en frente de él.
Adam me observó fijamente, probablemente preguntándose si era conveniente decirme o no.
-Ha habido dos asesinatos.
Me tapé la boca, evitando que un grito escapara de ella.
-¿Ya encontraron al culpable?
-No, es por eso que el rey está muy ocupado, intenta encontrar al asesino y tranquilizar a la comunidad.
-Pero ¿Ni siquiera tienen una idea de que raza es el culpable?
Adam negó con la cabeza.
-Cualquier creatura, ya sea licántropo o vampiro puede herir a uno de nosotros de la manera en que fueron…
-De acuerdo, no quiero detalles.
-Pero estoy seguro de que fue un chupasangre –dijo Adam, su voz tensándose hasta volverse un gruñido-. Esas cosas no viven más que para la destrucción.
Salí del bar, con más preocupaciones en la cabeza de las que tenía al entrar. Adam me seguía como sombra nocturna, con su mirada pendiente de mis movimientos.
Entonces, lo escuché gruñir, y antes de poder reaccionar ya me encontraba detrás de él.
Unos colmillos centellearon en la oscuridad, retrocedí un poco, hasta que para mi asombro reconocí un hermoso cabello rubio con destellos dorados.
-¡No Adam! –grité justo a tiempo-. El no viene a hacernos daño.
-No tenía intenciones de hacerte daño –dijo Anthony dirigiéndose a mí, lo que no ayudó a calmar al licántropo situado delante mío-. Lamento haberte asustado.
-¿Qué es lo que quieres chupasangre? –preguntó Adam.
-Vengo a proteger a Bella, son órdenes del rey –anunció Anthony.
¿También Edward? Hice una mueca de frustración.
-¿Qué interés tiene tu rey en ella? –preguntó el licántropo.
-El interés de cualquier vampiro por su futura consorte –respondió Anthony fríamente.
-¡Pero ella va a ser la reina de los licántropos! –estalló Adam.
Ambos se miraron fijamente confundidos, y luego su atención pasó hacia mí.
Genial, ahora todo licántropo y vampiro se iba a enterar de esto.
Deseé desvanecerme en la oscuridad.
Que tal ?? genial no creen dejen sus comentarios mis angeles hermosos , por fisss
lunes, 25 de enero de 2010
El Reinado de la Luna
Publicado por Angel of the dark en 10:53 0 comentarios
Etiquetas: El Reinado De La Luna
viernes, 22 de enero de 2010
Sangre Real
Holaa niñaas! ps por petición de mi sisss vanee les dejo aqi estoss caps de sangre reaal, ella se disculpaa peroo no se sientee muy bieen por lo que yo la estaré ayudando un poco a actualizar.
besitooss
Anita Cullen:)
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Capitulo 14.- Tormenta
El llanto del cielo percutía contra el cristal, rítmico y constante, irradiaba una melodía abatida.
Abrí los ojos a la penumbra de la habitación. Mis pies, desnudos, me guiaron hasta la ventaba donde la lluvia seguía lamentándose. Edward no estaba, me pregunté donde se podría encontrar.
-Te escuché levantarte.
La voz fría de Rosalie me hizo girarme.
-¿Qué haces aquí? –la cuestioné. Era consciente que no era de su agrado, por supuesto el sentimiento era mutuo, así que sospechaba que la visita no era para saber si me encontraba bien.
Debió de escuchar mi desconfianza en el tono de mi voz, porque sonrió de manera que su boca dibujó una curva en su rostro, mostrándola mucho más hermosa de lo que ya era.
-Es cierto –dijo como si hubiera adivinado mis pensamientos-, no vengo a socializar.
Caminó hacia la cama, su cabello rubio parecía flotar detrás de ella, sin perder la elegancia, se sentó con suavidad sobre las desordenadas sábanas blancas.
-No has contestado a mi pregunta –le recordé no muy gentilmente. Mi voz no sonó tan firme como pretendía, el frío había provocado un ligero temblor en mi cuerpo. El vestido negro de Alice no cubría mucho, mis piernas y mis brazos eran los que llevaban la peor parte.
-No me agradas –comenzó con un comentario innecesario-, pero no creo que seas una mala persona.
Eso sí que me había sorprendido, no podía verme, pero estaba segura que mis cejas se habían elevado a una distancia considerable.
-¿Gracias?
-No he terminado –continuó-. A lo que me refiero, es que no creo que seas capaz de dejar que nadie muera por tu causa.
-Nunca me perdonaría si pasara algo como eso –contesté inmediatamente.
Ella asintió, viéndose, quizás por primera y única vez, satisfecha con una respuesta expulsada de mis labios.
-Eso pensaba –dijo-, por eso he venido a verte, para evitar que suceda.
El viento, acompañado de la lluvia, rugió en forma de tormenta. En la mayoría de las películas de terror, ese sonido siempre anunciaba que la peor parte se aproximaba.
-¿Cómo? –pregunté alejándome de la ventana.
-Llevándote con el rey –respondió tranquilamente-, así podré pedirle que perdone a mi familia por el error que cometió Edward.
Reprimí un estremecimiento.
-¿Crees que los perdone?
-No si yo se lo pido –admitió. Levantó la vista hacia mí-, pero tú vas a ser muy pronto nuestra reina ¿no? Con tu perdón será más que suficiente –añadió. Distinguí un ligero sazón de envidia en sus palabras.
-¿Pero cómo vas a…
-Edward, Carlisle y Emmett salieron a revisar si hay peligro cerca –me interrumpió-. Alice, Esme y Jasper están planeando una estrategia de resistencia por si un invitado no deseado se presenta en la casa y en cuanto a mí, ellos no pensarán en molestarme por un rato, creen que sigo lo bastante enojada como para hacer algo por protegerte.
-¿Pero Alice no puede ver lo que vamos a hacer?
Ella negó con la cabeza, ligeramente orgullosa de sí misma.
-Todo se me ha ocurrido hasta hace unos momentos, y se puede decir que aún no he tomado un decisión concreta, Edward no puede escuchar mis pensamientos estando tan lejos y Alice no puede ver nada que no esté respaldado por una firme elección.
-¿Cuándo nos vamos? –le pregunté dispuesta a liberar de una condena de muerte a su familia. Por dentro me estaba destrozando de miedo, pero nada me haría cambiar de opinión.
-Edward volverá pronto –dijo-, no puede soportar estar alejado de ti por mucho tiempo –se puso de pie-. Así que cuanto antes mejor.
No tuve tiempo ni de parpadear, Rosalie me había levantado, me detenía con facilidad como si pesara lo mismo que una almohada, abrió la ventana, invitando una gran cantidad de humedad al interior del cuarto.
Saltó.
Las gotas y el vértigo me obligaron a cerrar los ojos, cada una, mojada y fría se impregnaba en mi piel y el vestido que me cubría, la tela oscura terminó pegada a mi cuerpo.
El sonido de la lluvia bajo su volumen, el golpeteo del agua cesó de pronto y al dejar que mi vista volviera, me encontré en el asiento trasero de una amplia camioneta, el olor de los nuevos asientos de cuero llegó hasta mi nariz.
La camioneta rugió cuando Rosalie pisó el acelerador, el pavimento se quejó, estaba segura que había dejado unas decorativas marcas en él.
Me fijé en el acelerado paisaje que se pintaba afuera del vehículo, había pocas casas que lucían una generosa distancia entre ellas. La principal característica del lugar era el gusto de los habitantes por los grandes jardines.
-¿A dónde me vas a llevar?
Por el retrovisor la vi poner los ojos en blanco.
-Noche Eterna
Había adivinado la respuesta incluso antes de que la pregunta escapara de mis labios, pero una parte de mi deseaba que su contestación fuera otra. No tenía recuerdos agradables de ese lugar.
-Escóndete –me dijo Rosalie cuando nos adentramos en la zona poblada de la ciudad.
-¿Por qué? –pregunté agachándome detrás del asiento del piloto.
-Porque si te ven, van a atacarme antes de que pueda explicarles que vengo a entregarte pacíficamente.
Un golpe resonó, venía de la parte de atrás de la camioneta, asomé mi cabeza, logré vislumbrar una sombra, Rosalie soltó una maldición.
-¡No! –la escuché gritar antes de que nos desprendiéramos del suelo.
Las imágenes que revelaban las ventanas del vehículo pasaron como flashes ante mis ojos, la camioneta daba giros en el aire.
Me pregunté si todo terminaría pronto, me pregunté si el golpe dolería mucho.
Sentí unos dedos fríos sobre la piel de mi brazo, no me sostuvieron por mucho tiempo. El grito de Rosalie hizo arder mis oídos.
Después de una eternidad, se escuchó el metal estrellarse, los cristales se hicieron añicos, con la visión empañada por el mareo y el dolor logré distinguir un trozo de vidrio especialmente afilado apuntar en mi dirección, cerré los ojos y ya no los pude abrir de nuevo.
El dolor agudo y punzante en mi cabeza se estaba haciendo insoportable, todo estaba tan oscuro… eso se debía en buena parte a que mis párpados se negaban a levantarse. Intenté beberme una gran bocanada de aire, pero mi pecho no llegó a inhalar lo suficiente, encima tenía una presión de varios kilos sobre mí.
¿Qué estaba ocurriendo?
-¡Ella está ahí! –chilló alguien a lo lejos-. ¡La camioneta la está aplastando!
¿Una chica atrapada dentro de una camioneta? Sentí pena por ella.
La realidad me golpeó cuando abrí los ojos, estaba acostada sobre el techo del vehículo de Rosalie.
La chica en la camioneta era yo. El oxígeno no estaba llegando a mi cerebro, el asiento delantero se estaba encargando de ello. No logré ver casi nada de mí, estaba enterrado debajo de grandes cantidades de duro cuero negro. Mi labio comenzó a arder, algo caliente descendió por el hasta llegar a mi barbilla y perderse por mi cuello.
Logré mover mi brazo derecho, que estaba atrapado en una posición extraña en el volante, me dolió, pero por fortuna no estaba roto. Toqué mis labios con los dedos y vi como se pintaban de un rojo brillante.
-¡Es verdad! –insistió la voz, que reconocí como la de Rosalie-. ¡Está adentro!
Jalé todo el aire que pude, que no fue mucho, mis pulmones comenzaban a quejarse de la falta que les hacía, el esfuerzo por respirar era demasiado, no tenía tantas energías para seguir con aquello.
-¡Cállate! –gritó una voz masculina.
-¡Idiota! –escupió ella-. ¡Ella se va a morir!
Desgraciadamente, estaba comenzando a pensar que eso iba a ocurrir pronto. El sonido de un golpe fuerte, lejano, llegó hasta mí, Rosalie profirió un grito de dolor.
-¡Te dije que te callaras! –ordenó la voz masculina-. El rey va a llegar pronto, ante él no podrás mentir para salvarte…
-¡Digo la verdad!
Otro golpe. Después de todo, ella tampoco parecía pasarla tan bien.
Afuera la lluvia seguía con su lamento, la puerta a mi derecha, rota y aplastada como una lata, me permitía ver algo del pavimento mojado.
Estiré mi mano libre, me aferré a lo que quedaba del marco, donde antes había existido un vidrio polarizado, me encajé uno de los restos del cristal. Gemí. Ignorando el dolor apoyé con mayor fuerza mi mano, haciendo un esfuerzo por jalarme fuerza de mi prisión.
No me moví ni un centímetro, pero fue lo suficiente para gastar la poca reserva de oxígeno que me restaba.
Me estaba ahogando.
-¿Qué ocurre? –una voz imperiosa surgió como rugido, haciéndose espacio entre todo el ruido.
-Señor –dijo otra voz masculina, temblado ligeramente-, ella debe saber algo sobre la futura reina.
Rosalie estalló en un mar de palabras.
-¡Claro que lo sé estúpido! –gritó-. ¡Te lo he estado diciendo todo este tiempo! ¡En la camioneta!
Tras un ruido y un débil jadeo de mi parte, el metal se abrió como hoja de papel, el asiento que me oprimía salió volando a lo lejos. Una ola cargada de aire se adentró en mi nariz, mis pulmones celebraron la entrada de su vital alimento.
En la húmeda oscuridad, distinguí los cabellos plateados de Lucern, vestido completamente de negro, lucía imponente, sus músculos se marcaban perfectamente debido a que la tela mojada se adhería a su cuerpo como guante.
-Bella –se inclinó hacia mí, observándome con sus ojos que parecían llamas azules. Me tomó delicadamente entre sus brazos, como si fuera lo más importante, algo que tuviera que proteger a toda costa-. Mi hermosa y linda Bella.
Recosté mi cabeza en su hombro, y dejé que me llevara.
-Señor –el otro vampiro, que no lograba ver bien parecía de estatura media y de cabello rojizo, se veía muy asustado. Traía a una furiosa y mallugada Rosalie de un brazo-, creí que me estaba mintiendo.
-Tendrías que haber revisado primero –siseó Lucern con ira, su tono sonaba completamente opuesto al dulce y cariñoso que había usado conmigo-. En cuanto a ella…
-Ella me traía de vuelta a ti –la defendí entre balbuceos, todavía me sentía mareada-, no le hagas daño por favor…
-Bella, no te esfuerces –dijo Lucern acariciando mi mejilla. Luego se dirigió al asustado vampiro-. Déjala ir.
Rosalie corrió, por lo menos ella y los Cullen estarían bien.
Lo siguiente me pareció confuso… otros vampiros habían llegado al lugar, y por órdenes de Lucern, estaban limpiando todo el desorden.
-Yo la llevo mi señor –un vampiro de cabello negro y largo se había acercado a nosotros, extendió sus brazos hacía mí-, no tiene que estar cargando… yo puedo…
Lucern le mostró los colmillos.
-Es mía –rugió-, y nadie más la va a tocar.
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Capitulo 15.-Lamento nocturno
Era la habitación más amplia que mis ojos habían tenido oportunidad de escudriñar, una extensa ventana se escondía tras densas cortinas, el color vino en ellas oscurecía más el lugar.
Mi cuerpo, adolorido, descansaba sobre finas sábanas de seda. Giré ligeramente la cabeza para percatarme de la espaciosa cama que se desplegaba debajo de mí.
El agua aún bailaba con ferocidad, el único alivio era que ya no me encontraba afuera.
Me percaté de la falta de humedad en mi ropa y mi piel. Logré incorporarme hasta quedar sentada, y me observé. El vestido de Alice había desaparecido y cambiado a uno color rojo sangre, la tela, suave, acariciaba mi piel con cada movimiento. Toqué mi largo cabello y mis yemas se encontraron con mechones secos, mi mano estaba completamente curada, mi cuerpo seguía quejándose pero parecía estar recuperándose.
El sonido de una cerradura girando me hizo desconcentrarme, rápidamente busqué su procedencia y mis ojos se clavaron en las anchas puertas de madera. Una de ellas se abrió permitiendo la entrada al rey de los vampiros.
-Has despertado –dijo, con una sonrisa. Se sentó cerca de mí y sus ojos azules buscaron los míos.
Me mordí el labio y lancé un quejido de dolor, la herida en mi labio aún seguía abierta.
La mirada de Lucern rápidamente reparó en la gota de líquido rojo que caía por mi labio inferior, quise limpiarme con mi brazo, pero él me tomó de la muñeca para impedírmelo.
-Creo que olvidé curar eso –dijo-, pero puedo remediarlo ahora.
Sus manos rápido se acomodaron alrededor de mi cintura y me estrecharon contra su cuerpo. Lucern se inclinó hacia mí y sus labios se apoderaron de los míos, su lengua se deslizó lentamente sobre mi herida, el dolor desapareció pronto.
Separó su rostro del mío, tan sólo unos centímetros.
-Pronto serás mi reina
No quería convertirme en un vampiro, mucho menos ser la reina. Estaba aterrada, pero sabía que no había elección. Me estremecí.
Reacción, que el vampiro del cabello plateado interpretó muy mal, porque que comenzó a besarme el cuello.
-Espera…
Mi voz se ahogó en mi garganta, cuando sentí sus colmillos rozar ligeramente mi piel.
Un ruido, la puerta se había abierto de un golpe, alguien se había acercado a nosotros.
-Señor…
Lucern, le dirigió un gruñido al intruso, era un vampiro alto de un hermoso cabello rubio, que en la poca luz que había se reflejaban leves destellos dorados. Retrocedió un paso tras ver la hostilidad del rey.
Quien me soltó a regañadientes y se levanto de la cama.
-¿Qué pasa? –preguntó Lucern molesto.
-Un grupo de vampiros ha llegado –anunció el vampiro.
El rey arqueó una ceja.
-¿Por eso has irrumpido en mi habitación?
-Ellos no vienen a ver el asenso de la reina –continuó dirigiéndome una mirada-, uno de ellos reclama a la chica…
-Edward –murmuré. ¿Por qué? Ahora estaba en peligro, él y su familia.
-Sí, ese es su nombre –coincidió el vampiro rubio.
Había olvidado el oído tan fino que poseían.
Lucern frunció el ceño en mi dirección, no pareció agradarle mi preocupación por otro vampiro.
-Lo reta a una pelea –finalizó.
No logré ahogar mi exclamación de horror.
-Acepto –respondió el rey de los vampiros.
Asustada, salté de la cama y me coloqué unos zapatos rojos, se veían caros, pero ahora no había tiempo para analizarlo.
-Por favor…
No me dejó hablar se acercó y tomó mi mano.
-Tú también estarás presente, quiero que me veas destruirlo…
En el vestíbulo estaban reunidos una multitud de vampiros, iban vestidos elegantemente, y en cuanto descendí las escaleras, con el brazo de Lucern firmemente aferrado a mi cintura, las miradas de todos los presentes se posaron en nosotros.
Se me hundió el corazón al ver a Edward, la mirada llena de ira que tenía para el rey cambió a una completamente diferente cuando se fijó en mí.
-Bienvenidos –les dijo Lucern a los Cullen, estaban rodeados por otros vampiros con miradas llenas de hostilidad-, pero al parecer no han llegado a presenciar la trasformación de Bella.
-No lo harás –gruñó Edward, dos vampiros se acercaron a él y le enseñaron los colmillos.
-He decidido aceptar tu reto.
De pronto, todo el lugar quedó sumergido en el silencio, los vampiros que detenían a Edward se quitaron de su camino.
-¡No! –grité-. ¡Por favor tienes que…!
-Estás encargado de su seguridad Anthony –dijo Lucern ignorando mis súplicas.
-Sí, señor –contestó el vampiro rubio.
Lucern se acercó a Edward, los otros vampiros se fueron alejando, formando un círculo a su alrededor.
Quise correr hacia ellos, pero Anthony me atrapó y me sostuvo con fuerza entre sus brazos.
-Dime que no es un duelo a muerte –musité. Sabía cuál sería su respuesta, pero necesitaba desesperadamente una esperanza-, dime que no –repetí con lágrimas asomándose por mis ojos.
Anthony me soltó, pero mantuvo una mano aprisionando mi muñeca. Parecía inseguro sobre qué hacer con una humana que derramaba líquido cristalino por los ojos.
-Lo siento, pero así es como son las cosas –dijo despacio y con mucha suavidad, como si te miera que sus palabras fueran a romperme.
Por más que intenté, no pude evitar que una lágrima escapara, escurridiza, resbaló por mi mejilla.
Vi como los colmillos de Lucern, lucían filosos, listos para iniciar la masacre. Edward le gruño en respuesta.
Pero la danza mortal se vio interrumpida, cuando un estruendo irrumpió en el ambiente, las ventanas altas, ubicadas a los lados del portón principal, se vieron destrozadas en sólo unos segundos. Los cristales rotos, ya sin oponer resistencia, no tuvieron más remedio que ceder el paso a los invitados que traía la noche.
-El clan ruso –escuché decir a Anthony.
No sabía si sentirme aliviada o asustada por la interrumpíos de los vampiros rusos. La cerradura del portón obedeció al primer golpe, el vampiro que entró a paso decidido era fuerte, se podía ver bajo ese abrigo largo y oscuro que llevaba. Tenía el cabello negro y sus ojos oscuros no escondían el peligro en su mirada.
Los invitados retrocedieron ante el avance de la presencia extranjera.
-¿Qué ocurre? –pregunté, nerviosa.
-Vadik –Anthony soltó las palabras como si fueran una maldición-, él y su clan siempre han estado en desacuerdo con el rey.
-Como puedes darte cuenta Lucern –dijo Vadik con un marcado acento-, no hemos venido aquí a una visita de cortesía.
-Me lo imaginaba –respondió.
Vadik rugió y saltó sobre el rey, lo que debió ser una señal para sus seguidores, porque comenzaron con la masacre.
-¡Bella! –escuché a Edward llamarme.
Mi boca se había abierto para responder, pero fue cubierta por una mano, mis pies dejaron de tocar el suelo, y todo lo que supe es que era llevada por Anthony a gran velocidad.
Algo se rompió y salí volando de los brazos del vampiro, caí sobre una mesa de madera, que se volcó con el impacto de mi peso.
Mi cabeza comenzó a palpitar dolorosamente, logré levantarme para ver a Anthony intentando hacer daño a su contrincante.
-Una deliciosa humana –escuché una voz detrás de mí. Uno de los vampiros del clan ruso había llegado hasta mí-. ¿Qué haces en una madriguera de vampiros?
Me concentré en correr lejos de él. No logré llegar muy lejos, mi perseguidor me había tomado del tobillo y estrellado contra el suelo.
Antes de que el vampiro se lanzara sobre mí, otro, lo golpeó con fuerza en la mandíbula.
El caos se imponía a todo lo ancho y alto de la casa. Una vampiresa terminó volando por los aires, no logré ver de dónde venía, pero fui bastante consiente del impacto que tuvo contra un mueble de cristal. Los pedazos se desprendieron en todas direcciones, cubrí mi rostro con mis manos y me agaché lo más que pude, cuando creí que había terminado, alcé la cabeza.
Sólo para ver cómo un candelabro, giraba en mi dirección. Rodé por el suelo y logré esquivar el golpe. Mis ojos encontraron en su camino unas botas, del estilo militar de color negro, y el final de un abrigo largo.
Oh, no.
-Humana –Vadik pronunció la palabra como algo delicioso.
Se inclinó hacia mí y una de sus manos, teñida de rojo, se acercó a mi rostro.
Grité.
Entonces Vadik salió volando varios metros lejos de mí, Edward lo había golpeado.
-¿Estás bien? –preguntó.
Asentí.
Edward me tomó entre sus brazos.
-Se que no es el mejor momento para decirlo –dijo con su rostro casi pegado al mío-, pero te amo.
Me puse rígida, la confusión llegó a mí en muchas formas. No sabía que responder o que era lo que yo sentía… mi mente estaba demasiado ocupada en otras cosas.
Vadik rugió detrás de nosotros.
Edward me soltó y se colocó protectoramente delante de mí.
El vampiro ruso saltó sobre él. Todo fue muy rápido para mis ojos, un parpadeo y la escena había tomado un drástico giro.
Edward tenía su brazo manchado de sangre, mientras Vadik se presionaba una herida en el abdomen, tenía grandes dimensiones y de ella brotaba el líquido rubí.
Vadik pronunció unas cuantas palabras en ruso, que a mí me parecieron una gran maldición.
Todos los vampiros del clan ruso, se reunieron con él, unos heridos otros completamente ilesos, formando un círculo de protección a su alrededor.
-Me gustaría quedarme un poco más –dijo con dificultad-, pero no estoy en condiciones.
Los vampiros rusos lograron escaparse.
Alice fue la primera en encontrar entre la multitud. Se acercó, me observó e interrogó hasta estar segura que estaba en perfectas condiciones.
-¿Estás bien Bella? –preguntó Rosalie, cuando llegó hasta nosotros. Su cara, reflejando toda la culpabilidad que sentía.
Edward le enseñó los dientes, y ella, asustada retrocedió hasta la seguridad de los brazos de Emmett.
-No te le acerques Rose –gruñó Edward.
-Sigues molesto –dijo ella.
En respuesta, él se giró, centrando su atención en mí, y dándole la espalda.
Anthony apareció de improvisto ante nosotros. Presentaba múltiples rasguños en los brazos, su camisa estaba desgarrada mostrando un corte en el pecho, el que parecía estarse curando sólo.
-Lucern ha muerto –anunció.
Ahogué una exclamación.
-Según nuestra ley, Vadik, al ser su asesino ascendería al poder –continuó-, pero debido a que pertenece al clan traidor… el rey es aquel que logró sacarlos de aquí y salvarnos.
Su mirada se quedó fija en un aturdido Edward.
-Pero… -quiso discutir él.
Anthony hizo caso omiso y le ofreció una inclinación.
-Así es la ley, señor.
Sin dar tiempo a que Edward asimilara la noticia, la noche aulló.
No, la noche no, aquel sonido había sido provocado por… lobos.
-Jacob –el nombre se escapó de mis labios. Vi como las expresiones de horror se formaban en los vampiros presentes.
-¿Qué debemos hacer? –le preguntó Anthony a Edward-. Después del ataque recibido no creo que estemos en condiciones para recibir a los Licantrópos.
-Yo puedo… creo que los puedo detener –dije.
Edward me miró fijamente.
-Jacob sólo viene por mí –continué-, sé que me escuchará si salgo y hablo con él.
-Bella…
-Es lo mejor y lo sabes –insistí-, es mi mejor amigo, no me hará ningún daño.
Edward apretó los puños, pero asintió muy despacio.
Así fue como salí, sola en la noche. Sabía que Edward estaría dentro de la casa, observando, podía sentir sus ojos en mi espalda. Había insistido en salir conmigo, pero no podía permitirlo, si los licántropos lo veían podían hacerle daño.
No caminé mucho, al dar mi quinto paso, fui atrapada por unos brazos cálidos.
-Bella –escuché la voz de Jacob. Noté que mi amigo no llevaba camisa, al igual que noté el numeroso grupo de lobos detrás de él.
-Estoy bien –dije-, no me lastimaron, no hay necesidad de arruinar tantos años de paz entre vampiros y licántropos.
Jacob frunció el ceño.
-No te vi, en mucho tiempo, estaba muy preocupado por ti –dijo su voz contenida, intentando disimular la rabia-, es algo que me es difícil de perdonar.
-Pero estoy bien –le dije-, estoy contigo.
-Sí –eso pareció tranquilizarlo más-, conmigo. Te llevaré a tu departamento.
-Gracias, Jacob.
No sabía cuánto había extrañado ese reducido espacio, al que yo llamaba casa, hasta que llegué.
Agotada, me enterré en las sábanas, y todos los pensamientos que había pospuesto regresaron, golpeándome con fuerza. Una lágrima resbaló, me entristecí por la muerte de Lucern, que siempre me había tratado como si yo fuera la prioridad, jamás me había lastimado. A ésa, le siguieron otras, por la destrucción y muertes que habían provocado el clan de Rusia. La rabia, también se hizo presente en mí.
“Te amo” La palabra resonó en mi mente, dando paso a la confusión. ¿Cuáles eran mis sentimientos hacia él?
Me aterraba convertirme en vampiro, era algo que no quería hacer y si lo aceptaba, significaba también aceptar la conversión, así como aceptar el reinado.
Jacob entró en mi habitación y se recostó a un lado mío. También había olvidado cuanto extrañaba a mi mejor amigo.
Me rodeó con sus brazos, brindándome seguridad.
-¿Te vas a quedar? –le pregunté.
-No te voy a dejar sola.
-Gracias, otra vez, Jacob.
Me relajé y mis parpados comenzaron a pesar.
-Sí –musité.
-¿Bella?
-¿Qué? –logré pronunciar, mi conciencia estaba a punto de desconectarse.
-Siempre te he amado –dijo-, como algo más que como una amiga.
Esto tenía que ser un sueño.
-Quiero que estés junto a mí como mi esposa, como la reina de los Licántropos.
Si, definitivamente estaba soñando o alucinando, no podía ser cierto.
Se río.
-Creo que será mejor esperarme a que estés en tus cinco sentidos.
¿Qué tanto más podría complicarse mi vida?
Publicado por anita cullen en 16:21 0 comentarios
Etiquetas: Sangre Real
Foto de Rob !!! osea si quiere yo le rasco y le sobo lo que quiera ... yo me apunto !!!!
Publicado por Angel of the dark en 12:48 1 comentarios
Etiquetas: foto de Rob
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